El verano m¨¢s extra?o de Europa
Ba?istas bajo la lluvia, un ¨²ltimo refugio para los escritores que hu¨ªan de Hitler en el 36, la casa-museo del gran pintor de m¨¢scaras, la covid que est¨¢ y no est¨¢, y un encuentro con el rockero que une B¨¦lgica. EL PA?S emprende un viaje en coche, tren y barco a trav¨¦s de un continente atenazado por la pandemia, entre Ostende y el delta del Danubio, en el conf¨ªn oriental de la UE
Es el fin de un continente: un finis terrae. O su kil¨®metro cero, si se da la espalda al mar. La marea baja, el graznido de las gaviotas, una lluvia persistente que por momentos convierte la ciudad en una pecera aislada del tiempo y del espacio. Los ba?istas intr¨¦pidos, severamente vigilados por los socorristas con su uniforme rojo.
¡°Est¨¢ muy fr¨ªa, muy fr¨ªa¡±, dice Naser, un adolescente que acaba de salir. ¡°Y salada¡±. Tiembla, corre, se pelea entre risas con su amigo Hariri por un trozo de toalla.
La etimolog¨ªa de Ostende da pie a la confusi¨®n: el fin oriental. Es porque, en su origen, el lugar donde hoy se eleva la ciudad era el este de una isla ante la costa belga. La isla ya no existe y Ostende no es el fin oriental. Si acaso, el occidental. M¨¢s all¨¢ de la playa de arena, las olas y, m¨¢s all¨¢ a¨²n, el Reino Unido.
¡°Era verano, hab¨ªa en el periodismo poco trabajo ¡ªel mes de julio suele ser en Europa el m¨¢s tranquilo del a?o¡ª, en vista de lo cual decid¨ª ir a pasar ocho d¨ªas en Ostende¡±, escribe Josep Pla en uno de los cuentos de La vida amarga. Desde la ventana del Excelsior, el narrador observa la playa. Y ve ¡°todo tipo de monstruos humanos, machos y hembras, secos y mojados, j¨®venes y viejos¡±.
Ostende, 70.000 habitantes, aristocr¨¢tica y popular. Canalla y sofisticada. Literaria. Arrasada con sus edificios belle ¨¦poque por los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial y reconstruida en el estilo gris y funcional del milagro econ¨®mico de la posguerra. Un escenario id¨®neo de un noir que mezclase contrabandistas y equ¨ªvocos artistas de cabaret: el casino Kursaal, el h?tel du Parc. Un puerto brumoso del que saliesen los ¨²ltimos barcos al exilio o al que llegasen las estrellas en busca de una pen¨²ltima oportunidad, como una pel¨ªcula de Fassbinder o un relato de Patrick Modiano.
Aqu¨ª arranca este viaje del mar del Norte al mar Negro ¡ªcosta a costa, un fot¨®grafo y un redactor¡ª por el continente en su verano m¨¢s extra?o, despu¨¦s de un invierno y una primavera pand¨¦micos. Cerca de 140.000 muertes y m¨¢s de 1,4 millones de casos en la Uni¨®n Europea; un confinamiento que fren¨® la expansi¨®n del virus; una desescalada sin convicci¨®n; y, en el horizonte, un oto?o y otro invierno a tientas.
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Palmeras, mojitos, mejillones: hay algo fuera de lugar ¡ªun vago sentimiento de desubicaci¨®n¡ª en el Pol¨¦ Pol¨¦ Beach, un bar de estilo tropical en la arena empapada por la lluvia y la marea de Ostende.
La covid-19 est¨¢ y no est¨¢. ¡°La gente es m¨¢s amable ahora¡±, celebra Benjamin Leyts, camarero. ¡°Nosotros lo tenemos todo el rato en mente: la m¨¢scara, lavarnos las manos. Pero, para las personas que vienen aqu¨ª, es un d¨ªa de playa. Se olvidan del problema¡±, explica su colega Aaron D¡¯Haene.
Hace 106 a?os, un s¨²bdito del emperador austro-h¨²ngaro que pasaba sus vacaciones en Ostende constat¨® un fen¨®meno similar mientras los engranajes de la Gran Guerra se pon¨ªan en marcha. ¡°Los alegres veraneantes se echaban bajo los toldos coloreados en la playa o iban a ba?arse, los ni?os hac¨ªan volar cometas y los j¨®venes bailaban frente a los caf¨¦s en el dique (¡). La ¨²nica perturbaci¨®n ven¨ªa del vendedor de peri¨®dicos que, para estimular el negocio, gritaba los titulares amenazantes de la prensa de Par¨ªs: Austria provoca a Rusia, Alemania prepara la movilizaci¨®n¡±, escribir¨ªa a?os despu¨¦s el escritor vien¨¦s Stefan Zweig en sus memorias, El mundo de ayer.
Zweig regresar¨ªa a Ostende veintis¨¦is a?os despu¨¦s, en julio de 1936 ¡ªtodo ocurr¨ªa en verano en Europa y en Ostende¡ª, pero ya nada era igual. Estaban ¨¦l y un grupo de exiliados: su amigo el novelista mon¨¢rquico y dips¨®mano Joseph Roth, la escritora Irmgard Keun, el trepidante reportero Egon Erwin Kisch, el publicista del Komintern Willi M¨¹nzenberg y Arthur Koestler, impaciente por viajar a Espa?a tras recibir las noticias de la sublevaci¨®n contra la Rep¨²blica.
