?Poseer o compartir? La revoluci¨®n de la movilidad urbana
La movilidad compartida gana enteros en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, que preparan ordenanzas para regular su actividad. ?Qu¨¦ margen de actuaci¨®n deben dejar?
Si el ser humano elige compartir es que algo est¨¢ saliendo bien. Todo empez¨® con la posibilidad de compartir a gran escala. Empezamos a compartir nuestra propia casa con viajeros del mundo o nuestra ruta en coche con otros usuarios. Poco despu¨¦s, se nos facilit¨® compartir nuestros conocimientos, habilidades y tiempo libre. Pero esto no ha acabado aqu¨ª: ahora tambi¨¦n podemos compartir los veh¨ªculos que utilizamos para movernos por nuestra ciudad.
La irrupci¨®n de la tecnolog¨ªa en el sector del transporte urbano est¨¢ revolucionando el concepto de movilidad que todos ten¨ªamos tan asumido. Aunque, para ser precisos, el cambio tecnol¨®gico que lo ha permitido ha sido doble: por un lado, se han producido importantes innovaciones en el sector de la automoci¨®n, como son la introducci¨®n y posterior estandarizaci¨®n del motor el¨¦ctrico en todo tipo de veh¨ªculos y, por otro, las ya cada vez m¨¢s comunes plataformas tecnol¨®gicas basadas en algoritmos, que permiten optimizar recursos potenciando su uso en vez de su propiedad.
La movilidad compartida no solo es ecol¨®gica, sino que permite reducir el n¨²mero de veh¨ªculos que s¨ª contaminan¡±
Teniendo en cuenta la velocidad a la que est¨¢n creciendo estas nuevas plataformas tecnol¨®gicas y el ¨¦xito que tienen entre los usuarios, no es de extra?ar que est¨¦n proliferando en un ¨¢mbito tan ¨¢vido de mejora como es el del transporte urbano. Las ciudades crecen y los ciudadanos cada vez vivimos m¨¢s alejados de nuestros centros de trabajo y ocio, pero nuestro tiempo sigue siendo oro. No cabe duda de que vamos a aprovechar cualquier alternativa que nos permita movernos m¨¢s c¨®modamente, es decir, a un bajo coste y en el menor tiempo posible.
En este contexto, iniciativas como el carsharing y, m¨¢s recientemente, el motosharing y el bikesharing (sin olvidar el fen¨®meno patinete) est¨¢n llegando a nuestras ciudades como un soplo de aire fresco. Y nunca mejor dicho. Estos servicios son, en un alto porcentaje, el¨¦ctricos, por lo que la reducci¨®n en la contaminaci¨®n propiciada por estas nuevas formas de movilidad deber¨ªa ser motivo suficiente para apostar por ellas.
No obstante, esta no es la ¨²nica ventaja que presentan: no solo son ecol¨®gicos, sino que permiten reducir el n¨²mero de veh¨ªculos que s¨ª contaminan. Si existiese una oferta diversificada de veh¨ªculos compartidos, una parte de la poblaci¨®n que a d¨ªa de hoy contin¨²a usando su veh¨ªculo privado optar¨ªa por una de estas alternativas m¨¢s ecol¨®gicas, econ¨®micas y r¨¢pidas. El pasado a?o, la Fundaci¨®n Creafutur public¨® un estudio donde se afirma que el 55% de la poblaci¨®n del ?rea Metropolitana de Barcelona estar¨ªa dispuesta a utilizar los nuevos servicios para compartir coche, como el carpooling o el one-way carsharing. Esta reducci¨®n de veh¨ªculos favorecer¨ªa tambi¨¦n la ordenaci¨®n de la movilidad y reducir¨ªa la congesti¨®n urbana.
Ahora bien, tambi¨¦n existen externalidades negativas. Una oferta descontrolada de motos, bicicletas y patinetes compartidos que puedan estacionarse en las aceras pueden llegar a causar problemas a los viandantes, acarrear comportamientos inc¨ªvicos por parte de los usuarios e incluso competir en espacios p¨²blicos de estacionamiento con los particulares. Aqu¨ª es donde entra la regulaci¨®n. Una gran cantidad de ayuntamientos de todo el mundo est¨¢n empezando a regular estas nuevas modalidades de shared mobility v¨ªa ordenanzas y Barcelona, Madrid y Valencia no se quedan atr¨¢s.
