Es el mercado, amigo: mujeres que escriben ?mal?
Cuando se dice que es un ¡°olvido consciente¡±, ?a qui¨¦n refiere o interpela? ?Qui¨¦n se ha olvidado de las mujeres que, en general, escriben, aunque sea bien o mal?
Yo ahora estoy tranquila, aunque entiendo que haya quien no lo est¨¦. Porque estamos ante un cambio de paradigma cultural. He aguardado con paciencia a que la liebre saltase desde que dej¨¦ de creer en la literatura para observar el mercado. Internet, en este sentido, es mi principal proveedor de alegr¨ªas y gran jefe indio de confirmaci¨®n de ciertas intuiciones. Como dec¨ªa, comprendo la intranquilidad de alguien que ve con acierto escribir hoy ¡ªo que puede ser de inter¨¦s escribir ciertas cosas para abrir ?nuevos debates?¡ª que ¡°no s¨¦ si, como consecuencia de ese olvido hist¨®rico consciente, la moda es ahora que las mujeres han entrado en tropel en la literatura como si fueran una turba de bisontes corriendo por las praderas del oeste: a toda velocidad y sin rumbo serio alguno¡±. O tambi¨¦n arg¨¹ir que ¡°mujeres hay que por serlo ya quieren galardones literarios y reconocimiento intelectual¡±; sin olvidarnos de lo que subyace bajo estos enunciados: ¡°No es simplemente correcto decir que una determinada escritora es mala escritora¡±. Vale. Comparto en redes lo que se ha dicho, y no lo hago como denuncia, sino por el humor. Mi novia dice que solo soy graciosa haciendo memes y stickers, que me gusta ir a las im¨¢genes. El caso es que, como la empollona de la que siempre me he jactado ser, busco en estos destacados, que no carga el diablo, sino la imposici¨®n de los n¨²meros y el tr¨¢fico que un medio ha de tener para no morir en la red, porque as¨ª aparecen en el art¨ªculo del que proceden, a John Wayne, al sujeto que ejecuta. El predicado ya me lo s¨¦, y preferir¨ªa que nos alej¨¢semos de la ret¨®rica de F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente. Hace que escritoras como Mariana Travacio o Sara Gallardo, que hacen w¨¦stern, salgan poco favorecidas en la fotograf¨ªa, que parezcan poca cosa. Memas. Cuando se dice que es un ¡°olvido consciente¡±, ?a qui¨¦n refiere o interpela? ?Qui¨¦n se ha olvidado de las mujeres que, en general, escriben, aunque sea bien o mal? Si que las mujeres hayan ¡°entrado en tropel en la literatura¡± es una moda, ?por qu¨¦ se menciona la palabra ¡°literatura¡±? Tal vez sea mejor hablar de tendencias, estilos, corrientes, y aqu¨ª me pongo purista si es que de literatura se va a hablar, como la buena alumna que soy. Si se opta por decir ¡°moda¡±, cari?o m¨ªo, habla de mercado, de dinero, de cuotas de poder. En una palabra, de grados de accesibilidad a la industria editorial. Es menos elegante, m¨¢s turbador e inquietante, pero es una maniobra de cara, aunque manche.
No s¨¦ en otras partes del mundo, pero en Espa?a el acceso de las mujeres al mercado editorial fue un camino mediado. El d¨ªa 6 de enero de 1945, Carmen Laforet se alzaba con el Premio Nadal en su primera edici¨®n, y era un jurado compuesto ¨²nicamente por hombres quien se lo otorgaba: Josep Verg¨¦s, Ignacio Agust¨ª, Joan Teixidor, Juan Ram¨®n Masoliver y Rafael V¨¢zquez Zamora. Nos encontramos ante una de las primeras operaciones de marketing editorial de nuestra reciente historia literaria. Andando el tiempo, es claro afirmar que Nada, de Laforet, es una obra imprescindible para nuestro canon patrio, y que marca de un modo u otro a quien la lee, pero en aquel momento, pese a que se pensara que era un buen texto, no se percib¨ªa tanto as¨ª. No tant¨ªsimo. Pero ese d¨ªa se toc¨® una tecla y el piano sigue sonando hasta nuestros d¨ªas. La primera novela de Laforet goza de una salud de ventas extraordinaria y, si no, mirad los n¨²meros o los planes de lectura de los colegios. Ah¨ª est¨¢ Nada, no ha pasado el tiempo. Siguiendo este hilo, la ensayista canadiense Martine Delvaux anota en su ensayo Los boys club: por qu¨¦ los hombres siguen dominando el mundo, que ¡°en el caso de los hombres, los clubes forman parte del proceso de construcci¨®n de un personaje p¨²blico¡±. Qu¨¦ interesante, ?verdad? Aquel boy club de la edici¨®n catalana cre¨® el modelo de escritora que otras mujeres con vocaci¨®n por la literatura, como Carmen Mart¨ªn Gaite, habr¨ªan de seguir para integrarse como tal en el mundillo, que no fue otra cosa que una trampa angustiosa, es decir, ¡°una grandiosa morada con m¨²ltiples techos de cristal¡±, que dice Delvaux. Si bien fue un modelo que lo condicion¨® todo, el de Laforet, hubo techos de cristal que se quebraron. Pienso nuevamente en la propia Carmi?a, que, como cuenta Bel¨¦n Gopegui en El s¨ª de cada no, pudo decidir en cierta medida d¨®nde se la ver¨ªa y d¨®nde no, en lo que a eventos culturales de todo sesgo concierne. Ese margen de decisi¨®n es la responsabilidad ciudadana en todo su esplendor: la verdad es la abstenci¨®n, la educaci¨®n y el respeto con las ideas ajenas. El decir de manera constructiva. En ocasiones se nos olvida que con no participar de esas ideas, propias o ajenas, es suficiente, aunque entiendo que con las redes sociales participar sea democratizar, que entretiene. A m¨ª la primera, que todo lo hago por impresionar a mi novia, ya se ve. Al regresar a lo de los libros, que es lo que nos ocupa, nadie pone a nadie una pistola en la cabeza para que se acerque o compre ning¨²n t¨ªtulo que el mercado le ofrece. Tener un punto de vista es tener un punto de partida, y hay que cuidar que este no se desdibuje.
