Minx, feminismo con fotos de penes: la historia del ?porno para mujeres? que prolifer¨® en los 70
En los setenta, cabeceras como Viva y Playgirl trataron de replicar el modelo de Playboy ofreciendo porno para mujeres heterosexuales. Las acabaron comprando los hombres gays.
Acabar con el heteropatriarcado, y hacerlo a base de fotos de penes descomunales. Eso es lo que se propone?Minx, la revista ficticia que est¨¢ en el centro de la serie del mismo nombre de HBO Max. La premisa queda clara en el primer cap¨ªtulo: Corre el a?o 1971? y Joyce Prigger (Ophelia Lovibond) es una feminista de la segunda ola de manual, dispuesta a citar a Gloria Steinem antes de tomarse el primer caf¨¦, con una visi¨®n m¨¢s te¨®rica que pr¨¢ctica de la liberaci¨®n sexual y un armario lleno de blusas de lazada al cuello y trajes pantal¨®n de pana.
Prigger sue?a con lanzar una revista feminista llamada The Matriarchy Awakens (El matriarcado se despierta) y acude a una feria de revistas de California con su proyecto. All¨ª conoce a Doug Renetti, un editor de revistas porno, que acepta publicar su revista, pero con una condici¨®n: reformularla como revista er¨®tica para mujeres llamada Minx que llevar¨¢ en sus p¨¢ginas dobles centrales un poster desplegable con un full frontal masculino en toda su gloria. Su argumento para convencerla: ?Acaso es justo que un t¨ªo tenga 12 sitios a los que ir para ver un par de tetas pero una mujer no tenga ning¨²n lugar en el que contemplar un pene en condiciones?
Como el espectador versado en rom coms puede adivinar, Joyce acepta y entre ambos se establece la clase de tensi¨®n sexual que lleva alimentando el g¨¦nero desde Katherine Hepburn y Spencer Tracy hasta Luz de luna. Ella, un poco estirada y llena de opiniones. ?l, fanfarr¨®n y machista. Solo puede salir bien.
Minx no existi¨®, pero la creadora de la serie, Ellen Rapaport, ha explicado que bas¨® su guion en dos revistas de los setenta que s¨ª intentaron esa mezcla de teor¨ªa feminista y pornograf¨ªa, Viva y Playgirl. En realidad, esa pregunta, si las mujeres heterosexuales quieren un material er¨®tico calcado del de los hombres heterosexuales, se ha hecho casi desde que existe el porno y la respuesta m¨¢s ajustada ser¨ªa: ¡°depende¡±.
La revista de la serie, que se monta con m¨¢s buena voluntad que medios gracias a una plantilla de tres personas formada por rebotados del porno masculino, y que tiene dificultades para conseguir a feministas de prestigio que escriban columnas, queda bastante lejos de Viva, la revista er¨®tica para mujeres que naci¨® en 1973 y en la que llegaron a firmar Simone de Beauvoir, Joyce Carol Oates, Joan Baez, Ana?s Nin y Norman Mailer, que no se perd¨ªa una. La editora de moda, por cierto, se llamaba Anna Wintour, que consigui¨® que le duplicaran el n¨²mero de p¨¢ginas dedicado a los editorales.
Fue Gay Bryant, una editora de Penthouse, la revista rival de Playboy que triunfaba a principios de los 70, quien tuvo la idea de darle la vuelta y hacer un Penthouse para mujeres. As¨ª se lo coment¨® a un antiguo fot¨®grafo de la casa, Bob Guccione, un tipo que habr¨ªa servido de modelo para el personaje de Jake Johnsn en la serie de HBO Max y que, como ¨¦l, iba vestido a lo Tom Jones, con trajes de pata de campana y camisas abiertas que dejaban ver su pecho peludo.
En 1973, Guccione lanz¨® Viva bajo el paraguas de Penthouse, aunque en realidad la jefa de operaciones fue Kathy Keeton. Como se?alaban en un art¨ªculo sobre la historia de Viva publicado en Shondaland en 2018, la revista consigui¨® atraer talento de otras redacciones y logr¨® entrevistar a gente como Paul y Linda McCartney, Dennis Hopper, Maya Angelou o Paul Newman. Tambi¨¦n ten¨ªan un consultorio sobre fantas¨ªas sexuales femeninas, aunque quieres respond¨ªan las preguntas sol¨ªan ser doctores hombres.