Los poderes p¨²blicos locales deben entender que los distintos sistemas de movilidad compartida pueden generar unas ventajas nunca vistas para la ciudad y sus habitantes. No deben verlos como una competencia a los transportes p¨²blicos, sino todo lo contrario, contemplarlos como realmente son: un complemento a ¨¦stos, ya que normalmente los veh¨ªculos compartidos son usados para los trayectos de ¨²ltima milla.
Tampoco deber¨ªan verla como un servicio destinado a un uso principalmente tur¨ªstico, ya que su p¨²blico objetivo suelen ser los habitantes de la ciudad y su ¨¢rea metropolitana (por ejemplo, para darse de alta en Scoot, una de las operadoras instaladas en Barcelona, es necesaria una tarjeta de cr¨¦dito de una entidad bancaria espa?ola). En este sentido, es fundamental que estos consistorios regulen siguiendo los principios de buena regulaci¨®n emanados de la Uni¨®n Europea: se debe regular lo estrictamente necesario, de forma proporcionada, distorsionando lo m¨ªnimo la competencia entre competidores y no favoreciendo a unos en detrimento de los otros. Aunque estos principios parezcan muy l¨®gicos, no siempre se cumplen, y empieza a preocupar que se vuelvan a cometer errores del pasado.
Los poderes p¨²blicos locales deben entender que la movilidad compartida puede generar ventajas nunca vistas para la ciudad¡±
En Barcelona, por ejemplo, se est¨¢ cocinando ya una nueva ordenanza y, aunque se est¨¢ haciendo a fuego lento, puede que no acabe siendo a gusto de ninguno de los comensales. Parece ser que la intenci¨®n del consistorio es regular de forma bastante exhaustiva este tipo de servicios sharing. A priori, esto no deber¨ªa suponer un problema, pero se intuyen ya ciertas limitaciones que pueden ser una barrera insalvable para el acceso y ejercicio de muchas de estas plataformas. En el caso del bikesharing, se prev¨¦ que la nueva ordenanza obligue a las bicis a estar aparcadas en las U invertidas, cuando gran parte de estas bicis compartidas disponen de sistemas de anclaje aut¨®nomo para estacionarse c¨®modamente en espacios reservados ad hoc en la acera y as¨ª evitar externalidades negativas. Esta obligaci¨®n desincentiva la entrada de nuevos operadores y reduce espacio de estacionamiento para los particulares.
Por otro lado, para controlar la proliferaci¨®n de la actividad de bikesharing, se plantea un sistema de licencias con numerus clausus. No hay mecanismo de intervenci¨®n en el mercado m¨¢s restrictivo y contrario a la Directiva de Servicios. ?De verdad queremos regular la nueva movilidad compartida como tenemos regulado al taxi? Ech¨¢ndole un ojo a la situaci¨®n actual del sector, es evidente que no es una buena soluci¨®n.
Por si fuera poco, este Ayuntamiento propone la fijaci¨®n de una tasa para la utilizaci¨®n privativa del dominio p¨²blico para estos veh¨ªculos de movilidad compartida, fundamentada en el RDL 2/2004, de la Ley Reguladora de las Haciendas Locales. Desde el punto de vista de la teor¨ªa econ¨®mica, es cierto que este mecanismo puede ser el m¨¢s id¨®neo para regular este nuevo mercado, ya que no distorsiona a priori la competencia y sus ingresos pueden destinarse a compensar las posibles externalidades negativas causadas por estas nuevas formas de movilidad. Sin embargo, las primeras propuestas de tasa que se han puesto encima de la mesa parecen ser desproporcionadas en cuant¨ªa con la intenci¨®n de desincentivar la entrada y reducir de forma exagerada el n¨²mero de operadores.
La econom¨ªa basada en el uso en detrimento de la propiedad est¨¢ en auge y las plataformas tienen un papel esencial para conectar oferta y demanda. Las pol¨ªticas p¨²blicas deber¨ªan orientarse a regular la actividad de estas plataformas siguiendo los principios de better regulation, aprovechando las oportunidades para el conjunto de la sociedad que este nuevo modelo genera. Las bases est¨¢n asentadas, los instrumentos necesarios listos y los usuarios satisfechos. Solo hace falta una buena regulaci¨®n que la acompa?e.
Anna Merino Castell¨® es consultora experta en competencia, regulaci¨®n y econom¨ªa digital.
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