El anillo de Giges, por Adela Cortina
Glauc¨®n cre¨ªa que la ¨²nica raz¨®n que tenemos para actuar bien es el temor al castigo
En sus libros de La Rep¨²blica el fil¨®sofo Plat¨®n cuenta una leyenda que resulta muy ¨²til para entender por qu¨¦ en la vida cotidiana se produce tal cantidad de casos de corrupci¨®n, prevaricaci¨®n, incumplimiento de las leyes y violencia encubierta. Todo ello tiene su origen, al parecer, en la sensaci¨®n de impunidad de quienes act¨²an as¨ª, en la convicci¨®n de que nadie les ve y por eso pueden da?ar sin que se les castigue. ?ste es el argumento de la leyenda del anillo de Giges.
El contexto del relato es el siguiente: Glauc¨®n y S¨®crates, dos fil¨®sofos a su vez, entablan un apasionante di¨¢logo sobre qu¨¦ es la justicia y ser una persona justa. Las preguntas son de envergadura y, para intentar encontrar una respuesta, a Glauc¨®n le parece oportuno contar la historia del anillo de Giges.
Giges, rey de Lidia, tiene un anillo m¨¢gico que hace invisible a la persona que lo lleva con solo girarlo. Cuando lo rota de nuevo se hace otra vez visible. Esta persona podr¨ªa matar, robar y violar las leyes con toda impunidad porque nadie la ve. Suponiendo ¨Ccuenta Glauc¨®n¨C que tuvi¨¦ramos dos anillos como el de Giges y di¨¦ramos uno a un hombre justo y otro a uno injusto, los dos podr¨ªan obrar mal al hacerse invisibles y nadie se dar¨ªa cuenta. Y Glauc¨®n est¨¢ convencido de que eso es lo que har¨ªan los dos, actuar mal, porque, a su juicio, lo ¨²nico que nos obliga a obrar bien es que otros nos vean; la ¨²nica raz¨®n que tenemos para actuar bien es el temor al castigo, el miedo a perder la buena reputaci¨®n, el p¨¢nico a ver manchado nuestro buen nombre. Glauc¨®n cree que es el miedo el que guarda la vi?a de la bondad.
Si esto es as¨ª, la verdad es bien triste, porque entonces no es que la justicia nos interese por s¨ª misma: no nos importa da?ar a otros ni nos preocupamos por mejorar sus vidas. Lo ¨²nico que nos disuade de cometer tropel¨ªas es el miedo a la c¨¢rcel, a la multa, al descr¨¦dito, a la verg¨¹enza social.
La sensaci¨®n de impunidad es el anillo de Giges, que hoy en d¨ªa toma formas muy diversas. Puede ser el intercambio de favores con los que tienen el poder de castigar para que miren hacia otro lado o deriven el asunto a complicados entramados, de los que los ciudadanos no entienden nada. Puede ser la econom¨ªa financiera que, por opaca e incontrolable, impide descubrir a los responsables. Puede ser el anonimato de las redes, que es un buen instrumento para denunciar las injusticias, pero tambi¨¦n para quitar impunemente el buen nombre a otros o para comprometer a ni?os y adolescentes en repugnantes tramas sexuales sin que lo sepan sus padres.
El anillo tambi¨¦n puede tomar otra forma muy curiosa, y es la de quienes calculan lo que les va a costar la multa por da?ar a otros si les descubren o el tiempo de c¨¢rcel, y piensan que les tiene cuenta hacerlo, porque todav¨ªa salen ganando dinero para disfrutarlo una vez en libertad. Pero hay otra manera de interpretar la leyenda de Giges, que es francamente mejor que la de Glauc¨®n, y es la de S¨®crates. Si damos el anillo a una persona justa y a una injusta, y al saberse invisibles las dos act¨²an injustamente, entonces es que la primera no era una persona justa.
La persona justa es la que sigue comport¨¢ndose con justicia aunque lleve el anillo, aunque nadie la vea; la que no calcula cu¨¢nto puede ganar da?ando a otros, porque valora la justicia por s¨ª misma, aprecia a las personas y tiene un profundo respeto por la dignidad de los seres humanos.
Claro que el miedo al castigo guarda en parte la vi?a, pero no hace hombres y mujeres justos. Para eso hace falta educar moralmente desde la familia, desde la escuela y desde el conjunto de la sociedad.
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