El mayor legado de Viva est¨¢ en su est¨¦tica, una especie de soft porn muy de la ¨¦poca que despu¨¦s volver¨ªa a apreciarse a principios de este milenio, en lo que ahora en Tik Tok se llama indie sleaze. Es decir, fotos de picnics nudistas en los que los modelos llevan solo calcetines de tenis hasta media pantorrilla, la prenda que los anuncios de American Apparel convirtieron en el fetiche por excelencia de los primeros dosmiles. Guccione transplant¨® de Penthouse el truco para conseguir im¨¢genes borrosas que se consideraban m¨¢s on¨ªricas y elegantes: poner vaselina a la lente de la c¨¢mara, el precursor de algunos filtros de Instagram.
El contenido editorial de la revista la situaba a medio camino entre la Cosmopolitan de Helen Gurley Brown, la primera revista mainstream que reconoci¨® la posibilidad de que a las mujeres les gustase el sexo, pero que basaba toda su visi¨®n en complacer a los hombres, y Ms, la revista que fund¨® Gloria Steinem para hacer avanzar la agenda feminista. En Viva se publicaron testimonios de mujeres violadas, informes sobre sadomasoquismo, perfiles de Bella Abzug, la primera mujer que se present¨® a presidenta de Estados Unidos, y muchos art¨ªculos sobre la guerra de Vietnam, junto a reportajes en los que un peluquero famoso hac¨ªa peinados con vello p¨²bico (de hombre) y planos cortos de las entrepiernas de los deportistas. Adem¨¢s, claro, de las famosas p¨¢ginas dobles de desnudos masculinos, que fueron haci¨¦ndose m¨¢s expl¨ªcitas.
Hay una escena en la serie Minx en la que el editor repasa las ventas del primer n¨²mero y va se?alando las zonas en las que ha funcionado especialmente bien, entre ellas Greenwich Village en Nueva York y el barrio de Castro en San Francisco. Es decir, los barrios gays. Eso tambi¨¦n sale de la historia de Viva, que acab¨® teniendo m¨¢s clientela entre los hombres homosexuales.
¡°El error fue que se convirti¨® en un espejo de Penthouse y no evolucion¨® hacia algo que las muejres pudieran apreciar como fantas¨ªa. Hab¨ªa una sensaci¨®n, que en mi opini¨®n fue un error, de que las mujeres quer¨ªan ver a hombres sexies, machotes. Bob era un gran fot¨®grafo y sab¨ªa que hab¨ªa creado una f¨®rmula para Penthouse. La aplic¨® igual para Viva y no funcion¨®¡±, dijo Gay Bryant a Shondaland en el mismo reportaje.
Al final, los anunciantes que necesitaba la revista para mantenerse a flote, los de cosm¨¦ticos, por ejemplo, no la encontraban suficientemente viable. Tem¨ªa que iba a acabar en manos de hombres gays de todas formas y que ellos no compraban sus productos. La cabecera termin¨® por cerrar en 1979, sin aviso previo y sin dejar el cl¨¢sico n¨²mero de despedida. Hoy es relativamente f¨¢cil conseguir algunos de sus n¨²meros en eBay.
