Gordofobia y ropa: cu¨¢ndo dejar¨¢n de decirnos en las tiendas que ¡®no hay tallas tan grandes¡¯
La mayor¨ªa de las marcas de gama media/alta no se adapta a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n femenina.
Hace poco me acerqu¨¦ a la tienda de una conocida marca de ropa de sport. Hab¨ªa dos dependientas que tardaron en atenderme a pesar de que no hab¨ªa nadie. Tras mirar un rato y elegir el vestido que me hubiera venido bien, me acerqu¨¦ a una de ellas (la m¨¢s joven). Con una media sonrisa condescendiente me dijo: ¡°No tenemos tallas tan grandes¡±. En la mayor¨ªa de las tiendas tengo una talla 40, o una L. Me fui de all¨ª con mis leggings, mi abrigo viejo, y mi jersey de punto: ¡°Mirar¨¦ en la web, que s¨¦ que tienen mi talla¡±. Otra media sonrisa, media vuelta, y la chica volvi¨® con su compa?era a hacer nada. ?Por qu¨¦ me trataron as¨ª? Es f¨¢cil: no hay nada que cree m¨¢s deseo que la exclusi¨®n. No es esto una experiencia traum¨¢tica, ni siquiera una forma de llanto. Si lo pongo por escrito es porque demuestra c¨®mo funciona una parte del mundo. En concreto, el de la moda.
Desear¨ªa haber tenido una adolescencia en la que mi cuerpo (bastante delgado por aquel entonces, pero con curvas) no fuera motivo de mofa ni de verg¨¹enza. Desear¨ªa haber tenido un entorno en el que tener caderas no fuera motivo de burla. Y sobre todo, desear¨ªa recuperar ese tiempo para vivirlo sin complejos ni llantos por no caber en la ropa de aquellas marcas que, por aquel entonces, solo dise?aban faldas de tubo.
Hace muchos a?os, cuando estaba entre la 36 y la 38, fui a la tienda de una dise?adora que ahora se dedica a otros menesteres y ped¨ª probarme un vestido. La dependienta (tambi¨¦n joven, pero mayor que yo entonces) me dijo que era mejor que no lo hiciera, porque lo iba a romper. Una groser¨ªa de ese nivel solo se la sueltan a una veintea?era. Insist¨ª y me prob¨¦ el vestido. Por supuesto que no lo romp¨ª. Pero, como dice un dise?ador de vestuario que conozco, ¡°una cosa es tu talla, y otra la talla que te cabe¡±. Y jam¨¢s hubiera comprado algo de una tienda donde intentan hacerte sentir mal por tener una talla mayor de la 36. ?Les extra?a que esta marca quebrase? A m¨ª no.
En esa misma ¨¦poca una compa?era de clase perdi¨® peso con mucho esfuerzo para caber en un vestido (?qui¨¦n no ha hecho esta tonter¨ªa alguna vez?). La chica ten¨ªa y tiene cara redonda, con lo que por mucho peso que pierda, siempre tendr¨¢ aspecto de pesar m¨¢s de lo que pesa. Fue a la tienda de una de esas marcas en la que el dise?ador saca la misma colecci¨®n a?o tras a?o. Cupo en el vestido deseado, para disgusto de los dos despendientes, que la miraron como quien descubre el desfigurado rostro de El Fantasma de la ?pera. ¡°Qu¨¦ disgusto se va a llevar el jefe cuando se entere¡±. Digo ¡°el jefe¡± por no decir el nombre del dise?ador en cuesti¨®n, un tipo comprometido, supongo, con la aniquilaci¨®n de personas con sobrepeso. La chica se llev¨® el vestido (no entiendo por qu¨¦) y llor¨® amargamente el maltrato al que le sometieron los empleados de su admirado dise?ador.
Poco tiempo despu¨¦s Karl Lagerfeld firm¨® con H&M para sacar una colecci¨®n con ellos. Premium para H&M y barata para Lagerfeld. La ira del difunto k¨¢iser se desat¨® al ver que hab¨ªan hecho tallas para gente de proporciones mastod¨®nticas capaces de portar hasta una 44. En sus propias palabras, su ropa estaba dise?ada ¡°para gente esbelta¡±. Y, si bien es cierto que cada uno (y cada una) tiene una silueta a la que le favorece m¨¢s o menos un tipo de prenda, no es menos cierto que quien primero tiene que sentirse bien con una prenda es su portante. Mi compa?era de clase adquiri¨® un vestido de aquella colecci¨®n en la talla m¨¢s grande disponible, golpeando el pundonor del difunto genio.
Desear¨ªa recuperar ese tiempo para vivirlo sin complejos ni llantos por no caber en la ropa de aquellas marcas que, por aquel entonces, solo dise?aban faldas de tubo.
