Balnearios: el alma de la cultura europea
Once ciudades termales han sido reconocidas este verano como Patrimonio Mundial por la Unesco. En esos escenarios de civilizaci¨®n y buen gusto pasaron temporadas y se inspiraron m¨²sicos como Mozart, Schubert o Beethoven y escritores como Goethe, Rilke o Zweig
Si hubiera que citar ¡ªsin acudir a referencias trascendentes¡ª seis o siete patrimonios identitarios de nuestra vieja Europa, deber¨ªan nombrarse: los campanarios de las iglesias con los sonidos de sus campanas, los caf¨¦s en los que todav¨ªa puede leerse la prensa en papel, los caminos de peregrinaci¨®n, las tiendas de antig¨¹edades (incluyendo las librer¨ªas), los mercados de los barrios populares y los hoteles que tienen alma e historia (aquellos que se distinguen por su integraci¨®n en su entorno, ya que algunos son tan representativos de la cultura y de la vida de los pueblos donde se hallan como puedan serlo la catedral, los monumentos civiles o la plaza Mayor). Pero en este documento de identidad europeo no se deben olvidar tampoco los hist¨®ricos balnearios que salpican el continente, con sus parques y sus templetes de m¨²sica. Once de ellos (Bad Ems, Baden-Baden, Bad Kissingen, Baden bei Wien, Spa, Vichy, Montecatini Terme, City of Bath, Franzensbad, Karlovy Vary y Marienbad) han sido reconocidos este verano como Patrimonio Mundial por la Unesco. Alemania, Austria, B¨¦lgica, Chequia, Francia, Italia y Reino Unido aportan esos tesoros del pasado.
Las fuentes termales se convirtieron en santuarios de peregrinaci¨®n, y as¨ª fueron naciendo peque?as ciudades ¡ªurbanizadas y dise?adas por los mejores paisajistas, arquitectos y jardineros¡ª hasta transfigurarse en los maravillosos escenarios de savoir vivre, civilizaci¨®n y buen gusto que hoy forman parte del patrimonio cultural europeo. La vida se organizaba en torno a los edificios y palacetes (Kurhaus y Kursaal, en alem¨¢n) dedicados al reposo y a las curas termales. En Baden existe incluso un Kurtheater, pues el teatro se considera en los balnearios tan curativo como las aguas, al igual que ya ocurr¨ªa en los santuarios griegos de Epidauro o Delfos.
Vivimos en un continente de peque?as distancias y, en tiempos no muy lejanos, nuestros mapas de andar indicaban los lugares donde se encontraban las fondas, los ba?os, las arboledas, los bancos para reposar y las fuentes. Lamartine, Antonio Machado, Rosal¨ªa de Castro, Van Gogh o Richard Strauss no hubiesen podido existir ni crear sus obras ¡ªcon el esp¨ªritu y el estilo en que las hicieron¡ª en un mundo sin jardines, caf¨¦s, fondas, teatros y paseos. El alma ¡ªcomo dec¨ªa Dostoievski¡ª toma siempre las dimensiones del espacio y de las habitaciones donde vivimos.
En Baden-Baden, en Homburg y en Wiesbaden se lee a Dostoievski y a Turgu¨¦niev. En Bath se puede hablar con ancianas que conocieron a Stefan Zweig. Y en Baden bei Wien, el m¨¢s famoso de los balnearios austriacos, se habla siempre de m¨²sica. Aqu¨ª pasaban sus veranos los emperadores de Austria con su corte y numerosos artistas, como Mozart, Schubert y Beethoven, que compuso en este bello rinc¨®n de los bosques de Viena algunos fragmentos de su Missa Solemnis y de la Novena Sinfon¨ªa.
