Anna Pacheco: ?Todos quer¨ªamos pertenecer a la clase media, pero ni era tan ¨²til ni tan cierta?
La periodista Anna Pacheco debuta como autora con Listas, guapas, limpias. Charlamos con ella sobre conciencia de clase, feminismo y qu¨¦ pasa tras el batacazo de una generaci¨®n que cre¨ªa poder tenerlo todo.
Podr¨ªa haber funcionado como?un ep¨ªlogo l¨®gico para la narradora de su novela, pero la cruda realidad quiso que Anna Pacheco (Barcelona, 1991) pudiese acabar ?tranquilamente? su debut literario porque se qued¨® en paro. La periodista fue una de las 60 personas afectadas por?el ERE de Playground?(la mitad de la plantilla) el pasado mes de febrero. ?Me ha tocado convivir con la burbuja del periodismo digital?, dice resignada y aclara que, pese al salto al vac¨ªo, el ERE ?me facilit¨® mucho la vida porque por fin pod¨ªa escribir de lunes a viernes sin una jornada laboral?. Lo cuenta en la terraza del C3 Bar, el bar del Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB), justo despu¨¦s de entrevistar a la escritora Valeria Luiselli para la instituci¨®n. Sigue apostando por una profesi¨®n condenada a precarizar el talento.
Como redactora de Broadly, el vertical femenino de Vice, Pacheco despunt¨® con reportajes como el de la supuesta secta feminista que operaba dentro de la Universidad de Barcelona. Desde?Playground, como redactora?de g¨¦nero y clase,?evidenci¨® el techo de cristal de los hijos de la clase obrera o pidi¨® que dej¨¢semos de ?llamarnos pobres con palabras en ingl¨¦s?. Mientras combina ponencias y charlas sobre feminismo, colaboraciones, un trabajo a media jornada y Ciberlocutorio, uno de los podcasts revelaci¨®n del a?o que copresenta junto a Andrea Gumes, Pacheco se estrena como autora con Listas, guapas, limpias (Caballo de Troya).?La suya es una novela ¨¢cida y sarc¨¢stica que nos recuerda que hubo un tiempo en el que no ¨¦ramos tan feministas como ahora nos creemos y que nos revuelve al exponernos toda esa esperanza na?f de una clase media que nunca lleg¨® a ser y nunca m¨¢s ser¨¢. Reducir?Listas, guapas, limpias a otra novela m¨¢s en la que las mujeres se repiensan dentro de ese?boom de la literatura feminista ser¨ªa un error. La autora profundiza en las ra¨ªces y espinas de la conciencia de clase y ofrece una nueva v¨ªa respecto a otros escritores contempor¨¢neos que han explorado este territorio. Aqu¨ª no se celebra el barrio de forma canalla, aqu¨ª una se pone de frente para inspeccionarlo metiendo el dedo, si es necesario, en toda su llaga.
Te has lanzado con una novela de aprendizaje y no con un ensayo period¨ªstico.
Iba a ser un ensayo. Me plante¨¦ la posibilidad de explorar la misma historia en ese formato, pero tal y como empec¨¦ a investigar, me di cuenta de que lo que ten¨ªa era una cosa muy fina que apelaba a las emociones. Lo capital era mostrar esa verg¨¹enza de clase, la condescendencia y clasismo con la familia. Todas esas sensaciones me parec¨ªan muy dif¨ªcil de analizar o investigar de una forma puramente ensay¨ªstica.
Listas, guapas, limpias?es algo que te sol¨ªa repetir tu abuela.
S¨ª, el t¨ªtulo del libro recoge esta idea de lo que nos dec¨ªan nuestras abuelas. Eso que hemos escuchado tanto de plancharse la ropa interior por si tienes un accidente y te tiene que ver un enfermero. Los de mi generaci¨®n crecimos con la idea de que siendo guapos, listos y estando limpitos el camino estaba hecho. Esa idea repetida durante los a?os de la burbuja y la enso?aci¨®n colectiva en la que aspir¨¢bamos a todo sin ser conscientes de las limitaciones, aferr¨¢ndonos a esa idea abstracta y pegajosa de la ¡°clase media¡±. Toda esa ¡°clase media¡± la proyectamos guapa, limpia y lista y todos quer¨ªamos pertenecer a ella. Creo que parte del conflicto que vive la protagonista es cuando se da cuenta que eso que le hab¨ªan repetido hasta la saciedad puede no ser tan ¨²til ni tan cierto. Entonces, todo se tambalea. De repente, le faltan muchas otras cosas que nadie le hab¨ªa explicado.
