Adelgazar no (siempre) est¨¢ en nuestra mano
M¨¢s de 600 millones de personas en el mundo son obesas, seg¨²n la OMS, el doble que en los a?os 60. En el banquillo se sientan hoy no solo el sendentarismo y la dieta. La contaminaci¨®n, la luz artificial y el gen de la gordura est¨¢n tambi¨¦n en el punto de mira.
Globesity, ¨¦se es el neologismo (de globe, mundo en ingl¨¦s, y obesity) con el que la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) ha definido una epidemia que en 2014 (¨²ltimos datos disponibles) afectaba a m¨¢s de 600 millones de personas en el planeta. La cifra era entonces el doble que en los a?os 60. ?El sedentarismo, el abuso de hidratos de carbono y de az¨²cares o la comida r¨¢pida son algunas de las causas que se aducen constantemente, pero no son las ¨²nicas. Las hay m¨¢s complejas?, explica Paula Rosso, nutricionista del Centro M¨¦dico Lajo Plaza en Madrid.
Un estudio reciente, publicado en la revista Obesity Research & Clinical Practice, le da la raz¨®n: la contaminaci¨®n, los probi¨®ticos, los medicamentos e incluso nuestros horarios ¨Ccenamos mucho m¨¢s tarde que anta?o¨C nos suman kilos. ?Para mantener la l¨ªnea, una mujer de 40 a?os debe hacer m¨¢s ejercicio y vigilar m¨¢s su dieta que una persona de la misma edad en 1971?, compara Jennifer Kuk, especialista en kinesiolog¨ªa de la School of Kinesiology and Health Science y autora del informe. En un an¨¢lisis de esta experta, se compararon, entre otros datos, el estilo de vida y el peso de unos 36.400 adultos entre los a?os 1971 y 2008. La conclusi¨®n: una persona con las mismas costumbres alimenticias y deportivas pesaba en 2008 un 10% m¨¢s que en 1971, y un 5% m¨¢s que en 1988.
Son muchas las posibles enfermedades derivadas de este mal; diabetes, dolencias cardiovasculares, trastornos ¨®seos o musculares y hasta algunos tipos de c¨¢ncer. La OMS calcula que la obesidad se cobra cada a?o 2,6 millones de vidas en el mundo.
La mayor¨ªa de los estudios coinciden en algo: no toda la culpa es nuestra. Un ejemplo, el gen de la gordura existe. ?El FTO se descubri¨® en 2007, pero sus funciones siempre se relacionaron con partes del cuerpo como el est¨®mago, no con la mente?, explica Miguel ?ngel Moreno, jefe de Servicio de Gen¨¦tica del Hospital Universitario Ram¨®n y Cajal de Madrid. La teor¨ªa cambi¨® hace dos meses con el hallazgo por parte de un equipo de cient¨ªficos del Imperial College de Londres de dos variantes gen¨¦ticas localizadas cerca del FTO y relacionadas con el cerebro. ?Los portadores son proclives a sentirse atra¨ªdos por alimentos de alto contenido graso; es decir, les tienta m¨¢s la comida basura?, a?ade el experto.
Otro culpable es el gen Iroquois 3, descubierto por Jos¨¦ Luis G¨®mez Sk¨¢rmeta, investigador del Centro Andaluz de Biolog¨ªa del Desarrollo. ?Est¨¢ implicado en la construcci¨®n de algunas partes del cerebro, act¨²a desde el hipot¨¢lamo, activa el FTO y es responsable del control del apetito?, detalla G¨®mez Sk¨¢rmeta.
La bola de cristal no existe (todav¨ªa). ?Con la informaci¨®n de la que disponemos, no es f¨¢cil predecir a qui¨¦n le sobrar¨¢n varios kilos en el futuro. Solo se conocen entre un 5% y un 20% de los genes implicados?, informa Moreno. ?En mi opini¨®n, el ADN nos condiciona en torno a un 37%?, aventura Albert Lecube, jefe de Endocrinolog¨ªa y Nutrici¨®n del Hospital Universitario de Arnau de Vilanova (Lleida). Ya existen ex¨¢menes de nutrigen¨¦tica, pero son caros (unos 300 euros) y su efectividad es limitada (no analizan suficiente ADN).
Otro factor que nos engorda es el estr¨¦s. ?El ruido es el protagonista de varias investigaciones. Este problema ¨Ccada vez m¨¢s com¨²n en las ciudades, el 45% de los europeos reside en zonas con unos niveles por encima de los 55 dBA¨C aumenta el cortisol, altera el funcionamiento hormonal y el cardiovascular. Adem¨¢s, provoca ansiedad y altera el sue?o, lo que se traduce a la larga en m¨¢s adipocitos?, explica Rosso. El centro de medicina y medio ambiente del Karolinska Institute de Suecia lo acaba de confirmar relacionando el tr¨¢fico y la contaminaci¨®n con el sobrepeso. ?Estudiamos a 23.000 personas, las m¨¢s expuestas a esa poluci¨®n ten¨ªan un 25% m¨¢s de posibilidades de acumular michelines?, afirman los investigadores.
Saludos al sol. ?Hemos alterado nuestro biorritmo; cada vez pasamos menos tiempo en exteriores?, asegura Rosso. Es la tiran¨ªa de la luz artificial. Esa dictadura inhibe la quema de calor¨ªas. Eso ha demostrado Patrick C.N. Rensen, catedr¨¢tico especializado en metabolismo y autor de un informe sobre luz y sobrepeso. ?La iluminaci¨®n o incluso las pantallas del ordenador o del m¨®vil inhiben la acci¨®n de la grasa parda, capaz de quemar calor¨ªas y lograr que adelgacemos?, afirmaba hace poco Rensen.
Es una paradoja: los espa?oles ingieren 39,5% menos calor¨ªas que en los a?os 70, se ejercitan m¨¢s, est¨¢n m¨¢s informados sobre reg¨ªmenes y superalimentos y, sin embargo, la ?enfermedad? se propaga, seg¨²n la Fundaci¨®n Espa?ola de Nutrici¨®n (FEN): hay un 10% m¨¢s de obesos que hace 20 a?os. ?El poder adquisitivo ha aumentado, tambi¨¦n la variedad de alimentos, pero comemos m¨¢s y la gen¨¦tica no ha tenido tiempo para adaptarse a las nuevas costumbres?, corrobora Dolores Corella, catedr¨¢tica de Medicina Preventiva en la Universidad de Valencia.
Nos puede la gula. Y la tentaci¨®n, seg¨²n una publicaci¨®n reciente de la Universidad de Cambridge. Las raciones se han agigantado: un paquete de patatas fritas es hoy un 50% m¨¢s grande que en 1993 y el de cacahuetes, un 80%. Los restaurantes son tambi¨¦n m¨¢s generosos: sirven filetes de 240 gramos, cuando antes eran de unos 160. El resultado: en Europa esta lacra afecta al 20% de los hombres y al 23% de las mujeres, seg¨²n datos de la Sociedad Espa?ola para el Estudio de la Obesidad.
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