¡®Working dead¡¯ pero con piscina infinita: por qu¨¦ la Mansi¨®n TikTok es el falso espejismo de la buena vida
?Qu¨¦ significa el ¨¦xito en 2020? Finge hasta que lo logres: la nueva meta aspiracional es compartir mansi¨®n con otros que solo valen su n¨²mero de seguidores y producir ilusiones de triunfo a destajo.
Guiados por las ?fuerzas tel¨²ricas? de la zona, se dice que las primeras comunas se instalaron antes en J¨¢vea (Alicante) que en Ibiza. All¨ª, en 1966, se abri¨® La Hacienda, la primera discoteca de Espa?a. Ahora nadie baila en los clubs porque est¨¢n todos cerrados por un virus global y las coreograf¨ªas nos las dictan en nuestras pantallas desde una villa de lujo en la que ya no conviven hippies, sino influencers. En concreto, hablamos de la Jet House, la primera mansi¨®n TikTok espa?ola alojada en la misma ciudad levantina y en la que, como inform¨® Anal¨ªa Plaza en eldiario, conviven nueve veintea?eros ingleses (algunos ni llegan a los 20) que acumulan ocho millones de seguidores en la red. Los herederos de la contracultura que aterrizaron en la costa renegando del materialismo y del sistema ahora producen v¨ªdeos sin descanso y exhiben en nuestros m¨®viles lo integrados y lo bien que, aparentemente, les va en ¨¦l.
Tras el ¨¦xito de la mansi¨®n G2 de gamers en la que vive el popular caster Ibai Llanos, el fen¨®meno de las casas collab de TikTok llega a nuestro pa¨ªs movido por la expansi¨®n vertiginosa que ha vivido en EE UU. All¨ª se habla de ?la nueva fiebre del oro de las mansiones? y existen centenares de ejemplos y nichos (las hay de peluqueros, de parejas, actores o maquilladoras, por ejemplo). A grandes rasgos, una mansi¨®n TikTok es una villa de lujo full equip con todos los tics de la fantas¨ªa barroca ochentera que idealiza el culmen del sue?o americano a lo Trump Tower: como en la casa del magnate, se presume de suelos de m¨¢rmol, estatuas grecorromanas de pega en ba?os con jacuzzi XXL, piscina de ri?¨®n y grifer¨ªa y acabados de oro por doquier. Un espacio en el que se vive, se duerme y se trabaja sin frontera ninguna entre estos tres estados vitales. En la casa conviven grupos de amigos o desconocidos unidos por un dato en com¨²n: de base, un mill¨®n de followers por sujeto. Su objetivo es producir clips solos o en colaboraciones, para as¨ª aumentar sus seguidores, su influencia en las redes, y con ella, la monetizaci¨®n de las marcas que promocionan.
@thejethouse__Did We Nail It? ?? (What Shoukd We Do Next?) ? ##fyp ##foryou ##jethouse ##jetgang? The distrack ¨C uh
En la mansi¨®n alicantina, la Jet House, no existe un m¨¢nager que coordine sus perfiles comerciales y les pague el alquiler, pero la estrategia habitual es la de ser controlados por un ¨²nico representante. El de la Hype House, la mansi¨®n de Los ?ngeles que estandariz¨® el fen¨®meno, dej¨® claro a The New York Times de qu¨¦ iba la cosa: ?Aqu¨ª no puedes venir y quedarte con nosotros una semana y no hacer ning¨²n v¨ªdeo. Eso no va a funcionar. Toda esta casa est¨¢ dise?ada para la productividad. Si quieres estar de fiesta, hay cientos de casas que organizan fiestas en Los ?ngeles todos los fines de semana?.
Han bastado unos pocos meses para que un espacio desregularizado laboralmente como este no acabase copado de esc¨¢ndalos y denuncias de explotaci¨®n (para muestra, recomendad¨ªsimo el documental Jawline, de Liza Mandelup). El chorreo de denuncias y fiascos es constante. Rebecca Jennings, que se ha pasado medio a?o investigando la industria en Los ?ngeles, publicaba en Vox lo voluble de la escena: ?Las estrellas se mudan de casa en casa; las estrellas se rompen. Se topan con m¨¢nager que afirman que les har¨¢n ganar millones y terminan perdiendo miles. Pero hay influencia y dinero en juego, y no todos tendr¨¢n ¨¦xito en pasar sus vidas en esta carrera tan ambiciosa. Nadie tiene 19 a?os para siempre?.