?Te has inspirado en alguna hero¨ªna o h¨¦roe literario para la protagonista??
La novela no es confesional, que creo que es algo me van a preguntar mucho. Piensa que con esto me iniciaba en la ficci¨®n, sab¨ªa que era un salto al vac¨ªo y quer¨ªa hacerme el menor da?o posible. La protagonista no soy yo, pero s¨ª he remitido a un imaginario presente en mi entorno y el de mis amigos. As¨ª, creo, pod¨ªa hacer este salto de forma m¨¢s prudente.
?Ten¨ªas en la cabeza el estilo de alg¨²n autor/a en concreto?
Por lo que me han dicho, en libro resuenan ecos de esa Barcelona de Mars¨¦, Carmen Laforet, P¨¦rez Andujar o Miqui Otero¡ Sin embargo, creo que mis influencias m¨¢s o menos directas posiblemente tienen m¨¢s que ver con otras lecturas (m¨¢s o menos recientes) de Elena Ferrante, Vivian Gornick, Joan Didion ¨Cen menor medida pero s¨ª con el tema del luto y el duelo¨C, Val¨¦rie Mr¨¦jen, Anne Carson, Lucia Berlin, Elizabeth Strout, Tony Morrison, John Fante, James Salter, Carr¨¨re¡ Te lo digo un poco as¨ª, a lo loco, no creo que se aprecie todo eso en mi libro, claro.
Sobre todo quer¨ªa que se captase la idea de que estas experiencias cotidianas o de lo dom¨¦stico eran relevantes per se, b¨¢sicamente, aquello con lo que muchas de nosotras hemos crecido rechazando. Era la historia de mi vecina, la historia de mi abuela, historias que antes nos parec¨ªan irrelevantes, como las que te contaba tu madre en la adolescencia, pero que en el fondo est¨¢n llenas de pol¨ªtica. Eso es lo que he tardado mucho tiempo en entender, analizar y no despreciar, para poder terminar abraz¨¢ndolas finalmente. Es ese momento en el que empiezo a interesarme de forma genuina por qui¨¦n era mi abuela, qu¨¦ hac¨ªan en el campo, qui¨¦nes eran mis padres m¨¢s all¨¢ de haberme tenido a m¨ª y hab¨¦rmelo proporcionado todo. Tengo la sensaci¨®n de que llega demasiado tarde, ya no es en la adolescencia, donde somos bastantes cretinos. Esa amnesia colectiva de no preguntarnos nada.
Es una sensaci¨®n bastante generacional.
S¨ª, posiblemente, lo que refleja el libro es ese imaginario cercano. Es algo que he percibido al ponerlo en contexto con amigas y conocidos. Tambi¨¦n el de esa llegada a la universidad como punto central de nuestras vidas. Esa sensaci¨®n de desubicaci¨®n, de cuando te dices ¡®y por qu¨¦ de repente no s¨¦ hablar delante de toda esta gente nueva¡¯, de notar que hay algo distinto a m¨ª y de d¨®nde yo provengo. Ser¨ªa rid¨ªculo negar que esas sensaciones no las he vivido yo, pero tambi¨¦n son las sensaciones de mucha otra gente. Al final, lo que he hecho, ha sido triturarlo todo y ficcionarlo.
En el libro, precisamente, se percibe ese choque y c¨®mo la protagonista adquiere conciencia de clase al llegar a la universidad. Lo expresas desde lo material (comparas el parquet falso familiar VS. los pisos de techos altos y suelos hidr¨¢ulicos de las casas del Eixample) y tambi¨¦n en las diferencias de capital cultural, mostrando su fastidio por desconocer los grupos de m¨²sica y las pel¨ªculas de las que hablan sus compa?eros ¡®aburguesados¡¯ de la universidad.
