?Es esta la primera generaci¨®n que no va a vivir m¨¢s que sus padres?
El incremento de la esperanza de vida con salud se estanca en un mundo que requiere cambiar el modo en que se cuida
Durante d¨¦cadas, en pa¨ªses como Espa?a, lo normal era ir a mejor. El progreso parec¨ªa garantizado y en cada generaci¨®n los hijos viv¨ªan mejor y m¨¢s tiempo que los padres. Hasta ahora. Junto a la reorganizaci¨®n global de la econom¨ªa que pone en duda el crecimiento del bienestar, los datos m¨¢s recientes sugieren que la vida, adem¨¢s de peor, ser¨¢ m¨¢s corta.
Las personas nacidas en los a?os 60 sab¨ªan que la esperanza de vida en Espa?a no alcanzaba los 70 a?os. Hoy, la suya supera los 80, pero, como revela un estudio publicado esta semana, el ritmo de crecimiento se ha ralentizado e incluso ha comenzado a disminuir en algunos pa¨ªses. A esta tendencia se suma otra cuesti¨®n que invita a la reflexi¨®n sobre el estado de nuestra salud: aunque la esperanza de vida sigue aumentando, lo hace cada vez a un menor ritmo, mientras que el n¨²mero de a?os vividos con buena salud se ha estancado o incluso ha disminuido.
Seg¨²n los ¨²ltimos datos del INE, la esperanza de vida con buena salud en Espa?a ha pasado de los 70,4 para mujeres y 69,4 para hombres en 2019 a los 60,6 y 61,7 de 2022. Una d¨¦cada de descenso en un periodo en el que la esperanza de vida se ha mantenido estable. La brecha entre los a?os de vida sin problemas de salud y la esperanza de vida total es un problema global, seg¨²n un an¨¢lisis de 183 pa¨ªses de la Cl¨ªnica Mayo. En primer lugar, por el padecimiento de sobrevivir muchos a?os con mala salud, pero tambi¨¦n porque esa brecha puede hacer insostenibles los sistemas sanitarios. Desde el 2000, la cantidad de a?os con mala salud que se viven de media ha pasado de 8,5 a?os a 9,6, en 2019, antes de la pandemia, un aumento del 13%.
En Espa?a, las enfermedades cr¨®nicas, como el c¨¢ncer, la diabetes o las dolencias cardiovasculares, representan, seg¨²n datos de la Sociedad espa?ola de Medicina Interna, un 75% del gasto sanitario. En muchos casos, estas enfermedades se pueden retrasar casi hasta el final de la vida, suturando la brecha entre vida saludable y vida total, pero a falta de una aplicaci¨®n a gran escala de medios biotecnol¨®gicos para prolongar los a?os sanos, son necesarios cambios en el enfoque en la gesti¨®n de la salud.
Los m¨¦dicos est¨¢n acostumbrados a tratar a personas que llegan con problemas de salud desarrollados y la formaci¨®n en prevenci¨®n es muy limitada. En Espa?a, el gasto en atenci¨®n preventiva es, seg¨²n Eurostat, de 104 euros al a?o por persona, solo un 5% de los 2038 que suponen el gasto sanitario total.
La mayor parte de la gente acude al m¨¦dico cuando se encuentra mal y tiene un problema importante y valora m¨¢s a quien es capaz de resolver esa crisis que al profesional que acompa?a, con medidas aparentemente m¨¢s humildes, en el cuidado cotidiano de la salud. Este sesgo incentiva el inter¨¦s por el tratamiento de enfermedades graves y tiene su reflejo en la falta de prestigio de la atenci¨®n primaria. En Espa?a, faltan unos 5.000 m¨¦dicos de familia, porque pocos profesionales quieren trabajar en unos centros de salud cada vez m¨¢s saturados y con peores condiciones econ¨®micas que en Urgencias hospitalarias o el sector privado. Esto es un c¨ªrculo vicioso que hace que cada vez haya m¨¢s pacientes por facultativo y que haga a¨²n menos interesante la atenci¨®n primaria. Sin embargo, el papel de esta especialidad es clave. Un estudio de la Universidad Stanford calcul¨® que un incremento de 10 m¨¦dicos de primaria por cada 100.000 habitantes se asoci¨® a un incremento medio de esperanza de vida de 51,5 d¨ªas en la d¨¦cada de 2005 a 2015. El incremento de 10 especialistas, como cardi¨®logos o neur¨®logos, se relacion¨® con un aumento de 19,2 d¨ªas.
El enfoque que sirvi¨® para incrementar el bienestar y la esperanza de vida est¨¢ agrietado. La industrializaci¨®n de la agricultura y la alimentaci¨®n, que un d¨ªa redujo dr¨¢sticamente el hambre en gran parte del mundo, se ha convertido en un problema grave para la salud. Desde 1990, la esperanza de vida ha crecido en m¨¢s de 6 a?os, pero la obesidad, que incrementa el riesgo de c¨¢ncer o dolencias cardiovasculares, se ha multiplicado por dos. Los alimentos ultraprocesados, junto al alcohol, el tabaco y los combustibles f¨®siles, adem¨¢s del sedentarismo, son los principales responsables de las enfermedades cr¨®nicas, pero salvo la del tabaco, sus industrias se han resistido con bastante ¨¦xito a los intentos de mitigar su impacto.
¡°Se habla mucho de promoci¨®n de salud y prevenci¨®n, pero casi siempre se habla desde el punto de vista de la responsabilidad del individuo¡±, dice Jos¨¦ Luis Pe?alvo, director del Centro Nacional de Epidemiolog¨ªa. ¡°Los factores de riesgo vienen condicionados por el ambiente y son necesarias pol¨ªticas que generan gasto, como la ampliaci¨®n de espacios verdes, o pueden no tener aceptaci¨®n social, como las etiquetas que adviertan en los envases del peligro del alcohol¡±, a?ade.
