Berl¨ªn m¨¢s all¨¢ de la gentrificaci¨®n
La capital europea del anticonformismo no se rinde y conserva su halo aut¨¦ntico y creativo a pesar de la gentrificaci¨®n. Moda, arte y vida nocturna siguen la actitud.
Dicen que fue la ¨²ltima ciudad del siglo XX. Tambi¨¦n habr¨¢ sido la primera del siglo XXI. Puede que Berl¨ªn haya sido la primera capital convertida en marca comercial, recept¨¢culo de un nuevo turismo masivo y low cost, pero con ¨ªnfulas de sofisticaci¨®n, que explica que las visitas se duplicaran en la d¨¦cada que va de 2004 a 2014, hasta rozar los 30 millones de visitantes anuales. En consecuencia, los alquileres subieron. Los precios dejaron de ser irrisorios. Las multinacionales no tardaron en llegar. Y, poco a poco, como lamenta una leyenda popular repetida hasta la saciedad por sus aut¨®ctonos, esta peque?a patria del anticonformismo se volvi¨® una ciudad como las dem¨¢s, tal vez v¨ªctima de su propio hype. Pero Berl¨ªn resurge una y otra vez. La creatividad sigue reflotando en todas sus esquinas, casi siempre bajo el signo de la precariedad, pero tambi¨¦n de una envidiable singularidad, ese atributo tan dif¨ªcil de encontrar en tiempos de estandarizaci¨®n global. El sector de la moda protagoniza el ¨²ltimo rebrote creativo en esta capital formada por estratos hist¨®ricos fracturados y superpuestos.
En una modesta planta baja de Neuk?lln, uno de los ¨²ltimos barrios gentrificados, en el que incluso emergi¨® un movimiento vecinal antihipster que ocup¨® titulares hace dos o tres veranos, se encuentra la sede de Vojd Studios, joven marca que produce joyer¨ªa en 3D para firmas como Loewe, Alexander McQueen o Prabal Gurung. Fundada en 2013 por el alem¨¢n Christian Hartung y la b¨²lgara Hristiyana Vucheva, ha logrado demostrar a los m¨¢s reticentes que la reproducci¨®n tecnol¨®gica puede ser tan sofisticada como la mejor artesan¨ªa. Sus creadores no est¨¢n de acuerdo con el hecho de que la ciudad no tenga nada que decir en materia de moda. ?Esa industria se fundamenta en un legado, como sucede en Par¨ªs con la alta costura y en Mil¨¢n con la marroquiner¨ªa. Una ciudad como Berl¨ªn no puede recuperar un retraso de varios siglos en solo 10 o 20 a?os?, afirma Vuchea. ?Berl¨ªn tiene sus calidades. Todav¨ªa es, fundamentalmente, una ciudad divertida y sexy. En su trabajo para Balenciaga, Demna Gvasalia suele hacer alusi¨®n a la cultura berlinesa, mientras que Gucci dispar¨® una de sus ¨²ltimas campa?as aqu¨ª. Si revistas como 032c o Highsnobiety tienen su sede, debe de ser por algo?, le secunda Hartung.
Frente al poder¨ªo de capitales hist¨®ricas de la moda como Par¨ªs, Londres o Mil¨¢n, Berl¨ªn tiende a especializarse en campos donde la competencia es menor. El primero, como demuestra este joven estudio, es la innovaci¨®n. El segundo, la sostenibilidad. A mediados de enero, en paralelo al programa oficial de la Semana de la Moda berlinesa, se celebr¨® el llamado Greenshowroom, un sal¨®n que re¨²ne a 170 marcas que abogan por una producci¨®n y un consumo ¨¦tico, en el edificio posindustrial donde se encuentra Tresor, toda una instituci¨®n del tecno. ?Durante mucho tiempo, se crey¨® que era imposible crear una escena de la moda, pero estas marcas demuestran lo contrario. En los ¨²ltimos a?os, han surgido muchas startups que han logrado alterar ese paisaje?, afirma su director, Olaf Schmidt. ?Pese a los cambios experimentados en los ¨²ltimos a?os, Berl¨ªn sigue siendo una ciudad barata para alojarse y tambi¨¦n para tener un estudio. En comparaci¨®n, M¨²nich o Hamburgo ¨Cotros lugares con mucha tradici¨®n textil¨C son mucho m¨¢s caras?.
