Las utop¨ªas/distop¨ªas tecnol¨®gicas no tienen fecha de caducidad
Si el futuro est¨¢ por construir, y su realizaci¨®n depende de nosotros, es inevitable que la responsabilidad por lo que vayamos a hacer nos sobrecoja. Y por eso estemos m¨¢s predispuestos a escuchar distop¨ªas que utop¨ªas
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Con frecuencia ponemos a prueba la validez de una utop¨ªa/distop¨ªa por su cumplimiento o no de la fecha en que dice que suceder¨¢ lo que narra. Olvidamos que la fecha es un recurso del autor para levantar su escenario. Aproximarla provoca una distorsi¨®n temporal como la borrosidad con que se ve un objeto que se coloca cerca de los ojos. Es, por tanto, un recurso de indeterminaci¨®n, adem¨¢s de que un tiempo relativamente cercano pueda generar m¨¢s inter¨¦s por lo que suceder¨¢. De igual modo se recurre intencionadamente a anacronismos en el atrezo y tambi¨¦n en valores y comportamientos de sus personajes.
Todo con esa pretensi¨®n de difuminaci¨®n, porque ni las utop¨ªas ni las distop¨ªas son predicciones, sino motivaciones¡ a prestar m¨¢s atenci¨®n al presente proyect¨¢ndolo en la niebla del futuro. Sucede, sin embargo, que se mezclan y confunden con, estas s¨ª, predicciones procedentes de estudios de prospectiva ¡ªrigurosos unos, otros no¡ª y tambi¨¦n de profetas y vendedores de certezas, muy apreciados en tiempos de confusi¨®n.
La desconfianza hacia nosotros mismos se debe a si tambi¨¦n nosotros somos anacr¨®nicos dentro de este mundo que estamos construyendo
Cuando los humanos mir¨¢bamos hacia el pasado, donde todo lo que se necesitaba seguir para vivir en el presente estaba dado por divinidades, h¨¦roes, sabios y sucesos ejemplares, el futuro, a la espalda, era un advenimiento que tra¨ªa el fin de los tiempos, pues la plenitud estaba en el pasado. Solo hace quinientos a?os comenzamos a girarnos y a mirar el futuro de frente. Como era la ¨¦poca de las navegaciones, las exploraciones y descubrimientos de otras tierras y sus habitantes, el futuro era un lugar al que hab¨ªa que llegar.
De ah¨ª que en la orilla del presente las utop¨ªas animaban a ese viaje al futuro hablando de islas, ciudades maravillosas para las que embarcarse en su b¨²squeda. El futuro, por tanto, ya exist¨ªa, solo hab¨ªa que asumir la decisi¨®n y el riesgo de descubrirlo. Pero hoy, en nuestra sociedad tecnol¨®gica, el futuro ya no es un lugar, sino una construcci¨®n. Desde la revoluci¨®n industrial no dejamos de construir m¨¢quinas, artefactos de todo tipo y de levantar un mundo artificial imponente distinto completamente del que venimos. ?C¨®mo no vamos a ver el futuro como una construcci¨®n en nuestras manos!
Si el futuro est¨¢ por construir, y su realizaci¨®n depende de nosotros, es inevitable que la responsabilidad por lo que vayamos a hacer nos sobrecoja. Y por eso estemos m¨¢s predispuestos a escuchar distop¨ªas que utop¨ªas; distop¨ªas tecnol¨®gicas que hablen de nuestros temores e inseguridades. Cuando golpeamos por primera vez con una piedra tallada tuvimos que sorprendernos de la amplificaci¨®n de la acci¨®n de nuestro pu?o; hoy con esta descomunal tecnolog¨ªa nuestras acciones se amplifican hasta el punto de cuestionar si sabremos prever y controlar sus efectos. La desconfianza hacia nosotros mismos se debe a si tambi¨¦n nosotros somos anacr¨®nicos dentro de este mundo que estamos construyendo ¡ªy el anacronismo no solo estar¨ªa, como recurso, en los escenarios ut¨®picos¡ª y que rincones de nuestro cerebro sigan igual que cuando golpeamos por primera vez con el pu?o de piedra, pero ahora con una fuerza desmesurada. El malestar de esta duda es lo que alimenta las distop¨ªas tecnol¨®gicas de nuestros d¨ªas.
En esta situaci¨®n actual parece que solo las distop¨ªas tecnol¨®gicas tienen sentido y aceptaci¨®n, pues advierten sobre un futuro indeseable. Sin embargo, la utop¨ªa tiene hoy tambi¨¦n su funci¨®n. Es una utop¨ªa que no considera el futuro como un advenimiento, ni como un lugar que hay que encontrar sin extraviarse, ni tampoco un futuro como construcci¨®n, sino que se fija en el presente, nuestro lugar en el tiempo, un tiempo definido por la incertidumbre, un presente como laberinto, y la utop¨ªa entonces es buscar c¨®mo salir del presente
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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