Juan Arnau: ¡°Vivimos el triunfo de la tecnolatr¨ªa¡±
El fil¨®sofo abarca todo tipo de saberes, de Spinoza al budismo, de la teolog¨ªa a la ciencia y las religiones. Su ¨²ltimo libro es un compendio de su conocimiento heterodoxo y a contracorriente
El poder de las estrellas lo llev¨® a la astrof¨ªsica, pero su destino como autor y fil¨®sofo estaba en la India. Hoy, Juan Arnau (Valencia, 52 a?os) es un ensayista que abarca todo tipo de saberes: de Spinoza al budismo, de la teolog¨ªa a la ciencia y las religiones. Su ¨²ltimo libro, Historia de la imaginaci¨®n (Espasa), es un perfecto compendio de la suma de su conocimiento heterodoxo y a contracorriente, pese a haberse curtido tambi¨¦n como marinero.
Pregunta. ?Por qu¨¦ la filosof¨ªa se ha ocupado tan poco de la imaginaci¨®n?
Respuesta. No lo s¨¦, y es extra?o porque conforma la condici¨®n humana. Conlleva un factor deseante. En la condici¨®n animal, tambi¨¦n. El perro, cuando quiere carne, va en su busca, pero antes lo imagina.
P. ?Es lo que me pasa a m¨ª, ya que estamos en Valencia y es la una, con una paella?
R. Exacto, exacto. Por tanto, ve, hablamos de la base de la vida, de todo lo que est¨¢ vivo.
P. Quien no imagina, ?est¨¢ muerto?
R. Muchas civilizaciones conciben el tr¨¢nsito de la muerte como un apartarse de lo gustativo, lo olfativo y lo t¨¢ctil y una preservaci¨®n de lo visto y lo escuchado. Entrar¨ªamos de alguna manera en tradiciones budistas: el mundo sutil, que llaman ellos. Un poco como los sue?os.
P. O la memoria. ?D¨®nde se halla el recuerdo?
R. Se supone que en el cerebro, aunque al desmontarlo no vamos a descubrir la mente. La neurociencia no ha logrado a¨²n encontrarlos. En la India dicen que los recuerdos se instalan en el coraz¨®n. De hecho, un mal recuerdo te deja una llaga en el coraz¨®n. En dicho ¨®rgano existen redes neuronales importantes.
P. La pol¨ªtica, la poes¨ªa, la biolog¨ªa, la ciencia, lo neuronal, la f¨ªsica confluyen, pero ?d¨®nde?
R. No sabemos d¨®nde. Nadie ha visto nunca un electr¨®n; es una entelequia. Hoy vivimos una ¨¦poca en la que las humanidades quedan de rodillas ante la ciencia. En el triunfo de la tecnolatr¨ªa.
P. ?Tecnolatr¨ªa?
R. Es algo muy decimon¨®nico. Seguimos atrapados en el siglo XIX.
P. ?De ah¨ª que volvamos a la senda de la radicalizaci¨®n, polarizados como previo paso a nuevos totalitarismos?
Las redes sociales tienden a uniformar el pensamiento. Y eso es la muerte del mismo
R. Eso es. Seguimos en lo binario, por efecto de la tecnolog¨ªa y la preponderancia de los algoritmos. Las redes sociales, adem¨¢s, tienden a uniformizar el pensamiento. Y eso es la muerte del mismo. El data¨ªsmo supone su aniquilaci¨®n.
P. El data¨ªsmo ?qu¨¦ tiene de dada¨ªsmo?
R. Poco¡ Es la idea de que los hechos son cuantificables.
P. ?Es tonto el data¨ªsmo o m¨¢s bien listo?
R. Es tonto. M¨¢s cuando delegas los datos en las m¨¢quinas para que hagan uso de ellos. Las realidades humanas son las de la imaginaci¨®n, los miedos, los afanes, nada cuantificables: las m¨¢quinas nunca llegar¨¢n a eso. La m¨¢quina no puede so?ar.
P. ?Est¨¢ seguro? ?No sue?a con tener m¨¢s potencia y multiplicar su inteligencia?
R. Pero para calcular, no para so?ar. Las m¨¢quinas hacen la cuenta de la vieja; calculando son las reinas. Vivimos en un mundo positivista, cuya l¨®gica es la f¨ªsica matem¨¢tica.
P. ?Se fue usted a la India para huir de esa l¨®gica?
R. Yo me march¨¦ all¨ª con 27 a?os y estaba un poco acojonado, la verdad, aunque me hab¨ªa curtido navegando por el mundo y por ?frica. En la India fui al encuentro con mi destino de escritor y mi b¨²squeda del conocimiento. Aunque te puede devastar la psique; te entra lo que yo llamo el v¨¦rtigo antropol¨®gico.
P. ?Lleg¨® a perder usted el norte?
R. Tuve mis momentos de enajenaci¨®n, que son muy dolorosos. En la India adelgac¨¦ 25 kilos y contraje amebiasis. Me recuper¨¦ en seis meses. Iba a hacer un estudio relacionado con el cine y dej¨® de interesarme. Occidente me parec¨ªa un lugar crudo y salvaje. Si te metes a fondo, puede pasar eso.
P. Y a todo esto, ?de qu¨¦ le ha servido a usted estudiar astrof¨ªsica?
R. Lo hice sabiendo que no me iba a dedicar a ello. Vengo de una familia de arquitectos, y somos de carreras dif¨ªciles. Aparte, a m¨ª, desde ni?o, me fascinaban las estrellas, ese magnetismo se impuso. Luego, otro factor muy importante: me atra¨ªa irme a vivir a Madrid solo. Me instal¨¦ en Lavapi¨¦s, lo m¨¢s salvaje. Casi todo lo que ha sido mi vida despu¨¦s, me lo ha dado mi estancia all¨ª, desde las becas en M¨¦xico o la India, hasta trabajos como guionista de series que no salieron, como una sobre Pel¨¦ que se llamaba Pelecinho.
Casi todo lo que ha sido mi vida me lo ha dado mi estancia en Madrid
P. Madre m¨ªa¡ Le da usted a todo.
R. F¨ªjese que en Madrid me hice marinero, por medio de un amigo canario que nos propone entrar en la tripulaci¨®n para hacer un viaje en carabela que emulaba la haza?a de Col¨®n. Fue por el quinto centenario del descubrimiento de Am¨¦rica. As¨ª anduvimos un a?o. ?Nos vino a ver hasta el Rey!
P. ?El Rey? ?Aquel rey? ?Entramos en eso?
R. No, no.
P. S¨ª, s¨ª¡ Para enlazarlo con lo de la memoria. ?Se convertir¨¢ en un mal recuerdo?
R. Esta decepci¨®n, esta traici¨®n a tu pasado¡ Me sorprende la falta de conciencia hist¨®rica. En la India creen en una especie de demonio que es como un h¨¢mster en la rueda y no sabe re¨ªrse de sus propios deseos. Representa una ceguera. Lo identifico con eso. Y con no ser consciente de que no puede salir en los libros por la puerta de atr¨¢s. Spinoza dec¨ªa que hay tres enemigos del fil¨®sofo, tambi¨¦n del hombre de poder: el prestigio, la riqueza y los placeres. Los m¨¢s peligrosos son los dos primeros. Los placeres, el propio cuerpo los va frenando. Pero los otros dos, no.
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