MOTOR DE LA IDENTIDAD
Algo m¨¢s al norte, la sede berlinesa de Soho House parece un resumen de la historia de la ciudad en un solo edificio. El lugar fue dise?ado en los a?os 20 siguiendo el estilo arquitect¨®nico de la llamada ¡®nueva objetividad¡¯, antes de alojar unos grandes almacenes de siete plantas regentados por una familia jud¨ªa. Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, se apropiaron del edificio e instalaron en ¨¦l la sede de las juventudes nacionalsocialistas. Hoy no es solo un hotel de lujo destinado a una clientela cosmopolita. Desde hace tres a?os tambi¨¦n alberga The Store, equivalente local de la extinta Colette, que tambi¨¦n propone un caf¨¦ con espacios destinados al coworking. ?Faltaba un lugar as¨ª en Berl¨ªn, un sitio donde puedas comprar una revista o un abrigo de 2.000 euros, o simplemente instalarte en una mesa con tu ordenador y dejar que pase la tarde. Funcionamos casi como un espacio p¨²blico?, dice Celia Solf, una de sus responsables, encargada de una selecci¨®n que mezcla las mayores ense?as internacionales con marcas locales y ascendentes como Goetze o Reality Studio. ?Se suele decir que Berl¨ªn no es una ciudad para la moda. Pero eso no significa que aqu¨ª no exista nada¡?, matiza Solf.
Las cifras le dan la raz¨®n. La capital alemana concentra hasta 2.500 negocios relacionados con el sector. La paradoja es que los m¨¢s celebrados en el plano internacional prefieran desfilar en otras pasarelas para obtener una mayor proyecci¨®n. Por ejemplo, el colectivo GmbH, algo as¨ª como una variante berlinesa de la muy influyente Vetements, prefiere presentar sus colecciones en Par¨ªs. Ximon Lee, dise?ador chino instalado en Berl¨ªn cuya ropa ha recibido el sello de aprobaci¨®n de Kanye West, lo hace en Mil¨¢n. Y la mencionada revista de tendencias 032c, que acaba de crear tambi¨¦n una marca de ropa, escogi¨® el Pitti de Florencia para su estreno.
La base de operaciones de 032c est¨¢ ubicada en una antigua iglesia modernista del barrio de Kreuzberg, pero consideran importante mantener un pie en el extranjero. ?Lo m¨¢s punk que puedes hacer en Berl¨ªn es tener ¨¦xito. La cultura del fracaso [que existe en la ciudad] es una excusa para no perseguir tus sue?os. Tener fracasos es importante, pero Berl¨ªn es como una celebraci¨®n enferma del fracaso?, declar¨® uno de sus creadores, Joerg Korg, a la p¨¢gina web Business of Fashion. Pese a todo, hay quien llega a la capital seducido por su ritmo sosegado y sus escasos codazos. Por ejemplo, Stefano Pilati, ex director creativo de Saint Laurent, se instal¨® hace cinco a?os, seducido por su ?falta de presi¨®n?, a la espera de su pr¨®ximo proyecto en la industria.
Con los dise?adores de mayor proyecci¨®n fuera del mapa local, la Berlin Fashion Week se ha especializado en marcas pr¨¢cticamente desconocidas fuera, pero con un ¨¦xito notable en el mercado interior. Por ejemplo, Perret Schaad, fundada hace casi una d¨¦cada por las dise?adoras Johanna Perret y Tutia Schaad, que trabajan en un estudio en Wedding, barrio de perfil obrero en el norte y se supone que pr¨®ximo destino del misionero hipster. Las creadoras se conocieron trabajando para Givenchy en Par¨ªs en tiempos de Riccardo Tisci. Al regresar a Berl¨ªn para terminar sus estudios, se dieron cuenta de que compart¨ªan una misma visi¨®n, un minimalismo distinguido que parece beber de Phoebe Philo y Jil Sander, pero al que no dudan aplicar materiales innovadores y plasticosos.