S¨ª, me parec¨ªa muy interesante hablar sobre el elitismo cultural y esta ausencia del capital cultural que ten¨ªamos. Creo que es algo que me ha faltado mucho en la literatura que yo he le¨ªdo. Igual me faltan referentes, pero he querido reflejar ese momento que sientes que tus gustos no son acordes a una cierta tendencia. Y, adem¨¢s, lo expreso porque creo que era muy distinto hace diez a?os. Ahora sigue habiendo elitismo cultural, pero cuando nosotras fuimos a la universidad estaba toda esta cosa de lo indie y de lo hipster. Esos a?os del indie en el que cierta distinci¨®n cultural se hac¨ªa a trav¨¦s del grupo que conoc¨ªa menos gente. Tus gustos musicales ¡®raros¡¯, underground, en su mayor¨ªa de tradici¨®n anglosajona, te serv¨ªan como un marcador de estatus en ciertos ambientes. Lo popular a¨²n estaba m¨¢s denostado. Ahora podr¨ªamos hablar de si lo popular tiene un prestigio m¨¢s o menos oportunista o m¨¢s c¨®modo y normalizado, pero antes estaba m¨¢s diferenciado. Vivian Gornick tiene una frase que simboliza muy bien esto en La ciudad singular: ¡°Simplemente no me hab¨ªa ganado el derecho a amar la m¨²sica como ellos¡±. Es darse cuenta de que quieres imitar ciertos h¨¢bitos, pero hay un momento en el que comprendes que no vas a ser como ellos y no pasa nada.
?Crees que ahora cambiado gracias a los nuevos h¨¢bitos de consumo de Internet?
Creo que este conflicto, al menos en lo musical, puede quedar ahora m¨¢s diluido entre las y los j¨®venes de 20 a?os. Ahora una audiencia m¨¢s global y posiblemente menos segmentada abraza, sin tanto complejo, lo comercial y el reggaeton mismo y hasta el folclore. Aunque, en cualquier caso, s¨ª que puedo apreciar diferencias en la forma de escuchar esas mismas canciones: no es lo mismo escucharlo de forma ir¨®nica, por la foto, incluso; que escucharlo de una forma m¨¢s genuina.
Respecto a la condescendencia con la familia que comentabas antes, tambi¨¦n se visibiliza una sensaci¨®n de superioridad moral hacia el propio barrio, ?por qu¨¦?
Es un retrato de la resabida que se cree que por ir a la universidad, que por haberse matriculado en un grado de Derecho pues ya tiene derecho a hablar mal a sus padres, a corregirles, a tratarlos de forma condescendiente. Es una novela, pero tambi¨¦n un retrato familiar algo crudo. Es exponer esa parte de lo familiar en la que t¨² ejerces directamente la violencia, aunque sea simb¨®lica. Me parece, adem¨¢s, que est¨¢ totalmente normalizada. La hemos experimentado todos. Qui¨¦n no ha visto a un amigo hablando mal a su madre y trat¨¢ndola con desd¨¦n. Me interesa retratar esa crueldad hacia los padres. Tambi¨¦n ver c¨®mo muchas de nosotras, ya politizadas, vemos que el tema de la casa, de lo dom¨¦stico, es lo esencial y lo que debemos revisar.
La madre de la protagonista afea la figura de la amas de casa y parece querer inculcar a la hija la idea de que lo dom¨¦stico es una especie de c¨¢rcel.
Es un retrato crudo de la herencia familiar que recibimos con todas sus contradicciones, porque la abuela, que es migrante, tambi¨¦n es racista. La madre tiene un discurso aspiracional: ¡®Hay que trabajar¡¯, ¡®no hay que quedarse en casa¡¯ y afea el trabajo dom¨¦stico. Es un debate que es la clave de crisis de cuidados que tenemos las feministas hoy en d¨ªa. Para saber qu¨¦ hacemos con los cuidados deber¨ªamos empezar por no denostarlos.
Se desprende esa sensaci¨®n de que en el barrio nunca pasa nada interesante y la aventura est¨¢ fuera de ¨¦l.