El mercado es un club masculino, y no es culpa de nadie que todo lo que amenace la hegemon¨ªa masculina se est¨¦ mercantilizando para salvar la vajilla.
Los bisontes, ay, los bisontes. Es el mercado, amigo, ?no hay nadie al volante! Yo desear¨ªa que el mundo no fuese as¨ª, que se pudiese explicar con palabra, voluntad e ¨ªmpetu literarios, pero no me quedan fuerzas. Seguir explicando la literatura, cuando ya no es literatura, con herramientas literarias me agota. Pero por una vez que hay capacidad de actuaci¨®n por parte de las mujeres, ?qu¨¦ quieres que te diga? Generan dinero, el dinero les otorga poder, no solo econ¨®mico, sino tambi¨¦n simb¨®lico. Lo tienen y lo gastan, leen lo que desean. El dinero te hace caer de pie. Ahora, en una coyuntura de mercado, ?no todo ha de perdonarse? ?Por qu¨¦? ?Acaso no hay hombres que se permiten escribir novelas-placebo entre una gran obra maestra y otra para continuar facturando? Es la trampa al solitario que el mercado, que es una de las m¨²ltiples expresiones del patriarcado en connivencia con el poder, el dinero y la cultura, se ha puesto. El mercado es un club masculino, y no es culpa de nadie que todo lo que amenace la hegemon¨ªa masculina se est¨¦ mercantilizando para salvar la vajilla. Desde las camisetas de ¡°Ni michisimi ni fiminismi¡±, los best seller de novela rom¨¢ntica o hist¨®rica, pasando por hacer iconos de identidades de mujeres de la cultura para vender calcetines o bolsas de tela, hasta los podcast de parejas de amigas. Y si no, ?de qu¨¦ tenemos ahora parejas de amigos que se han puesto a grabar como locos? Mercado, mercado, mercado. Est¨¢ bien, no pasa nada. Favoreces la creaci¨®n de moldes para despu¨¦s reutilizarlos. ?P¨¦rez-Reverte o Mar¨ªa Due?as? ?Santiago Posteguillo o Eva Garc¨ªa S¨¢enz de Urturi? ?La Grandes o Aramburu? Jos¨¦ Luis, ellas son un cicl¨®n. Estamos peleando por el espacio p¨²blico, por ocupar espacio en ¨¦l, y las mujeres han de dar gracias¡ otra vez. De una forma, siempre se nos recuerda cu¨¢l es el trocito que se nos cede y en qu¨¦ t¨¦rminos. Y no es que no sea capaz de hacerme cargo de la situaci¨®n, de lo duro que es compartir: tengo un hermano peque?o, y cuando en casa se hac¨ªan empanadillas, cada uno pon¨ªa su nombre en ellas. Pero hay quien oye campanas, y no sabe d¨®nde. Como dir¨ªa Gloria Fuertes, en estas situaciones lo mejor es siempre tirarse al campanero.
Volviendo un poco sobre lo que ha motivado la escritura de este texto, los bisontes, y tambi¨¦n sobre Delvaux cuando dice que en ¡°este mundo no solo hay mansplainers (¡) Tambi¨¦n hay interrogadores¡±, ah¨ª es donde entramos no solo todas, sino tambi¨¦n todos. Porque el debate sobre la literatura, digo, sobre el mercado est¨¢ alcanzando unos niveles insoportables. Hay que ver lo que cada d¨ªa se ha de leer, escuchar, conversar. Las charlas tan inanes de las que participamos, ?o nos dejan participar? Al menos ya hemos salido del siglo XIX y hemos entrado de la postguerra con tanto explicoteo; ahora somos maestras de escuela y no ¨¢ngeles del hogar. Esto cada vez se parece m¨¢s a Cu¨¦ntame: el espectador esperando a que el tiempo de la serie consiga por fin alcanzar el tiempo desde el que se efect¨²a el visionado. Ya va quedando menos. Ah y, por cierto, ya que es Sant Jordi, dejo aqu¨ª mi lista de la compra. Total para una cosa que s¨¦ escribir bien. Relatos, de Deborah Eisenberg, Intimidades, de Katie Kitamura, Los armarios vac¨ªos, de Maria Judite de Carvalho, La maestra y la Bestia, de Imma Mons¨®, Vidas paralelas, de Phyllis Rose y D¨ªas de llamas, de Juan Iturralde.
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