La historia detr¨¢s de la saga Cartier, los ¡®Steve Jobs¡¯ de la joyer¨ªa
Francesca Cartier Brickell, perteneciente a la sexta generaci¨®n de esta familia, recoge en un libro los entresijos de la ic¨®nica casa, cuyas piezas han lucido princesas, reinas como Letizia y estrellas como Grace Kelly o Elizabeth Taylor
Hace 10 a?os, Francesca Cartier Brickell, sexta generaci¨®n de la saga que da nombre a la m¨ªtica firma de joyas, acudi¨® junto a otros parientes a la casa de su abuelo Jean-Jacques en el sur de Francia para celebrar el 90 cumplea?os de este. Durante la velada, el hoy fallecido Jean-Jacques le pidi¨® a su nieta que bajara a la bodega a buscar una botella de champ¨¢n vintage que hab¨ªa reservado para la ocasi¨®n, pero ella acab¨® encontrando algo mucho m¨¢s interesante: un baqueteado ba¨²l de piel con cientos de cartas de sus antepasados que se cre¨ªan perdidas. Ese hallazgo le dar¨ªa un giro total a su vida. Porque Francesca, que estudi¨® en Oxford y La Sorbona y en 2009 trabajaba en Londres en el sector de las finanzas, decidi¨® abandonar su carrera para dedicarse a tirar de ese hilo e intentar desentra?ar la historia de sus ancestros.
El resultado de una d¨¦cada de investigaci¨®n en el archivo familiar ¡ªcartas, diarios, bocetos, fotos, documentos y telegramas¡ª y de viajes por el mundo persiguiendo pistas (de Nueva York a Mumbai, y de Budapest a Missouri) es The Cartiers: The Untold Story of the Family Behind the Jewelry Empire (Los Cartier: La historia no contada de la familia detr¨¢s del imperio de la joyer¨ªa, en ingl¨¦s), un libro de casi 700 p¨¢ginas que se ha publicado el martes en Reino Unido. ¡°Ha sido un viaje fascinante, leer cartas de hace 100 a?os en un franc¨¦s de letra picuda, seguir los pasos de mis antepasados y rastrear joyas representadas en bocetos que he encontrado en diarios descoloridos. A veces, ha sido un verdadero trabajo de detective¡±, ha contado la autora (quien no ocupa ning¨²n rol en la firma Cartier, que pertenece al conglomerado suizo Richemont) a la web Jewelry Connoisseur.
Erigida en guardiana de la historia familiar, escribir esta obra ¡ªque se publica coincidiendo con el 200 aniversario del nacimiento del creador de la maison, Louis-Fran?ois Cartier¡ª le ha permitido conectar con sus ancestros ¡ªhasta entonces, meros fantasmas en blanco y negro en los ¨¢lbumes de fotos familiares¡ª y entender c¨®mo el humilde taller de joyas parisino que abri¨® Louis-Fran?ois en 1847 acab¨® transform¨¢ndose en el icono del lujo que el rey Eduardo VII describir¨ªa como ¡°el joyero de los reyes y el rey de los joyeros¡±. Al fundador lo sucedi¨® en la d¨¦cada de 1870 su hijo Alfred, que logr¨® mantener a flote el negocio en tiempos turbulentos, pero fueron los tres v¨¢stagos de este, Louis, Pierre y Jacques (el bisabuelo de Francesca), quienes lo catapultaron al ¨¦xito internacional. Ellos convirtieron a Cartier en una firma reverenciada por casas reales de todo el mundo (de los Windsor a los maraj¨¢s de la India) y estrellas de Hollywood como Grace Kelly o Elizabeth Taylor.?Los Borbones tambi¨¦n han lucido sus creaciones. La reina Letizia ha hecho de un par de pulseras gemelas una de sus joyas favoritas.
Como la escritora ha se?alado en entrevistas, Louis, responsable de la rama parisina de Cartier, era ¡°como un Steve Jobs de su tiempo¡±; un innovador revolucionario al que se le atribuye la invenci¨®n en 1904 del primer reloj de mu?eca para hombre (inspirado por su amigo el aviador Alberto Santos-Dumont, que no pod¨ªa extraer el suyo del bolsillo para mirar la hora mientras pilotaba), y que fue pionero en el uso del platino en joyer¨ªa. Pierre era un genio de los negocios y del marketing, y a ¨¦l se le encomend¨® hacer las Am¨¦ricas. Logr¨® establecer el cuartel general de Cartier en Nueva York en un ic¨®nico edificio en la Quinta Avenida que, astutamente, le hab¨ªa canjeado a un rico magnate por un collar de perlas. Suya fue tambi¨¦n la idea de adquirir el diamante Hope (esperanza, en ingl¨¦s), una incre¨ªble gema azul con fama de maldita que hoy se expone en el Museo Smithsonian de Washington (EE UU), y que ellos le vendieron a una exc¨¦ntrica heredera, Evalyn Walsh McLean, a quien le gustaba pon¨¦rselo a su perro o esconderlo en su jard¨ªn para que lo buscaran los invitados de sus fiestas (sus ocurrencias supusieron para Cartier a?os de publicidad gratuita en los peri¨®dicos norteamericanos).
En el reparto del mundo, a Jacques le toc¨® Londres. ?l era el experto en piedras preciosas y viajaba a menudo a la India en busca de las gemas (rub¨ªes, esmeraldas, zafiros...) que se han convertido en sin¨®nimo de la casa, o para tratar con maraj¨¢s como el de Patiala, para quien dise?aron en los a?os 20 un collar con 2.930 diamantes. Es solo una de las muchas piezas de leyenda producidas por estos tres hermanos, cuyo lema era ¡°nunca copiar, solo crear¡±, y que compart¨ªan el sue?o ¡ªcumplido con creces¡ª, de darle alas a la empresa familiar. En ese sentido, The Cartiers no es tanto un libro sobre el legado art¨ªstico de la firma como la visi¨®n personal de Francesca sobre ¡°las personas detr¨¢s de los diamantes¡±. Su abuelo, que dirigi¨® Cartier Londres hasta 1974 ¡ªfue el ¨²ltimo miembro de la familia vinculado con la gesti¨®n de la compa?¨ªa¡ª probablemente estar¨ªa orgulloso de ver lo lejos que ha llegado su nieta a partir del pu?ado de cartas polvorientas que encontr¨® en su bodega.
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