La estafa piramidal de LuLaRoe, el imperio textil que arruin¨® a miles de mujeres vendiendo ¡®leggings¡¯
La nueva docuserie de Amazon Prime Video, LulaRich, trata de desenmascarar la din¨¢mica de inmoralidad y misoginia de una compa?¨ªa familiar que en solo unos a?os se convirti¨® en un fen¨®meno social entre las amas de casa de clase media estadounidenses.
El mete¨®rico ¨¦xito de LuLaRoe toc¨® techo el 30 de julio de 2017. Aquel d¨ªa, la compa?¨ªa textil de origen californiano mostr¨® todo su poder contratando a nada menos que a Katy Perry para que deleitara con un concierto privado a un p¨²blico selecto: las distribuidoras de sus prendas. Miles de mujeres, amas de casa de clase media, que vend¨ªan sus c¨¦lebres ¨Cy de dudoso gusto est¨¦tico¨C leggings al resto de madres de las AMPA en fiestas vespertinas o directos de Facebook y conformaban una estructura de negocio piramidal que las abocaba a una bancarrota ineludible. Un destino, sin embargo, dif¨ªcil de intuir cuando los eventos corporativos que celebran tu incorporaci¨®n son macrofiestas por valor de 30 millones de d¨®lares (unos 25 millones de euros) y tienes a Perry cant¨¢ndote a cinco metros que ?ha besado a una chica y le gust¨®?.
El retrato de este espejismo y su posterior cat¨¢strofe es el objeto de estudio de LuLaRich, la tan siniestra como entretenida docuserie de Amazon Prime Video y que erige a los fundadores de la empresa, el matrimonio compuesto por DeAnne y Mark Stidham, en los sucesores de Sheela (Wild Wild Country) o Carole Baskin (Tiger King) como los maquiav¨¦licos, reaccionarios y magn¨¦ticos villanos de la funci¨®n. Los directores Jenner Furst y Julia Willoughiby Nason tratan de descifrar a trav¨¦s del testimonio en primera persona de sus protagonistas c¨®mo un modesto negocio familiar, originado en el maletero de un coche, acab¨® convirti¨¦ndose en un imperio comisionista valorado en m¨¢s de 1.500 millones de euros.
La historia de LuLaRoe comienza como casi cualquier otro cuento aspiracional de Hollywood: con una esforzada madre ¨CDeAnne¨C que se pasa casi tres d¨¦cadas en la carretera trabajando como vendedora ambulante. Su cat¨¢logo est¨¢ compuesto por vestidos de estocaje y maxifaldas que ella misma confecciona en fiestas privadas a las que acuden las madres a la salida del colegio. Tal es el ¨¦xito que Mark, su segundo marido, se une al negocio en labores de producci¨®n, y en 2012, cuando una clienta les pide poder vender tambi¨¦n sus productos entre sus amigas a cambio de una comisi¨®n, LuLaRoe ve la luz. Seg¨²n afirman ante la c¨¢mara, detr¨¢s de su supuesta estafa piramidal solo hab¨ªa una intenci¨®n honesta y desprendida: ¡°ayudar a otros a ganar dinero¡±. Cuando dos a?os despu¨¦s ¨Caupados por el repunte del athleisure, la ropa deportiva para vestir cada d¨ªa¨C la firma a?ade los leggings a su l¨ªnea de producto, con todo tipo de estampados y aptos para todas las tallas, LuLaRoe se convierte en un fen¨®meno social sostenido por todo el espectro de amas de casa de los suburbios blancos de Estados Unidos. Mujeres con estudios que quer¨ªan sentirse realizadas con un trabajo a tiempo parcial que pod¨ªan desarrollar desde su propio hogar, apoy¨¢ndose en sus contactos dentro de su propia comunidad y el auge de los directos en plataformas como Facebook o Instagram para comercializar su stock.
El desembolso inicial para convertirse en minorista de LuLaRoe era superior a los 4.000 euros, pero, alentadas por la promesa de que su sueldo medio mensual rondar¨ªa los 1.200, pronto miles de mujeres quisieron sumarse a este castillo de naipes. Las listas de espera superaban las ocho semanas y ni siquiera pod¨ªan elegir los modelos de las prendas que recib¨ªan. Como en cualquier otra empresa de estructura multinivel, el negocio ya no resid¨ªa en vender mallas, sino en reclutar sin escr¨²pulos a m¨¢s mujeres que compraran ¨Ce intentaran vender¨C esas mallas. Algunas de las primeras minoristas, convertidas despu¨¦s en lo que la compa?¨ªa denomina ¡®mentoras¡¯, llegaron a tener hasta 5.000 mujeres por debajo de ellas, logrando cheques mensuales superiores a las seis cifras solo a base de comisiones. Un modelo que condena a la gran mayor¨ªa de sus empleados a la ruina pese a que la valoraci¨®n de la firma superaba los 1.500 millones de euros y sus responsables volaban en jets privados. Como explica el presidente de la organizaci¨®n Pyramid Scheme Alert, Robert Fitzpatrick, en estas compa?¨ªas solo pueden enriquecerse aquellos que forman parte de la empresa desde el principio porque su sueldo depende de las comisiones recibidas por la actividad de sus subordinados y, a su vez, de la actividad de los subordinados de sus subordinados. ¡°M¨¢s de un 80% no tienen a nadie por debajo, tienen mucho que perder¡±, explica. En el caso concreto de LuLaRoe, el 0¡¯01% de sus minoristas, las que estaban en la cima de la pir¨¢mide, se embolsaron en 2016 m¨¢s de 127.000 euros al mes en primas mientras que el 70% no ganaron nada.
