Yayoi Kusama o por qu¨¦ encerrarse voluntariamente durante 40 a?os en una instituci¨®n mental
¡®Mujeres Recluidas¡¯ ¨C Cap¨ªtulo 2: la artista viva m¨¢s famosa del mundo decidi¨® ingresar en un hospital psiqui¨¢trico para dedicarse exclusivamente a crear (y alejar as¨ª sus traumas).
?Un d¨ªa estaba mirando el estampado de flores rojas de un mantel. Y, de repente, lo vi tambi¨¦n cuando mir¨¦ al techo, cubr¨ªa las ventanas, todo el cuarto. Hasta a m¨ª misma. Me asust¨¦, sent¨ª que comenzaba autodestruirme?. No era la primera vez que Yayoi Kusama ten¨ªa alucinaciones. Sufr¨ªa un trastorno obsesivo compulsivo desde peque?a y utilizaba el arte para canalizar la neurosis provocada tanto por su entorno familiar como por los horrores perpetrados por la II Guerra Mundial (ten¨ªa 16 a?os cuando estallaron las bombas at¨®micas). Esta vez, sin embargo, era diferente.
Corr¨ªa 1973, y Kusama decidi¨® volver a su Jap¨®n natal tras haberse hecho un nombre dentro del entorno art¨ªstico neoyorquino. Su compa?ero de vida, el tambi¨¦n artista Joseph Cornell, acababa de fallecer, y Kusama, pese a ser un nombre recurrente en los c¨ªrculos contraculturales americanos, no hab¨ªa ganado un duro con su obra. Estaba cansada de luchar contra el machismo, el clasismo y la arrogancia del mundo del arte. Ahora se sumaba el duelo. As¨ª que volvi¨® a su hogar y, enferma de depresi¨®n, tuvo una especie de epifan¨ªa: solo la creaci¨®n podr¨ªa salvarle la vida. Nada m¨¢s. Acudi¨® de motu propio al hospital psiqui¨¢trico Seiwa, en Tokio, y decidi¨® quedarse. All¨ª sigue, creando fren¨¦ticamente, casi cincuenta a?os despu¨¦s. ?Aunque eso no minimiza sus traumas o su condici¨®n mental, su reclusi¨®n fue una elecci¨®n propia. Encontr¨® esta instituci¨®n cerca de su estudio y decidi¨® que la cuidaran?, contaba al diario The Guardian Heather Lenz, directora del documental ¡®Kusama: infinity¡¯
La suya fue una decisi¨®n arriesgada. No solo porque hizo lo contrario a lo que dictaba la mitolog¨ªa sobre los artistas (donde la excentricidad e incluso la locura sol¨ªan ser un valor a explotar, y no una condici¨®n a superar) sino porque durante la mitad de su vida, Yayoi Kusama se dedic¨® sin descanso a llamar la atenci¨®n, a hacerse un nombre y publicitarse a trav¨¦s de atrevidas performances y rituales que la convert¨ªan en el centro de las miradas. Ahora era consciente de que su reclusi¨®n la har¨ªa caer en el olvido (y as¨ª fue hasta bien entrados los a?os noventa) pero a¨²n as¨ª dijo quiso decir basta.
El arte como v¨ªa de escape
?Kusama suele contar c¨®mo, de peque?a, ve¨ªa ¡®hablar¡¯ a las flores, pero no pod¨ªa expresar lo que sent¨ªa porque su familia la manten¨ªa aislada?, cuenta la comisaria Alexandra Munroe en el ensayo ¡®Obsesion, fantasy and Outrage: the art of Yayoi Kusama¡¯. Si ya desde ni?a, como ahora, era capaz de crear obras de forma casi fugaz, era porque su madre no aprobaba que se dedicara al arte, ?y ten¨ªa que terminar antes de que me pillara?. Su progenitora, en cambio, prefer¨ªa que la ni?a espiara a su padre y a su larga lista de amantes para mantenerla al corriente. Esta traum¨¢tica infancia, que adem¨¢s transcurri¨® en el entorno de la II Guerra Mundial, hizo que la obsesi¨®n y la repetici¨®n se convirtieran en los dos ejes principales de su obra. ?Me obsesiona la acumulaci¨®n, y con acumulaci¨®n me refiero a que nada en el universo, ni las estrellas ni los planetas, existen por s¨ª mismos, todo est¨¢ encadenado?, cuenta la artista en el documental ¡®Infinity¡¯. Tambi¨¦n logr¨® que generara una aversi¨®n al sexo (que compart¨ªa con su pareja, el artista Joseph Cornell) y que sublimara dicha ansiedad dibujando y esculpiendo formas f¨¢licas compulsivamente. ?Lo hac¨ªa para trascender la sexualidad y la tiran¨ªa masculina?, cuenta Munroe. ?Era su forma, un tanto agresiva, de desafiar el poder de los hombres posey¨¦ndolo simb¨®licamente?.? Pese a ello, Yayoi Kusama no pudo evitar sufrir las consecuencias de ser una mujer en un mundo, el arte, entonces dominado por los hombres.