Pe?alvo tambi¨¦n se?ala ¡°factores de riesgo emergentes, como la salud mental, la contaminaci¨®n del aire o el aislamiento de la gente mayor y las redes sociales que van a provocar grandes problemas en el futuro¡±. El estudio de la Cl¨ªnica Mayo ya recoge que los problemas de salud mental y las adicciones son la principal causa de a?os vividos con discapacidad, seguidos por las enfermedades musculoesquel¨¦ticas.
Tras haber logrado avances significativos en salud con medidas como las vacunas o el saneamiento, los pa¨ªses desarrollados enfrentan ahora un desaf¨ªo m¨¢s complejo: seguir aumentando la longevidad y, sobre todo, los a?os vividos con buena salud. Para ello, deben replantear su visi¨®n del progreso y facilitar que sus ciudadanos lleven una vida saludable sin depender de un esfuerzo tit¨¢nico a nivel individual.
Vida saludable
La disponibilidad de alimentos ultraprocesados en los supermercados, que ronda el 60%, hace muy dif¨ªcil tomar buenas decisiones sobre lo que se come, y la obesidad incrementa el riesgo de todo tipo de enfermedades, incluidas las musculoesquel¨¦ticas y las mentales. Un estudio de hace un a?o estimaba que el riesgo de depresi¨®n se dispara cuando los ultraprocesados superan el 30% de la dieta.
Sergi Trias-Llim¨®s, investigador del Centro de Estudios Demogr¨¢ficos de Barcelona, recuerda la complejidad de un marcador como la vida saludable: ¡°Es verdad que parece que se est¨¢ estancando, pero esto puede ser porque la poblaci¨®n est¨¢ m¨¢s enferma o porque se diagnostiquen antes algunos factores de riesgo o la gente sea m¨¢s consciente de su salud¡±. Pe?alvo coincide en que el adelanto y la mejora del diagn¨®stico puede estar detr¨¢s de la reducci¨®n en los a?os que se viven con salud. ¡°Hay diagn¨®sticos, como una aterosclersosis subcl¨ªnica, que no tiene un gran impacto para tu salud, pero te dan un tratamiento leve y ya te percibes como una persona que necesita un tratamiento de por vida¡±, ejemplifica.
Trias apunta a la desigualdad como otro factor que puede afectar a los resultados de las pol¨ªticas sanitarias. ¡°Cuando se aplican pol¨ªticas para reducir el consumo de tabaco o alcohol, por ejemplo, se ve que tienen un impacto mayor en los estratos sociales m¨¢s altos, pero siempre hay una parte baja de la sociedad donde no se produce ese impacto¡±, explica. ¡°Nosotros hemos visto que los grupos con menor nivel de estudios viven menos a?os y m¨¢s a?os con un estado de salud malo o regular, porque hay una menor capacidad para comprender cu¨¢les son los factores de riesgo para su salud, pero tambi¨¦n por factores materiales como no poderse permitir una segunda opini¨®n m¨¦dica o acudir al m¨¦dico m¨¢s r¨¢pido¡±, explica.
La desigualdad tambi¨¦n puede distorsionar la percepci¨®n sobre el progreso en longevidad y salud. En ciudades como Madrid, la diferencia en la esperanza de vida entre barrios ricos y pobres puede alcanzar los 10 a?os. En Estados Unidos, el inversor Ray Dalio ya advert¨ªa en un art¨ªculo de 2017 sobre la creciente brecha entre el 40% de los hogares con mayores ingresos, cuyos ingresos han aumentado desde 1980, y el 60% inferior, donde los salarios se han mantenido pr¨¢cticamente estancados. Adem¨¢s, el 40% m¨¢s rico invierte cuatro veces m¨¢s en educaci¨®n, lo que ampl¨ªa a¨²n m¨¢s la desigualdad y perpet¨²a estas diferencias a lo largo del tiempo. Estos datos se reflejan en los indicadores de salud y sugieren que las medias generales pueden ser enga?osas al presentar a la sociedad como un todo homog¨¦neo, cuando en realidad est¨¢ marcada por profundas desigualdades.
A la espera de que se cumplan las predicciones del futurista Ray Kurzweil, que dice, ¡ªel tiempo dir¨¢ si con un optimismo excesivo¡ª, que en 2032 un c¨®ctel de inteligencia artificial, biotecnolog¨ªa y nanotecnolog¨ªa permitir¨¢ revertir el envejecimiento, las opciones farmacol¨®gicas para alargar la vida son limitadas, aunque algunas prometen. Los agonistas de GLP-1 han demostrado su eficacia para controlar el sobrepeso, algo que ayuda a reducir el riesgo de numerosas enfermedades y de muerte prematura. Estos medicamentos tambi¨¦n han logrado mitigar problemas de adicci¨®n y la industria alimentaria ya se prepara para el impacto que puede tener su aplicaci¨®n masiva.
La industria farmac¨¦utica parece haber encontrado una v¨ªa para combatir los excesos tan dif¨ªciles de evitar en una sociedad de la abundancia y lo ha hecho inventando un producto que nos da el superpoder de la moderaci¨®n, incluso rodeados de manjares ultraprocesados o de bebidas alcoh¨®licas. Para la sociedad industrial, parece m¨¢s sencillo inventar nuevos productos que reparen los da?os de los antiguos, que frenar para que las nuevas generaciones puedan seguir aspirando a las mejoras de salud que han vivido sus padres y abuelos.