Patarroyo, una fuerza de la naturaleza que polariz¨® a la comunidad cient¨ªfica
El cient¨ªfico Pedro Alonso, que fue colaborador del colombiano, recuerda su ¡°enorme legado y personalidad irrepetible¡±
El jueves recibimos la noticia del fallecimiento de Manuel Elkin Patarroyo, el cient¨ªfico colombiano que desempe?¨® un papel central en la revoluci¨®n cient¨ªfica de las vacunas contra la malaria iniciada en los a?os 80 del siglo pasado.
Le conoc¨ª en un congreso de parasitolog¨ªa en M¨¦xico a finales de los a?os 80. Entr¨® en un auditorio repleto de circunspectos cient¨ªficos rodeado de un enjambre de c¨¢maras de televisi¨®n y fot¨®grafos, como una aut¨¦ntica estrella del rock, algo inusual en el mundo de la ciencia. Su charla magistral estuvo repleta de diapositivas, tantas que apenas hab¨ªa tiempo para leer o interpretar los gr¨¢ficos. Fue un aut¨¦ntico torrente de palabras y datos, pero suficiente para convencernos ¡ªal menos a algunos¡ª de que, junto con los dos art¨ªculos que hab¨ªa publicado poco antes en la revista Nature, lo que propon¨ªa era potencialmente disruptivo y merec¨ªa ser analizado con atenci¨®n y rigor.
La malaria es una enfermedad parasitaria que, seg¨²n algunos, es la que m¨¢s vidas humanas ha cobrado a lo largo de la historia. Con un ciclo biol¨®gico complejo y sofisticados mecanismos de evasi¨®n inmunitaria, se transmite por la picadura de mosquitos anofelinos hembra y representa un enorme reto para la ciencia y la salud p¨²blica mundial. Cada a?o mueren m¨¢s de 600.000 personas, la mayor¨ªa ni?os africanos; se producen m¨¢s de 200 millones de casos, y la enfermedad es end¨¦mica en pa¨ªses que albergan a m¨¢s de 3.000 millones de personas. La malaria es un paradigma de las enfermedades que son causa y consecuencia de la pobreza, y un ejemplo de falla de mercado que desincentiva a la industria a invertir en soluciones frente a retos cient¨ªficos tan complejos.
La clonaci¨®n del primer gen del par¨¢sito por parte de cient¨ªficos norteamericanos a finales de los a?os 70 inaugur¨® una ¨¦poca de esperanza en la posibilidad de desarrollar, por primera vez en la historia, una vacuna contra este par¨¢sito. Sin embargo, la falta de financiaci¨®n y el escaso inter¨¦s de la industria limitaron esas iniciativas, que quedaron principalmente en manos de los institutos de investigaci¨®n del ej¨¦rcito norteamericano. Fue en este contexto cuando, de manera sorpresiva, emergi¨® Manuel Elkin Patarroyo, un m¨¦dico desconocido en los c¨ªrculos cient¨ªficos internacionales, proveniente de un pa¨ªs con escasa tradici¨®n en este campo, que anunci¨® haber desarrollado una vacuna eficaz contra el Plasmodium falciparum. Utilizando una plataforma novedosa ¡ªlos p¨¦ptidos sint¨¦ticos¡ª public¨® datos en revistas de m¨¢ximo impacto internacional que demostraban que su vacuna pod¨ªa proteger parcialmente tanto a monos aotus como a voluntarios humanos frente a este par¨¢sito mortal. Era una aut¨¦ntica revoluci¨®n.
En cuesti¨®n de meses y a una velocidad extraordinaria, lanz¨® ensayos cl¨ªnicos de campo en Colombia, as¨ª como en Venezuela, Ecuador y Brasil. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud, interesada, pero tambi¨¦n esc¨¦ptica, ante los altos niveles de eficacia proclamados y preocupada por los anuncios de inminentes campa?as masivas de vacunaci¨®n, envi¨® un comit¨¦ internacional de expertos a Bogot¨¢ para evaluar los datos disponibles. Las conclusiones fueron claras: los estudios presentaban fallos metodol¨®gicos que imped¨ªan extraer conclusiones firmes sobre la eficacia del producto y recomendaron realizar estudios independientes, especialmente en ?frica, el epicentro de la malaria.
Los estudios realizados en los a?os siguientes arrojaron resultados contradictorios: desde eficacias moderadas en ni?os de 1 a 4 a?os en Tanzania ¡ªaunque nula en reci¨¦n nacidos¡ª hasta eficacias muy bajas o inexistentes en Gambia y Tailandia. Personalmente, siempre he cre¨ªdo que parte de estos resultados contradictorios se deb¨ªa a la plataforma utilizada. Los p¨¦ptidos sint¨¦ticos y su polimerizaci¨®n dificultaban la estandarizaci¨®n del producto, lo que provocaba variaciones de un lote a otro. El producto probado en distintos pa¨ªses y estudios no era siempre exactamente el mismo. Sin embargo, no tengo dudas de que su vacuna proporcion¨® las primeras pruebas de que era posible inducir inmunidad protectora contra la malaria. Los estudios realizados por los cient¨ªficos en ?frica fueron los primeros grandes ensayos de una vacuna contra la malaria y ayudaron a la comunidad internacional a definir los est¨¢ndares para evaluar rigurosamente las vacunas y generar la informaci¨®n necesaria para su registro. Esa metodolog¨ªa sigue siendo utilizada hoy en d¨ªa.
Cabe destacar que el candidato vacunal de Patarroyo inclu¨ªa fragmentos de la prote¨ªna del circunsporozoito, clonada por Ruth Nussenzweig, que tambi¨¦n forma parte de las dos vacunas que hoy se est¨¢n desplegando en ?frica.
Manuel Elkin Patarroyo fue una fuerza de la naturaleza: visionario y disruptivo. Pose¨ªa una imaginaci¨®n desbordante, una energ¨ªa incansable y una capacidad de trabajo extraordinaria. Simp¨¢tico y cautivador, su personalidad volc¨¢nica y transgresora no dejaba a nadie indiferente. Generaba admiraci¨®n y rechazo a partes iguales, polarizando a la comunidad cient¨ªfica. En Espa?a, tuvo un gran reconocimiento y apoyo institucional, pol¨ªtico, afectivo y cient¨ªfico, adem¨¢s de recibir premios y distinciones bien merecidos. Su figura encarnaba la imagen de un investigador humilde y quijotesco, proveniente de un pa¨ªs latinoamericano, que luchaba por una causa justa y universal, ignorado o incluso despreciado por los grandes poderes cient¨ªficos mundiales, especialmente del mundo anglosaj¨®n.
El impacto de su trabajo es inmenso. Form¨® a generaciones de cient¨ªficos colombianos, muchos de los cuales trabajan en algunas de las mejores instituciones cient¨ªficas del mundo. Construy¨® institutos de investigaci¨®n de excelencia en Colombia. Aunque su vacuna nunca lleg¨® a ser utilizada debido a razones de eficacia y calidad, las vacunas contra la malaria que hoy se est¨¢n aplicando en ?frica, salvando miles de vidas de ni?os cada a?o, se han beneficiado del conocimiento generado con la SPf66, el nombre de su vacuna, y de los caminos que ¨¦l abri¨®.
Su legado es enorme y su personalidad, irrepetible.
Pedro Alonso fue director del Programa Mundial de Malaria de la OMS. Es catedr¨¢tico de Salud Global en la Universidad de Barcelona/Hospital Cl¨ªnic.