La France, por Luz Casal
Francia es un modelo de lo que deber¨ªa ser Europa.
En cuanto a afectos, Francia ocupa un lugar muy importante en mi vida. Todo empieza en la infancia, cuando en el colegio de monjas Paula Frasinetti donde yo estudi¨¦, establecen un intercambio con otro de la misma compa?¨ªa en La Provenza; Marie era el nombre de la chica con la que me escribir¨ªa durante todo un curso. Como las dos ¨¦ramos hijas ¨²nicas, nos cont¨¢bamos aquello que nos rodeaba como si fu¨¦ramos cronistas incipientes. Sus cartas largas describ¨ªan aspectos y costumbres de su pueblo, Grasse, destacando la importancia que las flores, que llenaban los campos de lilas, rosas, jazmines y nardos, ten¨ªan para su familia y allegados. Pronto me di cuenta de que las m¨ªas, las cartas, eran breves, giraban entre el espeso gris acero del cielo, el aire h¨²medo que llenaba todos los rincones y los lamentos de las sirenas de los barcos. Los campos alrededor de mi casa solo eran verdes. As¨ª que establecidas las diferencias, sit¨²e al pa¨ªs vecino como mi destino y Par¨ªs como un objetivo.
Fui creciendo mientras la chanson francesa desplegaba ante m¨ª toda su riqueza, escondiendo, en muchos casos, grandes historias de libertad escritas y cantadas por mujeres. El hex¨¢gono que forma nuestro vecino del norte es tan diverso en paisaje como lo es nuestro pa¨ªs. Distinta es la Breta?a de la Costa Azul, como la retra¨ªda Lille lo es de Toulouse y, a¨²n as¨ª, forman una unidad y una identidad ejemplar que vienen de la Revoluci¨®n Francesa y que a menudo me provoca celos. Esas tierras diferentes, con sus distintas luces, siguen siendo inspiraci¨®n de muchos pintores y artistas.
Son los franceses un referente en el arte de vivir del que son maestros, convirti¨¦ndolo en una enorme y fruct¨ªfera industria. Inventores del pr¨ºt-¨¤-porter, son tambi¨¦n guardianes de esos artesanos que, con sus exquisitos trabajos, hacen posible la haute couture. Suministran fantas¨ªa; haciendo so?ar con distintos tipos de belleza y elegancia a gente de todo el mundo. Su esp¨ªritu organizado inculcado desde la escuela, lo llevan a la vida cotidiana uni¨¦ndolo a un gusto ancestral por el detalle que a menudo me emociona. Emoci¨®n y sorpresa me produce la naturalidad y frecuencia con que se debaten ideas, ya sea en un caf¨¦ con amigos o en un estrado ante un p¨²blico informado.
Puede que vayamos una noche a Par¨ªs y nos encontremos con que el faro luminoso de la Torre m¨¢s famosa del mundo se encuentre apagado, si as¨ª fuera, es porque la torre Eiffel se pone de luto despu¨¦s de cada ataque a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad que se comete en esta parte del mundo. Puede que encuentres pobreza bajo los puentes de Par¨ªs o a la entrada de alg¨²n museo, pero eso no es m¨¢s ni menos que la presencia de la decadencia, esa que en contraste con la belleza de edificios, personas y ropas, te har¨¢ reflexionar.
Por todas estas cosas y muchas que ahora es imposible enumerar, encuentro en Francia un apreciable modelo de lo que es y deber¨ªa ser Europa.
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