¡®Resistencia bisexual¡¯ y otros libros para salir del armario ¡®bi¡¯
Elisa Coll ha creado una revoluci¨®n con su libro ¡®Resistencia bisexual¡¯, reimpreso en menos de un mes. Aprovechamos el torbellino para recomendar lecturas que tal vez nos ayuden a hablar libremente de nuestra propia experiencia.
En una entrevista concedida a The Guardian en el a?o 2000, Susan Sontag asegur¨® que en toda su vida se hab¨ªa enamorado de cinco mujeres y de cuatro hombres. La exposici¨®n y narraci¨®n de su bisexualidad no resultaba una sorpresa, pues en el mundo cultural yanqui ya eran de sobra conocidas sus relaciones sentimentales con artistas y escritores de distintos g¨¦neros. Adem¨¢s, como podr¨ªamos leer algunos a?os despu¨¦s de su muerte en Renacida (Literatura Random House, 2011), los diarios de su adolescencia y primera juventud editados por su hijo David Rieff, desde la misma ni?ez Sontag sab¨ªa que su atracci¨®n por los chicos y las chicas era fluida. A los diecis¨¦is se defin¨ªa como bisexual, e incluso bromeaba con que a veces se ten¨ªa que forzar a interesarse por algunos hombres, para demostrarse a s¨ª misma que verdaderamente lo era.
La definici¨®n exacta de la orientaci¨®n sexual de Susan Sontag es algo que ha fascinado a los cr¨ªticos de todo el mundo. No es raro encontrar textos sobre su dudas, ensayos sobre sus intermitencias y elucubraciones sobre si en realidad Sontag ¡ªincluso habiendo estado casada con un hombre durante casi una d¨¦cada¡ª lo que ten¨ªa miedo de ¡°denominarse claramente lesbiana¡±. En casi todos esos an¨¢lisis no se contempla que precisamente la bisexualidad es un tab¨². Una orientaci¨®n infrarrepresentada en nuestro imaginario colectivo, en nuestra cultura y en nuestras charlas sobre afectos. La prisa de terceros por definir y redefinir a Susan Sontag acaba convirti¨¦ndose en un pelda?o m¨¢s de la fobia que tantas veces mostramos hacia personas que, como la escritora y pensadora estadounidense, luchan por contar su verdad. Ella misma ironizaba as¨ª en 1949: ??Estoy enamorada de enamorarme!?; y lo hac¨ªa, curiosamente, pocas p¨¢ginas antes de narrar su encuentro en California con la m¨ªtica narradora Ana?s Nin, en una de sus conferencias sobre arte y psicoan¨¢lisis.
Ejercicios de Memoria Hist¨®rica LGBTQ+
Curiosa coincidencia, dec¨ªa, la aparici¨®n f¨ªsica de esta escritora en la vida de Sontag, porque junto con otras autoras igualmente m¨ªticas como Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, Hilda Doolittle, June Jordan, Edna St. Vincent Millay, Kate Millet o la mism¨ªsima santa madre Safo, Nin es una de las voces m¨¢s claras a las que podr¨ªamos agarrarnos para tejer una historia literaria de la bisexualidad, incluso si ellas no se definieron por una etiqueta, sino que m¨¢s bien edificaron ideas y crearon su arte hablando de sus oscilantes amores y deseos. Otra vez: la ausencia de representaci¨®n, la fuga de referentes. O como prefiere llamarlo la escritora y activista Elisa Coll, la falta de Memoria Hist¨®rica LGTBQ+ que tanto en lo cultural como en lo social, nos ha dejado ?un espacio inh¨®spito en el que se hace dif¨ªcil construir una identidad?.
Elisa Coll acaba de publicar Resistencia bisexual (Melusina, 2021), un ensayo a caballo entre la memoria y el reportaje period¨ªstico, en el que con mucha inteligencia analiza algunos de los prejuicios m¨¢s populares hacia la bisexualidad. Entrar en su libro es someterse a una serie de ejemplos y de reflexiones, que le hacen a una replantearse todo lo que sab¨ªa a prop¨®sito de su orientaci¨®n. Al contrario que la jovenc¨ªsima Susan Sontag, en su adolescencia Coll no sab¨ªa por qu¨¦ le gustaban las chicas. Sent¨ªa que era una suerte de desv¨ªo, que admirarlas era un pasatiempo, y que el simple hecho de desear a chicas y a chicos se convirti¨®, hasta los veintimuchos, en una jaula.