La protagonista tiene 20 a?os, es muy joven, de forma latente e incipiente ah¨ª todo asoma: la conciencia de clase, la conciencia feminista, todo se deja entrever pero nada es del todo evidente. Pero sobre el barrio s¨ª que yo lo he vivido as¨ª: esta idea de irse al centro, coger el metro y plantearse la aventura del s¨¢bado. Descubrir la filmoteca o el CCCB y luego volver al barrio y ver que es otra historia. Por ejemplo, esa disociaci¨®n que ha habido del concepto entre los ¡®amigos del barrio¡¯ y los ¡®amigos de la uni¡¯, esa separaci¨®n marciana para no mezclarse que sigue estando presente. Algo que me hizo reflexionar sobre esto fueron unas estad¨ªsticas de entre el a?o 2009 y 2013 que encontr¨¦ para un reportaje sobre la clase obrera y que dec¨ªan que menos del 10% de los estudiantes universitarios eran hijos de trabajadores manuales. Me parecieron unos datos asombrosos porque de alguna forma confirmaban intuiciones que yo pod¨ªa haber tenido. Esa extra?eza, ese sentimiento de estar pero no estar, de no pertenecer, era real. Eso pasaba porque no hab¨ªa tantos estudiantes hijos de trabajadores manuales en las universidades. Obviamente, eso no abarca a toda la clase trabajadora, pero en el caso de la protagonista s¨ª lo es porque sus padres lo son. Ella convive con esa esquizofrenia de tener que asumir ese ascensor social y se siente aplastada por las expectativas que est¨¢ generando o por la incomprensi¨®n de su familia, la desconexi¨®n con sus amistades de la infancia o su distancia respecto a la trama amorosa. Es un momento en el que ella no acaba de entender toda esa extra?eza.
En el barrio, ?se vive de forma m¨¢s sincera?
El hecho de que se haya capitalizado y comercializado lo del barrio como lo popular, desde Rosal¨ªa a esa apropiaci¨®n de la escena urbana, ha provocado un cambio. Antes, dependiendo del acento que ten¨ªas, pod¨ªas ser la ¡®choni¡¯ o el ¡®cani¡¯ del instituto. Ahora es lo comercial. Sin embargo, no s¨¦ hasta qu¨¦ punto no sigue existiendo el conflicto hacia ¨¦l. Me remit¨ªa al pasado de hace 10 a?os porque me parec¨ªa interesante explorar esa ¨¦poca de la pre crisis y no me atrev¨ªa a ver qu¨¦ pasa ahora. Yo creo que el clasismo sigue ah¨ª. Me sigo sorprendiendo c¨®mo persiste en ciertos ambientes culturales. Por ejemplo, irte un s¨¢bado a ver un concierto de trap, pero luego comprobar que se sigue definiendo a la gente como ¡®choni¡¯ o ¡®cateta¡¯.
La ausencia de conciencia de g¨¦nero tambi¨¦n queda reflejada, como una especie de diario femenino pre 8-M. La autoestima de la protagonista bascula en funci¨®n de si la piropean por la calle, en el sexo le preocupan poco sus orgasmos pero s¨ª poder dar buenas mamadas y calcula c¨®mo colocarse desnuda para parecer m¨¢s delgada a ojos del hombre. ?Crees que ahora ha cambiado en la nueva generaci¨®n de chavalas?
Al hacer talleres de feminismo con adolescentes me he dado cuenta de que hay de todo. Puede que hayan cambiado las formas pero eso no quita que haya pr¨¢cticas nocivas. Hay otras formas de dominaci¨®n que antes no conoc¨ªamos y ahora ellas pueden creer que est¨¢n m¨¢s empoderadas y no lo est¨¢n. Tengo mis dudas de c¨®mo se est¨¢ viviendo. En la serie de Fleabag ya se percibe esto cuando el personaje de Phoebe Waller-Bridge dice ¡®soy adicta al sexo, pero soy adicta a la performance del sexo¡¯. Es lo que nos pasaba: nos gustaba presumir de que ten¨ªamos sexo, pero no del placer que nos produc¨ªa. Creo que es algo muy transversal en todas y creo que sigue ocurriendo.
En esos talleres, ?ellas te cuentan si se preocupan por su placer?
