¡®Little fires everywhere¡¯ o cuando las madres ricas son peores madres
El ¨¦xito de la novela de Celeste Ng, ¡®Peque?os fuegos por todas partes¡¯, adaptada a televisi¨®n por Reese Witherspoon y Kerry Washington, vuelve a poner el foco en la maternidad.
El t¨¦rmino ¡°mala madre¡± est¨¢ de moda. Hay un club de malas madres, un s¨ªndrome de malas madres, y una pel¨ªcula llamada Malas madres. Esto no quiere decir que vivamos una ¨¦poca que glorifique la maldad. No es eso, sino todo lo contrario. Todav¨ªa hay quien defiende que existe una idea fija y ¨²nica de lo que es una madre, por lo que todo lo que se escapa de ella tiene que ser, por l¨®gica, ¡°malo¡±. Las malas madres ser¨ªan las que afirman que no existe ninguna idea fija y ¨²nica de lo que es una madre, por lo que, si no existe ninguna idea, no puede existir ninguna valoraci¨®n de esa idea. Es decir, no hay ni buenas ni malas madres, s¨®lo madres. ?Tiene un hijo? Entonces es usted madre. ?Es buena o es mala? Si ese juicio no se puede hacer, pero se hace de todas formas, eso s¨ª que es una maldad. Por tanto, la ¨²nica maldad es la de la persona que se atreve a juzgar el valor de una madre.
Ahora bien, ¨²ltimamente ha salido a la luz una nueva duda en torno a la idea de maternidad que ha cogido a muchos por sorpresa. Esto es, ?la noci¨®n de madre tambi¨¦n est¨¢ definida por cuestiones de clase? Y si es as¨ª, ?son las madres ricas peores o mejores que las madres pobres o son dos entes imposibles de comparar? Si tenemos en cuenta su representaci¨®n en la ficci¨®n, tanto en literatura como en cine o la televisi¨®n, est¨¢ claro que las madres ricas son el no va m¨¢s de la maldad, pero ?por qu¨¦?
Este nuevo conflicto de clase vuelve gracias al ¨¦xito de Peque?os fuegos por todas partes?(Alba), la novela de Celeste Ng que Reese Witherpoon y Kerry Washington han llevado a la peque?a pantalla y que en Espa?a se puede ver en Amazon Prime bajo el t¨ªtulo Little fires everywhere. La historia enfrenta a cuatro madres, dos ricas (donde parece que la idea de maternidad est¨¢ enraizada a medio camino entre el capricho y la necesidad noble) y dos pobres (en que parece que la idea de maternidad es algo parecido a la superaci¨®n de una carga, por lo que se le suele otorgar mayor valor). Ng se posiciona claramente por las segundas, a las que ti?e de la vieja idea de madre coraje para construir su relato, y desacredita a las primeras, a las que convierte en estereotipos de los viejos ideales machistas de la maternidad. Pero, ?lo merecen? Si parece que no existen las malas madres, ?pueden existir las malas madres ricas?
En el libro, Elena Richardson, papel que interpreta Witherspoon, tiene cuatro hijos, por los que ha tenido que renunciar a su prometedora carrera como periodista. Est¨¢ casada con un eminente abogado y vive con todas las comodidades en la pr¨®spera comunidad de Shaker Heights. El conflicto arranca cuando llega al pueblo Mia Warren (Kerry Washington) con su hija adolescente Pearl. Ella es una artista que apenas tiene con lo que vivir y que arrastra a su hija consigo a una vida n¨®mada y desprejuiciada. Las dos madres empezar¨¢n una relaci¨®n intensa que enfrentar¨¢ dos estilos de vida, pero sobre todo dos ideas de maternidad.
Witherspoon interpreta a la perfecci¨®n al prototipo de madre rica con el s¨ªndrome de Madame Bovary, es decir, una mujer para la que los ni?os se convierten en destructores de todos sus sue?os de juventud y deseos propios. Esto se ver¨¢ reflejado en su relaci¨®n con su cuarta hija, un embarazo no deseado que frustrar¨¢ todas sus expectativas de una vida plena. Por supuesto, esta ni?a acabar¨¢ rechazando a su vez a su madre y se ver¨¢ atra¨ªda por M¨ªa Warren. Mientras tanto, la hija de Mia se ver¨¢ atra¨ªda por el orden y la seguridad que parece ofrecerle Elena.
