La noche que mataron al alcalde Ponsoda
Un testigo protegido, frente a los siete hombres que se sientan en el banquillo por la muerte del regidor alicantino
El 19 de octubre de 2007, el municipio de Polop de la Marina (Alicante), de poco m¨¢s de 4.000 habitantes, sufri¨® una sacudida de la que a¨²n no se ha recuperado. Aquel viernes por la noche, dos o m¨¢s personas tirotearon a su alcalde, Alejandro Ponsoda, que muri¨® tras ocho d¨ªas de agon¨ªa. Doce a?os y tres meses despu¨¦s, siete personas se sientan en el banquillo de la Audiencia Provincial de Alicante acusados del crimen. El principal encausado es Juan Cano, exconcejal de Urbanismo de Polop, a quien la investigaci¨®n considera el cabecilla. Junto a ¨¦l, un empresario, Salvador Ros, y dos socios de un club de alterne, Pedro Hermosilla y Ariel Gatto. Todos ellos se defienden del relato de un testigo protegido que asegura que le encargaron el asesinato, pero que lo rechaz¨®. Y que sugiri¨®, ¡°por amistad¡±, los nombres de los tres sospechosos de disparar a Ponsoda: el narcotraficante extreme?o Ra¨²l Montero y dos presuntos sicarios checos, Radim Rakowski y Robert Franek.
El juicio, que se celebra ante un jurado presidido por la magistrada Cristina Costa, se ha convertido en la colisi¨®n de dos mundos opuestos. A un lado, el pueblo de Polop, que votaba en masa a Ponsoda, quien gobern¨® cuatro mandatos con mayor¨ªas absolutas con el PP, algo que no se ha vuelto a repetir. Al otro, la noche de Benidorm, la mole tur¨ªstica alicantina, en la que cabe todo el mundo. Y tambi¨¦n, un inframundo de drogas, prostituci¨®n y negocios turbios. En la intersecci¨®n entre ambos entornos se sit¨²a Cano, a quien los investigadores consideran instigador del crimen.
Las sospechas sobre ¨¦l recaen dos a?os despu¨¦s del asesinato. En una visita al Mesalina, el club de Hermosilla y Gatto, uno de los trabajadores ofrece un dato clave que ilumina una investigaci¨®n que no encontraba salida. Se trata de uno de los porteros del local, antiguo mercenario confeso, que relata que Cano, Ros y sus dos jefes le ofrecen en una reuni¨®n en el burdel ¡°matar al alcalde de Polop¡±. ?l rechaza la proposici¨®n, seg¨²n ha dicho en el juicio. S¨ª accedi¨® a dar dos nombres, los de Rakowski y Franek, dos amigos que, como ¨¦l, ¡°viv¨ªan de estas cosas¡±. Junto a ellos siempre estaba Montero, a quien no conoc¨ªa el que desde entonces es testigo protegido. El exmercenario explic¨® c¨®mo se realizan estos encargos: ¡°Se paga la mitad por adelantado¡± y el resto, una vez concluido el trabajo, en plazos de 999 euros mensuales, ¡°para que no salten las alarmas de los bancos, en diferentes cuentas¡±. El declarante, de origen portugu¨¦s y buen conocedor de los bajos fondos de Benidorm, se?al¨® que no sab¨ªa ¡°si al final fueron Robert y Radim los que lo hicieron¡±, aunque ese es el rumor.
Cano se mostr¨® tranquilo durante su declaraci¨®n. Afirm¨® que ¡°jam¨¢s, con nadie¡± hab¨ªa acordado la muerte de quien era su jefe. Aleg¨® que se llevaba bien con Ponsoda, a quien sucedi¨® en el cargo tras el crimen, a pesar de que nunca tuvo claro si quer¨ªa alcanzar la alcald¨ªa o no. ¡°Alejandro estaba cansado y no quer¨ªa continuar¡±, dijo ante el jurado, ¡°y yo solamente le ped¨ª que dimitiera unos meses antes de que acabara la legislatura, para probar si me iba a gustar ser alcalde¡±. Las hijas de la v¨ªctima sostienen lo contrario. ¡°Era un segund¨®n¡± que quer¨ªa hacerse con el mando del pueblo a toda costa, han asegurado. Su odio por Ponsoda y su ambici¨®n se evidenciaron desde el mismo d¨ªa del entierro, dicen.
