Madrid, cementerio de dictadores
Pavelic, Batista, P¨¦rez Jim¨¦nez y Trujillo est¨¢n enterrados en camposantos de la ciudad
Una ma?ana reciente, nublada, con llovizna, amaneci¨® para dar este paseo triste, este recorrido infame por grises y silenciosos hitos del dolor humano presentes en los cementerios de Madrid: cuatro tumbas de cuatro dictadores extranjeros.
En medio del ruido por la exhumaci¨®n y el traslado de los restos de Francisco Franco, otros cuatro s¨¢trapas duermen en la capital de Espa?a su sue?o de los injustos, que qui¨¦n sabe c¨®mo ser¨¢, si remordido o ufano hasta el m¨¢s all¨¢. Cada uno acab¨® en Espa?a de diferente modo ¨Cuno de ellos, Trujillo, lleg¨® ya en el f¨¦retro¨C pero por el mismo motivo: por gracia del caudillo espa?ol, quien ¡°desde que se qued¨® aislado despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial tendi¨® a buscar aliados y apoyos donde fuera. Acoger gente de su ¨®rbita ideol¨®gica era una forma de tratar de ganarse cierta legitimidad exterior¡±, explica Juan Carlos Pereira, historiador de la Universidad Complutense. As¨ª que ah¨ª est¨¢n estas cuatro tumbas que el com¨²n de la gente desconoce que yazcan en Espa?a con toda su carga ominosa.
En el cementerio m¨¢s antiguo de Madrid, la sacramental de San Isidro (1811), est¨¢n enterrados dos hombres de fat¨ªdica historia, uno con m¨¢s nombre en Espa?a, y otro con menos nombre pero infinidad de muertos m¨¢s a sus espaldas.
El primero es el general Fulgencio Batista, expresidente de la Rep¨²blica de Cuba, que gobern¨® con mano de hierro la isla desde 1952 hasta que lo derroc¨® Fidel Castro en 1959. Batista, que intent¨® preservar el poder a trav¨¦s de la tortura y el asesinato de opositores, descansa con su esposa y un hijo bajo una sobria l¨¢pida de granito sin m¨¢s adornos que un verde arbusto de boj. Ni una bandera de Cuba ni sus colores tocan la tumba de aquel caudillo ca¨ªdo en desgracia que ¡°se pas¨® el resto de su vida hablando de Cuba y con el sue?o de regresar, al menos una vez muerto¡±, lamenta por tel¨¦fono desde Nueva York su hijo Bobby Batista, que ve ¡°muy remota¡± la posibilidad de que alg¨²n d¨ªa pueda repatriar los restos de su padre. Seg¨²n su versi¨®n, en los primeros d¨ªas de 1959, Franco neg¨® el asilo pol¨ªtico a Batista, pero m¨¢s tarde, pasada su vor¨¢gine pol¨ªtica, le dio un visado. Batista se estableci¨® en Estoril, en el Portugal del dictador Salazar, e iba y ven¨ªa a Espa?a, donde dice su hijo que el Gobierno siempre le pon¨ªa dos agentes para resguardarlo. ¡°El general¨ªsimo trat¨® muy bien a mi padre¡±, dice Batista mientras se oye el rebumbio de las calles de Nueva York. Fulgencio Batista muri¨® en Marbella en 1973 y fue sepultado en San Isidro.
Junto a la tumba del cubano camina Sebasti¨¢n Garc¨ªa, un hombre de 78 a?os que se define como ¡°paseante an¨¢rquico¡±. Opina que ¡°los dictadores tambi¨¦n son difuntos y tienen derecho a estar donde sus familias quieran que est¨¦n. Ser¨ªa muy prejuicioso pensar que los dictadores deban estar en un sitio y los progres en otro¡±.
En otro sector de San Isidro est¨¢ la tumba de alguien cuyo nombre no dir¨¢ nada a muchos y dir¨¢ demasiado, demasiado dolorosamente, a otros: Ante Pavelic.