El conflicto se complicar¨¢ todav¨ªa m¨¢s cuando la mejor amiga de Elena acoja en adopci¨®n a un beb¨¦ de origen asi¨¢tico, cumpliendo as¨ª su sue?o de ser madre despu¨¦s de a?os y a?os de frustraciones. El problema es que la ni?a ser¨¢ la hija natural de una camarera que trabaja con Mia en un restaurante de comida r¨¢pida, que tuvo que abandonar al beb¨¦ al no verse capaz de cuidar de ¨¦l. Mia ser¨¢ quien la anime para que reclame otra vez su custodia.
Sin ¨¢nimo de hacer ¡°spoilers¡± est¨¢ clara cu¨¢l ser¨¢ la posici¨®n que tomar¨¢ Ng, hija de un eminente f¨ªsico y una reputada qu¨ªmica que emigraron de Hong Kong en los a?os 60 y se instalaron en Ohio, un tradicional feudo republicano. All¨ª la escritora vivi¨® en una localidad muy similar a Shaker Heights, elitista suburbio de Cleveland, donde su condici¨®n de ¨²nica chica de origen asi¨¢tico la hizo ser consciente muy pronto de los conflictos tanto de clase como racial. Si Flaubert asegur¨® que ¡°Madame Bovary soy yo¡±, en la novela la escritora parece apuntar con el dedo y asegurar que Madame Bovary son todas esas condescendientes, reprimidas e hip¨®critas madres ricas.
La literatura tiene muchos referentes hist¨®ricos donde la tesis de Ng coge valor y significado. S¨®lo hay que pensar en Shakespeare, el creador de dos de las madres m¨¢s ricas, crueles y desapegadas de sus hijos de la historia como Lady Macbeth o la reina Gertrud de ¡°Hamlet¡±. La primera admite que matar¨ªa a sus hijos por cumplir sus ambiciones y la segunda se casa con el asesino del padre de Hamlet y desprecia con frialdad a su hijo. Las madres ricas, como se ve, no tienen a los hijos como prioridad, sin duda, los tienen como complemento. O sino que se lo pregunten a un referente todav¨ªa anterior, Medea, que mata a sus dos hijos s¨®lo para vengarse de su padre. ?Quiere a sus hijos? S¨ª. ?Odia a su marido, que la ha enga?ado? Todav¨ªa m¨¢s. As¨ª que el sacrificio es absoluto.
Otro experto en ¡®malas madres¡¯ es Charles Dickens, un escritor cuya mala relaci¨®n con su propia madre lo convirti¨® en un mis¨®gino y un resentido. La caricatura feroz que hace de Mrs Nickelby, en la novela Nicholas Nickelby, no es m¨¢s que su venganza contra la falta de amor que sinti¨® ¨¦l de ni?o. No hay personaje m¨¢s pat¨¦tico y divertido en toda la novela. Lo mismo puede decirse de Mrs. Jellyby, de Casa desolada, capaz de preocuparse por todo el mundo excepto de sus hijos o la madre de David Copperfield, incapaz de defender a su hijo de los abusos de su terrible progenitor.
En el siglo XX, las madres de Los eduardianos, de Vita Sackville-West, son incapaces de sentir ning¨²n afecto o comuni¨®n con sus hijas, como si fueran el espectro de su juventud perdida que s¨®lo est¨¢ ah¨ª para atormentarlas. Por no hablar de Eleanor Melrose, la madre imaginada, o no tanto, por Edward St. Aubyn, que permite los abusos del padre con su hijo por mera indiferencia afectiva y para no poner en riesgo su elevado status social.
Aunque el mejor ejemplo de madre rica-madre mala la encontramos en Un pu?ado de polvo, de Evelyn Waugh. Su nombre es Brenda Last y tanto su hijo como su amante se llaman John. Cuando le informen, de improviso, que John ha muerto, respirar¨¢ aliviada cuando descubra que el fallecido es su hijo.
