Ana Llurba: ?Querer escribir en ingl¨¦s es ser colonizado?
La escritora acaba de publicar ¡®Hemoderivadas¡¯, una s¨¢tira sobre el mundo del arte y las corrientes New Age relacionadas con el esencialismo femenino.
En un hotel de lujo de Zurich, Pandora Ferreira-Bisset se prepara para presentar en el Museo Kunsthaus una performance enmarcada dentro de la exposici¨®n antol¨®gica que le ha organizado el prestigioso museo suizo. Para sobrellevar la tensi¨®n, la artista realiza ejercicios de Kegel apretando un huevo ioni alojado en su vagina, mientras repite para s¨ª: ¡°?Solo en ti, Rahkti Ma, vivimos para siempre!¡±.
Esculpido en piedra obsidiana, el objeto que Pandora alberga en su interior le fue entregado, durante un retiro espiritual y previo abono de una cantidad de dinero nada desde?able, por ?gatha Selene, m¨¢xima responsable del grupo esot¨¦rico Energ¨ªa Menstrual Universal que, adem¨¢s de solucionar una serie de problemas f¨ªsicos y emocionales que atormentaban a la artista, la ayud¨® a elegir su nuevo nombre.
Sin embargo, a medida que avanza la espera, Pandora empieza a sentir que su exitosa vida como creadora internacional y cosmopolita tiene m¨¢s de simulacro que de realidad. Los textos que acompa?an a las piezas de su exposici¨®n, por ejemplo, no acaban de convencerle porque la comisaria de la muestra, con la que mantiene una relaci¨®n distante, no ha sabido captar su intenci¨®n art¨ªstica. Por si eso no fuera suficiente, su expareja disfruta de una fulgurante carrera despu¨¦s de abandonarla por una mujer madura muy bien posicionada en el mundo del arte, sus cuentas corrientes est¨¢n en n¨²meros rojos, una tormenta de nieve impide que su asistente llegue a tiempo para aplicarle su habitual enema de caf¨¦ y, cada vez que tiene que pasar un control de pasaportes, Pandora se ve obligada a utilizar su verdadero nombre porque, a diferencia de ¡°todas esas maricas hormonadas que intentaban suplantarnos, violando nuestros cuerpos, como tantos otros hab¨ªan hecho en el pasado, a m¨ª no me dejaron reemplazar el ordinario y prosaico Ana Carolina Ferreira Rodr¨ªguez, por mi nombre real, Pandora Adhbhuta Charitra Ferreira-Bisset, en mis documentos legales¡±.
Ese es, a grandes rasgos, el punto de partida de Hemoderivadas, la nueva novela de Ana Llurba en la que la escritora argentina realiza una mordaz s¨¢tira del mundo de arte y de algunas de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres en la sociedad actual. Por ejemplo, su lucha por empoderarse en el mundo laboral, el sufrimiento derivado del s¨ªndrome de la impostora, sin olvidar los atavismos relacionados con la menstruaci¨®n o las teor¨ªas pseudocient¨ªficas que defienden la toxicidad de la sangre menstrual.
¡°A medida que crece, otro de los personajes, el de Estelita, empieza a ver indicios de que es un ¨²tero alfa. Primero marchita las flores, luego mata los pececitos, corta la mayonesa y provoca una intoxicaci¨®n masiva en su barrio¡ Aunque hablo de ello, Hemoderivadas no es una tesis cient¨ªfica sobre las menotoxinas sino una s¨¢tira. De hecho, ni siquiera es una novela sobre la menstruaci¨®n, sino m¨¢s bien sobre c¨®mo el cuerpo de las mujeres es todav¨ªa un espacio p¨²blico. Aqu¨ª en Texas, donde estoy viviendo, si uno de mis colegas quiere hacerse una vasectom¨ªa se la podr¨ªa practicar casi en un cajero autom¨¢tico. Sin embargo, yo me tendr¨ªa que ir a otro Estado. Todas esas dificultades, como la falta de reconocimiento que sufre Pandora como artista, las supersticiones New Age o las cirug¨ªas a las que nos sometemos las mujeres est¨¢n en la novela, aunque siempre de una manera hiperb¨®lica, porque para eso est¨¢ la ficci¨®n. Si mi intenci¨®n hubiera sido otra, hubiera escrito un ensayo¡±.
Durante el proceso de escritura, Ana Llurba reconoce tener en mente a uno o dos lectores muy concretos y exigentes. ¡°No voy a decir sus nombres, ellos saben qui¨¦nes son, pero es cierto que si les gusta a ellos, estoy tranquila. Luego, la manera en c¨®mo se apropie cada lector de la novela ya es asunto suyo. De hecho, que cada uno haga una lectura diferente es muy bueno¡±, comenta la escritora, consciente de que Hemoderivadas podr¨ªa levantar ciertas ampollas en determinados sectores del feminismo.
¡°Aunque en Hemoderivadas est¨¢n esas pol¨¦micas transf¨®bicas como las de J.K. Rowling, no es una cr¨ªtica al feminismo, sino a ese esencialismo femenino presente en la llamada literatura femenina y en la New Age. En definitiva, es una cr¨ªtica a la explotaci¨®n de lo femenino. En ese aspecto, s¨ª quise llevar algunas conversaciones de ciertos sectores del feminismo al nivel de lo absurdo, de la hip¨¦rbole, pero, como dec¨ªa antes, siempre desde el lugar de la ficci¨®n que, para m¨ª, es el lugar de las preguntas. Por eso, en este libro no hay ninguna respuesta, ni ning¨²n posicionamiento personal sobre nada¡±, confirma Llurba.
