¡°Sin ella, ahora estar¨ªa muerto o en la c¨¢rcel¡±
Hace 21 a?os, una azafata de Iberia mont¨® una casa de acogida para gente sin techo. Hoy son su familia
¡ª¡°Ven, te invito a un bocata¡±.
¡°Me enga?¨® totalmente¡±, recuerda Federico Viejo, Fede, 20 a?os despu¨¦s. ¡°Y menos mal, porque si ella no se hubiera cruzado en mi camino ahora estar¨ªa muerto o en la c¨¢rcel¡±. Llevaba cuatro a?os durmiendo en la calle cuando se conocieron. Desde los 15 estaba enganchado a las drogas y al alcohol y hab¨ªa pasado tres a?os en prisi¨®n por una estafa. El bocata era un pretexto para llevarle a una casa de acogida. Cuando atraves¨® la puerta pesaba 50 kilos. Era un hombre destruido, por dentro y por fuera. ¡°Ella me lo devolvi¨® todo¡±. Lo primero, la autoestima.
Dos a?os despu¨¦s lleg¨® Pedro Sarabia. Hab¨ªa sido y¨®quey. Hab¨ªa ganado mucho dinero. ¡°Pero el hip¨®dromo de Madrid cerr¨®. Se me vino el mundo abajo y empec¨¦ a beber. Me lo fund¨ª todo y acab¨¦ en la calle, a gatas. Estaba asqueado de m¨ª mismo. El mundo no val¨ªa nada y yo no pod¨ªa m¨¢s. Llevaba tres a?os as¨ª cuando me hablaron de ella¡±.
Ella es Gloria Iglesias. Tiene 70 a?os. Fue azafata de tierra en Iberia y tuvo lo que se llama ¡°una vida normal y corriente¡± hasta que hizo algo que muchas amistades no entendieron. ¡°Hab¨ªa viajado mucho y hac¨ªa mis voluntariados, que siempre me han gustado: con ancianos, ni?os, prostitutas... Una vez, en el tren de Lourdes, me puse en el vag¨®n en el que nadie quiere ir, el de los sin techo. Estuve conviviendo con ellos cinco d¨ªas, y cuando volvimos vi que esa misma noche se quedaban en la calle. Porque la gente sub¨ªa al tren, se bajaba y segu¨ªa con su vida. Y empec¨¦ a pensar en montar mi propia casa de acogida¡±. Entonces todav¨ªa cre¨ªa que solo para ayudarles a ellos. ¡°Cre¨¦ una ONG para intentar que esas personas no murieran solas y ahora son mi familia. Ellos son los que no permitir¨¢n que yo muera sola. Ellos son todo lo que dejar¨¦ detr¨¢s de m¨ª cuando me vaya¡±.
La historia de Gloria, Fede y Pedro es un tratado sobre la lealtad. El relato de sus peripecias ¡ªsimilares las de ellos, de 54 y 53 a?os, y muy diferente la de ella¡ª hasta el desenlace com¨²n es un ejemplo del poder extraordinario, transformador, de las relaciones humanas cuando se supera el umbral de los prejuicios. Por no defraudar a la primera mujer que los vio cuando ya se hab¨ªan vuelto invisibles, Fede y Pedro se desintoxicaron, conscientes de que aquella era la ¨²ltima oportunidad tras arrasar con todo lo dem¨¢s. Y por evitar reca¨ªdas, para estar en ese momento en el que los voluntarios ya se han ido a casa y el adicto tiene la tentaci¨®n de consumir para que vivir deje de doler, Gloria se convirti¨® en su compa?era de piso primero, y en algo muy parecido a una madre despu¨¦s. Pero no fue f¨¢cil.
