Laura Ponte: ?Mi padre llamaba a mi madre y a sus hermanas ¡®Las sofisticadas de Sotrondio¡¯ por su afici¨®n a ponerse ropa rara en el pueblo?
La modelo Laura Ponte nos recibe en su casa de Puerta de Hierro y nos deja asomarnos a su impresionante fondo de armario para que comprendamos por qu¨¦ es la reina absoluta del ¡®vintage¡¯ en Espa?a.
Mucho antes de que la palabra influencer perdiese absolutamente su significado, hab¨ªa una jovencita en Espa?a, que con solo posar en un par de fotos era capaz de hacer que las mujeres de todo el pa¨ªs decidiesen ponerse en el-d¨ªa-m¨¢s-importante-de-sus-vidas (supuestamente, su boda) una diadema turbante que solo podr¨ªa favorecer a los rostros m¨¢s privilegiados o que sus madres (esto es, las madrinas) se encajaran en la cabeza una ensaimada extravagante de las que genera mil comentarios maliciosos entre el resto de las invitadas.
De la misma manera que a mediados de los noventa Jennifer Aniston consigui¨® cambiar las cabelleras de las estadounidenses y, en realidad, de medio planeta, la modelo Laura Ponte (Vigo, 1974) logr¨® a mediados de los dosmil cambiar la est¨¦tica de las bodas espa?olas sin propon¨¦rselo. La culpa la tuvo aquel vestido de novia incre¨ªble de talle bajo, inspirado en las flappers de los a?os veinte, que su ¨ªntimo amigo, el dise?ador Miguel Palacio, cre¨® para que se dirigiese al altar de a la iglesia de la Granja en la que se cas¨® en 2004 con Beltr¨¢n-G¨®mez Acebo, primo carnal del actual rey, o esa antena parab¨®lica rematada en pluma con la que, en el mismo a?o, acudi¨® a la boda de Don Felipe y Do?a Letizia en la catedral de la Almudena.?
?Los guantes naranjas que llevaba con aquel estilismo me los compr¨¦ en Mil¨¢n, es una de esas tiendas tradicionales que hay en el pasaje de Vittorio Emmanuelle?, rememora la modelo y dise?adora con esos guantes, precisamente, entre las manos. Cuando todo eso ocurri¨® ella ya llevaba una d¨¦cada formando parte del olimpo de las grandes modelos, las que consiguen trabajar para Valentino, Ralph Lauren, Hugo Boss o Christian Lacroix (en 1996, Ponte lleg¨® a ser considerada la tercera maniqu¨ª mejor pagada del mundo) y ya se hab¨ªa ido a Nueva York a estudiar dise?o en la prestigiosa escuela Parsons, pero fueron estos acontecimientos sociales los que la convirtieron tambi¨¦n en un personaje habitual del papel cuch¨¦ y, por tanto, en un rostro muy conocido para el gran p¨²blico. En esos a?os de fuerte presencia medi¨¢tica, Laura Ponte consigui¨® influir en el estilo colectivo de una manera m¨¢s: en un pa¨ªs que viv¨ªa la gran explosi¨®n del fast-fashion y de la filosof¨ªa ?cuentas m¨¢s prensas estrenes mejor?, ella legitim¨® el vintage, es decir, las prendas usadas y viejas. ?Siempre se ha pensado que mejor tener una cosa buena, un abrigo de cashmere, un pa?o bueno que dure, que sea atemporal que mil trapos. Esas cosas no envejecen o envejecen bien?, dice Ponte mientras se l¨ªa un cigarrillo. Su estilo desenfadado y estrafalario pero radicalmente elegante, con el que mezclaba piezas de grandes firmas con tesoros de mercadillo, se convirti¨® en una se?a de identidad para las que quer¨ªan distinguirse de la masa. ?Es una especie de herencia esta pasi¨®n por lo vintage. La cultura de la moda me viene de mi madre y sobre todo del cine. Yo he visto todo el cine del mundo porque mi madre es una gran cin¨¦fila y ella siempre me dec¨ªa mira qu¨¦ vestidos, mira qu¨¦ sombreros?, nos cuenta Ponte sentada en el sal¨®n de su casa, un recoleto chalet de dos plantas de los a?os setenta ubicado en Puerta de Hierro donde tiene el estudio en el que ahora dise?a vestidos de novia que confecciona con piezas de nueva confecci¨®n pero sobre todo con retales y elementos que encuentra en mercados de segunda mano de todo el mundo.
