Desmontando el mito de la rubia explosiva, tan liberada como corta de luces
Es un clich¨¦ femenino con dimensi¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y cultural al que las nuevas generaciones quieren dar una interpretaci¨®n m¨¢s profunda y positiva.
Estupidez. Promiscuidad. Materialismo. Dicen las matem¨¢ticas de la misoginia que en la intersecci¨®n de estos par¨¢metros (imag¨ªnelos en un diagrama de conjuntos de Venn) siempre hay una rubia. Una bombshell, una bimbo, una Barbie. Todo con b de blonde, rubia en el ingl¨¦s universal de los t¨®picos pop. Nunca, jam¨¢s, nadie ha podido probar que esta mutaci¨®n capilar ¡ªuna peque?¨ªsima alteraci¨®n en uno de los genes que controlan la formaci¨®n y distribuci¨®n de la melanina, de la que apenas goza el 5% de la poblaci¨®n mundial¡ª tenga algo que ver con tan extendido y degradante estereotipo. Y, sin embargo, hasta algunos cient¨ªficos han participado en la creaci¨®n del prejuicio. ¡°Es posible que su rareza resulte sexualmente atractiva¡±, expon¨ªa el doctor David Kingsley, bi¨®logo de la Universidad de Stanford, al hacer p¨²blico su estudio sobre el hecho diferencial rubio en la revista Live Science, en 2014. Se entiende que cuando Margot Robbie se plant¨® en las oficinas de Mattel hecha un rayo de sol para negociar los derechos cinematogr¨¢ficos del m¨¢s popular de sus productos, en 2018, los ejecutivos de la multinacional juguetera perdieran la cabeza. ¡°Es que es guap¨ªsima¡± (no dijeron lo mismo dos a?os antes de la menos normativa trigue?a Amy Schumer, que abandon¨® el primer proyecto f¨ªlmico echando pestes). La compa?¨ªa lleva casi una d¨¦cada intentado cambiar la percepci¨®n que el mundo tiene sobre la m¨¢s rubia ¡ªen todos los sentidos¡ª de las mu?ecas.
Lo que Barbie, la pel¨ªcula, vaya a hacer o no por dinamitar el clich¨¦ est¨¢ por ver, aunque algo se sabe: lo que empieza como una fabulosa utop¨ªa de tono magenta termina derivando en bocado de cruda realidad. ?Lo convierte eso en un t¨ªtulo feminista? Depende de a qui¨¦n se le pregunte, claro. Vicepresidenta y productora ejecutiva de la flamante Mattel Films (de todo es posible hacer ya un universo expandido de h¨¦roes a lo Marvel), Robbie Brenner ha dicho que ¡°no se trata de lo que sea o deje de ser. Es una pel¨ªcula que abarca mucho. Todos somos part¨ªcipes de la broma, pero de pasteleo, nada¡±, responde.
El debate nace porque los escurridos hombros de ese trozo de vinilo moldeado a imagen y semejanza de una jovencita de 19 a?os ¡ªseg¨²n su creadora, la tan controvertida como avezada Ruth Handler, que luego har¨ªa tambi¨¦n fortuna con las pr¨®tesis mamarias¡ª llevan demasiado tiempo soportando el peso de cierto ideal femenino. Cuenta el bi¨®logo Armand Marie Leroi en La laguna: c¨®mo Arist¨®teles descubri¨® la ciencia (2014), que el fil¨®sofo griego ya concluy¨® durante un viaje a Lesbos, hace m¨¢s de dos milenios, que las rubias se lo pasaban mejor con el sexo. Hablamos, que no se olvide, del mismo pensador que proclam¨® que la mujer no tiene moral y, por eso mismo, tampoco alma. Que los antiguos asociaban la claridad capilar con las prostitutas es igualmente sabido (el peroxidado era pr¨¢ctica com¨²n en Grecia y Roma). Para el caso, parece que hay unanimidad acad¨¦mica en considerar Les curisit¨¦s de la foire como piedra fundacional del relato de la rubia explosiva y corta de luces: una pieza teatral sat¨ªrica de 1775 que en un solo acto hac¨ªa mofa y befa de Rosalie Duth¨¦, cortesana del Par¨ªs de Luis XVI que hablaba intercalando largos silencios, lo que daba a entender que, adem¨¢s de coquette, era tont¨ªsima. La misma distracci¨®n/debilidad mental le sirvi¨® a Anita Loos para rematar el mito en 1926 con la flapper de su novela Los caballeros las prefieren rubias. La adaptaci¨®n al cine de 1953 le ganar¨ªa la medalla de s¨ªmbolo sexual bobalic¨®n definitivo a Marilyn Monroe.