Porque no solo se trata de exprimir lo ef¨ªmero de una juventud lista para bailar sonriente durante clips de 10 segundos. Lo aspiracional mueve el juego: el espejismo del triunfo ante todos cueste lo que cueste. La casa @7angels se convirti¨® en hazmerre¨ªr cuando se supo que uno de los lyp syncs de sus siete integrantes en lo que parec¨ªa un avi¨®n privado en realidad era un estudio de fotograf¨ªa que cobra 64 d¨®lares por alquilarlo. La econom¨ªa sumergida del influencer impostor del lujo es una realidad: en Mosc¨² se alquila un jet Gulfstream G650 para hacerte fotos (no despega nunca) por 200 d¨®lares la hora y Splacer o Home Studio List alquilan apartamentos con atrezo instagrameable para ?creadores de contenido?.? ?
?Qu¨¦ es la buena vida en 2020? ?Qu¨¦ significa el ¨¦xito? La acad¨¦mica Lauren Berlant se preguntaba esto mismo en El optimismo cruel (Caja Negra, 2020) frente a una sociedad fr¨¢gil, agotada e inestable que insiste en aferrarse a sistemas que nos rompen por dentro. ?Es la buena vida vivir en una mansi¨®n que no podr¨¢s disfrutar con calma porque siempre tendr¨¢s otro v¨ªdeo que compartir para seguir viviendo all¨ª? El optimismo cruel es todo lo que pasa cuando todo aquello que deseas ¨Cla mansi¨®n, la grifer¨ªa de oro¨C obstaculiza tu prosperidad como ser humano. Cuando, seg¨²n Berlant, ?la ilusi¨®n se torna cruel porque sostenemos el apego a un objeto significativamente problem¨¢tico?.
En 2017, la comisaria cultural Marta Echaves, el profesor de filosof¨ªa Antonio G¨®mez Villar y la investigadora cultural Mar¨ªa Ruida lanzaron Working Dead: escenarios del postrabajo, un proyecto que jugaba ?socarronamente? con la sonoridad simb¨®lica de la serie de zombies?Walking Dead y que apelaba a c¨®mo ?nuestras cada vez peores condiciones laborales? y la propia divisi¨®n del trabajo conforman ahora nuestra existencia. Su antolog¨ªa recog¨ªa?La expectativa cruel,?un ensayo de Remedios Zafra en el que apelaba a una sociedad ansiosa y acelerada por la exhibici¨®n del yo, una sociedad dependiente de la autopromoci¨®n constante donde el sujeto pone en juego no su trabajo, sino su propia marca. ?La mercantilizaci¨®n del mundo online ha sostenido al sujeto convirti¨¦ndolo en producto acreditable, casi siempre en viejas categor¨ªas, reclam¨¢ndole constantes fragmentos de realidad (imagen y v¨ªdeo que acrediten su existencia), habilitando todo tipo de espacios que favorecen que el yo privado se convierta en una representaci¨®n p¨²blica que opera como exhibici¨®n p¨²blica?. Zafra lamenta ese bucle sin fin en el que el espejismo del ¨¦xito nos hace perseguir a la zanahoria sin descanso: ?La preocupaci¨®n por uno mismo y la precarizaci¨®n de un desarrollo profesional y vital bajo la ilusi¨®n de una buena vida?cada vez m¨¢s dificultada, engancha al presente tecnol¨®gico y pospone permanentemente la vida emancipada?, lamentaba, y apostaba, frente a una vida convertida en trabajo, a ?recuperar la intimidad, el tiempo propio y la desconexi¨®n?.
El lema de la primera revoluci¨®n obrera ?ocho horas para trabajar, ocho para vivir y ocho para dormir? empez¨® a peligrar cuando el pensador neoliberal Milton Friedman escribi¨® en 1970 que ?la ¨²nica responsabilidad social de las empresas es maximizar sus beneficios?. Hoy, cuando la urgencia de actualizar nuestras apps y redes nos lleva a encajarnos productivamente en nuestros timelines, sin fronteras entre trabajo y ocio, la cuantificaci¨®n de esos v¨ªdeos de la mansi¨®n TikTok es la ¨²nica esencia que, verdaderamente, sostiene ese espejismo del triunfo. Finge hasta que lo logres: nadie dijo que esto fuese algo bueno o f¨¢cil.
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