El pen¨²ltimo suspiro del dictador Franco
Francis Franco y Luis Alfonso de Borb¨®n sosten¨ªan el ata¨²d como perfecta descripci¨®n del nacionalcatolicismo: p¨¢ginas de Sucesos y de Sociedad
Hay f¨¦retros que los carga el diablo y muertos enterrados personalmente por ¨¦l. Eso cuando no se encarga de todo la familia Franco: de cargar el f¨¦retro y enterrarlo en otro lugar, lejos del monumento construido por el dictador para su propia gloria. De la bas¨ªlica de Valle de los Ca¨ªdos, con una pompa y un silencio impropios, retransmitido en directo, salieron los primeros Francis Franco y Luis Alfonso de Borb¨®n sosteniendo el ata¨²d, los dos como perfecta descripci¨®n del nacionalcatolicismo: p¨¢ginas de Sucesos y p¨¢ginas de Sociedad, como si a Franco lo sacasen entre El Caso y el Hola. No hubo escandaloso tropez¨®n, ni debilitamientos repentinos, ni inoportuna torpeza; como si el Estado, con su mirar para otro lado respecto al origen de sus fortunas y sus generosas d¨¢divas, hubiera fortalecido a los Franco para que, llegado el d¨ªa, pudiesen sacar ligeros al dictador. De algo vali¨®. Y no es mala profesi¨®n, en caso de querer una, la de portadores de dictadores muertos. Casi parece el nombre de una banda de rock.
Cuando los restos mortales de Franco sal¨ªan del Valle por el aire, en tierra sus restos vivientes eran disputados por las c¨¢maras de televisi¨®n. Unas treinta personas, en su momento m¨¢s ¨¢lgido, deambulaban entre el aturdimiento y el jolgorio con pancartas ultras, fotos denunciando checas de la Guerra Civil, carteles envenenados (¡°PP y Cs: escuchad a vuestros votantes¡±) y mensajes desconcertantes (¡°Estado Dictatorial¡±, dec¨ªa una). ¡°?Se?ora, pero que est¨¢ diciendo! ?Se?ora! ?Se?ora!¡±, gritaba una mujer llamada Pilar Guti¨¦rrez Vallejo, hija de un ministro franquista, l¨ªder de facto del grupo de ultraderechistas que subi¨® al Valle. Algunos periodistas, alarmados por los gritos, movieron la cabeza buscando a la destinataria de los reproches, pero no encontraron nada. Simplemente Pilar Guti¨¦rrez estaba en una conexi¨®n televisiva enzarz¨¢ndose con otra persona que escuchaba a trav¨¦s de los auriculares. Ella fue la que alrededor de las nueve de la ma?ana colg¨® una pancarta que pon¨ªa ¡°Franco Vive¡±, tap¨® la mitad dejando Vive cuando la Guardia Civil fue a poner orden, y finalmente anduvieron ella y los suyos con la pancarta, extendi¨¦ndola frente a la puerta de Valle, como Perico por su casa.
A unos metros de ¡°la mujer m¨¢s franquista de Espa?a¡± seg¨²n El Mundo (en ese diario lament¨®, hace a?os, la traici¨®n de Juan Carlos I ¨C¡°Franco y yo somos sagitario, muy confiados¡±¨C y dijo haber renunciado a Gran Hermano VIP para ¡°salvar Espa?a¡±) se encontraba una familia que sac¨® una imagen de la Virgen Mar¨ªa y se puso a rezar pasando las cuentas de un rosario blanco; si se les preguntaba algo, sonre¨ªan beat¨ªficamente. El disparate era absoluto. Ya se hab¨ªa producido un accidente de circulaci¨®n (un Volkswagen escarabajo empotr¨® a un Lancia por ir mirando su conductor el espect¨¢culo a las puertas del Valle); pas¨® la rama ¡®rosa¡¯ de los Franco (los Mart¨ªnez Bordi¨², b¨¢sicamente) en una furgoneta cargada de lazos rojigualdas y ramos de flores formando la bandera de Espa?a; a una se?ora moqueando al pie de la carretera un agente le pidi¨® que se fuese a otro lado; un hombre de paisano y con gorro militar pon¨ªa himnos castrenses a todo volumen en su coche y curiosos desperdigados que llegaron de todas partes (uno de ellos de Ciudad Real con su familia tras tocar diana a las cinco de la ma?ana) dec¨ªan, literalmente, que ¡°les da igual¡± lo que se hiciese con Franco. Ocho grados en Cuelgamuros, en medio de la nada, un jueves de finales de octubre.
De alguna manera, sobrealimentados por los periodistas (¨¦ramos unos 200 all¨ª) aquello degener¨® en un grupo de animosos hinchas dispuestos a hacer el rid¨ªculo de manera inofensiva, lejos de las instituciones a las que ha llegado esa herencia con una estrategia mucho menos folcl¨®rica. Antes de eso, a las ocho y media de la ma?ana, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Santiago Abascal hablaban al mismo tiempo en dos emisoras. El ejercicio de sincronizaci¨®n era casi perfecto. ¡°Felicito al Gobierno por esta decisi¨®n y esta ejecuci¨®n de una tarea dif¨ªcil¡±, dec¨ªa Zapatero a ?ngels Barcel¨® en Hoy por hoy. ¡°Esto es parte de un proceso destinado a derrocar a Felipe VI y destruir la cruz del Valle de los Ca¨ªdos, s¨ªmbolo de nuestra identidad cristiana¡±, le dec¨ªa Abascal a ??igo Alfonso en Las ma?anas de RNE. ¡°Me quedo con que la derecha no derog¨® la ley de memoria hist¨®rica¡±, contaba Zapatero. ¡°Nosotros vamos a derogar la ley de memoria hist¨®rica¡±, dec¨ªa Abascal, partidario de dejar a los muertos ¡°tranquilos¡± en un pa¨ªs con decenas de miles de cad¨¢veres en fosas comunes al mismo tiempo que defend¨ªa que ¡°a ninguna familia se le puede decir d¨®nde tiene que enterrar a sus muertos, sean Franco o la Pasionaria¡±.
La puerta de la finca que est¨¢ frente al Valle es Jaral de la Mira, donde un cartel fuera advierte que hay ¡°ganado bravo¡±, justo el lugar elegido por los franquistas para manifestarse antes de cruzar la carretera hasta el Valle (les oblig¨® la Guardia Civil porque la gente -los periodistas- empez¨¢bamos a invadir la calzada). En ese lugar la prensa rosa anunci¨® hace un mes que se celebrar¨ªa la boda de Melendi; finalmente fue en otro. Toros bravos y vacas descansaban de ma?ana en un enorme prado, ajenos a la que se estaba liando fuera. La presencia de una vaca pretendida por dos astados provoc¨® una ri?a entre ellos; se pegaron las testuces y se mantuvieron as¨ª, empuj¨¢ndose, un buen rato, mientras toros y franquistas miraban para ellos. Poco a poco la cosa se fue relajando. Los m¨®viles anunciaron a tres manifestantes que presenciaban el espect¨¢culo, grab¨¢ndolo, que el cuerpo de Franco estaba ya fuera de la bas¨ªlica. ¡°Joder¡±, dijo uno dirigi¨¦ndose otra vez a las vallas, como si se acabase el recreo, ¡°qu¨¦ estr¨¦s¡±.
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