La historia de Gavin McInnes: de padrino de lo h¨ªpster a l¨ªder supremacista blanco
El grupo de extrema derecha Proud Boys, al que se dirigi¨® Donald Trump durante el debate con Joe Biden, fue fundado por el mismo personaje que antes cre¨® 'Vice', la revista que defini¨® lo h¨ªpster. La evoluci¨®n es m¨¢s previsible de lo que parece
En 2002, era el h¨ªpster m¨¢s h¨ªpster del planeta. En 2018, el l¨ªder del grupo supremacista blanco m¨¢s pujante de EE UU, con sucursales en Israel, Australia y Canad¨¢. El trayecto vital de Gavin McInnes (Reino Unido, 1970) ¡ªcofundador en los a?os noventa de Vice, el conglomerado medi¨¢tico que ayud¨® a definir la cultura h¨ªpster, y en 2016 de los Proud Boys, un club de hombres blancos basado en la misoginia, la violencia y el chovinismo¡ª es la confirmaci¨®n de las sospechas de que aquella nueva modernidad gentrificadora erigida a golpe de bicicletas, bigotes y camisas a cuadros escond¨ªa una visi¨®n excluyente y retr¨®grada del mundo. Nada bueno pod¨ªa salir de un movimiento integrado en su inmensa mayor¨ªa por hombres blancos de clase media que viven en ciudades pero cuya aspiraci¨®n vital y est¨¦tica parece ser querer mudarse al campo, pero al antoj¨¢rseles eso algo complicado porque en el campo no siempre hay buena conexi¨®n wifi, deciden traer el campo a la ciudad.?
Durante el debate del martes con Joe Biden, el presidente estadounidense, Donald Trump, no solo se neg¨® a condenar el supremacismo blanco, sino que mand¨® un mensaje a los Proud Boys. Les dijo que se apartaran, pero que se mantuvieran alerta. El actual l¨ªder del grupo, el afrocubano Enrique Tarrio, asinti¨®. Pero el fundador, que hab¨ªa dejado la banda en 2018, le record¨® a Trump que era ¨¦l quien controlaba a¨²n el asunto y que no ten¨ªa ninguna intenci¨®n de apartarse. As¨ª es Gavin McInnes, un tipo con tama?a tendencia a ir a la contra que casi siempre termina yendo a la contra de s¨ª mismo.
Nacido en el Reino Unido, McInnes se traslad¨® a Canad¨¢ siendo un ni?o. Estudi¨® en Ottawa, form¨® una banda punk, se cans¨® y se mud¨® a Montreal. All¨ª, en 1994 y junto a Shane Smith y Suroosh Alvi, fund¨® Voice Of Montreal, una publicaci¨®n financiada con fondos p¨²blicos. Deb¨ªa dar trabajo a desempleados de la comunidad. Dos a?os despu¨¦s, los fundadores compraron la cabecera y le cambiaron el nombre. Naci¨® Vice. Con el apoyo de Richard Szlawinski, un tipo que hab¨ªa hecho fortuna en el mundo de la tecnolog¨ªa, arrancaron un proyecto de revista gratuita alrededor de la cultura, la moda y las tendencias. Como esa, hab¨ªa entonces decenas en casi todas las grandes ciudades del planeta. Pero Vice apost¨® por una estrategia realmente contracultural. Si las dem¨¢s publicaciones de sus caracter¨ªsticas iban poco a poco perdiendo su origen alternativo, alej¨¢ndose de la cultura de fanzine de la que casi todas beb¨ªan para acercarse al mundo de la revista de kiosco con el fin de poder competir con las cabeceras masivas en la caza de grandes anunciantes, Vice hizo lo contrario. Cada vez m¨¢s salvaje, de peor gusto, m¨¢s ir¨®nica y hasta zafia. En vez de doblarse a la moda, propuso que la moda se rindiera a sus ocurrencias. En esa primera etapa estuvieron a punto de lograrlo. Incluso abrieron tiendas en Nueva York. En ellas, se vend¨ªan algunas de las prendas que aparec¨ªan en la revista. Pero Szlawinski se arruin¨® con el colapso de las puntocom. Tuvieron que cerrar.
