Kenia: el laboratorio financiero de ?frica
Nairobi, la capital de Kenia, experimenta con las tecnolog¨ªas que potencian el peque?o comercio en un continente en el que tener una cuenta bancaria es tarea imposible para el 65 % de la poblaci¨®n y el 96 % de las transacciones se hacen en met¨¢lico
La banca tradicional ha fomentado la exclusi¨®n financiera, pero desde que la tecnolog¨ªa m¨®vil ha llegado a ?frica, esta brecha se est¨¢ reduciendo¡±. Stanley Munyao habla despacio, buscando precisi¨®n. Su voz grave se eleva sobre el sonido de las obras del solar contiguo. ¡°Est¨¢n construyendo un edificio de oficinas¡±, se disculpa. Es una estampa habitual en Kilimani, barrio de Nairobi que, en su camino por convertirse en distrito financiero, ha despertado a la bestia inmobiliaria.
Su florecimiento no se explicar¨ªa sin entender que solo el 35% de los africanos tiene cuenta en un banco. Los requisitos para un cr¨¦dito son elevados por el riesgo de impago. Las transferencias entre ciertos pa¨ªses pueden tardar hasta cuatro d¨ªas y, hasta hace poco, no era raro que un conductor de autob¨²s fuera el intermediario de un env¨ªo de dinero al extranjero.
Desde que la tecnolog¨ªa m¨®vil lleg¨® a ?frica la brecha de la exclusi¨®n financiera se est¨¢ reduciendo
Stanley Munyao, director ejecutivo de la compa?¨ªa de microfinanzas Musoni.
Hoy, proliferan soluciones de pago digital como M-Pesa, el monopolio que mueve casi la mitad del PIB nacional y ha mejorado la situaci¨®n de pobreza en 200.000 hogares. El 12 % de los adultos subsaharianos posee una cuenta de dinero m¨®vil frente a un 2 % en el resto del mundo y en la regi¨®n hay el triple de monederos electr¨®nicos que en EE UU. Sin embargo, la mayor¨ªa de trabajadores cobra su salario en met¨¢lico, como se llevan a cabo el 96% de las transacciones en el continente.
Munyao es, desde hace menos de un a?o, director ejecutivo de Musoni, una compa?¨ªa que en 2010 comenz¨® a dar cr¨¦ditos a pymes, pero se desenvuelve como si llevara toda la vida al frente del negocio. 14 a?os en el sector dejan huella. ¡°Mi ADN son las microfinanzas¡±, presume orgulloso.
El alma de su empresa son los peque?os negocios, ¡°el propietario de un comercio o el granjero con una parcela modesta¡±, a quienes ofrece financiaci¨®n a cambio de una comisi¨®n. Han prestado m¨¢s de 10 millones de euros para 35.000 clientes desde su fundaci¨®n. Para obtener un cr¨¦dito hay tres requisitos: desarrollar una actividad econ¨®mica durante al menos seis meses, contar con un documento de identidad y estar suscrito a Safaricom, la principal operadora m¨®vil del pa¨ªs. Su soluci¨®n est¨¢ pensada para estos dispositivos. ¡°La inicial de Musoni hace referencia al m¨®vil. Usoni viene del suajili y significa futuro¡±, aclara. ¡°El futuro de la inclusi¨®n financiera en ?frica pasa por el m¨®vil¡±.
Los servicios m¨®viles generaron 90.000 millones de euros en ?frica en 2016 y crearon 3,5 millones de trabajos. ?frica subsahariana es casi el 10 % de la base mundial de suscriptores m¨®viles, como Europa, y se espera que crezca m¨¢s r¨¢pido que cualquier otra regi¨®n. El 70 % de los africanos tienen un m¨®vil pero solo dos tercios son smartphones e Internet cuesta 20 veces m¨¢s en Johannesburgo que en Londres. Por no hablar de entornos rurales donde no hay red.
El reto est¨¢ a la vista. Tras la brecha financiera que tolera la desigualdad hay esperanza. Bajo las oficinas de Musoni, todav¨ªa puede verse un pu?ado de chabolas con tejados de chapa, custodiadas por gigantes de hormig¨®n reci¨¦n llegados. Es el reflejo de un calambre de crecimiento que recorre la espina dorsal de ?frica.
