Elogio del ¡®boomer¡¯
La generaci¨®n que se?alan como desfasada estuvo en primer fila de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, se subi¨® a todas las olas y tiene la perspectiva para entenderla
Ok, boomer¡±. La expresi¨®n se ha popularizado en las redes sociales como el modo en que los j¨®venes menosprecian a los hijos del baby boom, los nacidos en los a?os cincuenta y primeros sesenta del siglo XX, para que dejen de sermonearlos. El pasado noviembre, la frase (o meme) se escuch¨® en el Parlamento de Nueva Zelanda, y la pronunci¨® una diputada de 25 a?os, Chl?e Swarbrick, contra otro parlamentario que la interrump¨ªa. Luego tuvo que disculparse, porque etiquetar a la gente por su edad no deja de ser una fea discriminaci¨®n (la llaman edadismo).
Relativicemos esa sopa de letras de las generaciones. Hoy la maquinaria del marketing se?ala una casi cada d¨¦cada (los X, los mileniales, los Z, los alfa), cuando en t¨¦rminos estrictos la distancia entre una y otra deber¨ªa ser la que hay entre hijos y padres, que no baja hoy de 30 a?os.
No s¨¦ si soy un boomer: en Espa?a el pico de natalidad fue m¨¢s tard¨ªo que en el resto de Occidente. S¨¦ que los nacidos en los sesenta hemos vivido en primera fila la revoluci¨®n tecnol¨®gica, nos hemos subido a todas las olas y tenemos la perspectiva para entenderla. La generaci¨®n del baby boom manej¨® los primeros ordenadores (el m¨ªtico Spectrum), las primeras consolas (ya eran de Nintendo), fue la primera en conectarse a la Red (con ese m¨®dem que pitaba). Lleg¨® ya adulta al m¨®vil pero se lanz¨® a por el smartphone en cuanto apareci¨® en la tienda. Boomers como Steve Jobs, Bill Gates o Jeff Bezos nos condujeron hasta aqu¨ª.
Mi quinta est¨¢ tan enganchada a la vida conectada como cualquiera posterior. No somos nativos digitales, eso no. Los que han tocado pantallas t¨¢ctiles desde beb¨¦s tienen otros h¨¢bitos. Dicen los estudios que son menos viciosos y se relacionan de otros modos, aunque apuntan peores h¨¢bitos de lectura. Tambi¨¦n se ha dicho que el problema de la generaci¨®n alfa es que sus padres mileniales, pendientes del m¨®vil, les hacen menos caso.
Nada nuevo bajo el sol. Desde la antig¨¹edad los adultos han mirado con extra?eza a los j¨®venes, y estos se han revuelto contra sus mayores. Pero se observan hoy motivos espec¨ªficos para el rencor generacional que habr¨¢ que resolver. Los j¨®venes acusan a sus mayores de haberles dejado un mercado laboral precario (uberizado) y una vivienda inasequible (?airbnbizada?). Los coet¨¢neos de Greta Thunberg son los m¨¢s sensibles a la crisis clim¨¢tica: saben que sufrir¨¢n sus efectos. Y, como los boomers son el piso ancho de la pir¨¢mide de poblaci¨®n, los que se incorporan al empleo temen que las pensiones de los que se retiran sean una gran carga.
Es inevitable dejar paso a los que vienen detr¨¢s. Pasar¨¢ nuestro momento, y el de los siguientes tambi¨¦n, y as¨ª. Es ley de vida. Pero es injusto caricaturizar a unos boomers fuera de onda, como si fueran ignorantes del mundo que han creado ellos. Para bien o para mal.
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