Despu¨¦s est¨¢ el lado fr¨ªo y manipulador de estas madres ricas, como el de The manchurian candidate, de Richard Condon, que en su ¨²ltima adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica interpretaba Meryl Streep. Esta buena madre ayudaba a lavar el cerebro a su propio hijo para convertirlo en un eficaz asesino invisible de la KGB. En ¡°Peque?os fuegos por todas partes¡± este papel lo vemos en la madre de Elena, que la convierte, al final, justamente en un clon de s¨ª misma, algo que la hija menor de Elena intentar¨¢ evitar con todas sus fuerzas.
?No hay malas madres pobres? Claro, la madre de Mia Warren en ¡°Peque?os fuegos por todas partes¡±, una fan¨¢tica religiosa, renegar¨¢ de su propia hija. Este punto es el ¨²nico donde las madres pobres se asemejan a las ricas, en el desplazamiento de la prioridad. Su religi¨®n ir¨¢ antes que sus hijas. Si no, que se lo pregunten a la madre de Carrie, de Stephen King, o a la de las cinco tr¨¢gicas hermanas de Las v¨ªrgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides.
S¨ª, tambi¨¦n est¨¢ la madre abusiva y terrible de Push, de Sapphire, que le vali¨® un Oscar a Mo¡¯nique en su adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica, pero por cada monstruo hay dos Mama Joad, la gran matriarca de la familia de Las uvas de la ira a la que John Steinbeck ni siquiera dio un nombre de pila demostrando la completa identificaci¨®n del personaje con su rol de madre. ?Las buenas madres son entonces las que se encierran a s¨ª mismas en ese rol? No, ha quedado claro que no existen ni buenas o malas madres.
Existe, por tanto, una clara concepci¨®n de clase en la idea de maternidad. La adaptaci¨®n televisiva de Peque?os fuegos por todas partes lo resume en una frase que no est¨¢ en el libro. Se la dice Mia a Elena cuando su enfrentamiento ha llegado ya a su punto m¨¢s cruento. ¡°T¨² no tomaste buenas decisiones, t¨² ten¨ªas buenas decisiones¡±. Es decir, Elena pod¨ªa tener elecci¨®n, las madres pobres no. Esta posibilidad de elecci¨®n es la que castiga Ng, que s¨ª hace un juicio de valor. ¡°?Qu¨¦ define la maternidad, es simplemente algo biol¨®gico o es el amor?¡±, se pregunta en el libro dejando la respuesta al aire.
Est¨¢ claro que no se puede culpar a los hijos por los pecados y las deficiencias de los padres, pero si esto es as¨ª, tampoco deber¨ªa culparse a los padres por los pecados y deficiencias de los hijos. Lionel Shriver, autora de Tenemos que hablar de Kevin, retrato inmisericorde de la madre del que se convertir¨¢ en un asesino m¨²ltiple, no lo tiene tan claro. ?Cuando todo queda dicho, no estaba segura que esta novela significase nada. Tiene un tema, s¨ª, pero ?tiene un punto de vista??, se preguntaba Shriver en su cr¨ªtica a la novela en The Guardian. Lo peor de la historia era, seg¨²n la escritora, la falta de justificaci¨®n real de la resoluci¨®n del libro, es decir, descubrir qui¨¦n es el responsable del incendio de la casa de Elena. Y tiene raz¨®n. Tanto la novela como la serie acaban como Rocky IV, es decir, con los rusos aplaudiendo al boxeador americano y rechazando a su propio atleta. ?Por qu¨¦? ?Hay razones suficientes o se limitan a la voluntad del autor de que sea as¨ª? Es un final muy emotivo, sin lugar a dudas, pero ?justificado?
Llegar¨¢ el d¨ªa en que podamos romper cualquier determinismo emocional en la relaci¨®n con nuestros padres y nuestros hijos. Podremos, entonces, no juzgar a unos por el comportamiento de los otros. Pero es cierto que no hay nada m¨¢s complicado que desvincularse absolutamente de la propia familia y asumir por completo una identidad propia. Hasta que no se consiga existir¨¢n malas y buenas madres, sean ricas o no, porque existir¨¢ la necesidad de repartir culpas.
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