Jeremy Scott: exhibicionismo y humor para poner patas arriba la moda
Tras resucitar el ¨¦xito de Moschino y vestir a todas las estrellas del pop, acaba de publicarse la primera monograf¨ªa dedicada al dise?ador americano
¡°Parad el sistema de la moda¡±, rezaba una de las campa?as que Moschino lanz¨® en los noventa. La firma italiana, comandada por Franco Moschino, supo capitalizar a golpe de iron¨ªa todos los clich¨¦s que rodeaban y rodean a la industria: se ri¨® de las fashion victims, de los precios de las prendas, de las ense?as intocables (con Chanel a la cabeza) y de la ansiedad que precede en ciertos sectores al deseo de poseer el ¨²ltimo bolso o los ¨²ltimos zapatos de turno.
El fundador muri¨® en 1994 y la marca cay¨® en decadencia. Los que conocieron su ¨¦xito recordaban con nostalgia sus desfiles irreverentes, pero pocos de los j¨®venes aficionados al sector la ten¨ªan en cuenta. Los noventa fueron otros tiempos, dir¨ªan unos, una ¨¦poca que encumbraba el exceso y el optimismo. El fino humor de Franco era insustituible, dir¨ªan otros, y su marca nunca lograr¨ªa alcanzar el ¨¦xito sin ¨¦l.
En oto?o de 2013 la firma anunciaba a su nuevo director creativo, Jeremy Scott, un dise?ador que, como aquella, hab¨ªa pasado de ni?o mimado a actor secundario. Curiosamente, Scott trabaj¨® como becario para la casa nada m¨¢s terminar sus estudios y antes de emprender su carrera en solitario. De su ¨¦xito inicial quedaban sus colaboraciones con Adidas, su conquista del circuito del pop coreano o su papel en la gestaci¨®n est¨¦tica de la nueva Miley Cyrus. De repente, todos vieron en este creador americano al perfecto sucesor de Franco Moschino. Tras convertir el logo de McDonald¡¯s en un objeto de lujo, dedicar una de sus ¨²ltimas colecciones a la falsificaci¨®n de firmas famosas o comercializar camisetas con el mensaje ¡°Es muy caro ser Moschino¡±, ha quedado demostrado que es el id¨®neo para el puesto.
La marca se ha vuelto a convertir en el referente de it girls y celebridades y Scott vive el mejor momento medi¨¢tico de su carrera. Ahora la editorial Rizzoli le dedica su primera monograf¨ªa, un recorrido visual por los hitos de este excesivo creador de Kansas en el que pueden vislumbrarse sus influencias, sus obsesiones y ese peculiar modo de entender y enfrentarse a la moda.
La portada de la monograf¨ªa dedicada al dise?ador ya anuncia el tono de las fotograf¨ªas del interior
Rizzoli
¡°Muchos dise?adores est¨¢n asustados e intentan contentar a su audiencia. Jeremy dise?a para contentarse a s¨ª mismo¡±, afirmaba en una ocasi¨®n Katy Perry, una de sus clientas m¨¢s devotas. El ascenso al estrellato pop de Perrys, Cyrus, Gagas y otras figuras con una est¨¦tica efectista ha propiciado que el nombre de Jeremy Scott se convirtiera en recurrente en las redes sociales. Sin embargo, desde finales de los noventa su estilo ha sido el mismo: una alabanza a la cultura de masas y al exceso, una aproximaci¨®n a la industria desde el humor y una denuncia impl¨ªcita a los pilares que vertebran (supuestamente) la propia concepci¨®n de la moda.
Desde que llegara a Par¨ªs y se hiciera un nombre a trav¨¦s de su escena nocturna, la carrera de Scott es un alegato en contra de la sofisticaci¨®n, el elitismo e incluso el buen gusto. Su primera colecci¨®n, en 1997, ya jugaba con la fusi¨®n entre la alta y la baja cultura, confund¨ªa desfile y espect¨¢culo (se present¨® en un bar y simulaba el choque de varios coches) y encumbraba a su primera musa, la modelo Devon Aoki. La ¨²ltima, presentada en Nueva York el pasado septiembre, se centraba en collares hawaianos y coronas de flores, en tejidos reflectantes multicolor y significaba la primera colaboraci¨®n con su nueva clienta aventajada, Miley Cyrus.