Para Coll s¨®lo fue posible salir del armario desde el enfrentamiento al miedo y a la violencia. Desde la lucha contra los estereotipos que le bloqueaban. Desde el activismo, la escritura, la comunidad y la investigaci¨®n, porque m¨¢s all¨¢ de c¨®mo lo hab¨ªan dibujado otras antes en la literatura, su orientaci¨®n acarreaba una cascada de preguntas. ?Por qu¨¦ tantas personas identifican bisexualidad con promiscuidad? [Pero ojo, porque como bien se?ala la autora, ?qu¨¦ problema hay con ser promiscuas?] ?C¨®mo debemos tratar nuestra salud sexual las personas bisexuales? ?A qui¨¦n recurrir cuando sufrimos burlas, acoso o violencia sexual? ?Por qu¨¦ nuestra experiencia se tiene menos en cuenta en el colectivo LGBTQ+? ?Y qu¨¦ hacemos con esa tendencia a sexualizarnos, a convertirnos en complementos, en juguetes, en unicornios o en categor¨ªas de app de ligues para las fantas¨ªas de la parejas heterosexuales?
Demasiadas preguntas, demasiados estereotipos, demasiada intenci¨®n de borrado, tanto desde la heterosexualidad como desde la homosexualidad. Conocida es esa an¨¦cdota de Kate Millet, referente del feminismo franc¨¦s, seg¨²n la cual ella se vio obligada a declarar p¨²blicamente que era lesbiana, delante de otras compa?eras feministas, que la acusaban de una suerte de traici¨®n, como si su bisexualidad fuera solo una equidistancia c¨®moda, una falta de compromiso con la gran causa. Por su parte, el cr¨ªtico Michael Amherst mostr¨® en el ensayo Las intermitencias del deseo. Sobre la verdad, la bisexualidad y el deseo (Melusina, 2019) una reflexi¨®n sobre la intolerancia hacia la bisexualidad de los hombres que me recuerda bastante al episodio de Millet: ?La bisexualidad masculina se cuestiona tanto como la heterosexualidad como la masculinidad. Si los homosexuales y heterosexuales fiscalizan el binarismo con tanto rigor es con el objetivo de salvaguardar la ilusi¨®n de la heterosexualidad, as¨ª como si primac¨ªa y normalidad. Una sexualidad fluida supone un desaf¨ªo al proponer que esas cosas no son inamovibles y tampoco constituyen una dicotom¨ªa. Abre la posibilidad a que no exista divisi¨®n?.
?Para qu¨¦ sirven las etiquetas?
Al final, todo este rechazo no es m¨¢s que falta de conocimiento, o la ausencia de la generosidad y la empat¨ªa que precisamos para comprender el deseo de lxs otrxs. Elisa Coll retrata esta bifobia a la perfecci¨®n: ?una cosa es que el deseo sea fluido y no r¨ªgido, y que las l¨ªneas que hemos marcado entre homosexualidad, bisexualidad y heterosexualidad sean difusas y cuestionables, y otra muy distintas es negar que una de esas categor¨ªas (que no por ser sociales son menos reales) est¨¦ sujeta a violencias estructurales espec¨ªficas, despolitiz¨¢ndola y conden¨¢ndola (como sigue ocurriendo) a no tener apoyo o credibilidad ante dichas violencias?. De hecho, puede que de entre las much¨ªsimas reflexiones subrayables de su ensayo, la m¨¢s interesante est¨¦ en la defensa que hace de las etiquetas.
Una de las maneras m¨¢s evidentes de atacar no s¨®lo a la bisexualidad en s¨ª, sino tambi¨¦n al t¨¦rmino que la define, es dudar de su existencia. Por eso no resulta muy diferente esta voluntad tan amplia por derribar la etiqueta ¡°bi¡± que encontramos entre ciertos y ciertas activistas, de la de aquellos discursos tr¨¢snfobos que en las ¨²ltimas semanas pueblan Twitter. Para algunas feministas, el debate sobre lo trans supondr¨ªa un borrado de la lucha de ¡°la mujer de verdad¡±. Del mismo modo, para algunas personas, la bisexualidad s¨®lo es un invento ¡°para borrar las luchas gays y lesbianas¡±. Hablar de algo tan cambiante y fluido como la orientaci¨®n bi, nos estar¨ªa oprimiendo ¡°en la obligaci¨®n de definirnos constantemente¡±.