Rodeado de vi?edos y bosques, castillos y monasterios, Baden bei Wien tiene tambi¨¦n un casino, y un hip¨®dromo que es una joya de la vieja Europa. No es dif¨ªcil evocar a Beethoven en su cuartito de Baden, transportado por el sentimiento pante¨ªsta que le invad¨ªa en estos senderos tranquilos, creando la misma m¨²sica indescifrable, embriagante y dionis¨ªaca que conducir¨ªa a Nietzsche hacia la plenitud de su Zaratustra. No ten¨ªa dinero para comprarse un frac negro, pero ¡ªcomo un scherzo molto vivace¡ª tambi¨¦n pod¨ªa dirigir su Novena Sinfon¨ªa con un frac verde. Las aguas de Baden le permitir¨¢n escribir tambi¨¦n sus ¨²ltimos cuartetos, mon¨®logos a cuatro voces, cartas que no esperan respuesta, adagios melanc¨®licos que anuncian ya el sufrimiento incurable de Anfortas: m¨²sica del silencio...
Chequia tiene algunos de los balnearios (Karlsbad, Marienbad, Franzensbad) m¨¢s renombrados de Europa. En Marienbad se evoca la memoria del viejo Goethe, enamorado de la joven Ulrike, a la que dedic¨® su m¨¢s bella y apasionada Eleg¨ªa.
Goethe ha sido el m¨¢s grande maestro de la ¡°medicina de la salud¡±. Tambi¨¦n en su obra se manifiesta claramente su combate contra las enfermedades. Labora como una abeja para transformar el estudio y el trabajo en la perfumada jalea que destilan sus pensamientos y sus poemas. Cuando se enamora le basta escribir un verso a una violeta o dedicarle una canci¨®n a Mignon para que sus palabras revelen que el amor no es una fantas¨ªa dulce sino un estado activo y fecundo del cuerpo. Y por eso una mujer o un hombre enamorados son capaces de hacer obras inmensas e insospechadas.
Gabriele d¡¯Annunzio, Verdi y Leoncavallo frecuentaron las termas italianas de Montecatini. Puccini prefer¨ªa los ba?os de Lucca, su ciudad natal, y pas¨® su vida en esos caminos orillados de vi?a verde; melanc¨®licas lagunas de agua salada donde soplan los despiadados gregales de invierno, y alegres senderos, perfumados por flores amarillas... En estos pueblos aprendi¨® a valorar las cosas peque?as y a convertirse en el poeta de las vidas sencillas: Mim¨ª, Musetta, Butterfly, Manon.
En el balneario suizo de Bad Ragaz, famoso por la fuerza termal de sus aguas (37? C), el poeta Rilke se citaba con la princesa Marie von Thurn und Taxis, su mecenas y protectora. Es un buen lugar para leer a Rilke. No hace falta convertirse en vegetariano ni seguir sus caprichosas recetas y dietas, pues ¨¦l era secuaz de las teor¨ªas naturistas del reverendo Sebastian Kneipp. En una actitud m¨¢s tolerante, podr¨ªa decirse que lo preocupante para la est¨¦tica no es tanto la carne como la celulitis. Y se puede ir desnudo sin perder dignidad ¡ªotro estilo de vida que agradaba a Rilke¡ª cuando se tiene una nariz como la suya, que llamaba la atenci¨®n.
Ba?arse es un juego
El ba?o tiene mucho de juego y ¡ªsalvando a los antiguos c¨ªnicos, que hicieron del espect¨¢culo una parte fundamental de la filosof¨ªa¡ª el pensamiento europeo estuvo tradicionalmente muy falto de m¨¦todos l¨²dicos. Apolo le gan¨® siempre la partida a Dionisos, y los balnearios, la m¨²sica, la danza y el teatro fueron derrotados por las condecoraciones y las academias. Schopenhauer so?¨® en alguna oportunidad con formular la filosof¨ªa como una cura en un balneario o una medicina de la civilizaci¨®n. El fil¨®sofo espa?ol V¨ªctor G¨®mez Pin es el ¨²nico que hoy sabe hacerlo.
Hubo afortunadamente algunos intentos, desde Montaigne hasta Goethe, de recrear una filosof¨ªa peripat¨¦tica (la sabidur¨ªa es siempre una medicina) en los centros termales. Y esa herencia cl¨¢sica de inteligencia y salud se vislumbraba todav¨ªa hace medio siglo, en los balnearios hist¨®ricos; si bien te?ida ya por un velo melanc¨®lico y crepuscular.