La cabecera ya contaba con cierto prestigio en c¨ªrculos cada vez m¨¢s amplios. Animados por el ¨¦xito, los fundadores recuperaron de nuevo Vice y armaron un plan de expansi¨®n que, con los a?os, les llevar¨ªa a poseer hasta 36 delegaciones repartidas por el mundo, una productora de televisi¨®n, una agencia de publicidad... Fue entonces, a principios de este siglo XXI, cuando McInnes se convirti¨® en un personaje a la altura de lo que su medio propon¨ªa. En 2002, declar¨® estar feliz porque casi todos los h¨ªpsters de Williamsburg eran hombres blancos. Poco a poco, se gan¨® el t¨ªtulo de padrino de lo h¨ªpster. Cuanto m¨¢s grande se hac¨ªa Vice, m¨¢s err¨¢tico era su comportamiento. Hasta que en 2008 fue despedido de su propia cabecera. La versi¨®n oficial fue que se le despachaba por diferencias creativas. Pero luego se han dado tantas versiones que es imposible saber siquiera si fue despedido. Un tipo como McInnes siempre lo deja, jam¨¢s lo echan.
Despu¨¦s de su salida de Vice, mont¨® una web llamada Streetcarnage. Mientras su antiguo medio ampliaba su ¨¢mbito de acci¨®n m¨¢s all¨¢ de las gu¨ªas de ligue, la escatolog¨ªa, el porno y los manuales para comerse un kebab borracho a las tres de la ma?ana para apostar por lo social y lo pol¨ªtico, McInnes se mantuvo fiel a aquella versi¨®n de Jackass para modernos que fue Vice en sus inicios. Su nueva plataforma fracas¨®, y el m¨¢s tarde fundador de los Proud Boys decidi¨® que ya ten¨ªa suficiente bagaje como para convertirse ¨¦l mismo en marca. Escribi¨® un par de libros, se abri¨® un canal en YouTube y empez¨® a colaborar con medios basados en el humor de la nueva derecha, que b¨¢sicamente se reduce a ridiculizar cualquier intento de hacer del mundo un lugar m¨¢s habitable.
En 2015, ya ten¨ªa un programa basado en la libertad de expresi¨®n y una columna en un portal de extrema derecha llamado The Rebel Media. No es que McInnes hubiese comprado la por entonces embrionaria idea de que la derecha que se sit¨²a a la derecha de los conservadores hab¨ªa estado acallada y ninguneada por el buen¨ªsmo de la izquierda y su correcci¨®n pol¨ªtica, es que llevaba ya casi dos d¨¦cadas denunciando eso. Lo que pasa es que nadie se habla dado cuenta. Ni siquiera ¨¦l.
As¨ª, en 2016, fue un paso m¨¢s all¨¢ ¡ªtodo en su biograf¨ªa parece reducirse a ir un paso m¨¢s all¨¢, la verdad¡ª y fund¨® los Proud Boys. En sus estatutos, un ideario alrededor de la defensa de la cultura occidental, una loa al emprendedor, cierta nostalgia de cuando el hombre blanco dominaba el mundo y la cocina de su casa y altas dosis de masculinidad universitaria. Mucha pelea. Mucho alcohol. Mucho golpe en el pecho. Mucho te aguanto la cabeza mientras vomitas.
Pronto, los Proud Boys se expandieron por EE UU. Curiosamente, quienes empezaron a llegar seducidos por esa siempre letal mezcla de orgullo y nostalgia fueron los tipos que hab¨ªan inspirado a los h¨ªpsters 15 a?os antes o los mismos h¨ªpsters que se hab¨ªan convertido con los a?os en aquellos tipos de cuya idiosincrasia ellos fueron una versi¨®n ir¨®nica y urbana. Que una de las concisiones establecidas por McInnes para formar parte de los Proud Boys fuera no masturbarse m¨¢s de una vez al mes, dice mucho del tipo de p¨²blico al que sab¨ªa que se dirig¨ªa.
En 2018, el grupo ya estaba totalmente asentado dentro del organigrama de la derecha alternativa, aunque su fundador prefer¨ªa que se refirieran a sus muchachos como "nueva derecha". Aquel verano los Proud Boys estaban en todas partes. En agosto, vieron c¨®mo sus cuentas en redes sociales eran suspendidas. Tambi¨¦n en Paypal. El Gobierno australiano negaba la entrada al pa¨ªs a McInnes por sus declaraciones racistas. ¡°Este se?or representa una amenaza mayor para nuestra comunidades que muchos de los predicadores musulmanes a los que henos negado el visado¡±, coment¨® el jefe de Inmigraci¨®n australiano. Lejos de amedrentarse ante la sospecha de que el mundo empezaba a conocer a los Proud Boys y estos no le gustaban lo m¨¢s m¨ªnimo, McInnes se vino arriba. ¡°Somos los ¨²nicos luchando contra los antifascistas. Quiero que t¨² tambi¨¦n luches contra ellos. Es divertido¡±, declar¨® tras una batalla campal contra grupos de izquierda en Portland. Semanas despu¨¦s, una manifestaci¨®n organizada por el grupo en la misma ciudad termin¨® con altercados entre los fascistas y contramanifestantes de izquierda. Varios v¨ªdeos de las peleas acontecidas en las calles de esta ciudad del noroeste estadounidense empezaron a circular por las redes. Fue entonces cuando la prensa empez¨® a entender que los Proud Boys no eran cuatro libertarios intentando recrear sus a?os en una fraternidad universitaria. El polo negro y amarillo de Fred Perry ya era su uniforme ¡ªla marca ha anunciado hace unos d¨ªas que deja de venderlo en EE UU porque no quiere verse asociada con este movimiento¡ª y McInnes proclamaba que para llegar al nivel cuatro de proud boy ya era necesario darle una paliza a un antifa. Se sucedieron incidentes en Seattle y Vancouver. Al ser entrevistado por The Guardian, el fundador pas¨® de volver a insistir en que sus chicos no eran violentos ni racistas, solo admiradores de Trump, a llamar al rotativo brit¨¢nico "publicaci¨®n de maricas".