¡°Ser rubia es un c¨®digo de belleza, poder y estatus que ha sido obsesivamente alimentado por las industrias culturales, de la vecinita de enfrente californiana a la celebridad empoderada del ¡®porque yo lo valgo¡¯, para influir en la mujer. La dualidad entre la puta y la santa virginal rubia puede fluctuar, pero nunca desaparecer¡±, concede la historiadora y cr¨ªtica de arte brit¨¢nica Joana Pitman, autora del referencial ensayo On Blondes (Bloomsbury, 2003). Podr¨ªa entenderse as¨ª que lo rubio sea una identidad pol¨ªtica y econ¨®mica femenina definida por la mirada masculina: las madonnas y las diosas de cabellos dorados que idealizaron los pintores del Renacimiento y el Barroco, las n¨ªnfulas de brillantes tirabuzones ensalzadas por los escritores rom¨¢nticos o las divas platino que exig¨ªa el sistema de estudios hollywoodiense, todas forman parte de la misma narrativa que le dice a la mujer lo que tiene que ser. De ah¨ª tambi¨¦n que la cuesti¨®n nunca haya sido nacer rubia, sino llegar a serlo, parafraseando a Simone de Beauvoir. ¡°Si solo tengo una vida, d¨¦jame vivirla como una rubia¡±, rezaba el eslogan de Miss Clairol, el tinte que revolucion¨® el peroxidado casero en 1956. Al a?o ya inquir¨ªa: ¡°?Acaso las rubias no somos m¨¢s divertidas?¡±. Pod¨ªan hab¨¦rselo preguntado a Jayne Mansfield, sex symbol del momento, que con un coeficiente intelectual superior a 160 tuvo que pasar por lerda e inventarse una burbuja rosa (era una astuta relaciones p¨²blicas) para medrar como actriz.
Cuando Barbie naci¨® en 1959 la forma caus¨® conmoci¨®n, pero no tanta como el fondo: aquella r¨¦plica en miniatura de la bomba sexual platino ven¨ªa dispuesta a comerse el mundo. Desde el momento mismo de su lanzamiento ya tuvo su kit de ejecutiva. Dos a?os despu¨¦s, comparec¨ªa como astronauta cuando Neil Armstrong siquiera so?aba con pisar la Luna. El sistema trag¨® porque vio c¨®mo sacarle partido: si las anteriores mu?ecas con aspecto de beb¨¦ serv¨ªan a las ni?as de iniciaci¨®n a la maternidad (o para atraparlas en un perverso bucle infantil, como a la Babydoll de Carroll Baker o la Baby Jane de Bette Davis), esta mujercita las introduc¨ªa en los placeres del capitalismo con sus magn¨ªficas posesiones. Feminismo consumista y glamuroso. ¡°Era todo lo que no quer¨ªamos ser, precisamente porque era lo que nos dec¨ªan que ten¨ªamos que ser. Por eso la detest¨¢bamos¡±, admite Gloria Steinem en el documental Desmontando a Barbie (2018).
Ahora que TikTok bulle con el hashtag #BimboTok, reapropiaci¨®n positiva del viejo estereotipo de la tonta del bote rubia por parte de las j¨®venes Zeta (emparentada con la tendencia Y2K), todo parece color de rosa. Hasta las mujeres racializadas participan sin prejuicios de una fiesta a la que les cost¨® ser invitadas. S¨ª, estas barbies ya lo son todo. Y Ken, bueno, Ken es solo Ken, constata la inteligente maquinaria promocional de la pel¨ªcula. Claro, el mu?eco tiene g¨¦nero masculino: a ¨¦l nunca le ha hecho falta demostrar lo que vale, nadie le ha dicho jam¨¢s lo que tiene que ser. Le basta con ser hombre. Aun siendo rubio.
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