¡®Sabrina, cosas de brujas¡¯: oda a la adolescente que hechiz¨® a una generaci¨®n en clave feminista
La serie protagonizada por Melissa Joan Hart cumple 25 a?os. Super¨® las expectativas convirti¨¦ndose en un fen¨®meno pop que perdura hasta nuestros d¨ªas. As¨ª es como una pionera del guion, tres actrices y la marioneta de un gato engendraron un ¨¦xito tan na¨ªf como revolucionario.
All¨¢ por 1996, la cadena estadounidense ABC ¨Cpropiedad de Disney¨C buscaba revitalizar su parrilla de los viernes por la noche, una franja dedicada hist¨®ricamente a captar al p¨²blico que ese d¨ªa no ten¨ªa que acostarse pronto para acudir a clase a la ma?ana siguiente. A las estrellas que hab¨ªan dominado las audiencias y ocupado las carpetas de los adolescentes durante los a?os anteriores, la pubertad les hab¨ªa sobrepasado. Los tirantes de Steve Urkel (Jaleel White) en Cosas de casa eran ya de la talla XXL; la voz de Ben Savage, protagonista de Yo y el mundo, m¨¢s propia de un tenor; y las encantadoras hermanas Olsen, de Padres forzosos, se embolsaban una n¨®mina tan mareante que la cadena se vio obligada a cancelar la serie por no poder sufragarla. Las mayores expectativas a la hora de tomar el relevo estaban puestas en Clueless (Fuera de onda), la adaptaci¨®n televisiva de la pel¨ªcula de culto estrenada en los cines unos meses antes, pero su recorrido en la cadena apenas dur¨® unos meses por el inesperado ¨¦xito de su telonera. Una producci¨®n de la que nadie esperaba nada y que acab¨® invocando frente a la pantalla a toda una generaci¨®n de espectadores: Sabrina, cosas de brujas.
Estos d¨ªas se celebra el 25 aniversario del estreno de la serie basada en un c¨®mic hom¨®nimo de los a?os setenta, pero cuyo germen reside en un telefilme que ya contaba con Melissa Joan Hart como protagonista. A tenor de la gran recepci¨®n, ABC decidi¨® transformarla en una serie que se mantuvo durante siete temporadas en emisi¨®n, hasta la primavera de 2003. Sin embargo, su influencia resuena con tal fuerza un cuarto de siglo despu¨¦s que las aventuras de Sabrina Spellman, una joven estudiante que a los 16 a?os descubre que es una bruja, volvieron a la pantalla en 2018 en una nueva adaptaci¨®n ¨Cm¨¢s oscura y c¨ªnica¨C producida por Netflix. Pero su poso generacional qued¨® muy lejos del logrado por su antecesora: tan encantadora, na¨ªf, divertida e inconscientemente revolucionaria como el p¨²blico que se sentaba frente a la televisi¨®n.
Mientras la cartelera cinematogr¨¢fica era conquistada por pel¨ªculas de acci¨®n lideradas por estrellas de la testosterona (Misi¨®n Imposible, Independence Day, Twister, La Roca o Rescate triunfaron ese a?o), una bruja novata conquistaba la peque?a pantalla con el ¨²nico efecto especial de una marioneta de gato parlante movida por tres tirititeros. Una adolescente que lidia con el salto a la vida adulta al mismo tiempo que acepta su pertenencia al mundo m¨¢gico representado por sus t¨ªas Zelda (Beth Broderick) y Hilda (Caroline Rhea), alejadas del clich¨¦ l¨²gubre y machista que acompa?a a la figura mitol¨®gica. ¡°?Qu¨¦ que es lo que me pasa? Que tengo que ser una bruja, una mortal, una adolescente y una chica¡ y todo al mismo tiempo. Eso es lo que me pasa¡±, verbalizaba la joven en uno de los episodios de la primera temporada. Lo ¨²nico m¨¢s fuerte que sus poderes eran sus inseguridades: en su fuero interno ocupaba tanta preocupaci¨®n aprender conjuros y sortear los maleficios como ser invitada al baile de fin de curso y esquivar las burlas de Libby, su popular archienemiga, por pertenecer al club de ciencias.