?No es cierto que en Berl¨ªn no haya nada. La fashion week funciona bien, pese a que se la critique. Se la compara con la de Par¨ªs, cuando Alemania no es Francia?, explica Perret, que creci¨® entre los dos pa¨ªses, un par de d¨ªas despu¨¦s de su desfile. ?En Francia, seguir la moda es algo cultural. Mi abuela francesa de 87 a?os est¨¢ al d¨ªa de las tendencias. En Alemania estamos m¨¢s orgullosos de nuestra cerveza y nuestros coches?. ?Qu¨¦ deber¨ªa cambiar para que todo fuera mejor? ?Nos faltan aliados. Los grandes almacenes y la prensa deber¨ªan ayudar m¨¢s a las marcas de moda. En una ciudad como Londres, una firma de nuestro nivel estar¨ªa por todas partes?, lamenta Schaad.
Otro nombre destacado es el de Marina Hoermanseder, escogida por la edici¨®n estadounidense de Vogue como uno de los nombres a seguir. Desde que cre¨® su marca en 2013, se ha mantenido fiel a unos c¨®digos visuales que parecen beber del fetichismo sadomasoquista. ?Me interesa combinar el mayor nivel de destreza artesana con la elegancia y la excentricidad. Juego con la belleza de lo poco convencional. Me fascina la ortopedia y el cuero, pero lo alterno con la sensualidad y la fortaleza femenina?, afirma Hoermanseder. Asegura que la ciudad es una fuente de inspiraci¨®n primordial: ?Aqu¨ª hay menos l¨ªmites que en otros sitios, lo que te da una mayor flexibilidad a la hora de crear?. La modelo Larissa Hofmann intent¨® vivir en Nueva York, Londres y Par¨ªs, pero termin¨® regresando aqu¨ª en octubre pasado. ?Viajar y conocer a gente nueva constantemente te ense?a mucho. Pero tambi¨¦n puede ser extenuante y solitario?, responde Hofmann. ?Mis mejores amigos viven aqu¨ª. Todos crecimos en Baviera, pero no creo que pueda volver a vivir all¨ª. Berl¨ªn te deja ser quien eres de verdad e incluso lo incentiva?, dice.
ESENCIA MUTANTE
En 2001, el entonces alcalde de la ciudad, Klaus Wowereit, ide¨® un eslogan que ya nunca desaparecer¨ªa: ?Arm aber sexy? (?pobre, pero sexy?). Fue un tiempo en que los artistas emigraban en masa a su per¨ªmetro, seducidos por el bajo coste de vida, los centenares de apartamentos vac¨ªos en el este de la ciudad y un legado art¨ªstico y contracultural totalmente ¨¦pico, desde los tiempos de Bertolt Brecht hasta los de David Bowie. Se dijo que ser¨ªa la nueva capital del arte. Creadores de todo el mundo como Olafur Eliasson, Tacita Dean, Tom¨¢s Saraceno y, m¨¢s recientemente, Ai Weiwei instalaron sus estudios en la capital alemana.
Casi dos d¨¦cadas despu¨¦s, ?qu¨¦ fue de todas aquellas esperanzas? ?Para un artista, Berl¨ªn sigue siendo un lugar genial. Ninguna otra ciudad es igual de libre. De acuerdo, se ha vuelto m¨¢s cara a causa de la gentrificaci¨®n y las inversiones extranjeras, pero aun as¨ª sigue si¨¦ndolo menos que en los dem¨¢s sitios?, explica Juliet Kothe, directora de la Boros Sammlung, impresionante colecci¨®n privada de 700 obras contempor¨¢neas ¨Cpropiedad del matrimonio que le da nombre, a cargo de una reputada agencia de comunicaci¨®n sita en Wuppertal, la ciudad de Pina Bausch¨C, que se expone p¨²blicamente, desde hace diez a?os, en un antiguo b¨²nker en el este de la ciudad. Kothe matiza que el problema es la inexistencia de un mercado solvente. ?Berl¨ªn no es una ciudad de dinero. Nunca va a llegar el director de un banco de inversi¨®n a comprarte una obra. Hay que dejar de fantasear con eso?, a?ade.
