Jordan B Peterson y Elliot Page: cuando el insulto es un ?necronombre?
El respeto y el reconocimiento del otro empiezan por nombrarlo. Me aterra que el marco de pensamiento se haya desplazado de tal forma que tenga que estar escribiendo un art¨ªculo sobre por qu¨¦ debemos respetar el nombre propio de otra persona.
De entre todas las anormalidades que suceden en torno a las existencias trans, la del cambio de nombre es la que mayores y m¨¢s extra?os mecanismos de defensa del delicado honor cisheterosexual ¨Ces decir, de las personas que no son trans¨C supone.
Todo el mundo tiene derecho a un nombre, y arrebat¨¢rselo, sustituirlo por un n¨²mero, por un pseud¨®nimo humillante o por otro nombre impuesto, supone uno de los primeros pasos b¨¢sicos de la deshumanizaci¨®n. La historia nos ha dejado ejemplos terribles de esta pr¨¢ctica, desde los tratantes de esclavos hasta los campos de concentraci¨®n nazis, una de las primeras acciones que se tomaban para empezar a quit¨¢rselo todo a cada nuda vida que iba a parar a aquellos lugares de explotaci¨®n y muerte era la sustituci¨®n o la erradicaci¨®n de los nombres. Imponer un nombre por la fuerza es una forma de intentar poseer y disciplinar a alguien por el hecho de existir, un modo de extraer de la vida p¨²blica a otra persona o de usarla a conveniencia de quien lo hace. Si tu nombre no te pertenece, entonces no te pertenece nada.?Hace apenas una semana, el psic¨®logo Jordan B. Peterson afirmaba en Twitter que prefer¨ªa morir antes que llamar al actor Elliot Page por su nombre. En su pataleta, por supuesto, utilizaba el deadname del actor.?El t¨¦rmino deadname, cuya traducci¨®n aproximada al castellano ser¨ªa necronombre, se refiere al nombre que las personas trans abandonamos cuando salimos del armario y cambiamos nuestra situaci¨®n p¨²blica. No parece muy complicado de entender que haya quien necesite nombrarse de otra forma cuando reclama su propia vida por encima de las imposiciones que se nos hacen por nacimiento. Una ¡°es¡± en sociedad, entre otras cosas, porque puede ser nombrada.
La sobreactuaci¨®n reaccionaria al respecto, montar un n¨²mero innecesario cuando alguien te pide que le llames por su nombre, lo que ha hecho Jordan Peterson, no es m¨¢s que una declaraci¨®n de intenciones sobre qu¨¦ vidas consideras iguales que la tuya y cu¨¢les no. No respetar algo tan sencillo como un nombre propio implica que no est¨¢s dispuesto a respetar nada que la persona que tienes enfrente reclame, por peque?a que sea tal reclamaci¨®n; te est¨¢s poniendo por encima y por delante de las necesidades b¨¢sicas del otro.?Si llamarme por mi nombre elegido te supone una especie de afrenta o un insulto, ?qu¨¦ suceder¨¢ cuando reclame el resto de derechos, libertades y obligaciones como ciudadana?
Dentro del legendarium que rodea al trauma trans, es decir, lo que las personas cisheterosexuales se imaginan que son nuestras vidas, la de la mala reacci¨®n a nuestro deadname quiz¨¢ sea una de las m¨¢s absurdas y en la que se muestra una transferencia de responsabilidad m¨¢s acusada. Lo cierto es que si alguien se refiere a nosotras con nuestros nombres antiguos solemos limitarnos a corregir la equivocaci¨®n y poco m¨¢s. Acaso podemos insistir en que se ponga especial cuidado porque no es agradable que te recuerden el olor de un armario en el que todo el tiempo que se pasa es triste, pero poco m¨¢s. La reacci¨®n airada llega cuando se usa el nombre abandonado como provocaci¨®n, recurriendo a la repetici¨®n y con la intenci¨®n de insultar. A menudo, cuando publico art¨ªculos o aparezco en alg¨²n acto, la menci¨®n a mi antiguo nombre, del que no solo no me averg¨¹enzo si no que con ¨¦l he firmado libros, que era el nombre de mi abuelo y que me fue puesto con mucho amor, se usa como forma de negar mi identidad y mi derecho a existir p¨²blicamente. Es quien utiliza esa estrategia de humillaci¨®n quien mancha los nombres que intentamos dejar ir en paz, quien los convierte en armas afiladas y nos obliga a renegar de ellos por las malas. Quiz¨¢ sea esta la estrategia de maltrato m¨¢s antigua conocida, la provocaci¨®n sostenida en el tiempo hasta que la persona sobre la que se aplica termina saltando de malos modos y as¨ª poder se?alarla como reactiva, violenta o de piel excesivamente fina.
Salir del armario suele ser una ocasi¨®n alegre pero muy dif¨ªcil que se trata de compartir con el entorno. Es de alguna manera un renacimiento y que sea recibido con alegr¨ªa nos facilita mucho el paso. Las dudas, las costumbres que se han fijado durante a?os, todas esas situaciones que requieren una adaptaci¨®n, solemos entenderlas sin problema, es l¨®gico que al principio las inercias ganen la partida y haya confusiones con los nombres, se corrigen y se sigue la vida sin problema alguno. Si tanto importan los nombres que se abandonan, no hay forma de honrarlos mejor que permitir a quien los deja atr¨¢s que lo haga sin rencores, como algo que sirvi¨® su prop¨®sito pero que ya no tiene significado alguno.
El respeto y el reconocimiento del otro empiezan por nombrarlo. Me aterra que el marco de pensamiento se haya desplazado de tal forma que tenga que estar escribiendo un art¨ªculo sobre por qu¨¦ debemos respetar el nombre propio de otra persona. Que la agenda nos la marquen provocadores profesionales, personas que hacen de la violencia su modo de vida y que no tienen intenci¨®n, llegado el momento, de reconocer mi vida trans y la tuya cis como v¨¢lidas. Quien vive del odio siempre encuentra excusas y estas suelen ser transversales. Nunca se va a conformar con someter a un segmento de la poblaci¨®n, terminar¨¢ llegando hasta la puerta de tu casa para dejarte un v¨®mito en el felpudo.?Seamos mejores.
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