?Sabe la moda ser austera?
El negro es el color tendencia. Lo barato se mezcla con lo caro. Las grandes firmas sacan segundas l¨ªneas m¨¢s accesibles. Pero ?puede la pasarela ser realmente asceta?
Hace tres a?os, en un rinc¨®n de Queens, la editora de Vogue USA, Anna Wintour, daba el pistoletazo de salida a la primera Fashion¡¯s Night Out. Que Wintour eligiera la sede de los grandes almacenes Macy¡¯s en un barrio tan poco distinguido como Elmhurst no era casualidad. En pleno credit crunch (contracci¨®n de cr¨¦dito), la moda estadounidense se enfrentaba a una de sus mayores crisis. ?En mis 40 a?os en este negocio, nunca hab¨ªa visto a las mujeres asustadas por comprar?, declar¨® entonces Vera Wang a The New York Times. Wintour ide¨® una soluci¨®n: volver a convertir la moda en una fiesta e invitar a todos los p¨²blicos a sumarse a la celebraci¨®n. El ¨¦xito de la iniciativa queda ahora revalidado a?o tras a?o en ciudades de medio planeta.
La voluntad de la editora de acercar el lujo a las masas no es un fen¨®meno aislado. Desde la irrupci¨®n del desajuste econ¨®mico, la moda high-end, destinada a la ¨¦lite del consumo, se ha empe?ado en acercarse al pueblo. ?Un giro decisivo hacia la austeridad? Nada m¨¢s lejos de la realidad, seg¨²n el ensayista franc¨¦s Gilles Lipovetsky, que denuncia un ascetismo de fachada. En El lujo eterno (Anagrama), el autor describi¨® una sociedad donde los productos de alto coste ya no eran un fen¨®meno marginal, sino un sector determinante para el estado global de la econom¨ªa, as¨ª como una aspiraci¨®n colectiva para los grupos sociales que no pod¨ªan permitirse acceder a ¨¦l. Casi una d¨¦cada m¨¢s tarde, y con la crisis de por medio, Lipovetsky considera que su diagn¨®stico sigue siendo v¨¢lido. ?La moda no es la siderurgia. No padece ninguna crisis. Los ricos siguen invirtiendo en el lujo y las aspiraciones del resto de la poblaci¨®n son las mismas. Por lo menos a 10 a?os vista, no hay que preocuparse por su buen estado de salud?, considera.
Sin embargo, y por lo que pueda pasar, el sector ya ha dado con diferentes estrategias para escapar a la par¨¢lisis consumista. De entrada, a trav¨¦s de un cambio radical de mensaje. Se ha abandonado el muy publicitado modelo de la mujer fashionista para abrazar a su prima pobre, la recesionista: igualmente ¨¢vida de tendencias, pero m¨¢s preocupada por el saldo de su cuenta corriente. Del mismo modo, nos cuentan que lo frugal no est¨¢ re?ido con lo chic y que la austeridad tambi¨¦n puede ser tendencia. Adem¨¢s, la diferencia respecto a otras ¨¦pocas de vacas flacas es que el acercamiento a un p¨²blico masivo parece haberse intensificado con esta crisis. Por ejemplo, las colecciones c¨¢psulas de grandes creadores para cadenas de pr¨ºt-¨¤-porter, una tendencia que despunt¨® hace cerca de una d¨¦cada, resultan ahora imprescindibles. Generan beneficios para todas las partes. ?Los creadores se dotan de una imagen democr¨¢tica y dan la impresi¨®n de que sus dise?os son asequibles para todos?, dice Lipovetsky.
En la memoria colectiva se ha aceptado el cross-shopping, la combinaci¨®n de piezas caras y de bajo coste, un signo de nuestro tiempo. ?Hace cinco a?os, ning¨²n comprador de gama alta hubiera reconocido mezclar Chanel o Gucci con Target o Uniqlo. Hoy se enorgullecen?, explica Robert Burke, consultor para el mercado del lujo y exvicepresidente de Bergdorf Goodman. Burke recuerda que la tendencia ha sido certificada por las altas esferas. En la convenci¨®n dem¨®crata de la semana pasada, Michelle Obama mezcl¨® una creaci¨®n de Tracy Reese con unos zapatos J?Crew, igual que antes un Alexander McQueen con un vestido de H&M. ?El equivalente en el vestir al mantra de la austeridad? ?Los grandes logos no est¨¢n de moda. Lo est¨¢ la mezcla de lo comedido y lo sofisticado. Pero eso no es exactamente austero?, rebate Burke.
Sea como fuere, la oscura situaci¨®n de la econom¨ªa ha contagiado a los propios dise?os, como apunta la omnipresencia del negro en la pr¨®xima temporada. Aunque hay quien se resiste a ¨¦l, como Catherine Malandrino. ?Hay que caminar hacia la luz y reencontrar la energ¨ªa. La moda debe tener la aspiraci¨®n de provocar un cambio en positivo?, ha comentado. Hace tres a?os, la dise?adora decidi¨® escenificar la presentaci¨®n de su colecci¨®n en la Rainbow Room del Rockefeller Center, m¨ªtica sala de fiestas art d¨¦co. ?Me pareci¨® un s¨ªmbolo importante volver a ese lugar inaugurado durante los a?os 30, en plena Gran Depresi¨®n?, cuenta hoy. Curiosamente, el local cerr¨® antes del verano y la propia empresa de Malandrino tambi¨¦n se dio de bruces con la realidad econ¨®mica. En 2011 tuvo que suspender su desfile en la semana de la moda neoyorquina, aunque este a?o est¨¢ de vuelta.
Para Robert Burke, la austeridad superficial adoptada por las grandes marcas supone solo una forma de no marginar a una aplastante mayor¨ªa de la poblaci¨®n, a la que tambi¨¦n necesitan aunque no forme parte de su clientela. ?Estas firmas viven de un 1% de compradores premium. Pero tambi¨¦n requieren ser una fantas¨ªa para el 99% restante?, concluye. La austeridad del sector es, por tanto, provisionalmente conveniente. Pero tambi¨¦n bastante arriesgada: sin seguir siendo objeto de deseo, la moda pierde su raz¨®n de ser.
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