Su colecci¨®n de 2004, ¡®Team Spirit¡¯, apunta a las tribus urbanas asi¨¢ticas, su principal clientela
Rizzoli
Por eso el libro no est¨¢ ordenado cronol¨®gicamente, sino a partir de secciones en las que se detallan las principales fuentes de inspiraci¨®n de Scott: la comida basura, el pop-art, las pieles falsas, el deporte, el sexo o la pol¨ªtica (de fotograf¨ªas que muestran a una modelo, ametralladora en mano, envuelta en una bandera americana hasta aquella libre interpretaci¨®n de la primavera ?rabe en forma de desfile).
Menci¨®n especial merece el cap¨ªtulo dedicado a Sexybition, la performance de 2003 en la situ¨® a un buen pu?ado de modelos y famosas (entre ellas Paris Hilton) en escenas que recuperaban los clich¨¦s del porno, de la barra de pole dance al pajar. ¡°S¨®lo despu¨¦s me di cuenta de que eso le supuso el veto en Style.com y otros medios de moda famosos¡±, escribe en el prefacio al libro Jeffery Deitch, director del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Los ?ngeles.
Tachado de mis¨®gino o incluso de racista (v¨¦ase aquel modelo de zapatillas que dise?¨® para Adidas y que fueron considerados una apolog¨ªa de la esclavitud), Scott ostenta actualmente el puesto de dise?ador-celebridad. ¡°Si no me dedicara a la moda, ser¨ªa una estrella del pop¡±, confesaba recientemente a la revista Vogue. Fan declarado de Jean Paul Gaultier, Keith Haring o Andy Warhol, muchos lo consideran el estandarte del pop art en las pasarelas, el ¨²nico capaz de convertir un envoltorio de chocolatina o un bolso inspirado en el fast food en la quintaesencia del lujo contempor¨¢neo.
pop, pl¨¢sticos y estampados animales. La inspiraci¨®n de Jeremy Scott gira en torno a las directrices cl¨¢sicas de lo kitsch
Rizzoli
¡°Me considero un artista que utiliza la moda como medio de expresi¨®n¡±, afirma Scott en el libro, d¨¦cadas despu¨¦s de que el propio Franco Moschino declarara: ¡°No soy dise?ador. Soy pintor, decorador, pero no el autor de una nueva era¡±. Sea o no as¨ª, lo cierto es que ambos, diferencias creativas aparte, utilizaron y utilizan su trabajo para transgredir los c¨®digos que usualmente definen las pasarelas, el lujo y los escaparates de la industria. La moda no tiene por qu¨¦ ser bella, ni pol¨ªticamente correcta, ni elitista, ni siquiera sofisticada. Si el kitsch hace tiempo que fue reconocido como un estilo art¨ªstico por derecho propio, Jeremy Scott demuestra que es posible trasladarlo con ¨¦xito a la moda al margen de ¨¦pocas y tendencias. Al contrario de lo que muchos auguraron, Moschino no es s¨®lo una consecuencia de los noventa, tambi¨¦n puede ser un testigo privilegiado de la d¨¦cada actual. Al fin y al cabo, su flamante director creativo ya tiene un libro que lo define como artista contempor¨¢neo. Y hasta un documental en camino.
De esta guisa cerra la modelo Andreja Pejic, una de sus musas, el desfile de oto?o de 2011
Rizzoli
Si su ¨²ltimo desfile femenino al frente de Moschino es una oda a la Barbie, en su estreno para hombre falsific¨® logos tan emblem¨¢ticos como el de Louis Vuitton
Cordon Press
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