Escrita como una suerte de simulacro polif¨®nico en el que hay referencias a las rese?as de libros inventados de Jorge Luis Borges, a la novela Vac¨ªo perfecto de Stanislaw Lem, a P¨¢lido fuego de Vladimir Nabokov y a La literatura nazi en Am¨¦rica de Roberto Bola?o, Hemoderivadas fue el modo que encontr¨® Ana Llurba para sobrellevar la pandemia de la COVID-19. ¡°Estaba viviendo en Berl¨ªn y el segundo confinamiento fue especialmente duro porque el invierno en esa ciudad es como un invierno nuclear. En esa ¨¦poca empec¨¦ a escribir peque?as piezas a petici¨®n de artistas como Paco Chavinet, que aparece citado en el libro. Luego vi Waiting for the Artist, un falso documental realizado por gente del Saturday Night Live que parodiaba The Artist is Present, la exposici¨®n de Marina Abramovi? celebrada en el MOMA en 2010, y a todo eso se sum¨® mi afici¨®n a inventarme sectas y religiones raras. En Hemoderivadas esa secta inventada es Energ¨ªa Menstrual Universal, pero ya en mi primera novela aparec¨ªa La puerta del cielo, porque tambi¨¦n me gustan mucho las sectas ufol¨®gicas. De hecho, en esta zona hay unas cuantas cerca del ?rea 51¡±.
Harta de trabajar como freelance, Ana Llurba decidi¨® regresar recientemente al mundo acad¨¦mico. Tras solicitar una beca del MFA biling¨¹e en Escritura creativa en UTEP, la escritora pasar¨¢ los pr¨®ximos tres a?os en El Paso, Texas. ¡°Cuando acaben los tres a?os ya ver¨¦ qu¨¦ hago. Mientras pueda vivir de otras cosas, seguir¨¦ escribiendo sin preocuparme. Si no pudiera, pues me pondr¨¦ a hacer palomitas o a comprar Bitcoins. Hay muchas cosas que pueden dar plata¡±, explica entre risas Llurba que, en lugar de elegir un destino m¨¢s sofisticado, opt¨® conscientemente por una ciudad fronteriza con M¨¦xico. ¡°Me vine al desierto porque, aunque hay cosas que son muy r¨²sticas, muy primitivas, me resulta m¨¢s interesante que las grandes ciudades como Nueva York, que creo que est¨¢ sobrevalorado¡±, comenta la autora, que en su novela ha situado el origen de sus personajes en C¨®rdoba y Londres, pero no los que el lector europeo o anglosaj¨®n pueden tener en mente.
¡°Me considero una escritora latinoamericana y una escritora argentina, pero que no quiere escribir novelas que sean tangos. Aunque lleve trece a?os fuera de mi pa¨ªs, no soy una escritora melanc¨®lica porque no me fui porque me expulsasen, ni por ser exiliada pol¨ªtica, sino porque quise marcharme. Adem¨¢s, tampoco procedo de Buenos Aires, sino de C¨®rdoba, una ciudad que no llega a los dos millones de habitantes. Todo eso es lo que ha provocado que en Hemoderivadas haya ese juego entre lo cosmopolita y lo provinciano que me ha llevado a que parte de la acci¨®n se desarrolle en Londres. Aunque puede sonar a chiste, Londres es una ciudad que existe de verdad en la provincia de Catamarca¡±, explica Llurba que, a trav¨¦s de esos peque?os detalles consigue transitar un camino alternativo al de la cultura anglosajona hegem¨®nica. ¡°Salir de Argentina me ha servido para tener una mayor perspectiva tanto del mundo como de nuestro idioma. Hay escritoras latinoamericanas que me vuelan la cabeza a las que no hubiera le¨ªdo si me hubiera quedado all¨ª. Por eso me llama la atenci¨®n que haya colegas de la beca que escriben en ingl¨¦s teor¨ªas acad¨¦micas postcoloniales. Cuando les veo, no puedo evitar decirles: ¡®chango, ser colonizado es querer escribir en ingl¨¦s¡¯¡±.
Reci¨¦n publicada en Espa?a por Aristas Mart¨ªnez, Hemoderivadas ya ha recibido ofertas para ser editada en otros pa¨ªses. Adem¨¢s, el pr¨®ximo verano Ana Llurba impartir¨¢ La verdad de las mentiras un taller en torno a la novela que se presentar¨¢ en diferentes ciudades europeas.
¡°No soy una persona viajera. He vivido en muchos lugares pero detesto viajar. A m¨ª lo que me gusta es llegar a una ciudad y quedarme. Sin embargo, con la vida n¨®mada que llevo no siempre es posible. De hecho, acabo de terminar un nuevo libro para una editorial cordobesa que se titula Mapas y cicatrices que habla de siete ciudades en las que viv¨ª o tuve alguna residencia corta. Me pidieron un ensa?o o una especie de memorias y ha sido a ra¨ªz de mi estancia en Texas cuando me di cuenta de que ten¨ªa que escribir sobre ese tema. No es algo buscado, sino el resultado de un proceso largo que tarda en asentarse en la cabeza y que, cuando lo hace, te pasa por encima¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.