As¨ª se monta la mejor fiesta del a?o en el mundo de la moda
El documental The First Monday of May inaugura esta semana el Festival de Tribeca. Considerado el nuevo The September Issue, no consigue ablandar la imagen de Anna Wintour y refleja a la perfecci¨®n la locura que rodea la organizaci¨®n de los grandes eventos de lujo.
Con pocas semanas de diferencia se estrena un documental y se publica un libro que abren una ventana a las fiestas de los ricos y famosos. Hablamos de The First Monday in May, que sigue las preparaciones de la gala inaugural de la pasada exposici¨®n del Museo Metropolitan de Nueva York dedicada a China, y de Pool Party, un libro de Rizzoli ¨Ccon introducci¨®n de Bono¨C dedicado al coleccionista de arte y bonvivant Johnny Pigozzi y sus legendarias juergas en torno a su piscina en la Costa Azul. Si bien ambos comparten tem¨¢tica, el libro es un testimonio de la dolce vita, y el segundo es un estudio de la neurosis organizativa de Anna Wintour.
Es la segunda vez que la directora del Vogue USA se presta a un documental sobre su trabajo. El n¨²mero de septiembre (The september issue) mostraba qu¨¦ suced¨ªa en la redacci¨®n del Vogue estadounidense. En The First Monday in May desvela la maquinaria que precede a uno de los eventos m¨¢s importantes del a?o en t¨¦rminos de moda y espect¨¢culo. La gala anual del MET es seminal en el reinado de Wintour, y consecuentemente la organiza al estilo castrense. Para ella no hay detalle prescindible ni obst¨¢culo que valga. De hecho Stephanie Winston Wolkoff, la encargada de eventos de Vogue hasta 2009, dice que se le saltaron los puntos de la ces¨¢rea porque termin¨® su baja maternal antes de tiempo para ultimar los preparativos.
El documental, que inaugura el Festival de Tribeca el pr¨®ximo 13 de abril, no contribuir¨¢ a ablandar la imagen de la editora. En el tr¨¢iler se puede ver c¨®mo se preocupa porque las decoraciones no conviertan el museo en un restaurante chino, (no sabemos qu¨¦ opinar¨ªa cuando Vetements organiz¨® desfile en uno), y su lista de requerimientos es exigente como poco. No permite incluir perejil en los canap¨¦s para que no se quede entre los dientes, ni tampoco bruschetta, que llena de migas los vestidos de alta costura. Se pide a los invitados que dejen el m¨®vil en casa y los arreglos florales se planifican durante un a?o entero.
Wintour no est¨¢ sola en la locura que rodea a los eventos de perfil alto. La sabidur¨ªa popular asegura que una fiesta es un ¨¦xito si hay buena m¨²sica y suficiente bebida para toda la noche. Pero en estos tiempos regidos por el uno por ciento, esas celebraciones se quedan para los estudiantes Erasmus.
La crisis econ¨®mica est¨¢ durando demasiado para seguir siendo noticia y la pandilla de los papeles de Panam¨¢ ya no ve la necesidad de ser discretos. No es casualidad que documentales y libros se dediquen a los convites contempor¨¢neos: no hace falta recrear por en¨¦sima la Black and White Ball de Truman Capote o el lanzamiento del ¨¢lbum de Queen en el que unos camareros enanos llevaban bandejas pegadas a la cabeza con monta?as de coca¨ªna.
De yates en Ibiza a mansiones en Londres y Venecia, pasando por el desierto en Catar, las fiestas se han vuelto opulentas, desquiciadas y m¨¢s largas que una boda gitana. Lo m¨ªnimo es contratar a modelos de Abercrombie & Fitch para que naden en la piscina, a Taylor Swift para que se encargue de la m¨²sica en directo y a Donald Trump para servir martinis. Y esto no es una exageraci¨®n: sucedi¨® en un sarao de Vanity Fair en Nueva York.
Este delirio festivo ha instaurado una edad de oro para los organizadores de eventos. Estos profesionales ya no son se?oras de sociedad con conocimientos de ikebana. Ahora es necesario contar con una agenda enciclop¨¦dica, aguante y paciencia infinita para tratar con anfitriones mani¨¢ticos y con delirios de grandeza. En dos semanas se les pide que monten un guateque en Azarbaiy¨¢n con una travesti cantante de ¨®pera, orquesta completa y comefuegos o deben busca submarinos y tiburones en Marruecos para llenar la piscina de un millonario.
Tanya Clark, de Honest Ibiza, por ejemplo, tuvo que construir una isla flotante en la costa de la isla pitiusa, a la que los invitados llegaban en barco siguiendo las coordenadas que se daban en la invitaci¨®n. La organizadora de moda, Fiona Leahy, llev¨® a cabo una boda en Catar para 2000 mujeres donde cada invitada recib¨ªa un perfume a medida. Seg¨²n el solicitad¨ªsimo Bronson van Wyck, hay que dar de beber bien, porque ?ninguna buena historia empieza con una taza de t¨¦?. Pero los caterings se est¨¢n yendo de madre. Es habitual que incluyan mini patatas al horno cubiertas de pan de oro y botellas de champ¨¢n Cristal. Es tanta la obsesi¨®n con el espumoso que Alexa Chung declar¨® que odia que le sirvan una copa de esta bebida en las incontables juergas del mundo de la moda a la que es invitada.
Los cumples infantiles tampoco se quedan atr¨¢s. Pobre de aquel que ponga a ni?os ricos a jugar al baile de las sillas. Las decoraciones han de ser instagrameables y un familiar disfrazado de payaso no cuenta como entretenimiento. Los empleados de la compa?¨ªa brit¨¢nica de conserjer¨ªa Quintesentiually Events las pasaron canutas para encontrar 25 ping¨¹inos para el cumplea?os de un ni?o de tres a?os (s¨®lo dieron con tres), y la empresa especializada Hats and Bells se enorgullece de haber ideado una merienda con tem¨¢tica de Harry Potter en el que hab¨ªa m¨¢quinas de humo, demostraciones de cetrer¨ªa y una escoba de regalo personalizada para cada ni?o.
Entre este bacanal apocal¨ªptica, hay momentos en el que se vislumbra algo de fantas¨ªa e imaginaci¨®n. Es el caso de los londinenses Immersive Cult, que trabajan para Chanel, Louis Vuitton y la casa de subastas Christie?s. En un sarao de tem¨¢tica japonesa para Miu Miu y la revista Love durante la semana de la moda londinense construyeron un bosque de bons¨¢is y recrearon el popular caf¨¦ nip¨®n donde acariciar gatos en los ba?os. Contrataron a Grace Jones para cantar en una mini selva amaz¨®nica y para celebrar Mardi Gras en el club privado Loulous inventaron un ritual de vud¨² y un cocodrilo disco-zombie que escup¨ªa luces de l¨¢ser.
Pero no hace falta derrochar para montar una fiesta memorable. Hace algunos a?os en el festival de Glastonbury, el rinc¨®n m¨¢s divertido era la recreaci¨®n de la madriguera del conejo inspirada en Alicia en el Pa¨ªs de las maravillas. A la entrada hab¨ªa una portera disfrazada de sombrerero loco que hac¨ªa una pregunta. Si le gustaba tu contestaci¨®n, te permit¨ªa el acceso. Tras gatear por un t¨²nel embarrado se llegaba a una tienda de campa?a gigante, en el que un pu?ado de gente sucia y ebria bailaba con desenfreno. Y sin una copa de champ¨¢n a la vista.
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