El Lower East Side de NY es el nuevo Magaluf
La oferta de ocio nocturno del barrio neoyorquino ha provocado el desmadre en sus calles. Los vecinos acaban de lanzar una web para denunciar los comportamientos salvajes y delatar a sus autores.
?Cerrar¨¢n a alguna hora?
Estoy en la lista de invitados
No hace falta que nos reciban
No s¨¦ d¨®nde est¨¢ el garito.
La canci¨®n Partners in crime de The Strokes, la banda indie rock m¨¢s famosa del Lower East Side neoyorquino, suena como una invocaci¨®n premonitoria. Desde hace dos a?os, este barrio encajado entre Nolita y Chinatown ha sucumbido al en¨¦simo cap¨ªtulo de su proceso de gentrificaci¨®n, que arranc¨® en 2007 con el traslado del New Museum a sus calles. Las clases trabajadoras y los inmigrantes han sido sustituidos por los desfiles de moda, las boutiques de post¨ªn y los nuevos locales de ocio y restauraci¨®n. Estos ¨²ltimos, sobre todo los que sirven alcohol y m¨²sica hasta la madrugada, se han convertido en un quebradero de cabeza para los vecinos del barrio. Las ruidosas y sucias costumbres de los visitantes de fin de semana y la inacci¨®n de quienes se benefician de ellas ha provocado una rebeli¨®n en favor de la urbanidad. A falta de una Bastilla que asaltar, los residentes del Lower East Side han encontrado en internet su particular trinchera para denunciar y perseguir a quienes no les dejan vivir en paz.
La asociaci¨®n LES Dwellers (en espa?ol, los moradores del Lower East Side) ha emprendido una campa?a de hostigamiento contra los protagonistas de lo que ya se conoce como hell¡¯s square o cuadril¨¢tero del infierno, una confluencia de cuatro calles que re¨²ne 55 locales y 8 tiendas con licencia para la venta de bebidas alcoh¨®licas. La publicista Diem Boyd, fundadora de la iniciativa, decidi¨® en 2012 constituir una agrupaci¨®n que recogiera el malestar de los vecinos ante lo que consideraban ¡°una degradaci¨®n intolerable y dudosamente legal del espacio p¨²blico¡±, seg¨²n explican en su p¨¢gina de internet. En este tiempo han analizado la realidad administrativa del sector y han recogido datos y denuncias (183 en 2014) sobre lo que est¨¢ sucediendo. Ante el progresivo deterioro de las condiciones de vida del barrio, hace unos meses decidieron ir m¨¢s all¨¢ y lanzaron su web para dar a conocer los excesos que se cometen y poner en evidencia a sus autores a trav¨¦s de v¨ªdeos grabados con tel¨¦fonos m¨®viles.
Seg¨²n LES Dwellers, los males que aquejan al nuevo patio de recreo de Manhattan pasan por la afluencia en las calles de gente ebria?hasta altas horas de la madrugada, las?peleas entre j¨®venes universitarios y los orines y los v¨®mitos a espuertas. Adem¨¢s denuncian la existencia de azoteas convertidas en terrazas clandestinas y la invasi¨®n de limusinas y otros utilitarios estacionados de mala manera en las aceras. Por no hablar de las condiciones insalubres y peligrosas que provocan las botellas rotas y los preservativos tirados en la v¨ªa p¨²blica. Todos estos problemas han colmado la paciencia de los vecinos, que, c¨¢mara en mano, han decidido perseguir e increpar a los v¨¢ndalos. Los v¨ªdeos recopilados estos a?os ya est¨¢n en internet.
Alcohol sin l¨ªmites, gritos a deshoras y violencia en las calles. El nuevo paisaje nocturno del Lower East Side dista mucho de la tranquila postal diurna que describen las gu¨ªas de viajes o las idas y venidas de Taylor Swift a su gimnasio, el SUV del Bowery. En los ¨²ltimos a?os este rinc¨®n situado a orillas del r¨ªo East ha conseguido zafarse de su fama de barrio peligroso. Las galer¨ªas que han florecido a ra¨ªz de la presencia del New Museum y la apertura de?bares como Cherche Midi o Patac¨®n Pisao, de estilo venezolano, han convertido estas calles en un lugar de peregrinaci¨®n para los modernos locales. En el Lower East Side se encuentran algunos de los restaurantes de cocina internacional m¨¢s populares de Manhattan, como Ivan Ramen, Mission Cantina o Fung Tu. Menci¨®n aparte merece Freemans, uno de los templos de papeo hipster m¨¢s famosos de Nueva York y quiz¨¢s la primera casa de acogida de los lumberjacks urbanos.
Desde luego, semejante efervescencia parece el sue?o de cualquier barrio. Pero el problema, seg¨²n los activistas de LES Dwellers, llega por la noche. Lugares de moda como el c¨¦lebre rooftop del hotel Chantelle, el speakeasy Death & Co. o el club Skinny, que acaban de reformarlo duplicando su tama?o, son una pesadilla para los vecinos. Ni la presencia habitual de celebridades como Kim Kardashian o Lady Gaga les reconforta. Desde 2012, la asociaci¨®n de Diem Boyd se ha reunido repetidas veces con los organismos locales y la New York State Liquor Authority. Las s¨²plicas para que dejen de conceder licencias en n¨²meros pr¨¢cticamente correlativos no han tenido demasiado ¨¦xito. De momento, solo han conseguido paralizar temporalmente la que corresponde al n¨²mero 106 de la calle Rivington. Una victoria p¨ªrrica.
Los integrantes de LES Dwellers han perfeccionado su t¨¦cnica gracias a la asesor¨ªa legal con la que cuentan. No solo han fijado su objetivo en los ruidosos asistentes de los locales, sino tambi¨¦n en los responsables de los mismos. Seg¨²n presumen, en algunos casos han conseguido que las infracciones de ciertos clientes se imputen a los propios negocios. Esta persecuci¨®n ya se ha cobrado sus primeras v¨ªctimas. El empresario Rob Shamlian cerr¨® el bar Derby el pasado enero y ya planea clausurar otros dos locales cercanos, tambi¨¦n de su propiedad. ¡°Estoy harto de la hostilidad de ciertos vecinos, quiero vivir tranquilo¡±, ha explicado en el blog Bowery Boogie. El club Sutra Lounge tambi¨¦n acaba de echar el cierre. ¡°No me gusta que me intimiden¡±, ha dicho su due?o Ariel Palitz en redes sociales. Parece que en esta guerra no hay reglas ni tregua. La batalla est¨¢ lejos de terminar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.