Pero m¨¢s all¨¢ del augurio de enriquecimiento, la suavidad de los leggings y los esl¨®ganes baratos de empoderamiento, sororidad e independencia, lo que termin¨® por atraer a cerca de 90.000 distribuidoras fue la imagen de ¨¦xito artificial que la firma exhib¨ªa en sus redes sociales, eventos corporativos con presencia de famosos y hasta cruceros tem¨¢ticos. ¡°Quer¨ªan que tuvieras buen aspecto para reclutar a gente y que vivieras un estilo de vida fabuloso (¡) Empec¨¦ a llegar al l¨ªmite de mis tarjetas de cr¨¦dito, viviendo de cheque en cheque. Pero mi imperio crec¨ªa. Ten¨ªa m¨¢s de 2.500 personas en mi equipo en ese momento. Lo que me dec¨ªan funcionaba, ten¨ªa que seguir haci¨¦ndolo¡±, reconoce en uno de los episodios Courtney Harwood, una de las mentoras de mayor ¨¦xito en LuLaRue y cuya vida qued¨® ¡°destrozada¡± tras trabajar all¨ª. Formar parte del n¨²cleo duro de la compa?¨ªa era mucho m¨¢s que vender ropa, supon¨ªa someterse al proceso de transformaci¨®n liderado por sus fundadores, DeAnne y Mark Stidham, a quienes se les rend¨ªa culto con estatus de divinidad. Pertenecientes a la fe mormona, el matrimonio comparte hasta 14 hijos teniendo en cuenta los que aportan de relaciones anteriores, los comunes y los adoptados. Incluso dos se han casado entre ellos. ¡°No tienen v¨ªnculos de sangre. Nunca vivieron juntos en la misma casa. Es curioso¡ y genial¡±, sostienen estos respecto a su uni¨®n. La mayor¨ªa de los descendientes tambi¨¦n cuentan con puestos de direcci¨®n en la compa?¨ªa, pese a no tener ninguna experiencia laboral previa.
Los modos dictatoriales de los Stidham al frente de la empresa no disimulaban un mensaje aleccionador y ultraconservador que animaba a sus clientas a someterse a sus maridos ¨C¡°Podemos ser fuertes, pero a veces tienes que dejarle ser tu h¨¦roe¡±, explica su presidenta¨C, a poner la familia por delante de cualquier ambici¨®n personal o incluso a viajar hasta Tijuana, en M¨¦xico, para someterse a una reducci¨®n de est¨®mago con tal de ofrecer una mejor imagen de la compa?¨ªa. ¡°Empec¨¦ a darme cuenta de que hab¨ªa mucho control. Control sobre lo que te pon¨ªas, sobre tu aspecto o tu peso. Era espeluznante. Pens¨¦, ¡®madre m¨ªa, estoy en una secta¡±, a?ade en la serie Roberta Blevins, otra de las comerciales de mayor ¨¦xito y tambi¨¦n de mayor visibilidad a la hora de denunciar los abusos de la compa?¨ªa.
En 2017, contando hasta 500 incorporaciones al d¨ªa, el crecimiento mete¨®rico de la compa?¨ªa comenz¨® a pasar factura al proceso de producci¨®n, traduci¨¦ndose en prendas con agujeros, dobladillos fuera de sitio, humedades y estampados repetidos o copiados. Las quejas de miles de mujeres acuciadas por las deudas eran deso¨ªdas por los directivos, que ni siquiera aceptaban la devoluci¨®n y reembolso de los art¨ªculos defectuosos. Las denuncias de estas clientas se unieron despu¨¦s a las de los proveedores por impagos millonarios; a la de varios artistas por violaciones de los derechos de autor en sus estampados, y a una demanda civil del Estado de Washington que les acusaba de ser una estafa piramidal. Debido a la falta de legislaci¨®n en este campo, la Fiscal¨ªa no pudo llevar a juicio a la empresa, pero s¨ª consigui¨® que cambiara sus draconianas condiciones operativas y que repartiera m¨¢s de cuatro millones de euros entre las 3.000 distribuidoras del Estado en cuesti¨®n para que se retiraran los cargos. A pesar de perder a decenas de miles de minoristas v¨ªctimas de los siniestros modos de sus fundadores en los ¨²ltimos a?os, LuLaRoe sigue en activo. Tanto, como para que un grupo organizado haya boicoteado con notas p¨¦simas el reci¨¦n estrenado documental en las webs especializadas, tratando de que su eco medi¨¢tico acabe casi tan agujereado y mohoso como sus propios productos.
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