La pantalla: en busca del fuego
La pel¨ªcula de Jean-Jacques Annaud retrataba a dos especies humanas luchando por el fuego. Hoy asistimos a otro encuentro, sostiene el catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III
Hay una escena de la pel¨ªcula En busca del fuego (La guerre du feu, 1981) en la que aparece un dilatado paisaje nocturno con un solo punto luminoso: el de una hoguera en la lejan¨ªa. Los humanos, en otra noche, la de los tiempos, han conseguido producir y controlar el fuego. Esa es la (pre)historia que narra la pel¨ªcula.
Impresiona esta imagen de la hoguera como un punto brillante en el desamparo de la inmensa oscuridad. Porque all¨ª hay ya un lugar construido por el ser humano, es decir, algo artificial que acoge y hace que no dependa exclusivamente del nicho natural.
Con el control del fuego se dispone de luz, y no hay que encogerse ante las tinieblas; se encuentra cobijo frente a las fieras y el fr¨ªo; se puede transformar la materia; y en torno a la hoguera se favorece la comunicaci¨®n. Desde ese logro, el fuego, de m¨²ltiples formas tratado, nos acompa?a como motor de nuestra evoluci¨®n cultural hasta nuestros d¨ªas.
Hoy, otra luz menos c¨¢lida, una luz l¨ªvida, ilumina nuestros rostros, pendientes ya no de la llama, sino de la pantalla
Hoy, otra luz menos c¨¢lida, una luz l¨ªvida, ilumina nuestros rostros, pendientes ya no de la llama, sino de la pantalla. Lo que en ella se confina ¡ªotra invenci¨®n trascendental¡ªproporciona un nuevo lugar para los humanos. Si el fuego, por su luz, despeja la oscuridad pr¨®xima y extiende nuestra capacidad de ver, el chisporroteo incesante de ceros y unos nos permite tener informaci¨®n hasta ahora m¨¢s impenetrable que la oscuridad de la cueva. En torno a este nuevo fuego, nos agrupamos para una comunicaci¨®n entre nosotrosque habr¨ªa sido imposible en las condiciones anteriores. No dejamos de mezclar, alterar, combinar esa materia digital ¨²nica con unos efectos transformadores que superan con mucho la manipulaci¨®n de la materia que hemos hecho al calor del fuego. Y ya nos ha producido una dependencia tan decisiva como la del fuego, porque no podemos prescindir de ninguna de las dos creaciones humanas; ambas nos envuelven y cobijan, de manera que fuera de ellas estar¨ªamos a la intemperie.
A estos beneficios del fuego le acompa?a el riesgo de su descontrol, el incendio, que nos ha atormentado durante toda nuestra historia. Desde un accidente dom¨¦stico a una cat¨¢strofe como la de Chern¨®bil, el fuego expone muy bien la relaci¨®n bipolar que los seres humanos mantenemos con nuestras creaciones y la irrenunciable aceptaci¨®n del riesgo que todas ellas conllevan. Por eso el fuego que alimentamos al otro lado de la pantalla, a la vez que nos fascina, nos inquieta por la incertidumbre de su descontrol. Otras quemaduras, otros incendios pueden da?arnos y hacer que el da?o alcance unas manifestaciones y una extensi¨®n impredecibles. Y, sin embargo, no podemos dejar de aproximarnos, de manipularlo, de amplificarlo, de probar su aplicaci¨®n a todo lo que nos rodea y observar sus efectos¡ As¨ª hemos hecho con todos nuestros ingenios, y con este tampoco nos detenemos.
En la pel¨ªcula de Jean-Jacques Annaud, La guerre du feu, dos especies humanas, neandertales y sapiens, luchan por el fuego. Esta lo sabe ya producir y controlar; aquella, solo conservar. Quiz¨¢ hoy asistimos a otro encuentro, esta vez entre urbanitas y alefitas. La denominaci¨®n de urbanitas se referir¨ªa por extensi¨®n a la cultura establecida, resultado del proceso civilizador, en la que el fuego y la ciudad son exponentes muy expresivos de su historia; y los alefitas, adaptados a un mundo digital que va penetrando decididamente, y con ellos la habilidad para el control y desarrollo de un fuego fr¨ªo que crepita tras las pantallas.
La visi¨®n impresionante del punto luminoso de la hoguera en un territorio a oscuras se intensifica si va acompa?ada de otra imagen: la del planeta de noche que nos proporcionan los sat¨¦lites; en ellas se puede ver una nebulosa de puntos que ya no son de una hoguera, sino de toda una ciudad o de un centro industrial; una mancha luminosa que se extiende por el negro nocturno del planeta. Entre una y otra imagen se ha desarrollado la evoluci¨®n humana fascinante¡ y peligrosa. Hoy, los alefitas est¨¢n a¨²n en torno a la hoguera.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras, catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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