Sexy, escotazos y liberaci¨®n: la cruzada de Diane von Furstenberg
Su vestido cruzado se lo (auto)regalaban las chicas que consegu¨ªan un ascenso en los 70. La dise?adora m¨¢s salvaje reivindica saltarse las normas y vivir a su manera.
Ava Gardner. Lola Flores. Rihanna. Hay mujeres que dan la impresi¨®n de hab¨¦rselo pasado muy bien en la vida. Habr¨¢n sufrido como cualquiera, pero no van a dejar que nadie lo sospeche. Nunca cultivar¨¢n un aura tr¨¢gica ni subrayar¨¢n los esfuerzos y los sacrificios que les ha costado llegar a no dejar de re¨ªr. Diane von Furstenberg tiene tarjeta de socia en ese club. ?Cr¨¦eme?, dice con sonrisa pilla, ?fue divertido ser joven en los 70?.
La empresaria, que preside el Consejo de Dise?adores Americanos (CFDA), y se considera la matriarca de la moda americana, tard¨® mucho en verse a s¨ª misma como una dise?adora. Cre¨ªa que hab¨ªa tenido una buena ocurrencia, como el Tetra Brik o el Chupa Chups. En su caso, el wrap dress, el vestido envolvente, que lanz¨® en 1974. ?Siempre he estado agradecida a esas prendas porque me cuadraron las cuentas y me pagaron el Bentley que conduzco y todas las casas que tengo, pero antes a veces pensaba: ¡°Con todas las cosas que he hecho, ?por qu¨¦ solo hablan de eso?¡±. Ahora ya no. La exposici¨®n que hice en Los ?ngeles me sirvi¨® para darme cuenta de que no son solo importantes para m¨ª, sino para muchas personas?, dice saltando del ingl¨¦s a un perfecto castellano que aprendi¨® de joven en Madrid, con una sonrisa muy business-friendly de la que no se despega. La muestra que menciona, The Journey of a Dress, que acogi¨® el LACMA, el museo de arte contempor¨¢neo de la ciudad, fue uno de los hitos con los que celebr¨® el a?o pasado el 40 aniversario de su creaci¨®n m¨¢s famosa. Todo se conjur¨® para obligar a esta mujer hipervitaminada y adicta al futuro a mirar hacia atr¨¢s y hacia dentro. Public¨® sus memorias, The Woman I Wanted to Be (La mujer que quise ser, Simon & Schuster) y meti¨® las c¨¢maras de televisi¨®n en su casa, en el reality House of DVF.
Exposici¨®n en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas de la que Von Furstenberg es una de las protagonistas.
Germ¨¢n S¨¢iz
Magnate y madre. En un pasaje de su libro, mucho m¨¢s jugoso y franco de lo habitual, habla de los a?os que vivi¨® como joven divorciada madre de sus dos hijos, Tatiana y Alexandre, que ahora es el gestor financiero de su empresa. ?Pasaba mucho tiempo con los ni?os, cocinando para ellos y sus amigos, y a menudo llevando a alguno a urgencias para ver si un corte necesitaba puntos o si un brazo estaba m¨¢s que amoratado. Durante la semana, volv¨ªa a Nueva York a ser una magnate, atravesando las puertas con mis tacones altos y mis medias de rejilla?. Cuando dice magnate, en realidad utiliza la inusual forma femenina de esa palabra inglesa, tycoonness, que posee un timbre similar al castizo lideresa. Ahora tiene algunos a?os m¨¢s y ning¨²n ni?o accidentado a la vista, pero sigue siendo esencialmente una jewish mama, una gallina clueca tanto para su familia real como para los creativos que apadrina en el CFDA.
El d¨ªa que habl¨® con S Moda estaba en Bruselas, su ciudad natal, para la apertura de la exposici¨®n Los belgas. Una historia de moda inesperada. Calzaba mules de tac¨®n vertiginoso y la acompa?aba su cu?ada, que controla las tiendas de su marca en B¨¦lgica y viste como una DVF centroeuropea, con las mismas gigantescas pulseras doradas en ambos brazos.
Colecci¨®n o-i 2015/2016.
Imaxtree
No era ¨¦sa la imagen que proyectaba en los a?os 70, ni la de fiera matriarca ni la de responsable empresaria, cuando ella y su primer marido, el pr¨ªncipe austroalem¨¢n Egon von F¨¹rstenberg, se instalaron en medio del Nueva York warholiano, con sangre joven, dinero viejo y muchas ganas de fiesta. El d¨ªa que se cas¨® con ¨¦l, embarazada, su suegro, un fascista que hab¨ªa posado brazo en alto en una foto con Hitler, no acudi¨® a la recepci¨®n. No le emocionaba la idea de que su hijo se uniese a una jud¨ªa hija de una superviviente de Auschwitz. Un art¨ªculo publicado en la revista New York precipit¨® el final de su matrimonio. All¨ª ambos hablaban sin reserva de la bisexualidad de ¨¦l y de la pol¨ªtica ?abierta? que segu¨ªa la pareja. Ella declaraba que hacer el amor con su marido era tan aburrido ?como si tu mano derecha tocase a la izquierda?. En sus memorias admite: ?Me di cuenta de que no quer¨ªa ser esa princesa de Park Avenue con una falsa vida decadente?. Su divorcio coincidi¨® con el auge de su negocio. ?Nunca quise ni un d¨®lar de mi exmarido?, aclara hoy, cuando lleva d¨¦cadas casada con Barry Diller, un empresario audiovisual multimillonario que solo hab¨ªa tenido relaciones con hombres hasta conocerla.