Su creadora, Nell Scovell, una pionera del guion que hab¨ªa trabajado en Los Simpsons o en el programa de David Letterman ¨Cfue solo la segunda mujer en ser contratada¨C, buscaba crear la serie que hubiera apreciado durante su adolescencia la ni?a rara que ella misma hab¨ªa sido de peque?a. Alguien que no so?ara con ser la reina del baile de graduaci¨®n, la l¨ªder de una fraternidad o salir con el quarterback del instituto, sino con cumplir objetivos tan mortales como aprobar el curso con nota y mantener amistades saludables. Aunque sigue el modelo de otras sitcoms cl¨¢sicas como la sesentera Embrujada, mientras la bruja Samantha (interpretada por Elizabeth Montgomery) es instada a ocultar sus poderes para llevar una vida normal, en Sabrina, cosas de brujas se persegu¨ªa todo lo contrario, que los desarrollara sin complejos. Para Scovell, la diferencia est¨¢ en que la segunda fue creada por una ¡°ni?a criada en los setenta con la figura de Gloria Steinem como referente¡±.
Su ¨¦xito resulta ins¨®lito no solo porque fueran tres actrices las que protagonizaban la serie, sino porque otras tres mujeres ejerc¨ªan tambi¨¦n como productoras de la misma. Incluso la propia Melissa Joan Hart, segunda opci¨®n de casting tras el rechazo de una Sarah Michelle Gellar que apost¨® por interpretar a una tal Buffy, ten¨ªa voz y voto. Scovell tuvo que ¡°lidiar muchas batallas¡± para que ese girl power no desapareciera de los guiones ante el escrutinio de los ejecutivos. Un ejemplo: pese a la presi¨®n de la cadena para que la ausencia de la madre de Sabrina en su d¨ªa a d¨ªa estuviera justificada con su muerte, su creadora luch¨® porque fuera una arque¨®loga y bastara con sus obligaciones laborales para desaparecer de forma temporal de la vida de su hija adolescente. El alarmante historial matricida de Disney no consigui¨® abrirse paso por una vez.
¡°Sabrina estaba llena de personajes femeninos fuertes y geniales que no estaban escritos bas¨¢ndose en el arquetipo habitual, el de la ¡®vecina de al lado¡¯, el ¡®inter¨¦s amoroso¡¯ o la ¡®amiga¡¯, sino que eran mujeres educadas, divertidas e independientes. Era algo que se echaba de menos antes en el g¨¦nero y que hace falta todav¨ªa ahora¡±, escribe la periodista Carley Tauchert en Den Of Geek. Para algunos miembros del colectivo LGTB+, la serie se convirti¨® en una met¨¢fora de lo que significaba no ser heterosexual en los 90. ¡°Ella era una estudiante con un secreto que no quer¨ªa que nadie descubriera, por miedo a que la avergonzaran. Y trata de sentirse c¨®moda con su identidad real gracias al apoyo y el conocimiento de dos guardianas de su mismo sexo que han pasado por lo mismo¡±, a?ade Georgie Wright en Vice.
Era una ficci¨®n tan pegada a su tiempo que aparecer en alguno de sus cap¨ªtulos como estrellas invitadas se convirti¨® en un reclamo de marketing que ning¨²n famoso quer¨ªa perderse. As¨ª pueden testificarlo Britney Spears, Ru Paul o las boy bands por antonomasia de los noventa: Backstreet Boys y N-Sync. Para Joan Hart, otra de las claves de su ¨¦xito es el deseo compartido de abrazar la magia para que nos solucione los problemas de la rutina diaria. ¡°Es una chica que puede hacer lo que quiera con la yema de su dedo. Todos queremos eso. Todos so?amos eso¡±, aseguraba. En cambio, la edici¨®n estadounidense de la revista Vanity Fair apunta directamente al sarc¨¢stico Salem, un mago condenado a vivir 100 a?os en el cuerpo de un felino tras intentar dominar el mundo que ejerce como confidente y alivio c¨®mico, como mayor icono pop 25 a?os despu¨¦s de su estreno.
Ninguna de las protagonistas de la ficci¨®n consigui¨® despu¨¦s replicar un ¨¦xito siquiera similar al experimentado a finales de la d¨¦cada de los noventa. En el caso de Joan Hart, m¨¢s all¨¢ de protagonizar un par de series de televisi¨®n poco reivindicables, en los ¨²ltimos a?os se ha erigido en una de las caras frecuentes del denominado como cine cristiano, un lucrativo subg¨¦nero nacido para difundir los valores de la fe cat¨®lica. Pese a su discreta posici¨®n actual, en todas las ocasiones que le han preguntado sobre un hipot¨¦tico regreso de la serie ¨Ctan habitual en el Hollywood actual¨C, ha rechazado volver a subirse a la escoba m¨¢gica para no estropear un final que la dejaba surcando el horizonte en moto junto a su eterno flechazo Harvey al ritmo de una canci¨®n de No Doubt. Ya no hay magia como la que se hac¨ªa en los noventa.
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