Algunas s¨ª, pero otras no. S¨ª que creo que hay un grueso de adolescentes que est¨¢n sensibilizadas y que son las que salen a la calle el 8 de marzo. Son las que ya indagan en el placer femenino, en los orgasmos, en vibradores¡ esto en mi ¨¦poca, vamos, nada de nada. Las hay concienciadas, pero hay un grueso muy elevado que no lo est¨¢. Es ingenuo pensar que ahora en los institutos todas viven una sexualidad abierta gracias al feminismo, pero, sin duda, hay m¨¢s que antes seguro.
Tambi¨¦n dibujas, sin moralismos, esa din¨¢mica de las mujeres a medirse personalmente entre ellas. La protagonista lo hace continuamente con sus dos amigas: Yaiza, la del barrio; y proyecta mucho con Anne, la del centro.
La comparativa es constante y es algo que nos ha definido mucho: mira c¨®mo tiene el pelo, c¨®mo tiene las piernas, yo quiero su culo, yo quiero su piernas. Habl¨¢bamos de las dem¨¢s chicas hasta el hast¨ªo, hasta aburrirnos a nosotras mismas. Salir de esas conversaciones era complicado. Yo creo que no nos d¨¢bamos cuenta de las carnicer¨ªas que lleg¨¢bamos a hacer.
La protagonista, ?triunfar¨ªa despu¨¦s como abogada o acabar¨ªa d¨¢ndose de bruces con la realidad como muchas licenciadas de esa generaci¨®n?
Hay un estudio muy interesante sobre esto que dice que en L¡¯Hospitalet, un sitio con mucha poblaci¨®n obrera, la mayor parte de la gente joven estudia carreras aspiracionales: abogac¨ªa y administraci¨®n de empresas est¨¢n de las primeras. Por eso me interesaba que la narradora tuviese una carrera completamente aspiracional: ¡®La ni?a va a ser abogada¡¯. Creo que esto era algo muy caracter¨ªstico de nuestra generaci¨®n, el pensar que todo era posible y que si estudias derecho vas a ser una incre¨ªble abogada, pero luego entran todos esos procesos en los que el m¨¦rito no importa, m¨¢s bien de d¨®nde eres, cu¨¢l es tu apellido o c¨®mo consigues las pr¨¢cticas. La narradora no es consciente de hasta qu¨¦ punto su carrera no va a valer igual que la del resto. Ni siquiera la familia lo es, con toda esa fe depositada en esa joven criatura.
Perteneces a una generaci¨®n de periodistas que se ha aupado, m¨¢s all¨¢ de su trabajo, por las redes sociales. Vivimos en la era del periodista como marca en s¨ª mismo. ?C¨®mo las valoras y qu¨¦ uso haces de ellas?
Me encantan las redes sociales, pero creo que son las que nos est¨¢n llevando a nuestras cotas m¨¢s altas de autoexplotaci¨®n. Lo comentaba justo con un amigo, la idea de que existe gente que desconecta de las redes y que incluso comunica a trav¨¦s de ellas que va a parar o dejar de de utilizarlas. Este verano hice un par¨®n y llegu¨¦ a pensar que la gente pensar¨ªa que me estaba tomando demasiadas vacaciones porque no estaba activa y porque no estaba generando esos contenidos, aunque hubiese sido simplemente una foto m¨ªa o escribir algo sobre lo que estaba pensando. Yo lo llevo bien, pero s¨ª que me genera una angustia permanente el saber que tengo que estar ah¨ª. Asumo que es otra ocupaci¨®n y otro trabajo m¨¢s que, adem¨¢s, nos lo estamos autoimponiendo. Aunque creamos que lo hacemos porque queremos no deja de ser otra tarea m¨¢s. En ese sentido, la promoci¨®n del libro me est¨¢ llevando a cotas desquiciantes: no puedo dormir tranquila sabiendo que ahora est¨¢ empezando el libro. La gente est¨¢ opinando y haci¨¦ndomelo saber a tiempo real a trav¨¦s de notificaciones. Me genera una sensaci¨®n de p¨¢nico absoluto.
?No tienes ganas de probar con otro?
No (r¨ªe nerviosa). Es esa sensaci¨®n constante, muy narcisista que tenemos los periodistas, y que creo que resumi¨® muy bien Dorothy Parker: ¡°Odio escribir, pero amo haber escrito¡±.
?Quieres seguir con el periodismo?
S¨ª, claro, pero los reportajes que quiero escribir, los quiero escribir con n¨®mina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.