La era de las microagresiones
Felicitar a alguien porque a pesar de ser oriental se le entiende bien cuando habla o asumir que a un gay le interesa la moda pero no el f¨²tbol son algunos ejemplos de microagresiones.
Lanzar un piropo grosero, felicitar a alguien porque se le entiende muy bien cuando habla (para ser oriental, negro o llevar hiyab) o asumir que a un gay le interesa la decoraci¨®n o la moda pero no el f¨²tbol. Son ejemplos de microagresiones, la m¨ªnima expresi¨®n del racismo o el sexismo, y, al parecer, una pr¨¢ctica al alza.
??Ves bien con los ojos tan rasgados??, dice la pizarra de una estudiante oriental. ?Que haya poca diversidad racial en tu clase no me convierte en la voz de todos los negros?, se ve en otra, que sostiene un chico afroamericano. Las fotos est¨¢n colgadas en la web Nortonism, el proyecto de fin de curso de Kiyun Kim, una estudiante coreano-americana de 19 a?os de la Universidad de Fordham, en Nueva York. Kim top¨® con el t¨¦rmino ?microagresi¨®n? en Tumblr, una red social que suele estar m¨¢s ocupada replicando GIF de series de los 90 y memes de Juego de tronos. Y no es casual. La palabra, que se empez¨® a usar en un entorno acad¨¦mico en la d¨¦cada de los 70, ha migrado en los ¨²ltimos meses a Internet y a los medios generalistas y se ha convertido en uno de los conceptos-fetiche del a?o.?
??Qu¨¦ haces en Oxford? ?Los jamaicanos no estudian!?, escribe esta universitaria.
D.R.
Time,?The Atlantic?y?Buzzfeed?le han dedicado reportajes. Han surgido proyectos con el mismo formato que Nortonism, como?I, too, am Harvard y I, too, am Oxford?(Yo, tambi¨¦n, soy Harvard; Yo, tambi¨¦n, soy Oxford), en los que estudiantes de diferentes razas denuncian, a veces con humor, las microhostilidades a las que se han visto sometidos en esas instituciones, antes reservadas para la ¨¦lite blanca. Como el chico con cascos que asegura que lo que escucha ?no es rap? o la muchacha con hiyab obligada a mantener variantes de este di¨¢logo a diario:?
¨C?De d¨®nde eres?
¨CDe Birmingham.?
¨CNo, pero ?de d¨®nde eres?realmente??
¨CDe Birmingham, Inglaterra.?Realmente.?
Activistas espa?oles.?Seguramente, el archivo m¨¢s completo de microagresiones en la Red es Everyday Sexism, la web que fund¨® Laura Bates en Reino Unido hace dos a?os con la idea de que cualquier mujer del mundo pudiese denunciar actos de provocaci¨®n sexista ?por peque?os que parezcan?. De hecho, las microagresiones pueden ser dif¨ªciles de detectar, tanto para quien las recibe como para quien las ejerce, porque a veces se cree que se hacen con inocencia o con la mejor de las intenciones. Bates pensaba que alcanzar¨ªa como mucho las 100 contribuciones. Ahora llegan m¨¢s de 1.000 a la semana de aproximadamente 20 pa¨ªses y hay casi una decena de voluntarios dedicados a ordenarlas, traducirlas y postearlas. Cualquiera puede leer experiencias como la de Anon, la australiana que trabaja en la construcci¨®n a la que sus compa?eros hombres le preguntan cada d¨ªa que cu¨¢ndo se queda embarazada, que se le pasa el arroz. O la de Cristina, una italiana a la que le dicen: ??C¨®mo puedes estar soltera siendo tan mona??.?
?No, no estoy escuchando rap?, dice este estudiante de Harvard.
D.R:
Ana Requena Aguilar se inspir¨® en Everyday Sexism para fundar Micromachismos, la versi¨®n espa?ola. ?El problema de las peque?as agresiones es que no se perciben y as¨ª es dif¨ªcil generar conciencia y actuar contra ellas?, cuenta. All¨ª se comentan graves casos de agresi¨®n, por ejemplo, pero tambi¨¦n aparentes nimiedades. Como el organizador de bodas que se dirige solamente a la mujer. O la tienda de productos infantiles que env¨ªa correos autom¨¢ticamente en femenino.?
Las denuncias m¨¢s frecuentes se producen ante el piropeo callejero. ?No exageran? ?No dicen algunos que el requiebro forma parte de la vida mediterr¨¢nea? ?Implica infantilizaci¨®n y condescendencia?, denuncia Requena Aguilar.?