La obsesi¨®n de McInnes con la violencia viene de lejos. En un podcast lleg¨® a proclamar que "una pelea lo arregla todo". Tras la primera batalla de Portland, uno de los miembros de Proud Boys declar¨® a los medios: ¡°Como dice Gavin, la violencia no es guay, pero la violencia justificada es incre¨ªble¡±. Obviamente, desde su perspectiva, atacar a un antifascista est¨¢ m¨¢s que justificado, porque "no razonan y son d¨¦biles". Uno de los rituales de entrada en el grupo consiste en media docena de tipos pegando pu?etazos en el est¨®mago del aspirante, y una de las mayores filias de McInnes siguen siendo los clubes de la lucha. Se jacta de haber participado en varios. ¡°No eres un hombre hasta que le has pegado una paliza a otro o te la han pegado a ti¡±, proclam¨® orgulloso el tipo que fund¨® una revista cuyo inicial punto fuerte era decir de qu¨¦ color deb¨ªa ser tu camiseta para ir esta noche de forma ir¨®nica a la bolera.
Semanas despu¨¦s de la batalla de Portland, los Proud Boys participaron en Charlottesville, Virginia, en una manifestaci¨®n patri¨®tica bajo el lema "Unite The Right" (Unid a la derecha). El asunto acab¨® en altercados con los contramanifestantes, como era de esperar. Pero esta vez el asunto fue un poco m¨¢s lejos. Adem¨¢s de peleas por las calles, hubo un asesinato: un simpatizante de la extrema derecha atropell¨® a una manifestante de izquierdas. Aquellos hechos desembocaron en una investigaci¨®n del FBI. Pero McInnes continu¨® con sus provocaciones. Escribi¨® una gu¨ªa sobre las cosas que no le gustan de los jud¨ªos y continu¨® declarando cosas como esta: ¡°Me encanta ser blanco. Es algo de lo que estoy orgulloso. No creo que nuestra cultura deba ser diluida. Debemos cerrar las fronteras y dejar que todo el mundo asimile el estilo de vida blanco, occidental y anglosaj¨®n¡±.
Por aquel entonces, este personaje ya se hab¨ªa enfrentado a varias demandas, saliendo m¨¢s o menos inc¨®lume de todas, por lo que pod¨ªa pensar que las investigaciones del FBI no conducir¨ªan a nada. Hab¨ªa encontrado una forma de evadir ser castigado legalmente por las barbaridades que dec¨ªa. Como Ezra Levant, fundador de The Rebel Media, el sitio web de extrema derecha en el que colaboraba, cada vez que se le trataba de pedir responsabilidades legales por sus palabras alegaba que no era periodista, sino un c¨®mico, un provocador. La estrategia funcionaba. Y a¨²n funciona. Esta semana, despu¨¦s de lo aceecido en el debate, la prensa se refiri¨® a ¨¦l como "c¨®mico".