Una escena para definirlo. El periodista Curzio Malaparte lo estaba entrevistando en su despacho y sobre el escritorio hab¨ªa una cesta con la tapa medio abierta. Malaparte pens¨® que eran moluscos frescos. Le pregunt¨® al caudillo si eran ostras. ¡°Pavelic levant¨® la tapa del cesto¡±, narra, ¡°sac¨® un pu?ado de viscosas y gelatinosas ostras y, lanz¨¢ndome una de sus sonrisas llenas de bondad y cansancio, dijo: ¡®Es un regalo de mis fieles ustacha: veinte kilos de ojos humanos¡±.
Pavelic fue el jefe del Estado Independiente de Croacia (1941-1945) y era una marioneta de Adolf Hitler, un sat¨¦lite nazi pero no por ello menos brutal. De hecho, en la bibliograf¨ªa sobre su movimiento de los ustacha ¨Cguerreros ultranacionalistas¨C siempre se se?ala que a menudo los propios nazis se quedaban impactados por el celo asesino de sus socios y la barbarie de sus m¨¦todos, por ejemplo el asesinato a puro martillazo. Seg¨²n Hrvoje Klasic, profesor de Historia de la Universidad de Zagreb, bajo el r¨¦gimen de Pavelic fueron asesinadas entre 200.000 y 300.000 personas. Con la victoria aliada, Pavelic escap¨® y termin¨® en la Argentina de Per¨®n. All¨ª en 1955 sufri¨® un atentado y ya maltrecho recibi¨® asilo de la Espa?a de Franco en 1957. Su hija Visnja Pavelic, fallecida en 2015 y a la que entrevist¨® este periodista, contaba que a cambio de permanecer en Espa?a el ministro de Exteriores, por entonces Fernando Mar¨ªa Castiella, les pidi¨® una sola cosa: ¡°Discreci¨®n¡±. Ante Pavelic muri¨® en 1959 y su ¨²ltima salida de casa fue una excursi¨®n al reci¨¦n inaugurado Valle de los Ca¨ªdos.
De todas las tumbas de dictadores extranjeros que hay en Madrid, la de Pavelic es la m¨¢s visitada por nost¨¢lgicos fascistas. ¡°Al menos vienen dos personas al d¨ªa¡±, comenta un jefe de obra. ¡°Una vez unos me dijeron que aqu¨ª est¨¢ medio cuerpo suyo y el otro medio en su pa¨ªs. Otra vez una mujer ven¨ªa peregrinando desde sabe dios d¨®nde y al llegar se desplom¨® y tuvieron que atenderla los m¨¦dicos¡±. La l¨¢pida es muy s¨®lida. La orden¨® colocar as¨ª su hija Visnja Pavelic, que viv¨ªa obsesionada con evitar una profanaci¨®n. La voluntad de ella era que los restos de su padre jam¨¢s pudiesen ser repatriados a su pa¨ªs. En marzo aparecieron pintadas en su l¨¢pida pero fueron borradas. Esta vez la tumba estaba austera como siempre, con flores artificiales rojas, blancas y azules por los colores de Croacia y velas de la Virgen de F¨¢tima.
¨C?Tan malo era este? ¨Cdice la jefa de obra¨C. Pues parece mentira que reciba tantas visitas, cuando tenemos gente como Conchita Piquer o Domingu¨ªn.
