La cultura de la indignaci¨®n: todo lo que amas lo odiar¨¢s tres tuits despu¨¦s
Las opiniones en la Red se mueven por ciclos cada vez m¨¢s cortos (y previsibles). Su mecanismo se repite: acci¨®n, reacci¨®n, reacci¨®n a la reacci¨®n¡ ?Las redes sociales no entienden de l¨®gica?
Si un marciano se hubiese conectado a Internet a principios de julio, habr¨ªa sacado algo en claro: Caitlyn Jenner es una persona admirable y su salida del armario trans, el empuj¨®n definitivo que necesitaba el colectivo. Si ese mismo marciano se hubiese conectado a principios de septiembre, se habr¨ªa encontrado con otro panorama: Caitlyn Jenner es una se?ora rica curiosamente hom¨®foba, incapacitada para representar a las personas transg¨¦nero. ?Qu¨¦ pas¨® en dos meses? Se cocin¨® lo que se llama un backlash, una reacci¨®n contraria a una opini¨®n mayoritaria.
En realidad, el ciclo acci¨®n-reacci¨®n-reacci¨®n a la reacci¨®n que acompa?¨® todo el caso Jenner se produjo casi a fuego lento en comparaci¨®n con otros. Un ejemplo can¨®nico es el de Ahmed Mohamed, el chico musulm¨¢n de 14 a?os que fue detenido e interrogado por la polic¨ªa en Texas porque llev¨® al colegio un reloj casero que parec¨ªa una bomba a ojos de su profesora. La historia lo ten¨ªa todo para viralizarse (?islamofobia!, ?foto chocante de un ni?o nerd!). Y lo hizo. El presidente Obama se apresur¨® a invitarlo a la Casa Blanca y a la vez se cre¨® un frente anti-Mohamed. Seg¨²n Jaime Rubio Hancock, redactor de Verne, el formato de Twitter fomenta que los ciclos de opini¨®n sean cada vez m¨¢s cortos y previsibles. ?Se consigue mucha notoriedad siendo el primero, y eso hace que las opiniones tempranas se compartan e imiten. Parece que nos conformamos con recoger el premio de los favoritos y retuits?.
El caso Mohamed estaba propulsado, en ambas direcciones, por lo que el dibujante y ensayista Tim Kreider bautiz¨® como ?cultura de la indignaci¨®n? o ?porno del esc¨¢ndalo?: la sensaci¨®n placentera que da el levantarse por la ma?ana, mirar los dispositivos y enfurecerse por lo que toque ese d¨ªa, ya sea que un dentista mat¨® un le¨®n o que Pablo Iglesias tiene una cocina cutre.
No es solo Twitter, sino tambi¨¦n los medios digitales de producci¨®n masiva, que a menudo encargan textos movidos por el contrarianismo: ir provocadoramente en direcci¨®n opuesta a la mayor¨ªa. No importa lo s¨®lido que parezca el consenso en torno a alguien: cuanto m¨¢s alto vuele, m¨¢s bajo caer¨¢, como bien sabe Taylor Swift. Algunas ¨¢reas de la cultura sol¨ªan estar a salvo, pero ya no. Ah¨ª est¨¢ Joan Didion, quien una semana es ?la escritora preferida de las chicas blancas privilegiadas? y a la siguiente, aceptable de nuevo. O Jonathan Franzen, criticado por ser el escritor del establishment y gru?ir contra la cultura internetera. Ahora lo novedoso es volver a ensalzarlo. Y todo sin tener que leer las 700 p¨¢ginas de Pureza (Salamandra), que se tarda mucho.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.