Toda la carrera de McInnes y de sus asociados se resume en un gigante y casi siempre falso ¡°es broma¡±. Cuando esa broma cuela, se vienen arriba, Cuando esa broma no cuela, se quejan de la correcci¨®n pol¨ªtica. Es una estrategia tremendamente infantil, pero preocupantemente efectiva y peligrosamente universalizada entre esa facci¨®n de la ultraderechista cobarde. Esta forma de presentarse como azote de la correcci¨®n pol¨ªtica, guardianes de la libertad, revolucionarios y provocadores de sal¨®n les ha granjeado simpat¨ªas entre equidistantes e incluso entre izquierdosos reaccionarios, que son aquellos que denuncian a la nueva izquierda como un mero ejercicio de est¨¦tica y diversidad, cuando ellos lo ¨²nico que tienen de izquierda es el recuerdo de algo supuestamente socialista hoy tan superado que es centro y es consenso. Celebran a gente como McInnes, o a otros del mismo espectro pol¨ªtico y medi¨¢tico como adalides de la libertad, olvidando que es bastante m¨¢s f¨¢cil serlo cuando se tiene el poder, el dinero y los medios de tu lado. Un rapero mallorqu¨ªn hijo de fruteros insulta al rey y se exilia. Un comunicador de un medio masivo insulta a quien le apetezca, paga 15.000 euros, emite una disculpa dramatizada y se va a cenar rabo de toro para celebrar que ha puesto patas arriba el sistema y la correcci¨®n pol¨ªtica. La clave del ¨¦xito de gente como McInnes es tener el poder y fingir que no lo tienen. Y la anomal¨ªa de McInnes es que proviene de un lugar m¨¢s parecido al del hijo del frutero que al de cualquier tertuliano de mesa, mantel y chiste sobre tetas en Casa Lucio.
Finalmente, se incluy¨® a Proud Boys en la lista de organizaciones peligrosas del Southern Poverty Law Center. El FBI lo calific¨® de grupo de odio. Aconsejado por su equipo legal, a finales de aquel verano de 2018 McInnes anunci¨® que se desvinculaba del grupo. En octubre, los Proud Boys protagonizaron un altercado con antifascistas en los alrededores de la Universidad de Nueva York que termin¨® con la detenci¨®n de dos de ellos. El afrocubano Tarrio tom¨® el control del grupo, que ya contaba por entonces con m¨¢s de 1.000 afiliados.
Todas estas pol¨¦micas hicieron de McInnes una cara conocida m¨¢s all¨¢ de la modernidad y la nueva derecha. Tanto que sus vecinos en el condado de Westchester, Nueva York, empezaron una campa?a para que ¨¦l y su familia abandonaran la zona. Se colgaron carteles que proclamaban que el odio no ten¨ªa lugar en su comunidad. Su esposa, Emily McInnes, empez¨® a amenazar con acciones legales a algunos vecinos, hasta que se abri¨® un foro online entre los miembros de la comunidad para discutir el asunto. En ese foro, el fundador de Proud Boys justific¨® su antisemitismo: ¡°No soy yo, es el personaje que he creado¡±. Su esposa afirm¨® que ella, como descendiente de nativos americanos, no podr¨ªa vivir con un racista. Pero los vecinos no parecieron demasiado conformes con la explicaciones, lo que propici¨® que al cabo de unos d¨ªas, en su podcast, McInnes les llamara "retrasados".
La vida familiar es importante para el grupo y para su l¨ªder. En una entrevista sobre los sacrificios que se deben hacer para pasar de nivel dentro del organigrama del grupo, su fundador neg¨® que estuviera el celibato. ¡°Por supuesto que no desaprobamos el sexo. Pero los Proud Boys son hombres de familia. Quiero que tengan una mujer que sea una fiel ama de casa y que procreen. Pero si quieren acostarse con chicas, que lo hagan. De hecho, cada vez m¨¢s chicas quieren acostarse con un Proud Boy¡±, declaraba McInnes. Amar a las mujeres y odiar a las feministas, esta es la esencia de su misoginia. ¡°El feminismo no tiene sentido en el siglo XXI¡±, comentaba en otra entrevista. ¡°Despu¨¦s de conseguir votar y poder ir a la universidad creo que las mujeres ya no deben pedir m¨¢s. No tiene sentido el feminismo cuando ya se ha logrado eso¡±. Luego le recomendaba a la entrevistadora que dejara su trabajo y se dedicara a cuidar de su casa.
Este es, pues, el trayecto hacia la estulticia de un hombre que promovi¨® el movimiento juvenil m¨¢s retr¨®grado, ir¨®nico y acomodaticio de la historia y, una vez cogi¨® ritmo, decidi¨® que pod¨ªa traducir lo cultural y lo est¨¦tico a lo hormonal y pol¨ªtico. McInnes y los suyos son el ejemplo m¨¢s ruidoso de ese segmento de la poblaci¨®n que cree que el mundo es suyo. Ellos son quienes lo hacen girar, como ya hicieran sus padres y sus abuelos. Pero el problema es que el mundo gira sin ellos ¡ªy a su padres y abuelos les hizo girar el padre y el abuelo de quien les paga hoy la n¨®mina¡ª y no est¨¢n dispuestos a permitirlo. El progreso ya termin¨®. Hemos llegado a la meta. Todo lo que se pueda mover a partir de ahora es por vicio. ?Qui¨¦n lo decide? Ellos. No son rebeldes, ni siquiera modernos, pero desafortunadamente, son actuales.
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