Las aventuras er¨®ticas de Ulises
Sorprende encontrar en la ¡®Odisea¡¯ pasajes de contenido sexual bastante expl¨ªcito
Dec¨ªa en la pasada entrega de esta serie, que busca conjugar el mundo cl¨¢sico con las vacaciones de verano en Formentera, que he encontrado mucho sexo en la Odisea. A ver, ocho a?os pasa Ulises con Calipso en la isla de ella, Ogigia¡ la ninfa lo retendr¨ªa con algo m¨¢s que magia. Pero es que Homero lo explicita. ¡°Retir¨¢ndose al fondo de la c¨®ncava gruta gozaron del trato amoroso, acost¨¢ndose juntos¡±, escribe en el canto V. Subrayando pasajes como este espero poner mi granito de arena en la difusi¨®n de los cl¨¢sicos. A destacar, por cierto, el car¨¢cter de Calipso, que no solo retiene a Ulises porque le gusta, qu¨¦ pasa, sino que suelta un indignado discurso protofeminista a los ol¨ªmpicos cuando Hermes, con sus ¡°bellas sandalias, de oro, imperecederas¡± (Homero las describe con detalle de influencer), le trae el mandato de Zeus de dejar partir al h¨¦roe para que pueda regresar a su casa. ¡°Sois crueles, dioses envidiosos en extremo, que os irrit¨¢is contra las diosas que se acuestan con hombres sin reparos, cuando alguna hace a uno compa?ero de lecho¡±.
Aparte de Calipso, que promete un inmortal polvo, Circe es la otra gran escala er¨®tica de Ulises, pr¨®digo en ardides: ¡°Entonces yo me met¨ª en el muy hermoso lecho de Circe¡±, explica sin ambages el h¨¦roe, que permanece un a?o con ella haciendo tambi¨¦n algo m¨¢s que disfrutar de banquetes. Se le acredita al h¨¦roe haber tenido al menos un hijo con la maga, Tel¨¦gono, que en otros poemas mata a Ulises sin saber que es su padre y utilizando una lanza con una espina de raya. De esta manera, se cumplir¨ªa la profec¨ªa de Tiresias en el canto XI de la Odisea de que la muerte le llegar¨ªa a Ulises del mar.
Mientras Ulises viaja y se deja seducir, en ?taca, Pen¨¦lope torea la lubricidad de los Pretendientes, muy expl¨ªcita tambi¨¦n. Cuando aparece ante el grupo arreglada, ¡°a ellos se les estremecieron los miembros, y la pasi¨®n les perturb¨® el ¨¢nimo. Todos sintieron anhelos de acostarse a su lado en un lecho¡±. Pero probablemente la escena de mayor voltaje er¨®tico de la Odisea sea la de Ulises desnudo ante Nausicaa y sus doncellas. El h¨¦roe acaba de vivir uno de sus peores episodios, el naufragio a lo Robinson Crusoe, del que se salva por los pelos de morir ahogado y entonces, arrojado a la playa, se encuentra a la princesa y sus amigas. Es f¨¢cil compartir ese afortunado pero embarazoso momento -Ulises va en pelota picada, Homero dixit: mostrando ¡°sus verg¨¹enzas de var¨®n¡±-, si has emergido de las olas en, pongamos, Migjorn a la altura del Pelayo, donde el traje de ba?o a¨²n es una rareza, y te das de bruces con un grupo de jovencitas que, como las de la Odisea, juegan a pelota. ¡°As¨ª Odiseo iba a acercarse a las muchachas de hermosas trenzas, aun estando desnudo, pues le obligaba la necesidad¡±. La necesidad puede ser hoy recuperar el ba?ador e ir a beber algo al chiringuito. ¡°Terrible apareci¨® ante ellas, desfigurado por el salitre, andando como un le¨®n montaraz, confiado en su fuerza¡±.
Un monje en Formentera
En tanto la imagen sensual de la Odisea se acrecienta con esta intensa relectura, la de Formentera, parad¨®jicamente, palidece hoy un punto con las estrecheces que impone la covid-19. Se ven pocas efusiones y avances. De hecho, la referencia er¨®tica se mantiene en Luc¨ªa y el sexo (2001). Yo he ido incluso m¨¢s atr¨¢s, a 1340 para dar con una historia de gran carga sexual. La cuenta Jos¨¦ Luis Gordillo en el tan imprescindible como inencontrable Las leyendas de Formentera (Valencia, 1987), y seguramente se la inventa, pero tiene un estupendo aire as¨ª como al Decamer¨®n. Se trata de la leyenda de un monje en Formentera, que ya es penitencia, ¨¦mulo del eremita R¨²stico de El infierno de Alibech, uno de los cuentos m¨¢s intensos del libro de Boccaccio. Nuestro hombre, Guiu, cae vencido por la concupiscencia -lo que no es raro en la isla en verano- al ver cada d¨ªa junto a su monasterio en la Mola a una vecina tan joven como atractiva. El monje busca paz de esp¨ªritu en la oraci¨®n y la disciplina, pues a¨²n no existe el paddle surf. Pero la noticia de que la chica se desposa lo saca de sus casillas y va, se carga al novio, natural de Es Cal¨®, y se precipita con rijosa intenci¨®n en la vivienda de ella. La ve desnuda en el lecho, trata de introducirse por la ventana y entonces nota que una ins¨®lita torpor se le extiende por los miembros todos. Y se convierte en ¨¢rbol, en una sabina, que a¨²n puede verse, se dice, en las ruinas de una casa junto a los escasos restos del Monestir d¡¯es frares¡
Volviendo a la Odisea, tras veinte a?os de ausencia, el regreso de Ulises a ?taca tiene tambi¨¦n un colof¨®n er¨®tico al recuperar con Pen¨¦lope el tiempo perdido. Despu¨¦s de masacrar a los Pretendientes y de lidiar con los recelos de su esposa, que parece haber visto muchas veces El regreso de Martin Guerre, ¡°volvieron felices a la costumbre de su antiguo lecho¡±, para ¡°gozar del placentero amor¡±. Tras lo cual, nos dice Homero, se entregaron al ¡°deleite de los relatos¡± y a un cigarrillo (esto ¨²ltimo lo imagino yo).