Princesa por cach¨¦. En 1968, huyendo de un Par¨ªs que le parec¨ªa ?un l¨ªo? ¨C?Yo ten¨ªa la edad de los estudiantes que protestaban pero debo confesar que si cruzaba las barricadas era para ir al club Jimmy¡¯s en el bulevar Montparnasse?¨C acept¨® trabajar para el empresario textil italiano Angelo Ferretti. ?ste se hab¨ªa quedado con una obsoleta maquinaria para medias y Von Furstenberg descubri¨® que pod¨ªa utilizarla para hacer camisetas, y m¨¢s tarde vestidos, de nailon. Costaba menos de 15 euros producir cada uno; los minoristas los adquir¨ªan a 35 la pieza y en las tiendas se vend¨ªan a casi 70. Se despachaban m¨¢s de 25.000 a la semana a mediados de los 70. Es f¨¢cil hacer las matem¨¢ticas. Antes de llegar a los 30, la dise?adora ya era, si no una empresaria hecha a s¨ª misma ¨Cmantuvo su t¨ªtulo de princesa porque le daba cach¨¦ y sin duda los contactos de su exmarido fueron cruciales en sus inicios¨C, s¨ª un rotundo ¨¦xito autoproducido.
Cybill Shepherd, en Taxi Driver (1976)con dise?o de Diane von Furstenberg.
Cordon Press
Se ha dicho que los vestidos cruzados quedan bien a todo el mundo ¨Cno es cierto, se llevan mejor con las mujeres de caderas escurridas¨C y que eran un s¨ªmbolo de cierto feminismo corporativo previo a Sheryl Sandberg, quien, por cierto, prest¨® una cita promocional a su libro. Y es verdad. Tanto en los 70 como en los 90, cuando la marca protagoniz¨® un sonado regreso tras una d¨¦cada menos triunfante, el little DVF era el regalo que las j¨®venes profesionales se hac¨ªan a s¨ª mismas cuando consegu¨ªan un ascenso. ?No son un hito de la moda, son un hito sociol¨®gico y gracias a ellos consegu¨ª convertirme en la mujer que siempre quise ser. Almod¨®var me dijo que los consideraba un s¨ªmbolo de la feminidad ¨Csi alguien no ha visto La piel que habito puede dejar de leer en este instante¨C. Por eso se los puso a Elena Anaya en esa pel¨ªcula en la que un hombre se convierte en mujer?, cuenta. Y repite las se?as de identidad de la firma: ?Mi estilo es natural, sexy y en marcha. Si no lo puedes enrollar y meter en una maleta, no es de mi casa?.
Catalina de Cambridge con dise?o de Diane von Furstenberg.
Getty Images
Bienvenida a ¡®su¡¯ casa. Von Furstenberg admite que durante mucho tiempo ni siquiera se percibi¨® a s¨ª misma como dise?adora, sino como una empresaria con suerte. ?En 2005 vine a B¨¦lgica para abrir mi primera tienda en el pa¨ªs, en Amberes. Me sent¨ªa muy intimidada ante la idea de conocer a los creadores de aqu¨ª. ?Tan serios, tan rigurosos! Pero luego result¨® que fueron muy amables y me dieron una gran bienvenida?, recuerda. Sus otras dos misiones en Bruselas ahora, adem¨¢s de recibir esta ?validaci¨®n tan linda?, como dice de nuevo en castellano, son juzgar los trabajos de graduaci¨®n de la escuela de moda de La Cambre, algo que asegura que le fascina, y participar en una mesa redonda sobre el empoderamiento femenino. ?Si eres exitoso, lo primero que consigues es independencia econ¨®mica, lo cual es muy agradable?, conf¨ªa. ?Y lo segundo es una voz. Es tu obligaci¨®n ced¨¦rsela a la gente que no la tiene, el poder de las mujeres es mi misi¨®n en la vida?. Su diagn¨®stico de la actualidad no es muy optimista: ?Cuando estaba interna en el colegio, hab¨ªa chicas persas y afganas, y esos pa¨ªses eran seculares. Ya no es as¨ª. Cada d¨ªa en Mosul se venden chicas en jaulas y se pueden comprar por Internet. No, a las mujeres no les va muy bien ahora mismo?. A ella s¨ª, pero ¨¦sa es otra historia.
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