Las fotos nost¨¢lgicas de las afganas en minifalda siempre vuelven
O c¨®mo la vestimenta femenina se instrumentaliza como baremo pol¨ªtico sobre el acceso real y pleno a las libertades sociales, econ¨®micas y culturales de las mujeres.
Pasa cada vez que Afganist¨¢n est¨¢ en el centro del debate geopol¨ªtico. La minifalda, una prenda que es s¨ªmbolo innegable de libertad y emancipaci¨®n femenina, monopoliza el debate. Las fotograf¨ªas de las universitarias paseando con esa prenda por Kabul en 1972 se viralizan y reproducen sin descanso por feeds y chats grupales, secuestrando nuestra atenci¨®n y enarbol¨¢ndose como s¨ªmbolo de libertad frente al terror y retroceso sociales de derechos que supone?el avance talib¨¢n. Pas¨® en 2013 en Reddit, en 2017 a prop¨®sito de una decisi¨®n presidencial de Donald Trump sobre la presencia de EE UU en el pa¨ªs y ha vuelto estas ¨²ltimas semanas con la retirada de la misi¨®n diplom¨¢tica en Afganist¨¢n, la ca¨ªda de Kabul y el anuncio de un nuevo gobierno talib¨¢n.
El efectista golpe visual de ¡®minifaldas vs. burkas¡¯ para reducir a una imagen las connotaciones de un conflicto internacional ha vuelto a ser el meme estrella de las redes en las ¨²ltimas semanas, sin importar el filtro burbuja de los usuarios o el pa¨ªs occidental desde el que se conectaran. B¨¢sicamente, estaban?por todas partes?y hasta se col¨® alg¨²n fake?en el furor global por reclamar las piernas al aire. ?Los medios est¨¢n obsesionados con esa foto de las minifaldas¡ En mi experiencia las afganas est¨¢n m¨¢s preocupadas por la educaci¨®n o la sanidad que por lo que llevan puesto o en la cabeza?, expres¨® con cierta irritaci¨®n hace unos d¨ªas la?codirectora de la divisi¨®n de Derechos de la Mujer en?Human Rights Watch (HRW), Heather Barr,?en una entrevista a Patricia Gos¨¢lvez en El Pa¨ªs?frente a la proliferaci¨®n en redes sociales y medios de comunicaci¨®n, una vez m¨¢s, de estas fotos.
Esa fascinaci¨®n por la vestimenta setentera de las afganas no es una novedad y ha sido crucial en el destino del propio pa¨ªs. Cuarenta y cinco a?os despu¨¦s de la instant¨¢nea, las tres minifaldas de tablas que capt¨® con su objetivo Laurence Brun en Kabul (la foto que ilustra el inicio de este art¨ªculo) sirvieron como gancho para convencer a Trump de que, pese a lo que hab¨ªa anunciado por activa y por pasiva en su campa?a presidencial, las tropas estadounidenses s¨ª deb¨ªan permanecer en Afganist¨¢n. Lo desvel¨® en 2017?The Washington Post, cuando anunci¨® que el entonces presidente de EE UU fue persuadido para enviar m¨¢s tropas al pa¨ªs gracias a esa fotograf¨ªa que le mostr¨® en una reuni¨®n su asesor de seguridad,?Herbert Raymond McMaster, ?para convencerle de que no era un pa¨ªs sin esperanzas? y que los valores occidentales s¨ª hab¨ªan estado presentes en el pasado.
El uso pol¨ªtico de la prenda alimenta grupos ideol¨®gicos desde hace a?os. Esa imagen y la de otras mujeres con vestimenta occidental en diversas urbes en la etapa sovi¨¦tica del pa¨ªs, tal y como apunt¨® entonces la directora de alcance digital del Global Investigative Journalism Network (Gijn), Rosalyn Warren, son estampas ?ampliamente compartidas en grupos antislamistas en la red?.??Esas fotos de la mujeres afganas en minifalda siempre se hacen virales en espacios de extrema derecha porque la gente que las comparte son algunos de los mayores apoyos de Trump?, escribi¨® al respecto la propia Warren en una tribuna en The Guardian,?donde a?ad¨ªa: ?Cuando se trata de las fotos de las mujeres afganas, el contexto es clave. Las fotograf¨ªas selectivas que muestran a mujeres de diferentes partes del pa¨ªs (ciudad y campo), procedencias y clases sociales no pueden comenzar a representar con precisi¨®n la realidad que las mujeres han enfrentado en Afganist¨¢n durante los ¨²ltimos 40 a?os o m¨¢s?.