- La expedici¨®n de las grandes firmas
Ngang¡¯a Wanjohi es uno de los clientes m¨¢s recientes de Musoni. Dirige Kaskazi, un comercio mayorista que abastece a peque?as tiendas locales al oeste de Nairobi. Su almac¨¦n es un vaiv¨¦n de cajas apiladas que contienen lo que vender¨¢n esta tarde o ma?ana los mercados de la zona. Se pasa la mano por la cabeza afeitada, acariciando la patilla de sus discretas gafas de pasta, mientras explica c¨®mo la tecnolog¨ªa est¨¢ impulsando su negocio. ¡°Recoger los datos de compra de nuestros clientes nos permite tomar mejores decisiones empresariales¡±, exclama.
Cuando pierdes el rastro de la transacci¨®n, pierdes el rastro de la econom¨ªa
Daniel Monehin, director de Mastercard en ?frica subsahariana
Para ello utiliza Kionect, una plataforma con la que trabajan desde hace dos a?os. Se trata de un sistema digital de pedidos con el que los propietarios de los quioscos pueden ordenar y pagar los productos que le compran a trav¨¦s de SMS. A medida que los comercios renuevan su inventario, Kionect construye un registro de su actividad y utiliza la confianza que genera esta huella digital para avalarlos y facilitarles el acceso a microcr¨¦ditos con los que impulsar sus negocios. Aqu¨ª, las pymes crean el 80% del empleo, por lo que invertir en ellas es hacerlo en desarrollo.
El proyecto es obra de Mastercard, que ha invitado a Nairobi a 20 medios internacionales entre los que se encuentra EL PA?S Retina. Quieren compartir las iniciativas que llevan a cabo para promover la inclusi¨®n financiera en un continente en el que la econom¨ªa sumergida representa tres cuartas partes del PIB. ¡°La falta de transparencia es uno de nuestros principales problemas¡±, defiende Daniel Monehin, director de la multinacional en ?frica subsahariana. ¡°Apenas existe el concepto de identidad financiera. Y cuando pierdes el rastro de la transacci¨®n, pierdes el rastro de la econom¨ªa¡±.
Sujeta el micr¨®fono como una copa de vino mientras se balancea tranquilo en su silla. Presenta la estampa de orador nato que se siente c¨®modo con el p¨²blico y se va haciendo m¨¢s grande a medida que avanza su discurso. Sostiene que, para revertir esta situaci¨®n, debe producirse un cambio en el comportamiento y costumbres de la gente. Para ello, deben sentir que las nuevas opciones digitales solucionan algo de lo que el efectivo no puede hacerse cargo. ¡°La adopci¨®n depender¨¢ de que seamos capaces de aportarles ese valor¡±, sentencia. ¡°No podemos apoyar iniciativas por el dinero que generen, sino por el valor que puedan aportar¡±.
Con esta filosof¨ªa inauguraron hace tres a?os su primer laboratorio de inclusi¨®n financiera, un espacio patrocinado por la Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates para desarrollar proyectos de innovaci¨®n. En ¨¦l se ha incubado Kionect y ha cobrado vida Masterpass QR, una plataforma para pagos orientada al consumidor. En la misma l¨ªnea, la multinacional trabaja con Unilever y el Banco Comercial de Kenia en una soluci¨®n que les permite conceder pr¨¦stamos a pymes sin pedir comisi¨®n. Su ¨¦xito reside en el crecimiento del ecosistema empresarial: cuanto m¨¢s vende unatienda, m¨¢s gana el distribuidor ¡ª Unilever¡ª, que reparte sus beneficios con la entidad, que ofrece los cr¨¦ditos, y con Mastercard, que provee la tecnolog¨ªa.
Uno de los compradores de Kaskazi que est¨¢ probando Kionect es David Jackson, aunque ¨¦l prefiere que le llamen Kaka. Le gusta c¨®mo suena y decidi¨® llamar as¨ª a su tienda de comestibles, que inaugur¨® hace diez meses. ¡°Saber lo que debo me ayuda a planificar mejor mi d¨ªa a d¨ªa. Adem¨¢s de que es m¨¢s c¨®modo para hacer los pedidos¡±, comenta sobre la plataforma. Viste una profusa sonrisa que le da un aire inocente bajo unas cejas extra?amente difuminadas. Tiene 23 a?os y antes se dedicaba a la agricultura. Sus padres no viven en Nairobi, as¨ª que destina parte de lo que gana a pagar el colegio a sus hermanos, de 17 y 10 a?os.
