La izquierda encuentra ¡°el relato¡±: qui¨¦n pierde mejor
Del estreno de 'El plan S¨¢nchez y la banda de la habitaci¨®n del p¨¢nico' ya solo queda el p¨¢nico
Del estreno de El plan S¨¢nchez y la banda de la habitaci¨®n del p¨¢nico ya solo queda el p¨¢nico. Ni hab¨ªa plan ni hab¨ªa banda, pero el creador, Albert Rivera, insisti¨® en ella porque de las risas no hay que marcharse ni aunque se enciendan las luces. Lo que s¨ª se ha sabido es que la famosa habitaci¨®n cerrada a cal y canto en donde se repart¨ªan el bot¨ªn eran los medios de comunicaci¨®n de toda Espa?a y la tribuna de oradores, de donde lleg¨® la ¨²ltima oferta, y que la banda eran unos se?ores empezando m¨¢s a odiarse que a conocerse, de tal modo que el plan S¨¢nchez solo pod¨ªa ser realidad si lo consegu¨ªan cerrar antes de que se odiasen del todo. No hubo suerte porque no hay que infravalorar nunca la rapidez de autodestrucci¨®n de la izquierda ni pensar que ha tocado fondo: siempre hay una oportunidad m¨¢s.
Este reality show ¡ªtransparencia s¨ª, pero sin ponerse hist¨¦rico¡ª de los ¨²ltimos d¨ªas provoc¨® que, cuando la presidenta del Congreso dijo que el resultado de la votaci¨®n se comunicar¨ªa al Rey, se ech¨® de menos una ventanita en las pantallas de televisi¨®n en la que se viese al Rey a sus movidas, regateando con el Aifos o comiendo con la familia, mientras le llama Batet al tel¨¦fono desde el Congreso, recibe la noticia, cuelga y dice a sus acompa?antes: ¡°Es que hoy se votaba s¨ª o no al presidente de Gobierno, ha salido no. Qu¨¦ banda¡±. ¡°?Banda, banda!¡±, un grito ahogado en el hemiciclo.
S¨¢nchez lleg¨® al Congreso con un discurso brillante y dur¨ªsimo, con sus picos de emoci¨®n y cinismo, ense?ando las llagas de la negociaci¨®n que no fue. Fue el mejor discurso de Pedro S¨¢nchez desde que es presidente del Gobierno y no es casualidad que lo fuese contra Podemos, del mismo modo que no hay mejores arsenales que los que Iglesias dispone para desarticular la socialdemocracia y en ese talento deslumbrante que solo aparece para perder juntos est¨¢ la historia de la izquierda espa?ola, no solo de este siglo sino del anterior.
La mesa de Iglesias era la de un hombre enfrascado en una misi¨®n: folios y m¨¢s folios a un lado, libreta al otro, tel¨¦fono m¨®vil sobre la libreta y un bol¨ªgrafo con el que escribir durante toda la sesi¨®n. Negaba con la cabeza y escrib¨ªa. Rivera y Arrimadas no dejaban de cuchichear, mientras que Casado permanec¨ªa con la sonrisa del alumno que ha dejado un petardo y no sabe cu¨¢ndo va a explotar. Iglesias, tan serio en su esca?o, us¨® en la tribuna t¨¢ctica de instituto: un colega de tu pandilla me dice que te pida esto. Si algo sabemos de El Padrino (r¨¦quiem por Tesio) es que el tuyo que se acerque a los otros a proponer un encuentro, ese es el traidor. ?Pero qui¨¦n reconoce a un traidor en una negociaci¨®n as¨ª? Iglesias dijo haber recibido un mensaje de un socialista destacado recomend¨¢ndole que pidiese las pol¨ªticas activas de empleo. Lastra le record¨® con retint¨ªn que estaban transferidas a las autonom¨ªas. El PSOE ascender¨¢ a ese ¡°socialista destacado¡±, pero si fuese un partido l¨®gico le hubiera dado a UP esas competencias, si tan transferidas est¨¢n, y a correr.
El momento que mejor defini¨® la sesi¨®n, abismo de caos y locura que se apoder¨® de la C¨¢mara con Rufi¨¢n present¨¢ndose como hombre de Estado, Casado m¨¢s disc¨ªpulo de Rajoy que de Aznar y Bildu como garante de la sororidad, ocurri¨® cuando detr¨¢s de Pablo Iglesias Rafa Mayoral se agit¨® s¨²bitamente y avis¨® a sus compa?eros de fila. ?Alguna propuesta de ¨²ltima hora? ?Cambio en el sentido del voto? ?Un receso para un ¨²ltimo intento? Un chicle. Mayoral ped¨ªa un chicle a Baldov¨ª, que estaba a cinco esca?os de ¨¦l. El valenciano de Comprom¨ªs le hizo pasar una bolsa de ellos y Mayoral se meti¨® uno de menta en la boca. Y en ese gesto, el de querer buen sabor de boca con el est¨®mago vac¨ªo, estaban resumidas estas horas: sin Gobierno pero queriendo gustar. El ¡°relato¡± es perder oliendo bien. Y a eso dedicaron sus esfuerzos los dos partidos: en perder mejor que el otro, en merecer m¨¢s compasi¨®n, en ser consolado en los reservados de los colegios electorales m¨¢s importantes, en salir del Parlamento bailando con sus chaquetas rojas, como vaticin¨® Loriga el estrellato de rock, todas las canciones de moda. Pero de esa vida prometida ni canciones ni bailes, solo resaca y p¨¢nico.
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