¡°Amigos, enemigos, contadores de historias lanzados a esta playa por los humores de la pol¨ªtica mundial. Narradores frente al derrumbe¡±, escribe el periodista alem¨¢n Volker Weidermann en Ostende: 1936, Sommer der Freundschaft (Ostende: 1936, verano de la amistad).
Del Ostende de 1914, del de Josep Pla, del de 1936, poco queda. ¡°El mar, sin duda. Las gaviotas. La atm¨®sfera, la luz: es el final de B¨¦lgica, la sensaci¨®n de estar en una frontera¡±, describe el ensayista belga Mark Schaevers, autor de otro libro sobre el mismo grupo, el mismo a?o y el mismo lugar, Oostende, de zomer van 1936 (Ostende, el verano de 1936). Schaevers explica que el caf¨¦ Flore al que hace referencia Zweig en sus escritos bien podr¨ªa ser el h?tel du Parc, uno de los pocos locales de ¨¦poca que subsisten.
Ah¨ª, en una mesa, se sienta un hombre de 71 a?os, la cabeza casi sin pelo debido a la quimioterapia para tratar su c¨¢ncer de p¨¢ncreas, la sonrisa burlona. ¡°Soy un cantante rom¨¢ntico frustrado¡±, declara Arno Hintjens, medio en serio medio en broma, como casi cada palabra que pronuncia. Se levanta la camisa y, mientras se?ala una cicatriz, dice: ¡°Me han hecho una ces¨¢rea¡±. Arno, como se le conoce, es el m¨¢s querido de los rockeros belgas, el que congrega a flamencos y valones como solo pueden conseguirlo la selecci¨®n nacional de f¨²tbol y la monarqu¨ªa.
Arno canta en flamenco, en ingl¨¦s, en franc¨¦s. Puro Ostende. De James Ensor, el contempor¨¢neo de Zweig, el pintor de las m¨¢scaras monstruosas de carnaval y muerte, el gran artista de Ostende, dice: ¡°Es mi mentor. Un provocador, un anarquista. Iba de negro, como yo. No se tomaba en serio a s¨ª mismo¡¡±.
¡±Nunca he trabajado. ?Hago m¨²sica!¡±, dice en otro momento. ¡°He vivido una vida incre¨ªble. Digo gracias a Dios, si es que existe¡±. Y cuenta que aprendi¨® el blues de los soldados estadounidenses de la OTAN y de los ingleses que tra¨ªan la m¨²sica del otro lado del canal, viaj¨® a Katmand¨² en autoestop, cocin¨® para Marvin Gaye cuando el soulman se retir¨® en la costa belga una temporada, y en Estados Unidos descubri¨® que realmente era europeo. Un ¡°cowboy europeo¡±, como dice una de sus canciones. En otra, Oostende, bonsoir, evoca los paseos nost¨¢lgicos por la ciudad: ¡°Como todas las noches, / no nos decimos nada, / vamos de bar en bar, / no significa nada./ Como todas las noches, / estoy solo contigo, / Ostende, buenas noches¡±.
Ostende, adi¨®s. Al d¨ªa siguiente, ya en ruta hacia el mar Negro, Arno nos cita para fotografiarlo en Gante, a 60 kil¨®metros del fin de Europa, o de su comienzo. Ensaya con su banda para el pr¨®ximo concierto. ¡°Comed mucho¡±, se despide. ¡°El invierno ser¨¢ largo¡±.
En busca del mito europeo
?C¨®mo ser¨ªa ir de una costa a otra en la Uni¨®n Europea? ?D¨®nde empezar¨ªa y d¨®nde terminar¨ªa? ?Cu¨¢les ser¨ªan sus mitos? El prop¨®sito de este periplo era observar y documentar este particular momento en la vida europea: el primer verano con el coronavirus. Y hacerlo coche, en tren y en barco de costa a costa, del mar del Norte al mar Negro. El trayecto deb¨ªa permitir atravesar varias Europas ¡ªla renana y la alpina, la latina y la austro-h¨²ngara, siempre en direcci¨®n a conf¨ªn oriental¡ª y buscar el hilo que las conectase: el hilo del ¡°car¨¢cter europeo¡±.
Europa, por contraste con Estados Unidos, no tiene una frontera m¨ªtica, sino m¨²ltiples fronteras que en estos meses se han vuelto bien reales. Y carece de horizontes inabarcables. Aqu¨ª siempre aparece una aldea, una colina, un campo cultivado, una estaci¨®n de servicio. Aqu¨ª todo ha sido conquistado mil veces y mil veces descubierto. ¡°Como las ruinas de Troya con los estratos de las nueve ciudades o como una sedimentaci¨®n calc¨¢rea¡±, escribi¨® Claudio Magris en El Danubio, ¡°cada fragmento de realidad, para ser descifrado, reclama el concurso de un arque¨®logo o de un ge¨®logo, y es posible que la literatura no sea m¨¢s que esta arqueolog¨ªa de la vida¡±. Bienvenidos y buen viaje.