La gordofobia dentro de la moda es tal que en algunas marcas separan la colecci¨®n de tallas grandes de la normal, para alejar esos cuerpos no aspiracionales de sus pasillos. La mayor¨ªa de las marcas no dise?an por encima de unas medidas. Por encima ya son otros patrones. Si eres gorda est¨¢s obligada a esconderte. Los dise?adores considerar¨¢n que solo puedes vestir como tu anciana madre. Gracias a este prejuicio Shein ha llegado a tantos armarios. A las mujeres grandes, antes de Shein, no les estaba permitido verse o mostrarse atractivas. Es un tema digno de ensayo: el elitismo de la industria textil genera una ola contaminante a trav¨¦s de prendas de baja calidad y tallas grandes. No pocas marcas de ropa alternativa ofrecen tallas grandes en sus cat¨¢logos, pero no todas las mujeres de tallas grandes quieren vestir con moda alternativa.
A un dise?ador, o a una marca, no deber¨ªa de importarles en principio qui¨¦n lleve sus creaciones. Pero les importa porque sus clientes son los que hacen imagen de marca. En el caso de las marcas de lujo el corte es claro. Por m¨¢s que yo desee comprarme algo de la colecci¨®n Sicilian Carreto de Dolce & Gabbana, no puedo. No puedo, no me viene bien, ahorrar varios miles de euros para comprar una prenda. Lo m¨¢s barato supera los 300 euros. Estoy autom¨¢ticamente excluida. Si pudiera comprar un top de esa colecci¨®n por, digamos, 30 euros, este yacer¨ªa en una pila de prendas de dif¨ªcil combinaci¨®n. Me lo pondr¨ªa m¨¢s o menos, pero ser¨ªa una prenda m¨¢s, no la prenda reservada a las mejores ocasiones. Acabar¨ªa bajando conmigo a la playa, a la fruter¨ªa o al gimnasio. Ser¨ªa una prenda cotidiana. Y el lujo, si algo no es, es cotidiano. El lujo es raro, inaccesible, lejano. El lujo es cumplir a?os y no ganar peso. Adelgazar en la Buchinger. Beber un t¨¦ antioxidante en una vajilla comprada en Cristina Oria. El lujo es lo que no tenemos.
Durante la elaboraci¨®n de este art¨ªculo me pase¨¦ por varias p¨¢ginas de escorts. La palabra escort ya est¨¢ por encima de la palabra prostituta. En esos cat¨¢logos de mujeres exuberantes pero ordinarias hab¨ªa diversidad de tama?os y cuerpos. Sin embargo todas dec¨ªan pesar no m¨¢s de 56 kilos. La m¨¢s gorda que encontr¨¦ pesaba exactamente 56 kilos midiendo 1,60. Les aseguro que esa mujer no pesaba ni en broma 56 kilos. Para un hombre que alquila un cuerpo, una mujer no puede pesar m¨¢s de 56 kilos. Los hombres que alquilan cuerpos quieren acostarse con una Irina Shayk.
?C¨®mo se convierte una talla en un lujo?
Si la mayor¨ªa de las mujeres tiene una talla 40-42, una minor¨ªa de las adultas tiene tallas entre la 34 y la 38. Salvo las que se mantienen en ese tallaje por constituci¨®n, el resto aumenta de peso por factores como la edad, la gen¨¦tica, y el estilo de vida moderno que consiste en correr de un lado a otro y consumir productos ultraprocesados donde un 40% de la composici¨®n es una mezcla de harinas, grasa animal y aceite. Este porcentaje puede subir hasta un 60% en snacks y dulces. Sin embargo, la mayor¨ªa de las marcas de gama media/alta no se adapta a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n femenina. Esas marcas vivir¨¢n principalmente de perfumes y complementos. Sus dise?adores en muchas ocasiones desprecian a las mujeres que no son delgadas. No aspiran a tener una gran fortuna como Chris Xu (Shein), Amancio Ortega (Inditex), o Arthur Ryan (Primark). Aspiran a ser los dise?adores a los que compran las hijas de Xu, Ortega o Ryan.
La ropa est¨¢ para vestirse, protegerse de las inclemencias del tiempo y adaptarse a las diferentes situaciones sociales que vivimos. La moda es otra cosa. La moda es un sue?o en el que encajas o no encajas. Es tu decisi¨®n tomarla como una realidad o ser consciente de que es solo una enso?aci¨®n. Como dice una dise?adora consultada para este art¨ªculo, ¡°el vestido se tiene que adaptar a ti, no t¨² al vestido. Solo faltaba que te traumatizaras por un trapo¡±.
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