Uno de los textos que ha vuelto a las estas semanas ha sido el ensayo?La militarizaci¨®n de la nostalgia: c¨®mo las minifaldas afganas se convirtieron en el ¨²ltimo salvavidas en la guerra contra el terrorismo, un texto que escribi¨® en 2017 el periodista Alex Shams a prop¨®sito de la controvertida decisi¨®n de Trump. All¨ª no solo repasaba el relato pol¨ªtico de la nostalgia por un futuro mejor que se ha hecho a trav¨¦s de esas im¨¢genes, tambi¨¦n recordaba que no era la primera vez que la ropa de las afganas se utilizaba para justificar operaciones militares (en 2001 la congresista republicana Carolyn Mahoney visti¨® un burka azul en la c¨¢mara estadounidense para pedir la intervenci¨®n estadounidense) y se preguntaba por qu¨¦ los no afganos solo se preocupan de aprender sobre Afganist¨¢n ¨²nicamente cuando hay mujeres en minifalda envueltas. ?En lugar de definir las libertades de las mujeres en t¨¦rminos de derechos sociales, pol¨ªticos y econ¨®micos, como el acceso a la sanidad y dem¨¢s servicios, esas posiciones reducen la ?libertad? a cu¨¢nta piel se est¨¢ ense?ando o no se est¨¢ ense?ando. Una fotograf¨ªa, de repente, se convierte en el elemento que decide qu¨¦ mujeres son libres y cu¨¢les no lo son?, apuntaba entonces Shams, aline¨¢ndose con el pensamiento que expres¨® Heather Barr hace unos d¨ªas y de otras reporteras que han trabajado en la zona.
¡°La historia de Afganist¨¢n en las ¨²ltimas d¨¦cadas es un ejemplo de c¨®mo las mujeres ¨Cy el control que se ejerce sobre ellas¨C siempre ha estado en el n¨²cleo del conflicto¡±, escrib¨ªa en 2014 la periodista sueca Jenny Nordberg en Las ni?as clandestinas de Kabul (traducida por Capit¨¢n Swing 2017), la investigaci¨®n period¨ªstica que realiz¨® para descubrir al mundo el fen¨®meno de las bacha posh, ni?as que se comportan y se visten p¨²blicamente como ni?os para vivir con m¨¢s libertad, una tradici¨®n instaurada en Afganist¨¢n desde mucho antes de la invasi¨®n talib¨¢n o rusa, pero del que no exist¨ªa un registro o un archivo documental.
?Los occidentales no suelen entender bien Afganist¨¢n?, explica Nordberg al tel¨¦fono preguntada por el peso de las instant¨¢neas de las afganas en minifalda en el relato medi¨¢tico y viral de los ¨²ltimos d¨ªas.?Cuando veo esas fotos pienso en los rusos y c¨®mo prometieron lo mismo que los americanos. Por supuesto que las mujeres deben vestir lo que ellas quieran vestir, pero tambi¨¦n es importante destacar que esas im¨¢genes estaban hechas en Kabul. Y Afganist¨¢n no es Kabul. La mayor parte de Afganist¨¢n viv¨ªa en la pobreza y era muy tradicional, esa libertad no se vivi¨® igual en todo el territorio?, destaca.
Ese desconocimiento sobre la situaci¨®n de las afganas por parte de occidente lo ejemplariza la propia Nordberg al recordar c¨®mo las expertas occidentales en g¨¦nero que hab¨ªan llegado al pa¨ªs despu¨¦s de 2001 para impartir cursillos de igualdad ignoraban el caso de las bacha posh. Ninguna sab¨ªa que estuviese normalizado y fuese un secreto a voces que las ni?as se raparan y se vistieran de ni?o para poder trabajar, ir a la escuela en zonas rurales, para ser m¨¢s libres o para, directamente, traer honor a una familia en la que solo hab¨ªan nacido ni?as en pleno siglo XXI. ?Cuando me acercaba a ellas me dec¨ªan: ¡®Oh no, esto no puede estar pasando, tendr¨ªamos constancia¡¯, pero pasaba, y era un secreto a voces por todo el pa¨ªs?, recuerda.
La minifalda y el optimismo de un pa¨ªs
Erigida en s¨ªmbolo de la libertad y emancipaci¨®n femenina, nadie en su sano juicio se atrever¨ªa a poner en duda de que la minifalda es mucho m¨¢s que una simple prenda del armario femenino. Es la herencia de reivindicaci¨®n hedonista y de libertad que Mary Quant dio a las mujeres, al ponerla de moda en Londres a mediados de los 50, refrescando de un tijeretazo los c¨®digos?juveniles y marcando distancia con la depresi¨®n de la postguerra de la generaci¨®n anterior.?Tambi¨¦n fue la apuesta que Courreges populariz¨® en Par¨ªs para airear los patrones conservadores de la costura francesa, una postura que irrit¨® profundamente a monsieur Dior y a Coco Chanel, que consideraba que la mini desprend¨ªa a las mujeres de las formas femeninas y las convert¨ªa en chiquillas y que hasta provoc¨® manifestaciones por la capital brit¨¢nica con j¨®venes reclamando el derecho a ense?ar pierna.
La minifalda tiene tantas connotaciones sociales que, como bien explic¨® Patricia Rodr¨ªguez en este reportaje, hasta se han desarrollado estudios para probar si era cierto aquel mito que aseguraba que cu¨¢nto m¨¢s corto es el bajo de la falda en sus calles, mejor le va a un pa¨ªs en su desarrollo econ¨®mico. Lo que se encontr¨® tras analizarlo: tras una crisis econ¨®mica la falda se alarga y cuando la situaci¨®n mejora, se acorta.
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