Las sirenas
Desde siempre, muchos lectores hemos visto en las sirenas de la Odisea figuras er¨®ticas. Es la influencia de las muchas im¨¢genes que ha producido el episodio, en el canto XII. Por ejemplo, la famosa pintura de Herbert James Draper, con las hermosas criaturas subiendo al barco desnudas o casi ante la mirada alelada de Ulises, que no las oye, pero verlas las ve un rato. En realidad, la Odisea no nos describe a las sirenas. Nos dice que son solo dos, que hechizan con su bella voz, con su canto fascinante y que viven en una isla, en un prado florido. En torno a ellas amarillea un enorme mont¨®n de huesos y se acumulan renegridos pellejos humanos putrefactos, lo que no contribuye a su buena fama, precisamente. Los mit¨®grafos posteriores las consideran mitad mujer y mitad ave (y as¨ª las pint¨® Waterhouse), pero como Homero no nos las describe podemos imaginarlas como queramos.
Curiosamente, se recuerda poco a otra criatura de la Odisea que se parece m¨¢s a la idea popular de las sirenas, Ino Leuc¨®tea, hija de Cadmo que fue metamorfoseada en nereida y que se le aparece a Ulises en el canto V cuando el h¨¦roe est¨¢ pasando las de Ca¨ªn en una balsa que se desmonta en medio de la tormenta desatada por el tridente de Poseid¨®n, apodado, en plan Rocky Marciano, el Sacudidor. Leuc¨®tea, ex mortal convertida en divinidad protectora de los marinos, surge de las aguas, ¡°semejante a una gaviota voladora¡±, y, tipo La sirenita, le da al n¨¢ufrago un velo m¨¢gico que es el primer chaleco salvavidas de la literatura. Ulises se quita la ropa, se coloca el velo bajo el pecho en plan plancha de surf ¡°y se zambull¨® de cabeza al mar poniendo por delante sus manos, dispuesto a nadar¡± (no se nos dice con qu¨¦ estilo). El protagonista sufre de lo lindo para llegar a tierra, y Homero describe su odisea natatoria de manera reconocible para cualquiera que haya vivido un trance semejante. No encuentra punto por donde salir del agua embravecida pues todo lo que ve son escollos. Finalmente, una gran ola lo arroja contra la ¨¢spera costa, dej¨¢ndose el n¨¢ufrago literalmente la piel en las rocas a las que se aferra desesperadamente.
No podemos despedir esta relectura de la Odisea sin mencionar a algunos de los m¨¢s curiosos personajes del poema. Uno de ellos es el desgraciado Elp¨¦nor, del que el propio Ulises dice que era ¡°no demasiado valiente en el combate ni muy equilibrado de mente¡±. El muy cenizo se rompe el cuello al caer borracho del tejado de la casa de Circe -vaya muerte heroica, pudiendo ser devorado por Escila o destripado por Polifemo- y se le aparece luego al h¨¦roe cuando este visita el Hades, el infierno, y le pide que le den un entierro digno, pues lo hab¨ªan dejado insepulto en el patio de Circe. Penoso tambi¨¦n el caso de ?urito de Ecalia, al que Ulises menciona con admiraci¨®n al hablar de los pocos que manejaban el arco mejor que ¨¦l (H¨¦rcules, Filoctetes). El gran ?urito muri¨® pronto pues Apolo, quisquilloso, lo mat¨® por desafiarle imprudentemente a ver qui¨¦n disparaba mejor. Y es que con seg¨²n qui¨¦n es mejor no tirar al arco. Tambi¨¦n Apolo, se explica en la Odisea, asaete¨® a otro car¨¢cter interesante del poema, Frontis Onet¨®rida, el mejor navegante del mundo y que cay¨® baj¨® las flechas del dios, sin que se especifique por qu¨¦, mientras pilotaba la nave de Menelao al pasar frente al cabo Sunion. Este verano en Formentera, con tanto drama marino, incendios y choques de veleros y lanchas (el tr¨¢fico de embarcaciones es intenso pese a todo), no es mala idea encomendarse al tal Frontis Onet¨®rida al navegar por las azules aguas.
Pr¨®xima entrega: Craso, el romano que perdi¨® la cabeza un d¨ªa caluroso
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