El exconcejal, un tipo grande con fama de hosco que hab¨ªa sido director de una sucursal de Caja Mediterr¨¢neo (CAM) explic¨® que incluso cuando se le releg¨® en las listas electorales de 2003, por unas grabaciones en las que parec¨ªa sobornar a un empresario, Ponsoda le apoy¨®.
Contra casi todos
Seg¨²n el relato de Cano, Ponsoda era su ¨²nico apoyo. Ante el jurado despotric¨® contra casi todo el que tuvo algo que ver con el PP de su pueblo. Y tambi¨¦n, contra sus compa?eros de banquillo. Sobre Ros, un empresario alto, delgado y muy nervioso, asegur¨® que nunca le ¡°cay¨® bien¡±. El sentimiento era rec¨ªproco, asegur¨® Ros. A los socios del Mesalina les concedi¨® una hipoteca en 2001 cuando estaba en la CAM y no los volvi¨® a ver. Y a los presuntos sicarios, ni los conoce. En cuanto a las hijas de Ponsoda, se?al¨® que la UCO ¡°les hab¨ªa calentado la cabeza¡± para acusarle. Tampoco ahorr¨® calificativos para los agentes de la instrucci¨®n, a quienes llam¨® ¡°sinverg¨¹enzas, gentuza¡±.
El resto de implicados se dedicaron a hacer ver que nada les un¨ªa, m¨¢s all¨¢ de conocerse, y que el supuesto complot en el Mesalina jam¨¢s se celebr¨®. Todos indicaron que el personaje clave de la investigaci¨®n era un chivato policial que obtuvo beneficios gracias a su historia, que uno de los abogados defensores tild¨® de ¡°espejismo de soluci¨®n eficaz¡± para desatrancar una investigaci¨®n ¡°desesperada¡±. Salvo Cano y Ros, los acusados evocaron ese inframundo nocturno de Benidorm, con epicentro en el Mesalina y en alg¨²n local m¨¢s, en el que se mov¨ªan con soltura pero que quedaba demasiado lejos de Polop. Al juicio le quedan a¨²n dos semanas de testimonios.
Una herida que sigue sin cicatrizar 12 a?os despu¨¦s
A las nueve de la noche del 19 de octubre de 2007, el alcalde Alejandro Ponsoda sali¨® de una conferencia que se impart¨ªa en el Ayuntamiento que gobernaba desde 1995. Volvi¨® solo a su casa, ya que su hija menor, Mar¨ªa, hab¨ªa quedado con una amiga. Lleg¨® a su casa de Xirles, una min¨²scula pedan¨ªa de Polop en su coche. Cuando estaba en la rampa de acceso del garaje, al menos dos personas se acercaron a la ventanilla del conductor y dispararon tres veces. Solo una de las balas impact¨® en la cabeza del edil polopino, que muri¨® ocho d¨ªas despu¨¦s en el Hospital General de Alicante.
En el lugar del crimen solo aparecieron los casquillos, de dos armas distintas.
Las primeras investigaciones solo contaban con las amenazas vertidas hacia Ponsoda por un matrimonio franc¨¦s por una licitaci¨®n de obras y la presencia sospechosa de un hombre ¡°alto, con el pelo largo y rubio y barba¡± que estuvo por Xirles durante la semana posterior al tiroteo. Los ciudadanos de Polop se comportaron como los de cualquier municipio peque?o. Todos parec¨ªan saber algo, pero nadie hablaba. Dos a?os despu¨¦s, Cano y el resto de acusados fueron detenidos. Cano pas¨® ocho meses en prisi¨®n y sali¨® tras pagar 20.000 euros de fianza. Los siete salieron en libertad provisional y se enfrentan a entre 25 y 27 a?os de c¨¢rcel por asesinato.
El juzgado de Villajoyosa que llevaba la causa se colaps¨® y el juicio se ha retrasado 12 a?os. La herida que caus¨® en Polop la muerte de su alcalde sigue sin cicatrizar.
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