Frecuencia modulada, por Ana Pastor
?Acababa de cumplir ocho a?os y el mundo que le rodeaba, adem¨¢s de color, empez¨® a tener sonido?
![Ni?os audici¨®n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WXLF3JXMYFPODKLJJBBD662O4I.jpg?auth=81b5ac116b296f631ab4bf49ce98ebe1633b308209562e8b2d661f1c693ff0d0&width=414)
El silencio no le molestaba porque se hab¨ªa acostumbrado a ¨¦l. Sin embargo, no quer¨ªa que ocupara la mayor parte del d¨ªa. Ese maravilloso invento que acompa?aba ahora a sus peque?as orejas le hab¨ªa cambiado la vida. Sus padres hab¨ªan consultado con varios especialistas y finalmente apostaron por ¨¦l. Acababa de cumplir ocho a?os y el mundo que le rodeaba, adem¨¢s de color, empez¨® a tener sonido. Y eso cambiaba mucho las cosas. A¨²n ten¨ªa que esforzarse en centrar su mirada en los labios de quien le hablaba, pero el implante coclear le abr¨ªa infinitas posibilidades.
Mi amigo Antonio tiene ahora 18 a?os. Y no es diferente. Es especial. Su dificultad en la audici¨®n ha hecho que agudice otros sentidos y que desarrollara una incre¨ªble capacidad para escribir con fin¨ªsimo humor. Muchas veces este abre puertas y hasta derriba muros del que, aunque oye, no sabe escuchar. Me encanta su cara de entusiasmo cuando relata c¨®mo es su adaptaci¨®n al mundo universitario. Lleva unos meses en la facultad y las an¨¦cdotas son las de cualquier otro adolescente. Eso s¨ª, algunos profesores han colaborado para que pueda escucharles en una clase abarrotada y ruidosa a trav¨¦s de un sistema de frecuencia modulada, FM, como la radio.
Su caso no es ¨²nico en Espa?a. Hay m¨¢s de 8.000 personas, m¨¢s de la mitad son ni?os, que nacieron sordas o perdieron la audici¨®n pero que han reconquistado territorio gracias a estos implantes. Sin embargo, la despiadada crisis quiere llevarse tambi¨¦n por delante a esa parte de nuestra sociedad porque los implantes y su mantenimiento cuestan mucho dinero.
La vida, a veces, es incre¨ªblemente sorprendente y mientras escribo sobre Antonio, una amiga me env¨ªa un correo con una frase demoledora: ??Te imaginas tener que dejar de o¨ªr por no tener los recursos para pagar la rotura de un cable o el cambio de un procesador obsoleto??. Su autor es Marcos Lechet. Se qued¨® sordo con cinco a?os y a los 20 le pusieron el implante. Entonces escuch¨® su voz por primera vez. Fue como cumplir cualquiera de los miles de deseos pedidos de ni?o, como encontrar el mejor sin¨®nimo de la palabra felicidad, como volver a nacer. Ahora, Marcos ronda los 40, tiene un hijo de tres a?os y ha decidido levantar la voz. Asegura que en Espa?a hay un monopolio en la fabricaci¨®n y distribuci¨®n de esos implantes tan vitales. Por eso pide, a trav¨¦s de Change.org, que el Gobierno negocie con la compa?¨ªa y baje los precios. Me cuenta amargamente que el fabricante ?hace aparatos para o¨ªr pero no escucha lo que tenemos que decir. Convierte o¨ªr en un lujo que no todos podemos pagar?. Es desgarrador leer los mails que nos hemos intercambiado. Varios padres han enviado a Marcos cartas diciendo que, por culpa de la crisis y el maldito paro, han tenido que ?desconectar? a sus hijos del mundo exterior, guardar los implantes en el caj¨®n y esperar a que lleguen tiempos mejores.
Pero mientras eso ocurre, Marcos ha decidido moverse. Y ya le siguen miles de personas. Es una cuesti¨®n de dignidad, de igualdad y de justicia. Quiere escuchar y quiere ser escuchado. En uno de los ¨²ltimos correos me cuenta que pensaba que su hijo no sab¨ªa que ten¨ªa un pap¨¢ sordo hasta que se le rompi¨® una de las piezas y tuvo que prescindir del implante durante un mes. El peque?o descubri¨® que su padre no le entend¨ªa cuando le ped¨ªa algo, as¨ª que iba se?alando con el dedo lo que necesitaba. En aquellos d¨ªas oscuros, se le acerc¨® y le dijo: ?Papi te voy a comprar un aparato de muchos colores?. Quiz¨¢, con sensaciones as¨ª, como dir¨ªa el poeta brit¨¢nico Willard J. Madsen, ?tienes que ser sordo para comprenderlo?.
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