C¨®mo el vestido m¨¢s sencillo de Mar¨ªa Antonieta se convirti¨® en el m¨¢s pol¨¦mico de la Revoluci¨®n Francesa
Uno de esos modelos que se limitaba a llevar en la intimidad cuando estaba a salvo de la mirada indiscreta de la populosa corte versallesca.
Hace 240 a?os, la retratista Louise ?lisabeth Vig¨¦e-Lebrun, mostr¨® el lado m¨¢s natural de la monarca en un cuadro donde aparec¨ªa con un discreto dise?o alejado de la opulenta est¨¦tica rococ¨® de Versalles. El atuendo fue percibido como una provocaci¨®n y enfureci¨® al pueblo franc¨¦s, sin embargo poco despu¨¦s se convirti¨® en una de las prendas caracter¨ªsticas de la Revoluci¨®n Francesa.
Fr¨ªvola, superficial, despreocupada y obsesionada por la moda y las joyas. Este retrato limitado es el que hist¨®ricamente nos ha ofrecido el cine y la literatura en torno a la figura de Mar¨ªa Antonieta. El despilfarro de la reina consorte en dise?os de alta costura termin¨® por convertirse en una cuesti¨®n de Estado, pero curiosamente uno de sus atuendos m¨¢s pol¨¦micos fue uno de los m¨¢s sencillos y asequibles. Se trataba de un liviano vestido de muselina, bautizado con el nombre de vestido camisa. Una prenda discreta que, en una jugarreta del destino, se popularizar¨ªa a?os m¨¢s tarde como el traje caracter¨ªstico de la Revoluci¨®n Francesa. Mar¨ªa Antonieta apareci¨® con este vestido en un retrato de 1783, hace hoy 240 a?os y provoc¨® un esc¨¢ndalo que afect¨® de forma negativa la imagen de la monarca, cada vez m¨¢s vapuleada por la opini¨®n p¨²blica.
Nunca es demasiado en la vida rococ¨®?
Mar¨ªa Antonieta, hija de la emperatriz Mar¨ªa Teresa de Austria, lleg¨® a la corte francesa de adolescente para casarse con el delf¨ªn Luis XVI. La boda se celebr¨® el 16 de mayo de 1770 y la joven pareja rein¨® a partir de 1774. Mar¨ªa Antonieta ten¨ªa apenas diecinueve a?os y pocas preocupaciones en su cabeza m¨¢s all¨¢ de divertirse cuanto pudiera. La ostentaci¨®n de Versalles, marcada por la opulencia est¨¦tica del Rococ¨®, despert¨® su gusto por la moda y las joyas. La modista mayor de Mar¨ªa Antonieta, mademoiselle Bertin, ten¨ªa m¨¢s poder sobre ella que muchos de sus ministros. De hecho, la reina la recib¨ªa a solas en sus habitaciones, algo ins¨®lito ya que la entrada a los aposentos de la reina estaba prohibida para los burgueses.
En la conocida biograf¨ªa de Mar¨ªa Antonieta escrita por Stefan Zweig en 1932, el autor austr¨ªaco dedica un cap¨ªtulo entero a la rutina diaria de la soberana a la hora de escoger vestido. ¡°Mar¨ªa Antonieta tiene que decidir qu¨¦ vestidos desea ponerse hoy: qu¨¦ dif¨ªcil, qu¨¦ responsable decisi¨®n, porque cada nueva temporada hay prescritos doce nuevos vestidos de Estado, doce de fantas¨ªa, doce de ceremonia, sin contar los otros cien que se adquieren todos los a?os¡±, escribi¨® en el cap¨ªtulo titulado Reina del rococ¨®.
Pintores de la ¨¦poca dejaron constancia de las modas del momento abanderadas por Mar¨ªa Antonieta: vestidos de dimensiones colosales, repletos de cintas, encajes y complicados artificios, combinados con peinados que desafiaban la fuerza de la gravedad mucho antes de que existiera la laca. Pero entre todos los artistas, hubo una que se convirti¨® en la retratista predilecta de la monarca, Louise ?lisabeth Vig¨¦e-Lebrun. Hija de un pintor y mujer de un marchante de arte, ten¨ªa la misma edad que la reina. Se conocieron a los 23 a?os y trabaj¨® para ella durante una d¨¦cada, siendo la art¨ªfice de algunos de sus cuadros m¨¢s emblem¨¢ticos. La retrat¨® en m¨¢s de treinta ocasiones, pero hubo una obra que caus¨® especial revuelo.
El vestido de la pol¨¦mica
Un d¨ªa de 1783, Vig¨¦e-Lebrun dio la ¨²ltima pincelada al retrato m¨¢s pol¨¦mico de Mar¨ªa Antonieta. En ¨¦l, la reina aparec¨ªa mostrando su lado menos conocido, alejada de la fastuosidad de sus vestidos y tocados y ataviada con un sencillo vestido blanco. Uno de esos modelos que se limitaba a llevar en la intimidad cuando estaba a salvo de la mirada indiscreta de la populosa corte versallesca.
