Que parezca f¨¢cil
¡°La lorza no se evapora, a la lorza hay que eliminarla¡±. Esta es la arenga que usaba en clase el monitor del primer y ¨²ltimo gimnasio en el que me he matriculado en Madrid. Corr¨ªa el a?o 2000 y, entonces, esa frase resultaba hasta graciosa. Cuando terminaba la hora de ejercicio infernal me iba con mi amiga Bel¨¦n al bar de la esquina a tomar una cerveza fr¨ªa con unas bravas. La lorza, palabra que procede del ¨¢rabe hisp¨¢nico, alh¨²zza (pliegue o doblez de la ropa), no iba a evaporarse; adem¨¢s, la m¨ªa era a¨²n min¨²scula. Dej¨¦ la clase.
Tras ese intento estuve muchos a?os sin practicar m¨¢s que yoga. El ¡°inhala y exhala¡± lleg¨® a mi vida. Mucho tiempo despu¨¦s sigo sin saber respirar. La Wellness Global Summit, cumbre anual sobre el bienestar, ha detectado la respiraci¨®n como gran macrotendencia (sic). Existe una industria en torno a un gesto cotidiano y, esto es lo perverso, gratis. Han surgido gur¨²s como Sage Rader o Lisa de Narv¨¢ez, que ense?an a hacerlo, porque lo que hacemos durante 24 horas parece ser que no es respirar. S¨ª hay acuerdo acad¨¦mico en que la respiraci¨®n impacta en nuestra salud f¨ªsica y emocional y el tema tiene su propia literatura: Breath: The New Science of a Lost Art o Breathe to Succeed son dos de los t¨ªtulos que recogen esta tendencia. Leo con un 70% de inter¨¦s y un 30% de iron¨ªa la informaci¨®n sobre esta nueva categor¨ªa del bienestar. S¨¦ que una respiraci¨®n profunda y lenta disminuye el cortisol, hormona responsable del estr¨¦s, pero no creo que sea necesario reservar en ning¨²n retiro de respiraci¨®n para hacerlo bien. Dicho esto, he estado a cinco segundos de solicitar informaci¨®n para uno de Norfolk. S¨ª he aprendido, tras leer sobre respiraci¨®n, que existe un truco muy sencillo para calmarse: leer poemas en voz alta o recitar salmos. Los primeros versos nos confirman que no sabemos respirar, porque es f¨¢cil ahogarse. Con la pr¨¢ctica todo es m¨¢s fluido, el aire entra y sale, como las palabras. Funciona.
La respiraci¨®n es la primera capa de cualquier ejercicio. En la nataci¨®n, algo que en verano hacemos casi sin pensar, es obvio. Sobre ella dice mi amigo Tom¨¢s, una suerte de fil¨®sofo acu¨¢tico, que ¡°consiste en respirar de manera consciente, mirar una l¨ªnea oscura en el fondo de la piscina y estar a ciegas de tu pro- pio cuerpo¡±. ?l me dio el mejor consejo para nadar: ¡°Ana, tall and proud¡±. Lo hizo en ingl¨¦s, porque as¨ª lo hab¨ªa aprendido ¨¦l y porque no nos ponemos de acuerdo en la traducci¨®n. Significa nadar con la columna recta y orgullosa. Esta frase es mucho m¨¢s elegante (suena a Downton Abbey) que la soflama de la lorza.
Los tiempos han cambiado, las frases motivadoras en cualquier ejercicio tambi¨¦n. Busco disciplinas en las que estas sean suaves, porque nunca he cre¨ªdo que se aprenda del sufrimiento: yo solo lo hago disfrutando. Mi otra arenga de cabecera es la que repite Marisol, mi entrenadora personal. No hay clase en la que no diga, con su acento colombiano: ¡°Que parezca f¨¢cil¡±. Planea lanzar una l¨ªnea de ropa y va a imprimir estas palabras en sus camisetas. Cada vez que escucho esas tres palabras me echo a temblar: lo m¨¢s f¨¢cil es lo m¨¢s dif¨ªcil. Sabemos hacer el pino, pero no tumbarnos en el suelo y permitirnos descansar. Me gustan las pel¨ªculas que parece que se han hecho solas, como Licorice Pizza o Alcarr¨¤s, los viajes que se organizan sin esfuerzo, las cenas que se montan con dos mensajes; me gusta la vida que parece f¨¢cil, aunque no lo sea, porque nada lo es. Para terminar, propongo un ejercicio: vaya a su estanter¨ªa, busque un libro de poemas y lea en voz alta. Y que parezca f¨¢cil.
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