Junto a los canales de Kreuzberg instal¨® su estudio el arquitecto y dise?ador Sigurd Larsen, que lleg¨® de Copenhague hace una d¨¦cada. Procediendo de una cultura como la escandinava, donde nadie suele pronunciar una palabra m¨¢s fuerte que la otra, le pareci¨® ?refrescante? llegar a un enclave que premiaba la disidencia, ?el hecho de vestir de forma distinta a los dem¨¢s y de tener opiniones distintas?. Sus c¨®digos visuales tambi¨¦n cambiaron. Empez¨® a trabajar m¨¢s con el hormig¨®n brutalista, tan utilizado en Berl¨ªn, no solo en sus edificios, sino tambi¨¦n en creaciones como mesas y letras decorativas, que se pueden encontrar en otra concept store de referencia como Voo. Los cambios que vive la ciudad no le parecen malos. ?Son intr¨ªnsecos a su naturaleza. Berl¨ªn los ha sufrido durante toda su historia. Es una ciudad que no puede permanecer inmutable?, sostiene. ?Por otra parte, quienes se quejan deber¨ªan hacerlo menos. A d¨ªa de hoy, la ¨²nica exportaci¨®n de la cultura alemana al resto del mundo es la marca Berl¨ªn?.
Unos kil¨®metros en direcci¨®n al oeste, la noche cae sobre Potsdamer Strasse, la que fuera una de las calles m¨¢s bulliciosas hasta la Segunda Guerra Mundial, despu¨¦s ocupada por sex shops y conocida por su concentraci¨®n de prostitutas en sus aceras. Desde hace algunos a?os, se empiezan a instalar tiendas de dise?o, galer¨ªas de arte y restaurantes de moda. Uno de los ¨²ltimos es Panama, creado por una protegida de Alain Ducasse. ?Cuando llegamos no hab¨ªa nada. Seis meses despu¨¦s, todo hab¨ªa cambiado?, relata su gerente, Joshua Lange, que se mud¨® a Berl¨ªn para reencontrar la informalidad del San Francisco de su juventud. De hecho, muchos detectan un regreso del oeste en el contencioso hist¨®rico que le separa del este de la ciudad.
?Lo bueno de barrios del oeste como Charlottenburg, donde vivo, es que hay una mezcla de personas de perfiles distintos que cuesta encontrar en el este, donde ya casi todo el mundo es joven y extranjero?, afirma el actor Lars Eidinger, la mayor estrella de la Schaub¨¹hne, el teatro de vanguardia que dirige Thomas Ostermeier, adem¨¢s de dj ocasional en el potente circuito de clubs de la ciudad. Lo preside el m¨ªtico Berghain, convertido casi en atracci¨®n tur¨ªstica. Quienes hacen cola se cuentan por decenas, pese a que despu¨¦s no siempre superen la criba de su legendario portero, Sven Marquardt.
El ¨²ltimo proyecto de Eidinger, visto en el cine de Olivier Assayas o Maren Ade, es la serie televisiva Babylon Berlin, superproducci¨®n ambientada en tiempos de la Rep¨²blica de Weimar, el periodo dorado de entreguerras que termin¨® con la irrupci¨®n del nazismo. En 2018 se cumple un siglo de su inicio. Como muchos otros, Eidinger lo recuerda con nostalgia. ?La sociedad estaba mucho m¨¢s desarrollada entonces que ahora. Hab¨ªa m¨¢s libertad, m¨¢s efervescencia en el arte, m¨¢s expresividad en la moda y m¨¢s experimentaci¨®n con la sexualidad. Exist¨ªa la posibilidad de no ser ni hombre ni mujer, algo de lo que volvemos a hablar un siglo m¨¢s tarde. Es frustrante entender que los ¨²ltimos cien a?os han sido solo una forma de recuperarnos de lo que supuso el Tercer Reich?, afirma el actor. Berl¨ªn, con su potencial eternamente fracturado y sus sabotajes propios y ajenos, siempre ser¨¢ un recordatorio de lo que pudimos ser.
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