El vestido en cuesti¨®n era un dise?o de hechura c¨®moda e incluso holgada, con fruncidos en las mangas, cinta debajo del pecho y detalles de volantes para potenciar su aspecto et¨¦reo. Ese aire liviano se consigue tambi¨¦n gracias al material con el que estaba confeccionado: la muselina. Adem¨¢s del vestido, es caracter¨ªstico tambi¨¦n el sombrero de paja que lleva en el cuadro, colocado sobre los cabellos sin empolvar ni ornamentar, otro gesto m¨¢s de sencillez. A pesar de que el despilfarro de Versalles, personificado muchas veces exclusivamente en Mar¨ªa Antonieta, enfurec¨ªa a una sociedad cada vez m¨¢s descontenta con la realeza, este atuendo discreto e informal fue percibido como una provocaci¨®n e impropio de una reina. Mar¨ªa Antonieta y Luis XVI hab¨ªan intercedido para que Vig¨¦e-Lebrun entrara a formar parte de la Academia Real de Pintura y Escultura (una de las poqu¨ªsimas mujeres entre sus centenares de miembros) y en su exposici¨®n de 1783 desvel¨® el retrato de Mar¨ªa Antonieta. La alegr¨ªa dur¨® poco porque el cuadro tuvo que ser retirado tras las cr¨ªticas recibidas. El motivo era el vestido camisa, una prenda considerada inapropiada para la representaci¨®n p¨²blica de la realeza. Para calmar los ¨¢nimos y sustituir la obra, Vig¨¦e-Lebrun realiz¨® poco despu¨¦s una segunda versi¨®n, donde Mar¨ªa Antonieta aparec¨ªa con toda la pompa que normalmente rodeaba a su persona en una pose casi id¨¦ntica a la del cuadro original.
La pol¨¦mica ten¨ªa que ver, por un lado, con la osad¨ªa de Mar¨ªa Antonieta de lucir una prenda propia de la burgues¨ªa. El vestido camisa original era un ropaje habitual entre las damas de las colonias francesas de las Antillas, donde el clima exig¨ªa prendas aptas para el calor. A?os m¨¢s tarde, parad¨®jicamente, el vestido camisa de la reina fue el traje m¨¢s caracter¨ªstico de la Revoluci¨®n Francesa. Es decir, incluso cuando el pueblo ped¨ªa su cabeza, la influencia de Mar¨ªa Antonieta segu¨ªa viva. Por otro lado, tampoco ayud¨® el hecho de que el vestido estuviera confeccionado en muselina de algod¨®n, un tejido importado, en lugar de en seda francesa.
El vestido camisa adorado por la aristocracia
Adem¨¢s de popularizarse su uso en la Revoluci¨®n Francesa, el traje tambi¨¦n cautiv¨® a la aristocracia. Tal y como recoge el Museo del Traje en su web, en 1785 la revista Galerie des Modes, una publicaci¨®n de moda muy popular entre 1778 y 1787, incluy¨® en sus p¨¢ginas un grabado de un vestido muy similar al dise?o de Mar¨ªa Antonieta, bautizado en la revista como chemisse ¨¤ la reine. En los museos cuelgan numerosas evidencias del ¨¦xito del vestido camisa entre la sociedad acaudalada de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, pero quiz¨¢ el ejemplo m¨¢s representativo en Espa?a lo encontramos en el Sal¨®n Goya del madrile?o Palacio de Liria. Este espacio est¨¢ presidido por el retrato de la XIII Duquesa de Alba, Mar¨ªa Teresa Cayetana de Silva ?lvarez de Toledo, realizado por Goya en 1795. La arist¨®crata, como todas las damas de alta cuna, ten¨ªan Par¨ªs como punto de referencia para las modas de la ¨¦poca y no dudaba en importar cualquier novedad en materia de estilo. En la obra se puede apreciar el vestido camisa, adornado con un faj¨ªn rojo debajo del pecho y un gran lazo del mismo tono en el escote.
Tras la ca¨ªda en desgracia de Mar¨ªa Antonieta en la Revoluci¨®n Francesa, Vig¨¦e-Lebrun tuvo que exiliarse, pues su nombre estaba demasiado vinculado a la figura de la reina. En octubre de 1789 huy¨® a Italia, despu¨¦s viaj¨® por Praga, Dresde y Berl¨ªn, antes de llegar a San Petersburgo, donde permaneci¨® varios a?os en el c¨ªrculo zarista. Durante a?os, sigui¨® trabajando y lleg¨® a pintar m¨¢s de 200 paisajes y 600 retratos, entre ellos a personalidades de la ¨¦poca como Madame de Sta?l o el pr¨ªncipe de Gales. La artista regres¨® definitivamente a Francia hacia 1810. Adem¨¢s del retrato con el vestido camisa, Vig¨¦e-Lebrun pint¨® a Mar¨ªa Antonieta decenas de veces a lo largo de los a?os. Uno de los cuadros m¨¢s significativos fue Mar¨ªa Antonieta y sus hijos, un retrato encargado por Luis XVI en 1785 con el objetivo de mejorar la imagen de la monarca en la opini¨®n p¨²blica. En la obra, se muestra su lado maternal, sin apenas joyas y dejando ver la cama vac¨ªa de Sof¨ªa, la cuarta hija de la reina, fallecida antes de terminar el cuadro. A pesar del esfuerzo de la pintora, ya era demasiado tarde para cambiar la percepci¨®n de la realeza en la Francia prerrevolucionaria.
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