El problema de ser mujer
Kusama se mud¨® a Estados Unidos en 1957, por recomendaci¨®n de su amiga por correspondencia, Georgia O¡¯Keeffe. ?Si vienes, lleva un cuadro siempre bajo el brazo y pat¨¦ate la ciudad?, le respondi¨® la artista. ?Recuerdo ir caminado varias manzanas con un cuadro de varios metros bajo el brazo. Me encaminaba al museo Whitney, a una audici¨®n de artistas j¨®venes. No me cogieron, volv¨ª caminando y dorm¨ª dos d¨ªas. Quer¨ªa morirme?, recuerda Kusama en su documental. En 2012 ese mismo museo le organiz¨® una gran retrospectiva. Fue una peque?a venganza, pero mucho antes de que llegara, Yayoi tuvo que lidiar con los prejuicios de la contracultura neoyorquina.
Kusama trabaj¨® sin descanso (fue hospitalizada varias veces por agotamiento) pintando su arte acumulativo en objetos cotidianos y ralizando performance contra la guerra de Vietnam y a favor de la liberaci¨®n sexual y los derechos de los homosexuales, incluso celebr¨® una boda homosexual amenizada por Fleetwood Mac en 1968 y cre¨® un club gay de pintura, el Kusama Homophile Kompany, al que acud¨ªa la primera divsi¨®n de la vanguardia norteamericana. Era una cara famosa en el mundillo, sin embargo,? no consegu¨ªa vivir de su obra. O?Keefe y otros artistas, como el minimalista Donald Judd, la ayudaban a posicionarse, pero no era suficiente.
?Conoc¨ªa a Warhol, muchas veces qued¨¢bamos para discutir sobre arte, aunque no compart¨ªa su visi¨®n ni su conducta. Termin¨® copiando mis ideas, y se hizo famoso por la repetici¨®n y la acumulaci¨®n?, contaba a?os despu¨¦s Kusama. Hoy, que es la artista viva m¨¢s cotizada del mundo, el debate sobre si Warhol, Oldenburg y otros artistas del pop art hicieron caja rob¨¢ndole sus ideas, est¨¢ a la orden del d¨ªa. Pero en aquel entonces, Kusama, una mujer asi¨¢tica con dificultades para aprender ingl¨¦s, no encaj¨® en la sociedad art¨ªstica. Tampoc¨® fue capaz de llevar una vida personal digna: la madre de Joseph Cornell, su pareja, la rechazaba por ser japonesa. As¨ª que cuando este muri¨®, Kusama, que ya arrastraba una depresi¨®n, decidi¨® tirar la toalla con respecto a la fama. Y fue como la consigui¨®.
Una ¡®sana¡¯ reclusi¨®n
Cuando en los a?os setenta la artista decidi¨® por voluntad propia ingresar en una instituci¨®n mental japonesa, era muy consciente de lo que hac¨ªa. Sus alucinaciones, la depresi¨®n y el trastorno obsesivo compulsivo la ¡®distra¨ªan¡¯ de su verdadera v¨ªa de sanaci¨®n, el arte. Dej¨® de lado las ansias de notoriedad, comenz¨® la terapia y puso en marcha una rutina que a d¨ªa de hoy sigue llevando a cabo: cada ma?ana se encamina a su estudio, que est¨¢ a diez minutos a pie, all¨ª trabaja con su equipo durante diez horas diarias seis d¨ªas a la semana. Vuelve a la instituci¨®n al atardecer. Solo se salta este esquema cuando tiene que conceder entrevistas o viajar para inaugurar alguna de las m¨²ltiples exposiciones que la homenajean en todo el mundo.
Los primeros veinte a?os de reclusi¨®n los paso creando salvajemente y escribiendo poemas, ajena al mundo exterior. Hasta que en 1993 la ofrecieron representar a su pa¨ªs en la Bienal de Venecia. Entonces todo se dispar¨®. El mundo del arte empez¨® a reconocer su talento y sus obras comenzaron a subir de precio como la espuma, hasta convertirla en la artista viva m¨¢s cotizada del mundo. Kusama, sin embargo, no ha cambiado un ¨¢pice su rutina. Como narra en su documental:?Ahora que el arte es lo ¨²nico para mi, aunque est¨¦ en la ¨²ltima etapa de mi vida, quiero vivir para siempre
¡ª
Otras mujeres confinadas de esta serie:
Mar¨ªa Callas
Leonora Carrington:
Mina:
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