El local que regenta se encuentra en un suburbio donde imperan los peque?os comercios. Las calles sin asfaltar levantan nubes de polvo rojizo cada vez que un coche invade la calzada. Uralita, madera y cemento se funden en la retina como materiales constructivos colocados aleatoriamente para conformar el paisaje de edificaciones sencillas que pueblan este vecindario.
Desde la lujosa sala de hotel en la que diserta, Monehin recuerda un dicho que escuchaba cuando era m¨¢s joven en su pa¨ªs de procedencia, Nigeria: ¡°La gacela se levanta cada ma?ana sabiendo que tiene que correr para que no la coma el le¨®n. Este, se despierta consciente de que debe correr si no quiere morir de hambre. Seas le¨®n o seas gacela, toca correr para sobrevivir¡±.
- Un espacio en el que trabajar
Un sol radiante acecha Kilimani, desciende hasta la sexta planta del edificio y esquiva el toldo de la terraza cubierta, donde un par de emprendedores se deleitan con las vistas de Nairobi mientras disfrutan de sus refrescos. La moderna cafeter¨ªa forma parte de las instalaciones de iHub, el primer coworking que abri¨® en Kenia, en 2010, y que, en solo cuatro a?os, consigui¨® posicionarse entre las 50 empresas m¨¢s innovadoras del mundo, ostentando el podio africano. iHub fueron los primeros en mudarse a este nuevo bloque, hace pocos meses, cuando se dieron cuenta de que estaban creciendo demasiado deprisa y necesitaban un espacio m¨¢s grande. Ahora suman m¨¢s de 2.000 metros cuadrados divididos en dos plantas que re¨²nen oficinas privadas, espacios de trabajo compartido, aulas creativas y salas de reuniones.
Su impulso vino motivado porque ofrec¨ªan algo que las startups necesitaban pero no eran capaces de encontrar: un lugar donde reunirse y tener acceso a la red. Desde entonces, estos espacios han florecido por todo el continente. En 2012, se calcul¨® que rondaban los 70; dos a?os despu¨¦s, se hab¨ªan levantado un centenar m¨¢s; y el ¨²ltimo estudio conocido los cifra en m¨¢s de 300. La asociaci¨®n AfriLabs, que re¨²ne 61 de estos centros, presume de una comunidad de m¨¢s de 90.000 miembros.
¡°Cada vez nacen m¨¢s empresas en ?frica, pero, ?cu¨¢ntas son exitosas? ?Cu¨¢ntas generan un beneficio real?¡±, cuestiona Njoki Gichinga, directora de asociaciones y ventas de iHub. Con esta reflexi¨®n en mente y el aprendizaje de siete a?os de experiencia, el espacio ha ido adquiriendo una filosof¨ªa m¨¢s propia de aceleradora, que se traduce en cursos de formaci¨®n empresarial, asesoramiento en innovaci¨®n para compa?¨ªas tradicionales y programas de incubaci¨®n. ¡°Hay un programa de seis meses que organizamos con el Banco Mundial en el que seleccionamos las startups que m¨¢s nos interesan, les orientamos y les ayudamos a encontrar financiaci¨®n para levantar sus negocios¡±, expone.
Estas sesiones intensivas son para unos pocos, pero cualquier empresa puede apuntarse a sus programas virtuales, con los que pretenden regar las semillas del ecosistema emprendedor en el continente. El espacio se encarga de ponerles en contacto con mentores virtuales que les ense?an a elaborar planes de negocio, resuelven sus dudas legales y les preparan para acceder a nuevos mercados.
Njoki Gichinga rechaza un caf¨¦ y se inclina hacia delante en su silla. Tiene el pelo rapado, a excepci¨®n de una elegante cresta que corona su cabeza, y lleva un colorido vestido con motivos geom¨¦tricos y unos voluminosos pendientes amarillos que constituyen una pista ineludible de que nos encontramos en Kenia. Reconoce que las finanzas son el principal foco de emprendimiento en ?frica: en los ¨²ltimos dos a?os, las nuevas empresas tecnol¨®gicas han recaudado casi 100 millones de euros. Un tercio fue a parar a las fintech, seguidas por sectores como agricultura, salud y educaci¨®n, y destaca el progresivo auge del comercio electr¨®nico.