En el Ayuntamiento de Bilbao tambi¨¦n trabajan desde hace unos a?os en campa?as de concienciaci¨®n para atajar los ?piropos que en realidad no lo son? y otras conductas sexistas cotidianas, como explica su concejal de Igualdad, Oihane Agirregoitia. Todo empez¨® en el contexto de las fiestas de la Semana Grande, donde, al igual que en muchos otros festejos, se registran tocamientos y agresiones a chicas, ?algo que se multiplica con las multitudes y el consumo de alcohol?, seg¨²n explica la concejal.?
D.R.
?Lo importante es que, dentro de la propia cuadrilla o si se produce un comentario fuera de lugar, por ejemplo, a una camarera, se critique. Hacemos labor de informaci¨®n en la hosteler¨ªa, en los barrios, para que la gente del entorno intervenga?. La gestora de Micromachismos hace hincapi¨¦ en lo mismo. En caso de comentarios groseros, ?muchas mujeres denuncian que nadie reprueba a los agresores, son ellas las que se sienten juzgadas y observadas?.?
No todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que registrar estos peque?os actos sea un avance. Hay quien cree que ocuparse de esos ¨¢rboles no deja ver el bosque y que perpet¨²a una sensaci¨®n de victimizaci¨®n de las minor¨ªas. ?La microagresi¨®n es la ¨²ltima moda en terminolog¨ªa pol¨ªticamente correcta?, denunci¨®, por ejemplo, el diario?La Gaceta?¨Cy decenas de medios extranjeros, en t¨¦rminos parecidos¨C a ra¨ªz de una pol¨¦mica ocurrida en la universidad canadiense de McGill, cerca de Montreal, el pasado febrero. El vicepresidente de la asamblea de estudiantes envi¨® un correo electr¨®nico masivo con un GIF en el que se ve¨ªa a Obama patear una puerta. El mensaje que lo acompa?aba era, al primer golpe de vista, de lo m¨¢s inofensivo: ?Que se acaben ya los ex¨¢menes parciales?. Uno de sus compa?eros se quej¨® de que la imagen de un negro golpeando una puerta es racista ?debido al legado cultural, hist¨®rico y presente que pinta a los hombres de color como violentos?. El autor del?mailtuvo que disculparse en una carta p¨²blica. Y el incidente, que no hubiera pasado de una cuita local, se convirti¨® en estandarte de quienes se oponen a estas denuncias.
D.R.
Los blancos no las sufren. El profesor Derald Sue, de la Universidad de Columbia, quien acu?¨® el concepto tal y como se entiende ahora, asiste entre perplejo y encantado a su popularizaci¨®n. ?Yo mismo estoy trabajando ahora en un proyecto para MTV. Crearemos unos v¨ªdeos antidiscriminaci¨®n dirigidos a gente muy joven?, explica. Sue, quien es de origen asi¨¢tico y se cri¨® en un barrio mayoritariamente blanco, asegura que creci¨® ?experimentando microagresiones d¨ªa s¨ª, d¨ªa tambi¨¦n, solo que no las llam¨¢bamos as¨ª?. ?Ejemplos? ?A menudo me dec¨ªan: ¡°Hablas muy bien ingl¨¦s¡±, y yo contestaba: ¡°Gracias, eso espero. Nac¨ª aqu¨ª¡±. Eso implicaba que no era un aut¨¦ntico americano, que era un perpetuo alien en mi propio pa¨ªs?, asegura. Cuando en 2007 public¨® los resultados de sus investigaciones, descubri¨® que muchos de sus colegas blancos universitarios ?se sent¨ªan muy perturbados? al descubrir de golpe que eran (micro)racistas sin saberlo.?
?Me dec¨ªan que est¨¢bamos haciendo una monta?a de un grano de arena y que registrar estas hostilidades lleva a ver a la gente de color como hipersensibles y vulnerables. Adem¨¢s, respond¨ªan que la gente blanca tambi¨¦n experimenta hostilidades?. Se equivocan, seg¨²n el profesor. Las mayor¨ªas, los hombres, los blancos y los heterosexuales en ning¨²n caso pueden ser objeto de microagresiones. ?Lo suyo es moment¨¢neo, lo nuestro es un recuerdo constante de que nos consideran personas de segunda clase, y est¨¢ conectado con las injusticias hist¨®ricas que ha sufrido cada minor¨ªa?. Insultos micro que fomentan la injusticia macro.
D.R.
D.R.
D.R.
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