Unos 30 kil¨®metros al norte, en el Parque Cementerio de La Paz, un camposanto boutique, yace aquel hombre que en 1959, seg¨²n cuentan los historiadores, vio que la revuelta contra ¨¦l era irreversible y dijo a su ayudante de c¨¢mara: ¡°Salgamos de aqu¨ª, que el pescuezo no reto?a¡±. Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez fue el dictador de Venezuela entre 1952 y 1958, un l¨ªder alabado en esa ¨¦poca por la prensa franquista por su pol¨ªtica desarrollista, que combin¨® con una furiosa represi¨®n pol¨ªtica y con corrupci¨®n. Escribi¨® de ¨¦l Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez que ¡°huy¨® de Caracas hacia Santo Domingo con tanto apuro que debieron izarlo hasta el avi¨®n con poleas de alba?iler¨ªa porque sus ayudantes se olvidaron de llevar una escalerilla. En la pista del aeropuerto qued¨® olvidado un malet¨ªn con 13 millones de d¨®lares en efectivo¡±. Extraditado a posteriori desde EE UU, acab¨® preso en Venezuela y al quedar libre en 1968 se estableci¨® en Madrid, bajo la protecci¨®n de Franco, y vivi¨® una vida de lujos en un caser¨®n en La Moraleja en el que despachaba entrevistas donde se vanagloriaba de su trayectoria: ¡°A m¨ª me importa poco que me llamen s¨¢trapa, a m¨ª me importa poco que me llamen dictador, a m¨ª me importa poco que me llamen ladr¨®n¡±, le dec¨ªa en 1989 al periodista Napole¨®n Bravo.
P¨¦rez Jim¨¦nez falleci¨® en 2001 en su casa de La Moraleja, que a?os despu¨¦s se vendi¨® por varios millones de euros, incluyendo su b¨²nker, su garaje para 20 coches, su sauna, su sala de peluquer¨ªa y su galer¨ªa de tiro. Hoy sus restos reposan bajo una pradera verd¨ªsima junto a los de su esposa Flor, con una placa que dice escuetamente ¡°Te queremos¡±. Junto a su placa, a diferencia de las dem¨¢s que la rodean, no hay flores de pl¨¢stico. Sus jarrones albergan agua empozada de las ¨²ltimas lluvias.
¨CYo sab¨ªa que aqu¨ª, donde descansa mi madre, est¨¢ enterrado Miliki ¨Cdice una joven que prefiere mantener su anonimato¨C. No sab¨ªa que aqu¨ª estuviera tambi¨¦n este se?or, y creo que determinadas personas no deber¨ªan estar en un sitio donde se les puedan presentar honores y lealtad p¨²blicamente.
Al aparatoso mausoleo negro del cuarto tirano extranjero en Madrid, Rafael Le¨®nidas Trujillo, tirano de la Rep¨²blica Dominicana durante 30 a?os, no se pod¨ªa acceder en v¨ªsperas de la exhumaci¨®n de Franco. Est¨¢ en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio y la polic¨ªa nacional imped¨ªa el paso por los preparativos para recibir all¨ª los restos del dictador espa?ol. Trujillo muri¨® en 1961 cuando su coche fue acribillado en una carretera dominicana. Estuvo enterrado en su pa¨ªs hasta que su familia, por miedo a profanaciones, opt¨® por enviar sus restos al cementerio de P¨¨re-Lachaise en Par¨ªs, donde repos¨® a escasos metros de la tumba de Beethoven. Finalmente, el f¨¦retro de Trujillo lleg¨® a Espa?a en 1970 para acompa?ar en el pante¨®n a su hijo Ramfis, que se hab¨ªa muerto unos meses antes al estrellarse en su deportivo. El historiador dominicano Juan Daniel Balc¨¢cer encuentra perfectamente congruente que la saga de los Trujillo terminase en suelo espa?ol bajo el manto protector del franquismo: ¡°Las relaciones de Trujillo con Franco fueron sobremanera cordiales y de mutua colaboraci¨®n en m¨²ltiples aspectos¡±, explica. ¡°Ambos fueron f¨¦rreos dictadores, de formaci¨®n pretoriana, y tuvieron en com¨²n el fervor cat¨®lico y el anticomunismo¡±.
Ahora Franco y Trujillo descansar¨¢n juntos. No estar¨¢n lejos Pavelic, Batista y P¨¦rez Jim¨¦nez. La internacional de s¨¢trapas de los camposantos de Madrid.
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