En este personal¨ªsimo universo las estancias est¨¢n llenas de miles de objetos evocadores cada cual con una historia m¨¢s pintoresca (unos retratos de arist¨®cratas an¨®nimos pintados por Federico Madrazo, unas l¨¢mparas belgas de hierro de Jorge Varela, una pajarera comprada en el rastrillo de Madrid, un gigantesco espejo de murano adquirido en una subasta¡), igual que la ropa antigua que atesora por quilos en un vestidor en la planta baja. En las paredes de este cuarto a¨²n se pueden ver pintadas con bol¨ªgrafo las marcas de crecimiento de sus hijos, Laura y Luis, de trece y catorce a?os. Los tres han pasado aqu¨ª el confinamiento juntos. Tambi¨¦n estaba con ellos la abuela materna, Marcela Mart¨ªnez Zapico, la mujer a la que dice deberle esa pasi¨®n por las prendas antiguas. ?Siempre ha tenido mucha cultura de sastrer¨ªa porque sus padres eran due?os de unos almacenes en dos pueblos de la cuenca minera asturiana, Sotrondio y El Entrego. Eran las t¨ªpicas tiendas donde vend¨ªan todo tipo de prendas. Absolutamente de todo: enaguas, paraguas, abrigos, unos Levi¡¯s, un traje hecho a medida¡ As¨ª que ella sab¨ªa reconocer los tejidos buenos: siempre dec¨ªa, qu¨¦ horror este poli¨¦ster, mira qu¨¦ buen pa?o este?. Cuando a nadie se le hubiese ocurrido ponerse un aut¨¦ntico poncho argentino, su madre y sus dos t¨ªas, ambas profesores de ingl¨¦s, iban por las calles de aquellas peque?as localidades norte?as como una especie de hermanas Mitford cant¨¢bricas, vestidas con prendas folcl¨®ricas compradas en sus viajes por el mundo que Laura a¨²n guarda en su tratero: ?Mi padre las llamaba ¡®Las sofisticadas de Sotrondio?. Su padre es el periodista de origen gallego Jos¨¦ Manuel Ponte Mittelbrunn, una instituci¨®n en la prensa regional que lleg¨® a presentarse a las elecciones generales de 1979 con el partido Uni¨®n por la Libertad de Expresi¨®n, cuyo fin ¨²ltimo era luchar contra los monopolios medi¨¢ticos. ?Cuando era una ni?a mi padre nos contaba unas historias incre¨ªbles del rey Juan Carlos?, dice Ponte entre risas, incapaz de imaginarse entonces que alg¨²n d¨ªa acabar¨ªa emparentada con la familia real. En este ambiente liberal y algo extravagante se cri¨® Laura, quien naci¨® en Vigo pero pas¨® su adolescencia en Oviedo. De aquella ¨¦poca recuerda que su madre no le dejaba ponerse mochilas de pl¨¢stico: ?Nos obligaba a ponernos unas de cuero que nos hac¨ªan en Galicia. Yo no quer¨ªa aquella cosa que me parec¨ªa antigua y ahora digo, ?qu¨¦ maravilla! Ah¨ª ya nos estaba inculcando la cultura de lo que tiene que perdurar?. A los 18 a?os les dijo a sus padres, ya divorciados, que se le pasaba por la cabeza ser periodista pero muy r¨¢pidamente la disuadieron.
Los dos trabajaban en medios de comunicaci¨®n y quer¨ªan otro futuro para ella. Su madre la inscribi¨® en Ciencias Pol¨ªticas en la UNED, y Laura se fue a vivir a Inglaterra con su novio de entonces. ?Me pasaba el d¨ªa haciendo dibujos y restaurando muebles?. Un a?o despu¨¦s volvi¨® a Madrid junto a su progenitora y su hermano Jacobo. Un d¨ªa, una de sus t¨ªas la invit¨® a una fiesta en un estudio de fotograf¨ªa donde conoci¨® al dise?ador colombiano Jorge Johnson, que ven¨ªa de triunfar en Par¨ªs. Le ense?¨® sus dibujos, pero el modisto se fij¨® en su potencial como modelo. Laura cedi¨® y se acerc¨® a la agencia que dirig¨ªa Carlos Mundy en Madrid. All¨ª le ofrecieron posar para unos retratos. Empez¨® a ser maniqu¨ª como pasatiempo pero la historia?fue m¨¢s all¨¢. La ficharon en Par¨ªs por una agencia y ah¨ª arranc¨® su carrera en la moda. De aquella ¨¦poca le quedan muchos recuerdos, entre ellos un bolso con un asa met¨¢lica y cuerpo cubierto de purpurina. ?Me lo regal¨® mi representante?, dice mientras lo recoge de la mara?a de prendas y complementos que resumen algunos de los momentos m¨¢s especiales de su vida y que ha extendido sobre una de las camas met¨¢licas del porche de su casa. Hay de todo: una t¨²nica tradicional con bordados dorados que compr¨® en un viaje que hizo a Grecia para una sesi¨®n de fotos, un traje de dos piezas t¨ªpico de Senegal que adquiri¨® en una visita tur¨ªstica, un mono blanco lleno de mangas inveros¨ªmiles por todo el cuerpo del dise?ador espa?ol Jaime Mora, un retal bordado comprado en las pulgas de Par¨ªs pensando en alguna de sus clientas nupciales, un chaleco de pedrer¨ªa adquirido en Egipto, un traje de Viviene Westwood. ?Lo compr¨¦ para la boda de Felipe y Letizia y luego no me lo puse?. Hay unas sandalias metalizadas de Yves Saint Laurent tan gastadas por el uso que han perdido su brillo pero ni un ¨¢pice de su encanto. ?Mi abuela sol¨ªa decirnos que ten¨ªamos que calzarnos bien, que eso era muy importante, porque los zapatos sostienen todo el cuerpo?, dice mientras saca dos pares de Miu Miu de una caja circular llena de tacones. ?Antes las firmas me mandaban pares y yo los llevaba a todas partes. Pero luego llegaron las influencers y se acab¨®¡?.
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