Le cost¨® un a?o de burocracia y decepciones, sobre todo con la Iglesia ¡ªes creyente¡ª, montar la casa y la ONG, Proyecto Gloria, y el rastrillo de muebles con el que se financian. ¡°Nadie quer¨ªa tenernos de vecinos. Me llegaron a decir que prefer¨ªan un prost¨ªbulo¡±. Tuvo que llamar a 36 puertas antes de que le dijeran que s¨ª. Cuando por fin lo logr¨®, decidi¨® que la casa de acogida ser¨ªa tambi¨¦n la suya. ¡°Las adicciones son una guerra sin cuartel hasta que consigues enderezarlos. Me ha tocado ir a buscarlos muchas veces a las cinco de la ma?ana, verlos drogados, convencerlos... Si te sale es una pasada, pero tienes que estar siempre pendiente¡±.
Fede admite que ha sido de los m¨¢s ¡°guerreros¡±. ¡°Mi madre muri¨® cuando nac¨ª. Mi padre, un d¨ªa antes de que yo cumpliera los 15. Era antinormas. Gloria tuvo que venir a buscarme y castigarme muchas veces. He fregado platos en esa casa para aburrir. Pero todo lo he aprendido de ella: el cari?o, la voluntad... Es mi madre, mi amiga, mi hermana. Sigo en la casa porque ella es mi vida¡±.
Pedro fue todo lo contrario. ¡°No se me olvidar¨¢ jam¨¢s el d¨ªa que entr¨®¡±, relata Gloria. ¡°Tra¨ªa una bolsita en la que solo hab¨ªa un calzoncillo y unos calcetines. Hemos hecho siempre teatro para ni?os en hospitales y cuando lleg¨® est¨¢bamos ensayando. Le dije: ¡®Vete mirando porque vas a tener que participar¡¯. De repente se pone a llorar y dice que se marcha, que ¨¦l no sabe hacer nada. Le dije: ¡®?Abrir y cerrar las cortinas no sabes?¡¯. Al final se qued¨®. Era muy t¨ªmido y fue un regalo, lo mejor que ha entrado por esa puerta. En 18 a?os no ha dado un positivo. Solo necesitaba una mano a la que agarrarse y cuando se la dieron, no la solt¨®¡±.
Pedro le quita importancia a su desintoxicaci¨®n para d¨¢rsela toda a Gloria. ¡°No todo el mundo dice: ¡®Vente a mi casa¡¯. Si hacen eso por ti tienes que ser agradecido. Ese d¨ªa decid¨ª que era todo o nada¡±.
Durante muchos a?os, Pedro sigui¨® en la casa porque los test de drogas y alcohol, ese ¡°examen diario¡±, le daba sensaci¨®n de seguridad y porque si hab¨ªa alg¨²n momento de baj¨®n m¨¢s all¨¢ de la jornada laboral, ¡°Gloria siempre estaba¡±. Ahora, como Fede, sigue all¨ª porque ese es su hogar. ¡°Cuando lo has perdido todo y lo recuperas, no quieres volver a perderlo. Y esto funciona como un espejo: si recibes amor, das amor. A mis padres tambi¨¦n los entiendo: ¨¦l era labriego, mi madre ama de casa, tuvieron muchos hijos, no estaban pendientes... Ahora mi familia es esta¡±.
Por la casa han pasado 200 personas en 21 a?os. Gloria no pudo ¡°enderezarlos¡± a todos. Dos intentaron matarla. Pero al menos tres morir¨ªan hoy por ella. Son Pedro, Fede y Antonio, un hombre de 35 a?os y 40 kilos que le dejaron un d¨ªa en la puerta ¡°con unas semanas de vida¡±. De eso hace dos d¨¦cadas. Gloria se empe?¨® tanto en que viviera, que Antonio, por no defraudarla, vivi¨®.
¡°Cuando les acog¨ª nunca pens¨¦ que pasar¨ªa esto. Mi madre, que ya muri¨®, dec¨ªa al principio que le iba a dar un infarto por el miedo que pasaba conmigo, pero al final los conoci¨® y creo que lo entendi¨®. Somos una familia como a m¨ª me la ense?aron de peque?a. Con sus navidades, sus cumplea?os, sus peleas, sus visitas al hospital, sus despedidas. Si no hubiera puesto la ONG a lo mejor ahora estaba sola. Pero he tenido la suerte de que sin buscarla, cuando perd¨ª a la de sangre, apareci¨® otra familia¡±.
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