Uno de los balnearios europeos que mantuvo siempre su dignidad fue Baden-Baden. Turgu¨¦niev describi¨® en su novela Humo el Europ?ischer Hof, uno de sus mejores hoteles. En ¨¦l se alojaron tambi¨¦n Liszt y la emperatriz Sissi.
G¨®gol tambi¨¦n estuvo en Baden-Baden, pero no le preocupaba tanto el casino como sus hemorroides. Y dedic¨® m¨¢s tiempo a los ba?os de asiento que a la ruleta. No hay en Europa casino m¨¢s elegante ni m¨¢s bello que el de este balneario. Y en la mesa dorada, bajo la luminosa c¨²pula del Jard¨ªn de Invierno, gira todav¨ªa el cilindro de los n¨²meros enloquecidos de El jugador. Por ah¨ª anduvo un escritor llamado Dostoievski, que hab¨ªa publicado una novela m¨¢s bella que el sue?o: Las pobres gentes. Al leerla se llenaban los ojos de l¨¢grimas, porque no dec¨ªa verdades, sino que derramaba sentimientos. Era un libro para los ofendidos, para los malditos, para los pobres de esp¨ªritu. Algunos dec¨ªan que hab¨ªa plagiado a G¨®gol. Pero era ¨¦l quien escrib¨ªa aquellas cosas maravillosas, cuando se le clavaban en la frente las espinas de sus sue?os.
Nadie sab¨ªa entonces que el genio que hab¨ªa escrito aquel libro era un enfermo epil¨¦ptico, sentimental, ingenuo como un ni?o e incapaz de devolver un golpe sin pensar en la verg¨¹enza que deb¨ªa sentir quien le hab¨ªa abofeteado. Tra¨ªa entonces en la cabeza la trama de Roulettenburg, una novela que titular¨ªa m¨¢s tarde El jugador. Pero, antes de regresar a San Petersburgo, tendr¨ªa que empe?ar el reloj que le hab¨ªa regalado su amante, Polina S¨²slova, para jug¨¢rselo todo en el casino.
El insomnio de las gaviotas en Bath
Bath es el balneario que mejor conserva en Europa la memoria de los ba?os romanos. Siguiendo las huellas de Stefan Zweig se puede llegar hasta la ¨²ltima casa donde vivi¨®, en Rosemount Lane, antes de abandonar para siempre aquella Europa en llamas que fue su enfermedad mortal. Era un fantasma m¨¢s en esta ciudad donde vivieron Dickens, Gainsborough, el loco de William Beckford (aquel poeta blasfemo que constru¨ªa abad¨ªas para que las derribara el diablo) y Jane Austen.
Merece la pena sentarse en uno de los bancos de Queen Square, al amparo de un ¨¢rbol gigantesco que exhala un perfume dulce. Las ardillas vienen a jugar a nuestros pies. Y, con sus vueltas y revueltas, nos devuelven el paso de baile de esta ciudad elegante: los ba?os romanos, las bell¨ªsimas fachadas neocl¨¢sicas de color miel, las plazas en forma de media luna, y el grito de las gaviotas que ¡ªhijas, quiz¨¢, del rey Lear¡ª se pelean y alborotan en los patios y en las orillas del Avon, despert¨¢ndonos en la madrugada.
¡°Es la vida que excita a la vida misma¡±, dice Nietzsche: una bella frase que resume la biograf¨ªa del hombre que ha escrito la mejor epopeya de curaci¨®n de su siglo.
Mauricio Wiesenthal es un escritor espa?ol de origen alem¨¢n. Es autor de narraciones, biograf¨ªas y ensayos sobre la cultura europea. Entre sus ¨²ltimos libros publicados destacan La hispanibundia. Retrato espa?ol de familia (2018), Orient-Express. El tren de Europa (2020) y Sonata humanista (Nietzsche, Zweig, Camus) (2021).
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