La transformaci¨®n de los estilistas: c¨®mo pasaron a ser tan importantes como las estrellas a las que visten
Las estilistas de actrices y ¡®celebrities¡¯ nacieron con la sombra de la sospecha encima: ahora pueden ser estrellas del tama?o de sus clientas.
Cuando estall¨® el #MeToo y Harvey Weinstein pas¨® de ser el hombre al que hab¨ªa que pedirle permiso para entrar en el Olimpo de Hollywood al monstruo acosador defenestrado por una investigaci¨®n de The New York Times ganadora de un Pulitzer. Uno de los humos de pistola que se pod¨ªan seguir para dar con las actrices que en alg¨²n momento de su carrera hab¨ªan tenido relaci¨®n con el universo del tirano era buscar qui¨¦n se hab¨ªa puesto en alguna ocasi¨®n sobre la alfombra roja un vestido de Marchesa: la firma, fundada por la brit¨¢nica Georgina Chapman, por entonces a¨²n esposa del todopoderoso productor, era una de las ¡°sugerencias¡± que recib¨ªan las estilistas de las actrices que hubiesen participado en alguna de las pel¨ªculas de Miramax (o que quisieran hacerlo) cuando llegaban las fechas se?aladas del calendario de premios.
Ocurri¨® en la primera d¨¦cada de los 2000, cuando los feroces intereses comerciales de las casas de costura (hist¨®ricas o reci¨¦n creadas) y las luchas por conseguir el favor de las actrices en los momentos estelares del calendario de premios se hicieron tan evidentes que empezaron a aparecer intermediarias profesionales. Estilistas que en situaciones muy excepcionales se hicieron tan famosas como las mujeres a las que vest¨ªan. Fue el caso de Rachel Zoe, c¨¦lebre por haber cuidado el fondo de armario de Nicole Richie, Lindsay Lohan y Paris Hilton, cuya ¡°osad¨ªa¡±, acreditar su trabajo, no estuvo bien vista en un tiempo en el que el nombre de las verdaderas art¨ªfices del ¡°buen gusto¡± de las celebrities no deb¨ªa trascender. Y, sin embargo, fue ella la que legitim¨® un oficio que a partir de 2010 empez¨® a tener su propio ranking de poderosos en el Hollywood Reporter. Los nombres que pueblan ese listado m¨¢s de 10 a?os despu¨¦s son muy diferentes a los de los inicios. En 2014 los perfiles triunfadores eran, por ejemplo, el de Elizabeth Stewart, la mujer que sol¨ªa vestir a Cate Blanchett, Sandra Bullock y Julia Roberts, o el de Leslie Fremar, asesora habitual de Charlize Theron, profesionales ambas con experiencia en el mundo editorial (entonces haber estado en plantilla de alguna de las grandes biblias de la moda parec¨ªa un requisito imprescindible para la respetabilidad) y cuyo objetivo era satisfacer por igual a sus clientas y a las marcas, incluso cuando eso pod¨ªa suponer aburrir al p¨²blico con una estandarizaci¨®n previsible: los cortes de sirena, las enso?aciones de princesa (Marchesa es el ejemplo perfecto) y la solemnidad made-to-measure empezaron a apoderarse de un terreno que de los a?os ochenta hasta finales de los noventa hab¨ªa estado abonado a las mayores locuras: de los monos de Bob Mackie de Cher a aquel cisne que el macedonio Marjan Pejoski dise?¨® para la cantante islandesa Bj?rk. Ambas, supuestamente, tomaban sus propias decisiones estil¨ªsticas.
Tambi¨¦n hay un antes y un despu¨¦s del #MeToo en lo que a estilistas se refiere: la explosi¨®n de la causa feminista coincide con la eclosi¨®n del Black Lives Matter y la gran contraofensiva antitrumpista de los intelectuales y actores progresistas. Despu¨¦s de aquellos Oscar post-Weinstein de 2018, en los que todas las mujeres decidieron vestir de negro para adherirse a la causa Time¡¯s Up, nada fue lo mismo. La guerra cultural se hab¨ªa empezado a librar tambi¨¦n en los roperos de las celebrities mejor pagadas del mundo y sus estilistas ya no se pod¨ªan conformar con vestirlas: ahora ten¨ªan que dotarlas de mensaje en todas sus apariciones: de una premiere insignificante a una invitaci¨®n a la alta costura. Consiguieron superar la prueba algunas de las grandes herederas de la era anterior, como Tara Swennen, aprendiz de Rachel Zoe y art¨ªfice del milagro de Kristen Stewart, o Erin Walsh, favorita de bellezas normativas como Anne Hathaway (su mejor clienta), pero tambi¨¦n de mujeres menos convencionales como Beanie Feldstein (representante del nuevo cine independiente femenino). Sin embargo, perfiles como el de Law Roach ¡ªel extravagante gigante de rastas que ha convertido a Zendaya en la reina del riesgo chic y a C¨¦line Dion en un absoluto icono, el de Karla Welch ¡ªque le ha regalado a Tracee Ellis Ross, la hija de la c¨¦lebre Diana, una carrera en la moda¡ª o el de Harry Lambert ¡ªel exc¨¦ntrico brit¨¢nico que sac¨® a Harry Styles del sartorialismo y le dio su personalidad fluida¡ª son los que copan los listados de influencia. Ellos son en s¨ª mismos celebrities, con su propia estrategia de imagen, su propio asiento en los desfiles y en algunos casos, su propia marca. ?Y por qu¨¦ no?
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