Convertir un clavo en una joya: historia de un gran ¨¦xito de Cartier que cumple 50 a?os
Hace 50 a?os, Cartier se atrevi¨® a convertir un clavo en una joya. Una idea radical que hoy es un objeto de culto.
Entre la ingente influencia est¨¦tica que el punk leg¨® a la moda est¨¢ el gesto de convertir el objeto utilitario en pieza decorativa: imperdibles, tuercas, candados¡ dejaron de ser meras herramientas para adquirir el estatus de complementos. Era su modo de dar valor a lo ordinario, de subvertir los c¨®digos que median, imperceptibles, en nuestras rutinas. Pero curiosamente, no fue el punk el que lo hizo antes, sino Aldo Cipullo, el joyero neoyorquino que trabajaba para Cartier, en 1971.
A Cipullo (y a Cartier) le gustaba seguir la m¨¢xima funcionalista, ?la forma sigue a la funci¨®n?. Pero no era arquitecto, sino joyero, o lo que es lo mismo, dise?aba piezas cuya ¨²nica finalidad es y era la de decorar. Por eso, se obsesionaba con los utensilios m¨¢s banales, porque despojarlos de su categor¨ªa de medios y convertirlos en fines en s¨ª mismos, en objetos para ser vistos y admirados, generaba un efecto mucho m¨¢s fascinante que cualquiera de los motivos ornamentales que caracterizaron a la joyer¨ªa de entonces. Un clavo enrollado, estudiado minuciosamente para calibrar su ajuste al dedo o a la mu?eca. Lo llam¨® Solo un clavo (Juste un Clou), para incidir en que la obviedad puede ser una idea radical. Y lo fue. Tanto que en 1971 el mundo no estaba preparado para entender c¨®mo un clavo adquir¨ªa el estatus de objeto de culto, como tampoco lo estaba para que las joyas, que por entonces segu¨ªan ligadas a la profusi¨®n ornamental y a las ocasiones especiales, fueran vistas como objetos unisex que se llevan a diario. No fue hasta 2012 cuando el Juste un Clou volvi¨® a la vida. Los tiempos, por fin, hab¨ªan cambiado. Y con ellos la definici¨®n de joyer¨ªa. El punk sent¨® unas bases est¨¦ticas sobre las que el lujo construy¨® nuevas premisas. Imperdibles de brillantes, cadenas industriales de oro, clips de plata¡ Fue el modo que tuvieron las firmas de atraer a esa nueva generaci¨®n que empez¨® a darle la vuelta a la definici¨®n de lo exclusivo. Cartier, por su parte, sigui¨® haciendo lo mismo: apostando por una cultura del dise?o basada en el purismo formal y la precisi¨®n artesanal. El clavo sigui¨® siendo un clavo, en distintas proporciones y materiales.
Ahora, aquel gesto rebelde, que pasaba por mezclar la insignificancia con el lujo, cumple medio siglo. Y como suele ocurrir con todos esos dise?os que nacen de la audacia, sigue resultando un objeto vanguardista. Qui¨¦n iba a pensar, hace 50 a?os, que un clavo se utilizar¨ªa para lo contrario: en lugar de para sujetar, su funci¨®n sirvi¨® para liberar.
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