Pero como bien explica Coll, a veces las etiquetas y la ultradefinici¨®n s¨ª que es necesaria, especialmente cuando se trata de visibilizar sensibilidades que est¨¢n fuera de todos los radares, en el fondo de las m¨¢s remotas periferias. Dice, jocosamente, en un fragmento: ?Para m¨ª, la funci¨®n de la etiqueta no es representar una caracter¨ªstica individual, sino el conjunto de violencias que me atraviesan o podr¨ªan hacerlo, independientemente de que me etiquete o no. Son un poco como como las varitas de Harry Potter: no es tanto que la elijas t¨² a ella, sino que es ella la que te toca a ti?. Luego precisa: ?Mucha gente sigue pensando que decir bisexual equivale a hablar de dos g¨¦neros o dos sexos, o que el prefijo bi refuerza la idea de que s¨®lo existen dos g¨¦neros o dos sexos y esto se convierte a veces en raz¨®n para rechazar esta etiqueta y la historia que acarrea?. Y para rematar Elisa Coll recupera esta cita de la activista trans Julia Serrano: ??Puede alguien por favor decirme c¨®mo el t¨¦rmino bisexual refuerza de alg¨²n modo el binarismo y sin embargo gay o lesbiana no lo hace? La mayor¨ªa de las personas identificadas como lesbianas usan ese t¨¦rmino para se?alar que se emparejan con mujeres, pero no con hombres. La mayor¨ªa de los hombres gays usan el t¨¦rmino gay para se?alar que se emparejan con hombres, pero no con mujeres. As¨ª que, ?por qu¨¦ no se acusa a los gays y a las lesbianas de reforzar la noci¨®n de que s¨®lo hay dos g¨¦neros??.
Salir del armario bi
23 de mayo de 1949. Susan Sontag escribe en su diario una entrada de m¨¢s de treinta p¨¢ginas en la que narra su primera experiencia sexual con una mujer. En un momento dado, celebra: ?mi concepto de la sexualidad est¨¢ tan alterado, ?gracias a dios!, la bisexualidad como la expresi¨®n de la plenitud de una persona?. Luego fantasea: ?Quiero acostarme con muchas personas. Quiero vivir y aborrezco la muerte?. Y tambi¨¦n remata: ??Y qu¨¦ soy yo ahora mientras escribo esto??
Es imposible, como adelantaba en las primeras l¨ªneas, no hacerse esta y muchas otras preguntas despu¨¦s de leer a Elisa Coll. Y especialmente despu¨¦s de adentrarse en el cap¨ªtulo introductorio ¡®Lo que no se concibe¡¯, donde cuenta con mucho mimo el largo proceso por el que lleg¨® a definirse como bisexual y c¨®mo el hecho de contarlo en un libro era, a su manera, parte de ese activismo literario que tanto le hab¨ªa aportado. Cuando cierro su libro, vuelvo a hacerme la pregunta de Sontag, aunque la pervierto. Resistencia bisexual, de hecho, es un ensayo que me regal¨® una amiga por la que probablemente sent¨ª atracci¨®n hace a?os, aunque mi entonces larga relaci¨®n hetero-mon¨®gama no me permitiera verbalizarlo.
??Y qu¨¦ soy yo mientras leo esto??. ?Y qu¨¦ soy yo mientras acumulo libros de Hilda Doolittle, que am¨® a tantos y a tantas? ?Y qu¨¦ soy yo mientras me emociono con los poemas er¨®ticos de June Jordan, dedicados a ellos y a ellas? ?Y qu¨¦ soy yo mientras releo Renacida, y me dejo llevar por el entusiasmo de una sexualidad libre? Lo que s¨ª s¨¦ es que la historia personal de Elisa Coll, narrada de manera tan sencilla, casi a modo de susurro, me hace sentir un poco embustera. Mientras Coll llega a cada vez m¨¢s lectores en nuestro pa¨ªs ¡ªacaba de salir de imprenta la segunda edici¨®n del libro, en apenas unas semanas desde su aparici¨®n¡ª dando un paso adelante con la exposici¨®n de su salida del armario, yo apenas hablo en p¨²blico de lo que me supuso, ya en la edad adulta, terminar con mi relaci¨®n de toda la vida y empezar a acostarme con otro hombre, s¨ª, pero tambi¨¦n con otras mujeres. De acuerdo con lo que he le¨ªdo en todas ellas, no deber¨ªa tener miedo a nombrarme. Hacerlo, incluso, podr¨ªa ayudar a otras personas a sentirse mejor consigo mismas. Podr¨ªa ayudar a reformular etiquetas. O incluso podr¨ªa ayudar a reivindicar esa Memoria Hist¨®rica que tanto preocupa a Coll. Porque aunque yo nunca vaya a tener la experiencia, ni la genialidad de Susan Sontag en aquella entrevista concedida a The Guardian en el a?o 2000, lo que puedo asegurar de manera rimbombante que en mis treinta a?os de vida am¨¦ a cuatro hombres y a una mujer. En otras palabras: s¨ª, soy bisexual.
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