El mismo a?o en que se lanz¨® Viva apareci¨® tambi¨¦n Playgirl, la revista que ven¨ªa a dar la respuesta a Playboy. El punto de partida fue el mismo. Jenny Lambert, una californiana casada con un empresario de clubs nocturnos, le coment¨® un d¨ªa a su marido: ?y si las mujeres quisieran mirar fotos de hombres desnudos, igual que hacen ellos? Douglas Lambert se asoci¨® con William Miles Jr., que hab¨ªa sido vicepresidente de Playboy, y ambos lanzaron la revista con gran ambici¨®n comercial. La primera portada, con un hombre desnudo con los genitales tapados y una mujer acarici¨¢ndole por detr¨¢s, ten¨ªa este titular en la portada: ¡°Compulsiones de la mujer promiscua¡±. Playgirl se top¨® exactamente con los mismo problemas que Viva. Seg¨²n esta historia oral de la revista que public¨® Esquire, un ejecutivo de Hanes, la marca de camisetas y ropa interior, dijo: ¡°no queremos alcanzar al tipo de mujer que lee esta revisa, no son nuestro mercado¡±. Tampoco los gigantes de la cosm¨¦tica quer¨ªan acercarse. Aun as¨ª, la revista tuvo un ¨¦xito muy notable en los setenta. Lleg¨® a alcanzar una tirada de un mill¨®n y medio de ejemplares. Tambi¨¦n al igual que Viva, Playgirl se hizo r¨¢pidamente con un p¨²blico de hombres gays, algo que la revista no estaba dispuesta ni a celebrar ni a reconocer. Cuando el actor Lorenzo Lamas, que se acabar¨ªa convirtiendo en la estrella de la revista, le dijo a su padre, la antigua estrella de la MGM Fernando Lamas, que hab¨ªa posado desnudo para la revista, ¨¦ste pidi¨® los negativos y los quem¨®. Esas fotos, le dijo a su hijo, solo servir¨ªan para asociarle al p¨²blico gay y arruinar su carrera, le dijo. Tras la muerte de Fernando en 1982, Lorenzo posar¨ªa decenas de veces para Playgirl. ¡°Aunque los jefes lo negaran, los hombres armarizados compon¨ªan una gran parte de nuestros lectores. Las suscripciones nunca se correspond¨ªan con sus nombres reales. O eran iniciales. Siempre era algo como M. Jones¡±, cont¨® uno de los editores, Neil Feineman, en el mismo reportaje.
En los ochenta, cuando la revista cambi¨® de due?os y cuando reg¨ªa lo que Susan Faludi llam¨® la gran reacci¨®n al feminismo de la segunda ola, el retroceso patriarcal que domin¨® la d¨¦cada, la cabecera se transform¨®. Desaparecieron los textos sobre la violaci¨®n dentro del matrimonio y el contenido se reenfoc¨® hacia el porno de baja intensidad. Apenas aparec¨ªan modelos negros (ni hispanos, ni de origen asi¨¢tico) porque se consideraba que echaban para atr¨¢s a los posibles lectores. Y si aparec¨ªa un modelo afroamericano era en el contexto de una biblioteca, con camisa de traje, o en una foto de grupo, dentro de los especiales con alumnos universitarios, por ejemplo.
La revista dej¨® de publicarse en papel de seguido en 2011 por el mismo motivo que todas las revistas er¨®ticas de papel: el material pornogr¨¢fico hab¨ªa pasado a estar f¨¢cilmente disponible en internet y nadie sent¨ªa la necesidad de suscribirse o comprarlo en el quiosco. En 2020, existi¨® un intento de relanzar Playgirl como una revista feminista de sensibilidades m¨¢s alternativas, con una portada en la que aparece¨ªa Chl?e Sevigny embarazada, fotografiada por Mario Sorrenti y con un nuevo equipo directivo, pero la iniciativa no fue m¨¢s all¨¢.
En la ¨²ltima d¨¦cada, los intentos de lanzar revistas er¨®ticas para mujeres iban m¨¢s en esa l¨ªnea, tratando de seguir la estela de Kinfolk y del peque?o boom de revistas de papel con est¨¦tica muy trabajada de las que se venden en librer¨ªas y en caf¨¦s de capitales urbanas en los que el flat white nunca baja de los tres euros. En 2013 se lanz¨® Adult, que se vend¨ªa como una ¡°revista porno para intelectuales¡±. Sus dos editoras dec¨ªan que quer¨ªan presentar las ¡°vidas sexuales y er¨®ticas de las mujeres tal y como son¡±. Tanto Adult como la Playgirl con Chl?e Sevigny participaban de la est¨¦tica de la female gaze, la mirada femenina, que propusieron fot¨®grafas como Harley Weir o Petra Collins. En Minx, Joyce tambi¨¦n utiliza esa expresi¨®n, ¡°mirada femenina¡±, aunque tanto su jefe como muchos de sus lectores sean hombres.
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