¡°Un grupo de multimillonarios invierte mucho dinero en difundir que la AI es una amenaza¡±
Joanna Bryson, investigadora y profesora asociada del departamento de computaci¨®n de la Universidad de Bath, se muestra cr¨ªtica con las predicciones m¨¢s pesimistas en torno a esta tecnolog¨ªa y comparte su visi¨®n sobre c¨®mo combatir los sesgos de los algoritmos.
Los avances de la inteligencia artificial (AI, por sus siglas en ingl¨¦s) son m¨¢s que notables en campos como el reconocimiento facial y de imagen. Los algoritmos son capaces de reconocer y transcribir textos con bastante precisi¨®n, aunque todav¨ªa les queda camino en la comprensi¨®n del contexto. ?Cu¨¢nto tendremos que esperar para que las m¨¢quinas sean m¨¢s inteligentes que los humanos?
Joanna Bryson (Milwaukee, 1965) se muestra sonriente desde el comienzo de la entrevista. Se encuentra animada apenas unas horas antes de salir al escenario para presentar el ¨²ltimo libro de OpenMind, el portal divulgativo de BBVA. Pero al escuchar la pregunta, su semblante se torna reflexivo. La investigadora y profesora asociada del departamento de computaci¨®n de la Universidad de Bath (Reino Unido) muestra en sus gestos la preocupaci¨®n por escoger las palabras m¨¢s acertadas, sobre todo ante una pregunta que, en su opini¨®n, precisa matices. ¡°Los ¨¢rboles son m¨¢s altos que los humanos, pero no son mejores que los humanos, solo son m¨¢s altos. Son ¨¢reas diferentes¡±, se?ala. ¡°Hablamos de inteligencia porque nos consideramos el animal m¨¢s inteligente, pero el aprendizaje de las m¨¢quinas no puede medirse por los mismos patrones¡±.
A pesar de estas diferencias, podemos profundizar en este tema si sentamos una definici¨®n de lo que entendemos por inteligencia. Para Bryson, se trata de la capacidad para afrontar los cambios de su entorno para aprovechar las oportunidades y enfrentarse a los desaf¨ªos que se presentan. En estos t¨¦rminos, una planta es inteligente, ya que crece hacia la luz. Esta reacci¨®n no representa una amenaza en s¨ª misma; es una cuesti¨®n de supervivencia. ¡°Si hablamos del ser humano, no tenemos por qu¨¦ temer a las personas inteligentes, sino a las ambiciosas, competitivas y destructivas¡±, razona. ¡°Y no existe raz¨®n para construir m¨¢quinas con estas caracter¨ªsticas¡±.
La investigadora lamenta que mucha gente piense que la AI est¨¢ haciendo algo por s¨ª misma y le preocupe c¨®mo controlarla. ¡°La AI no hace nada por su cuenta; se supedita a las personas que desarrollan los algoritmos¡±, indica.
Los riesgos que vienen asociados a los dispositivos conectados representan un buen ejemplo de esta percepci¨®n err¨®nea. Si pensamos en un asistente virtual, nos damos cuenta de que un fallo de seguridad puede llevar a un hacker a averiguar cu¨¢ndo estamos en casa o c¨®mo se llaman nuestros hijos. Tal vez estas compa?¨ªas puedan utilizar la informaci¨®n que recaban de nosotros para incitarnos a comprar determinados productos e incluso podr¨ªan empujarnos a apostar si somos adictos al juego. Cuesta imaginar que alguien se sienta c¨®modo ante esta perspectiva. ¡°El problema en estos supuestos est¨¢ en la relaci¨®n que estableces con la empresa y sus mecanismos de ciberseguridad. Pero no lo vemos as¨ª, porque hemos personificado el dispositivo y es con ¨¦l con quien creemos que tenemos esta relaci¨®n¡±, aclara Bryson.
La AI no hace nada por su cuenta; se supedita a las personas que desarrollan los algoritmos
No obstante, existe una corriente de pensamiento que alerta de los peligros que tendr¨ªa la creaci¨®n de una superinteligencia para la humanidad. Esta teor¨ªa cuenta entre sus defensores con figuras de peso como el fil¨®sofo Nick Bostrom o el empresario Elon Musk. La investigadora estadounidense se muestra profundamente cr¨ªtica con esta visi¨®n de futuro, que no ve en absoluto fundamentada: ¡°Un grupo de multimillonarios del sector con mucho dinero para financiar empresas tecnol¨®gicas invierte millones de d¨®lares para difundir el mensaje de que la AI es una amenaza existencial¡±, expone. ¡°Han creado este discurso para comercializar la ¨¦tica de la AI, pero lo cierto es que no representa ninguna amenaza en s¨ª misma¡±.
Aunque la preocupaci¨®n por la existencia de una superinteligencia desaparezca, Bryson no niega que existan otros retos en torno al desarrollo de esta tecnolog¨ªa que debamos tener presentes. Uno de los principales es el sesgo de los algoritmos, que suelen asociar, por ejemplo, g¨¦nero masculino cuando les hablamos de un m¨¦dico. ¡°Hace unos a?os, elaboramos un estudio en el que la m¨¢quina termin¨® por replicar estos prejuicios, pero tambi¨¦n demostramos que estos prejuicios tienen un 90% de correlaci¨®n con la realidad de los trabajos que tienen hombres y mujeres¡±, recuerda. ¡°Los algoritmos se limitaban a reflejar nuestra realidad experimentada¡±.
Teniendo esto en cuenta, la investigadora no es partidaria de alterar los datos para educar a las m¨¢quinas en una sociedad diversa que todav¨ªa estamos lejos de alcanzar. Argumenta que quien piense que puede cambiar nuestra cultura por medio de algoritmos matem¨¢ticos no est¨¢ teniendo en cuenta la complejidad del funcionamiento de una sociedad. Y, en el caso de que fuera posible, ?estar¨ªamos dispuestos a que fuese Google quien definiera c¨®mo hacerlo? ?Estar¨ªamos de acuerdo en que una administraci¨®n p¨²blica decidiese bajo qu¨¦ criterios deben regirse las m¨¢quinas? ¡°Tenemos que utilizar las herramientas de las que disponemos para ayudar a mejorar nuestra sociedad, pero tenemos que hacerlo colectivamente. No creo que sea una buena idea hacerlo por decreto¡±, sentencia.
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