Una de las empresas que apuesta por este sector es Skygarden, una startup de 15 empleados que opera desde una de las oficinas privadas de iHub. Cuando empezaron su proyecto, hace ocho meses, eran solo seis. ¡°Vinimos aqu¨ª porque necesit¨¢bamos desarrolladores y nos atra¨ªa el sentimiento de comunidad que desprend¨ªa este sitio¡±, reconoce su CEO, Daniel Maison. En un peque?o cub¨ªculo se congrega parte de su plantilla, que teclea concentrada mientras el resto reba?a sus platos en el espacio com¨²n: es la hora de comer. Este equipo trabaja en una plataforma estilo Amazon que huye de grandes marcas y permite a 3.000 pymes ampliar su canal de venta al entorno digital. Skygarden provee la tecnolog¨ªa, se encarga de gestionar pagos y env¨ªos y, a cambio, recibe un 8% de comisi¨®n por cada venta. Su modelo es similar al de Jumia, el l¨ªder del comercio electr¨®nico en esta regi¨®n, que forma parte del conglomerado que se ha convertido en el primer unicornio [startup valorada en m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares] de ?frica.
Maison se torna serio cuando expone su visi¨®n de la situaci¨®n del ecommerce en el continente, donde cada minuto se registran 30.000 transacciones, que suman m¨¢s de 43 millones cada d¨ªa. Afirma que, desde que Facebook o Whatsapp se pusieron de moda, se convirtieron en el principal escaparate de muchos vendedores, pero considera que presentan problemas al no estar dise?adas para este fin. Para ¨¦l, el primer paso es mejorar la experiencia del cliente con una interfaz intuitiva que pueda entender quien nunca haya comprado por Internet. La creaci¨®n de confianza es otro punto a favor de las transacciones online. ¡°Si guardas el registro de lo que un cliente compr¨® la ¨²ltima vez que visit¨® tu tienda, le puedes recomendar mejor, es la base de la fidelizaci¨®n¡±, se?ala. ¡°Y te permite conocer mejor a tu audiencia¡±.
Antes de despedirse, Maison nos presenta a un hombre que termina de almorzar en una mesa contigua. Se pone en pie y estrecha la mano con firmeza al tiempo que esgrime una sonrisa humilde. Es el responsable de tecnolog¨ªa de Skygarden y uno de los mentores de iHub, pero solo cobra por lo primero. La ayuda que presta a otros emprendedores parte de un sentimiento vocacional que no se puede facturar. Ese es el grano de arena que aporta al desierto, una manera como otra cualquiera de ayudar a regar las semillas del ecosistema emprendedor en el continente.
'Tecnoeuforia' y alcantarillas
La tecnoeuforia nos ha invadido. Gur¨²s de todo pelaje vaticinan un mundo feliz en el que las innovaciones har¨¢n que trabajemos menos, seamos m¨¢s ricos, m¨¢s satisfechos y m¨¢s felices. Los integrados llaman m¨¢s la atenci¨®n en los medios. Pero tambi¨¦n hay apocal¨ªpticos que nos advierten de los peligros de la inteligencia artificial, de la nube o de las redes sociales.
Esta IV Revoluci¨®n Industrial de la que tanto hablamos d¨ªa y noche apenas llega a una peque?a parte de la poblaci¨®n mundial. Miles de millones de personas en el mundo viven a¨²n bajo las m¨¢s que precarias condiciones de la Primera Revoluci¨®n, en el siglo XVIII. Sobre ellas planea la amenaza de una brecha social y econ¨®mica cada vez m¨¢s grande. Sobran versiones del iPhone y faltan alcantarillas en Mozambique.
La principal tarea de la tecnolog¨ªa no ha de pasar tanto por que nuestro m¨®vil sea capaz de entender nuestras emociones, sino por poner el foco en la pobreza, en la lucha contra el cambio clim¨¢tico o combatir la desigualdad y la injusticia.
La conectividad es la primera clave. Pero la tecnolog¨ªa no es suficiente por s¨ª sola para lograr un mundo m¨¢s inclusivo. Gobiernos, fil¨¢ntropos, tecnol¨®gicas, operadoras, sociedad civil y entidades financieras han de empujar en la misma direcci¨®n. Y los medios, c¨®mo no, tambi¨¦n hemos de cumplir nuestro papel: para empezar rebajando nuestra tecnoeuforia con m¨¢s escepticismo y exigencia
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